¿Día de la Filosofía? ¿Y para qué?

¿Día de la Filosofía? ¿Y para qué?

Desde 2005, cada tercer jueves de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía por iniciativa de la UNESCO.

En este artículo quiero hacer una revisión de los motivos por los cuales define la UNESCO que el 16 de noviembre de este año se conmemoró por decimoctava vez a la filosofía. Por otro lado, quiero revisar si estos motivos son claros y valiosos para propiciar un examen sobre lo que estudié y, quiero pensar, ejercito profesionalmente.

Estudié filosofía como carrera universitaria y mientras estudiaba tuve varias dudas respecto a lo que hacía y se supone que quería aprender. No obstante, siguiendo una vía anti-Cartesiana hay puntos de los que en mi experiencia creo que no podemos “dudar”, porque no vale la pena hacerlo. Y esto es distinto de aquellos otros puntos respecto a los cuales sí vale la pena “sospechar”

Rene Descartes (1596-1650), filósofo que propuso la Duda Metódica como base del ejercicio filosófico.

No podemos dudar que hay un conjunto de vocabularios, que constituyen las diversas tradiciones de la “filosofía”. Tampoco, que hay un conjunto de preguntas que guían nuestra investigación sobre las tradiciones y problemas que nos acontecen. Y también, ciertas fuentes relevantes que destacan en su literatura. El método, ya lo define con cierta obscuridad Aristóteles en los Tópicos, es la inferencia y la argumentación. 

No creo necesario proponer el “análisis filosófico” como método. Aunque sí una “actitud filosófica” que guie como una “ética de la investigación” y hasta una forma vaga de “hacer bien las cosas” o cierto “modo de vida”.

En lo personal, sospecho de todas las investigaciones que en su nombre justifican su campo en la filosofía añadiendo: “análisis filosófico” o “aproximación filosófica”. Esto no significa que descarte su valía por ello, pues a menudo el “nombre” es sólo un infortunio.

En su “Mensaje (…) con Motivo del Día de la Filosofía” del 2022, de una sola página de extensión, Audrey Azoulay, quien es Directora General de la UNESCO, rescata ambos elementos de mi definición: “la filosofía se alimenta de las tradiciones de todo el mundo”; y, es “un ejercicio vivo de cuestionamiento” para definir lo que es, podría y queremos que sea el mundo.

Además, define que el valor de la filosofía reside en el “enfoque” que nos ayuda a enfrentar los cambios y posicionarnos ante la incertidumbre .

Como frutos de la UNESCO con este enfoque, Audrey Azoulay ejemplifica la “Declaración del Genoma Humano y los Derechos Humanos (1997), y la “Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial” (2022). Se trata de dos casos interesantes de frutos con los que la “actitud filosófica” ha impactado en el mundo contemporáneo.

En su “Mensaje” de 2022, Audrey sugiere que estos frutos son resultado de nuestra respuesta a ¿qué significa ser humanos? Pregunta que sólo puede responderse con precisión y completitud en una argumentación que conecta las diversas perspectivas humanas y un punto de partida “ecologista”.

Lo anterior no sólo implica una apertura a la pluralidad de tradiciones, sino también a las diversas investigaciones actuales a partir de las cuales, nos dice Audrey, la “reflexión puede traducirse en acción”. 

A menudo, “El Pensador (Le Penseur)” de Auguste Rodin (1840 -1917) se vuelve una caricatura de la filosofía, ¿realmente es un símbolo valioso y preciso para los filósofos y las filósofas actuales?

En particular, esta última parte me impresiona por su sencillez y por la descripción de nuestra responsabilidad como filósofas y filósofos. Audrey destaca que esta responsabilidad implica aprender a enseñar “las herramientas de la filosofía para reinventar un mundo común, desde la más temprana edad”

Entonces, la responsabilidad de los filósofos y las filósofas no sólo se da respecto a la solidez y practicidad de sus investigaciones, al ponerlas en el ruedo con las investigaciones de otras disciplinas; sino también respecto la enseñanza efectiva de las mismas.

Los filósofos pragmatistas como Dewey y Peirce destacan que la cooperación intelectual y la enseñanza son ejercicios que potencian los “frutos filosóficos”, porque impulsan el aprendizaje y aclaran el vocabulario de nuestras investigaciones.

Precisamente desde ahí se da la definición de la “Proclamación del Día Mundial de la Filosofía” de 2005 por la UNESCO: “disciplina que estimula el pensamiento crítico e independiente, capaz de actuar en favor de una mejor comprensión del mundo y de promover la tolerancia y la paz” (p. 5).

No sostengo que la estimulación del “pensamiento independiente” sea la finalidad de la filosofía. Al contrario: sostengo, parafraseando mis lecturas de Peirce, que la filosofía potencia nuestros “instintos sociales“. Esto es un infortunio en la definición de la UNESCO y propiamente no es lo que se dice en la misma.

Por lo mismo, coincido en que el hábito filosófico, en su propagación social, significa actuar en favor de una comprensión de un mundo “bueno“, con la que se promueve la tolerancia y la paz entre las personas. Esto es “filosófico”; pero es, más bien, común al proyecto humano. 

En su ensayo de 1891, “El Filósofo Moral y la Vida Moral”, William James se esfuerza en colocar el poder de la investigación filosófica ante la vida humana: ¿cuál es la autoridad de los filósofos y filósofas al prescribir lo que es bueno? La conclusión: la investigación filosófica está sujeta a los procesos sociales y forma parte de algunas de sus transformaciones morales.

Y ya que toda la humanidad formamos parte de un experimento complejo y falible, de interacciones y correcciones que llamamos “moralidad”; no podemos observarnos bajo el ojo de la “autonomía” respecto al resto de nuestros coetáneos ni de nuestros antepasados. 

De manera que la moralidad no es traslúcida al ojo de una “conciencia”, ni mucho menos la tenemos los filósofos y las filósofas, sino que se ha construído históricamente y continúamos construyéndola socialmente mediante apuestas que medimos por sus consecuencias en nuestras interacciones con otras personas. 

Ciertamente, esto indica la necesidad que subraya Audrey de transformar la “actitud filosófica” en dispositivos accesibles (y aquí implico: claros) que sirvan para guiarnos en la experimentación de este mundo común y hacerlo “bueno”.

Tal es la utilidad de que quienes investigamos, nos esforcemos en hacernos entender y comunicarnos cuando apostamos por la precisión de las palabras, para aclarar el diseño “moral” de nuestras interacciones sociales y valorar la dirección que llevamos. No somos infalibles, sino filósofos.

Este trabajo no es propio de quienes estudian alguna carrera que se llame “humanidades” o “filosofía”, sino de cualquier persona interesada en que como humanos nos vaya bien y tenga una convicción estructurada al respecto. Así, al parecer del filósofo Peirce, en el siglo XIX y XX la filosofía y la ciencia cambiaron de cunas: ¿podríamos llevar esto aún más lejos?

Peirce distingue al filósofo del científico de su época por la “voluntad de aprender” de los segundos. Estos son los genuinos filósofos. Por otro lado, Peirce define a los renombrados filósofos de su época como meros “recolectores” de todo lo que creen que vale la pena saber. Incluso: como investigadores que pretenden la novedad con métodos para fijar sus creencias que distan mucho del desarrollo empírico de una investigación.

Extendería este argumento a lo que filósofos como Quine y Pereda advierten: no todo lo que es verdad o podría serlo, vale la pena. Creo que esto tendría que impulsarnos a cambiar nuestra disposición hacia ciertas fuentes y tendencias de la investigación filosófica actual.

El “Mensaje” de Audrey, Directora General de la UNESCO, me resulta suficiente como un llamado a la acción para los filósofos y las filósofas actuales. Acepto los claroscuros de su mensaje como los comienzos de un camino que nos aclara suficientemente para definir lo que los filósofos y filósofas podemos ser.

La filosofía no consiste en “idealizar” la realidad, o, verla desde un conjunto de palabras o fragmentos de algún filósofo o filósofa “clásicos”. Directamente me atrevo a decir que no podríamos decir que quienes ven o practican la filosofía de este modo, lo son genuinamente; o, por lo menos, útilmente.

En mi opinión, defender una Filosofía “pragmatista” o que “produce cosas” (más aún: “cosas buenas”) es una incurrencia en la redundancia.

“These things ought ye to have done, and not to have left the others undone” palabras de John Dewey (1859-1952) en Democracia y Educación de 1916. En español: “Estas cosas debemos hacerlas nosotros y no dejarlas sin hacer a los otros”.

Por ello, me rehúso a adoptar cierto nombre romántico y abiertamente feo que se hizo famoso entre mis compañeros y compañeras de carrera: “filo-filósofos”. Esto es: no pretender ser filósofos o filósofas, sino aceptar estar al margen de serlo. Los gérmenes de esta propuesta pueden encontrarse en la “Crítica de la Razón Pura” (1781) de Kant.

Sin embargo, creo que el ejercicio filosófico ya comprende un margen entre el conocimiento y la verdad, entre la incertidumbre y el deseo del bien. Tal parece ser la raíz del mito de Pitágoras quien se llamo a sí mismo “filósofo” y no “sabio”.

De este modo, invito a que tomemos nuestra responsabilidad y dejemos de cavilar tanto sobre ¿Qué es filosofar?¿Cómo podríamos filosofar? Ya hay mucho escrito al respecto, diría John Dewey. Y una página podría ser suficiente para aclararlo, como creo que Audrey logra en su “Mensaje” del 2022. Lo que falta es hacer filosofía, producir frutos, y dialogar y enseñar para aprender a propagar este ejercicio genuinamente en nuestras comunidades.

En defensa del Halloween

En defensa del Halloween

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Aprovecho la cercanía de Halloween para ofrecer una tímida defensa de la celebración, o por lo menos, cuestionar la oportunidad de –nunca mejor dicho- satanizarla, pues puede resultar contraproducente y a final de cuentas equívoco. Me explico: Dada la sensibilidad contemporánea, una manera de fomentar las cosas es prohibirlas. La seducción de lo prohibido siempre ha existido, pero prohibir actualmente se ve como una arbitraria intrusión en la libertad personal. Se considera un abuso que, con base en principios dogmáticos y religiosos, se quiera orientar nuestra conducta. Resulta contraproducente, pues solo por llevar la contraria y rechazar cualquier intento de dominar a las conciencias, algunos buscarán hacer lo prohibido.

Pero hay una razón más de fondo. Las conclusiones del primer concilio de la Iglesia son muy claras. Obviamente se refieren a otros asuntos más serios, pero, mutatis mutandis (es decir, cambiando lo que se tenga que cambiar), bien pueden aplicarse aquí. Hechos de los Apóstoles 15, 28 afirma: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias”. Aunque se refiere a otra realidad, puede aplicarse como un principio general, al que se le puede agregar otra razón: no “gastar balas en batallas perdidas”, o mejor aún, seleccionar qué empresas vale la pena acometer, y en cuales probablemente perdamos el tiempo. Algunas causas pueden conducirnos progresivamente a vivir en un ghetto, es decir, aislados de la sociedad que denunciamos y en la que somos incapaces de ver nada bueno.

Alguien puede decir: “Halloween no es cristiano”. Yo le respondería, “¿estás seguro?, ¿sabes de dónde viene ese nombre?”. En realidad, se trata de una cristianización a medias. En efecto, la etimología de la palabra es “All hallow’s eve”, que en inglés antiguo significa “víspera de todos los santos” (por lo menos el nombre es cristiano). Pero aún hay más. Según la medievalista Régine Pernoud, la solemnidad de Todos los Santos no se celebraba el primero de noviembre, sino en otra fecha de primavera en el hemisferio norte, recordando el momento en el que muchas reliquias de las catacumbas fueron llevadas para su protección a la Iglesia del Panteón, en Roma. Pero se cambió a noviembre con el objetivo de cristianizar una fiesta céltica pagana, en la que se daba culto a los espectros, fiesta que hoy conocemos como Halloween.

La solemnidad de Todos los Santos está colocada en esa fecha intentando darle un sentido cristiano a la fiesta de los espectros. Para eso, en vez de recordar a realidades misteriosas y maléficas del inframundo, celebramos a los que gozan de la vida eterna con Dios en el Cielo. Ahora bien, dos consideraciones parecen pertinentes: no todas las fiestas que celebre un cristiano tienen que ser por fuerza religiosas (el día de la Independencia, las olimpiadas o el mundial de fútbol son un ejemplo). El cristiano celebra sus fiestas religiosas, pero nada tiene de malo que festeje otras con raíz diferente. En segundo lugar, se puede constatar cómo algunas de esas fiestas religiosas han sido asumidas por la cultura común, por ejemplo, la Navidad, hasta el punto de correr el peligro de secularizarse, difuminándose su sentido religioso.

¿Cuál sería la razón de su éxito? Que se “han vendido bien”, han entrado en la lógica del mercado y, tristemente, el lenguaje económico lo hablamos todos, creyentes y ateos. Navidad habla ese lenguaje, y debe dar la batalla para no perder su identidad. Todos los Santos en cambio no, y por tanto pasa desapercibida para la cultura dominante; no así Halloween, que entra de lleno en la dimensión comercial. Es cierto que, sin mucho éxito, a decir verdad, se ha promovido la hermosa iniciativa de vestir a los niños de santos y santas y cantar “queremos santidad” en vez de “dulce, dinero o travesura”.

Resumiendo, si nos atenemos al modo generalizado de celebrar Halloween, no puede decirse sin abuso del lenguaje que es satánico. Una cosa es que la magia y la brujería conduzcan al satanismo, e incluso que grupos satanistas aprovechen Halloween para realizar sus prácticas torcidas, y otra muy distinta vestir a los niños de vampiros, hombres lobo, Frankenstein y demás productos de imaginario popular. Una cosa es que los jóvenes celebren una fiesta de disfraces, con alcohol y todo lo demás, la cual celebrarán igualmente por otros motivos, y otra muy distinta es darle culto al demonio o caer en el ocultismo. La intención de los satanistas, así como lo que hacen es muy distinta, nada tiene que ver con lo que hacen los niños disfrazándose de personajes literarios fantásticos, o lo que hacen los jóvenes en una fiesta de disfraces. Si confundimos ambas cosas, quizá es que somos exagerados y más que hacer amable la virtud, la hacemos odiosa; o quizá es que ignoramos los rudimentos de la moral, donde queda claro que el objeto y el fin del acto son los que califican moralmente a una acción. Objeto y fin son muy distintos en niños y jóvenes, por un lado, y satanistas por otro; nada tienen que ver. Mejor es promover la vida litúrgica, y con ella la solemnidad de Todos los Santos, que atacar el Halloween. Mejor evangelizar que pelear, ser propositivos que reactivos.

Fotos del texto: BOLL ©

¡Ay esas conversaciones difíciles!

¡Ay esas conversaciones difíciles!

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Reseña: Difficult Conversations
Difficult Conversations
Douglas Stone, Bruce Patton, Sheila Heen
Penguin. 2010. 295 pp. 

Nos ahorraríamos muchos problemas si aprendiéramos a quedarnos callados…pero nos ahorraríamos aún más si aprendiéramos a llevar adelante conversaciones y discusiones difíciles. Aunque no nos guste, las conversaciones difíciles son inevitables, y se dan lo mismo sobre temas cotidianos: molestia con los vecinos por el comportamiento de su perro o porque no barren su entrada; hasta los asuntos más importantes de nuestras relaciones familiares íntimas. Las conversaciones difíciles se dan también en todos los ámbitos de la vida laboral — desde pedir un aumento, un permiso para ausentarse, un conflicto con algún colega, o disentir con una propuesta del jefe o la jefa — hasta la vida empresarial: negociaciones sobre el precio de un servicio, o los términos de entrega, o la asignación de responsabilidad en un cambio de fechas.

Conversaciones difíciles mal llevadas, o peor aún, conversaciones difíciles que nunca tuvieron lugar, están detrás de muchos de los conflictos de política nacional e internacional del presente. La Primera Guerra Mundial (la Gran Guerra), por poner un ejemplo, fue resultado de una serie de malentendidos, malas intenciones y confusiones que nunca se lograron aclarar.

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, es también cierto que la política es la continuación de la guerra, o mejor aún, es evitar el caso extremo de la solución de conflictos a través de la guerra, por otros medios; medios civilizados de conversación, acuerdos, renuncias, concesiones y negociación. La guerra civil, la peor de las guerras, es en ocasiones resultado de una sociedad que no pudo, no quiso o no supo ponerse de acuerdo sobre las condiciones fundamentales de la vida en común.

Las conversaciones difíciles son parte de nuestra condición humana, son ineludibles…y molestas. Prácticamente ningún problema interpersonal, laboral, empresarial o político se resuelve sin la necesidad de hablar con los demás.

En la mayoría de los casos debemos evitar dos posiciones igualmente perjudiciales: No decir nada sobre un asunto que nos preocupa o nos molesta, o pelear al respecto. Saber llevar una conversación difícil es nuestra mejor alternativa para evitar la violencia sin permitir la injusticia.

Por ello, a pesar de su sencillez en la expresión y su contenido eminentemente práctico (que no pragmático) el aporte de los 3 autores de Difficult Conversations es una genuina contribución a la paz.

Basta pensar en todos esos temas difíciles que no nos hemos atrevido a tocar en nuestro ámbito familiar más íntimo: conflictos por la repartición de una herencia, por resentimientos ocultos y heridas afectivas que nunca supimos sanar, o por frustraciones inexpresadas. O en aquellas conversaciones difíciles que quizá sí tuvieron lugar, pero solo empeoraron las cosas.

En el ámbito familiar y matrimonial la ausencia de conversaciones difíciles deja un vació que suele ser ocupado por el resentimiento, el odio, la desconfianza, la tristeza y el dolor. Aquello que nos duele y que nos negamos a expresar, nos hace daño. 

¿Cuánto vale un libro que puede enseñarme a hablar con mi pareja sin herirla, pero tampoco sin mentir?, ¿a tocar temas dolorosos del pasado común con mi padre, mi madre o mis hermanos?; ¿un libro que puede enseñarme a llevar a cabo la proeza de comunicarme con mi hija o hijo adolescente, incluso a hablar con los niños y niñas grandes y pequeños, entendiendo que a veces no buscan una respuesta acertada, sino simplemente atención y cariño?

Tan solo por los consejos y las herramientas que los autores ofrecen para tratar diferencias en la vida de pareja, este libro debiera ser indispensable y lectura obligada; pero su rango es mucho más amplio, porque la estructura de las conversaciones difíciles es similar en todos los ámbitos de la acción humana.

Los autores dividen toda conversación en 3 aspectos fundamentales: Primero la pregunta sobre “¿qué fue lo que pasó?”; el segundo es el aspecto emocional: “¿qué fue lo que esta situación o este problema me hizo sentir? y ¿qué sintieron los otros involucrados?”; y el tercero sobre mi identidad y la identidad de los demás: “¿qué me dice este conflicto, o esta diferencia de opinión, o esta sanción sobre mí?”, realmente, “¿qué tipo de persona soy?”.

Respecto a la primera pregunta los autores muestran que la mayoría de las situaciones humanas no pueden ser descritas de manera unívoca: que toda narración o reconstrucción de un hecho es una versión. Y como tal está enmarcada en coordenadas o categorías de interpretación. Es imposible para los seres humanos realizar una descripción de un hecho humano que sea totalmente neutra. Esta incómoda verdad no es consecuencia de un problema de percepción — no basta con oír, y ver bien.

La ambigüedad del lenguaje y de los hechos humanos no se supera con medios meramente materiales. La inclusión de la revisión por video en los partidos de futbol lo ilustra perfectamente: el problema no es solo que los árbitros no hayan alcanzado a ver la jugada, sino que muchas veces es difícil o imposible decir con certeza cuándo un empujón es voluntario y cuándo es una simple consecuencia del movimiento de dos jugadoras o jugadores tras el balón.

Por eso, cualquier “reconstrucción de los hechos” debe tomar en cuenta las distintas versiones de los involucrados, para tratar de componer un mosaico que describa de modo un poco menos imperfecto lo sucedido.

Dos consejos prácticos de los autores relacionados con este primer aspecto son, primero que nunca conviene formarse un juicio o tomar una decisión drástica sin conocer lo más posible de la situación. Cuando nos toca desempeñar el papel de juez o evaluar el desempeño de algún colaborador, es mejor escuchar varias versiones. Pocos consejos tan útiles como el de repetir: “dame un momento, no puedo dar un veredicto o tomar una decisión ahora; déjame tener todos los elementos y hacerme una idea más completa de la situación o la problemática”. Incluso cuando hace falta disentir con un superior jerárquico para cuestionar o criticar alguna decisión, iniciar diciendo: “seguramente no cuento con todos los elementos, y reconozco que es una situación compleja, pero…”

Igualmente importante es no centrarse en quién tiene la culpa. Las más de las veces la “asignación de culpas” lejos de ayudar corrompe la discusión y la transforma en una disputa: ya no se trata de aclarar qué fue lo que sucedió, ni cómo sucedió, mucho menos de pensar en cómo solucionarlo; sino simplemente de decir quién tuvo la culpa.

La obsesión por asignarle la culpa a alguien (casi nunca nos la asignamos a nosotros mismos) es una distracción del problema a tratar, genera además sentimientos adversos y no resuelve absolutamente nada.

Los conflictos humanos surgen por una multiplicidad de factores, por eso los autores hablan de mapear un “sistema de contribución” a la situación no deseada, en vez de construir un proceso de asignación de culpas.

¡Imaginemos cómo sería una discusión política centrada en la resolución de problemas, y no en la búsqueda de culpables!

Esquema de la primera pregunta: La conversación sobre qué sucedió.

El aspecto de las emociones es aún más complejo y misterioso: muchas conversaciones no son en primera instancia sobre lo qué pasó, sino sobre lo que nosotros sentimos. Quizá por distintos vicios intelectuales suponemos que dejar de lado las emociones en una discusión difícil es una señal de racionalidad y madurez, pero las emociones son nuestro primer marco interpretativo: son el modo, muchas veces irreflexivo ¡pero no irracional! en el que interpretamos lo que sucede.

Una de las torpezas más grandes en que podemos incurrir es pretender tratar temas que  nos lastiman, nos enojan o nos importan como si nuestras emociones no tuvieran relevancia. Como si fuéramos capaces de una especie de descripción no emocional de los asuntos humanos; como si no hubiera nada en juego en el tema que estamos discutiendo. Discusiones sin carga emocional, no son discusiones difíciles, sino triviales. Si no nos importa el tema, es señal de que no vale la pena hablar al respecto.

Por último está el tema de la identidad: A veces actuamos como si las conversaciones y discusiones difíciles tuvieran como tema real quiénes somos. Nos molesta tratar ciertos temas, aceptar errores, considerar otros puntos de vista porque pone en entredicho la idea que tenemos o que queremos tener de nosotros mismos. El primer paso es separar el conflicto de nuestra identidad: que me hayan despedido no necesariamente quiere decir que soy un mal colaborador, o que soy flojo; que no sepa comunicarme con mi hija no implica necesariamente que sea una mala madre, o que no la quiera.

Entender cómo llevar bien una discusión difícil, aprender a incorporar las perspectivas de los demás involucrados, aprender a expresar mis sentimientos y a tomar en cuenta los sentimientos de los otros — son todas estas vías para conocernos mejor a nosotros mismos, para descubrir y entender mejor quiénes somos, cómo somos y qué podemos hacer para mejorar.

Difficult Conversations es un libro que nos genera inquietud, porque demanda de nosotros que nos atrevamos a salir de nosotros  mismos, a enfrentar aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos dan vergüenza y no nos gustan; y a aceptar que muchas veces podemos estar equivocados tanto en nuestras evaluaciones de una situación como en nuestros sentimientos.

Es un libro que, si lo tomamos en serio, nos llevará muchas veces a tener que pedir perdón, por haber hablado de más, por haber inferido malas intenciones sin fundamento, o por habernos negado a escuchar una perspectiva distinta de la nuestra. Es un libro que nos da también la oportunidad de intentar una y otra vez desarrollar la virtud de conversar y de discutir en búsqueda de la verdad y el acuerdo. Es un libro que nos obliga a actuar y a cambiar para mejorar.

En lo personal, di con este libro después de un desaguisado fuerte detonado por asuntos sin importancia con una colaboradora excepcional. De no haber solucionado esa desavenencia, hubiera perdido la oportunidad de aprender de una gran maestra, y hubiera perdido también a una amiga y a una aliada. ¡Cuántas relaciones, proyectos de vida, empresariales y de naciones enteras podrían haberse salvado si supiéramos discutir!

En el prefacio los autores mencionan muchas de las disciplinas que les ayudaron a escribir esta pequeña obra maestra: psicología organizacional y social, negociación, mediación, derecho, terapias cognitivas, familiares y centradas en el cliente y teoría de la comunicación. La disciplina que no mencionan es la filosofía. Y eso me hace dudar respecto a la relevancia de los tratados éticos contemporáneos:

¿Cuál es el objetivo de un libro sobre ética? ¿Acaso describir las posiciones de autores filosóficos sobre la acción humana, sobre el bien y el mal? ¿O su objetivo es discutir “la moralidad” y el “valor de las proposiciones morales”? Si este es su objetivo, sospecho que en ocasiones tales libros adolecen de todo sentido práctico (no sirven para nada).

Pero si el objetivo es ayudar a las personas a vivir mejor, a conocerse mejor a sí mismas y tener una mejor relación en todos los ámbitos de su vida (en la tradición platónica), entonces Difficult Conversations debería ser considerado como una gran aportación al pensamiento ético contemporáneo. La incapacidad que a veces tenemos algunos filósofos para escribir libros útiles, y la poca estima que tal tipo de libros merece a la mayoría de los filósofos académicos, da mucho que pensar sobre el estado contemporáneo de la filosofía, y sobre la relevancia y el poder de los “productos académicos éticos contemporáneos” para hacer nuestra vida mejor.

Cuidar a quienes sufren, hacia un cambio de paradigma

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Cuando hablamos del aborto, no podemos ignorar que hay mucho sufrimiento en derredor. Personas que buscan el aborto con la creencia de que remediará o evitará cierto sufrimiento, personas que sufren por haber abortado, personas cuyo sufrimiento consistió en una muerte antes de nacer, personas que fueron obligadas o engañadas para abortar, y los detalles pueden irse al infinito. El aborto y la pérdida de bebés no nacidos es un tema del que debemos hablar, pero en el que, además y sobre todo, debemos escuchar mucho y atender al sufrimiento de los demás.

Hace un tiempo, publicamos en Spes una entrevista a la directora de IRMA, el Instituto para la Rehabilitación de la Mujer y la Familia. Ellas realizan una labor muy importante para escuchar, comprender y fortalecer a las mujeres que sufrieron la pérdida de un hijo (bueno, una de cada diez personas que busca ayuda en IRMA es varón). Recientemente, Aracely Ornelas Duarte, miembro de IRMA y SOPHIA (un programa de investigación académica que nació gracias a la experiencia de IRMA) hizo un ‘Manual pastoral para el acompañamiento a quien ha perdido un hijo antes de nacer’, titulado: Hacia un cambio de paradigma. Como lo indica el subtítulo, el manual se propone orientar a quien acompaña a personas que han perdido un hijo antes de que naciera, y se puede descargar gratuitamente aquí en Spes. En nuestra revista, agradecemos a Aracely Ornelas por compartirnos y concedernos el archivo. Sabemos que su trabajo hará mucho bien a incontables personas.



Cuando lees el manual, te enteras de que (o quizás ya lo sabías, pero es una buena noticia) hay muchas más organizaciones en distintas partes del mundo que realizan labores similares a las de IRMA. Es el tipo de cosas que hace mucho bien saber, seguramente puedes mejorar la vida de alguna persona cercana recomendándole que busque a tal o cual organización. Te compartimos aquí algunas de las entrevistas del manual.


Proyecto esperanza (Chile), entrevista a Elizabeth Bunster, fundadora y directora

¿Cuál es la esencia de Proyecto Esperanza?
El encuentro con la misericordia y el amor de Dios frente al duelo por un hijo no nacido. Con la convicción de que ese hijo ‘vive en el señor’, buscamos ayudar a restaurar el vínculo espiritual con ese hijo, porque la maternidad y paternidad son vínculos indestructibles.

¿Cómo funciona proyecto Esperanza?
Es un programa de acompañamiento pastoral en caso de aborto provocado o espontáneo. Atendemos a hombres y mujeres; sin embargo, la mayoría de las personas que recibimos nos buscan a causa de un aborto provocado. No es una estructura; es un servicio que se trata de insertar en la pastoral familiar o pastoral de la salud de cada diócesis y en los centros de apoyo a la familia y a la mujer.

¿Cómo llegan a ustedes las personas?
Nos damos a conocer a través de parroquias y de Radio María. También hay unas tarjetas que entregan los sacerdotes a las personas que van a confesión por aborto. Una vez que la persona llama, se le escucha, se confirma que desea recibir acompañamiento. Se le señala que se pondrá en contacto con ella una persona.

¿Cómo es su proceso de acompañamiento?
Consta de nueve etapas. Cada etapa puede tener una o dos sesiones. El acompañamiento puede durar de cuatro a seis meses; las sesiones son semanales. Se ve la historia completa de la persona: cómo se asumen los duelos, cuáles son sus valores. Se indaga cómo fue la decisión de abortar o cómo fue el proceso de pérdida espontánea.

Después de canalizar los enojos, incluido el enojo contra Dios, se llega a la parte del perdón. A partir de ahí, se va resignificando el sentido de la vida de ese hijo, no obstante haya sido una vida muy corta. Luego se invita al Espíritu Santo para conocer a ese hijo, darle un nombre; se le escribe una carta y se termina con una liturgia. Se tiene un símbolo en casa para que todos vean que el hijo está presente en el hogar. Las personas descubren al hijo que está presente en el corazón y que es parte de la familia.

¿Cómo consideras que influye el ámbito cultural en el sentir de las mujeres que han experimentado el aborto?
La mujer siente que ella no puede transmitir a los otros la sensación de vacío que experimenta. El resto del mundo la mira como si estuviera exagerando, sin reconocer que están frente a una persona que llora la muerte de un hijo. Hay un ámbito cultural que no le da valor al hijo no nacido. Es doloroso estar en un entorno que no comprende tu dolor y que da mensajes que invalidan el duelo.

Más información: https://proesperanza.org/



Sisters for Life (Estados Unidos), entrevista a la hermana Veronica Mary, de la misión “Hope and Healing”

¿A quiénes sirven en su ministerio?
Trabajamos con mujeres que han pasado por aborto provocado, con hombres trabajamos poco.

¿Cuál es el motor de su ministerio?
Nos mueve una fe inquebrantable en la misericordia de Dios. Escuchamos los gritos de las mujeres que claman misericordia. Cuando alguien habla porque está dañada por haber abortado, escuchamos cómo sus corazones preguntan “¿Hay esperanza para mí?” y hay prácticamente un alivio instantáneo cuando escuchan que “no sólo hay esperanza, hay mucha esperanza”.

¿Cómo llegan las mujeres a ustedes?
Las mujeres nos llaman por teléfono o nos mandan un mensaje a través de nuestra página web. Generalmente nos buscan porque conocieron a una hermana o leyeron sobre nosotras en algún boletín parroquial, nos vieron en televisión, nos escucharon en la radio o algún sacerdote les habló de nosotras en el confesionario.

¿En qué consiste su ministerio a las mujeres que experimentan la herida del aborto provocado?
Tenemos días de oración y sanación, retiros y ‘días especiales’ para ellas. Podemos llevar con ellas al mismo tiempo un proceso de manera individual en el que nos van contando su historia, se les dice que hay esperanza para ellas pues ningún pecado es más grande que la misericordia de Dios, ahí es el inicio del acompañamiento y de una amistad con nosotras. No vamos ‘más rápido’ que ellas, no juzgamos, sino que vamos a su paso, escuchando, alentando y todo el tiempo guiándolas a Jesús como la única fuente de sanación. Sin embargo, esto no pasará en un día ni en un retiro. Algunas de las mujeres han estado con nosotras por quince años; algunas nos llaman ‘mamá’ y, después, son ellas las que dan testimonio a otros.

¿Qué necesitan escuchar las mujeres en esta situación?
Llegan con una herida muy profunda, nosotras hablamos directamente a esa herida y les decimos quiénes son a los ojos de Dios: “Eres una mujer amada, que tiene gran dignidad. Dios quiere restaurarte, quitar tus miedos y ayudarte a encontrar la integridad y sanación que ansías”.

Más información: https://sistersoflife.org/healing-after-abortion/



Grávida (Argentina), entrevista al Pbro. Bernardo Ruiz Moreno, Asesor espiritual nacional

¿Qué es Grávida?
Es un servicio de la Iglesia conformado por voluntarios que se constituyen en comunidades de servicio. Dichas comunidades se insertan en cada Iglesia diocesana con la misión de cuidar de la vida desde la concepción, alentando el reconocimiento y vivencia de la maternidad y la paternidad como don. Esto se traduce en el acompañamiento de embarazadas en dificultad, sea en riesgo de aborto o en riesgo social. También se acompañan a mamás y papás que han sufrido la pérdida de un hijo antes de nacer, ya sea por aborto provocado o espontáneo, y sufren la herida en su vida.

Este trabajo está fundado y alimentado por una espiritualidad mariana, sencilla, que toca toda la vivencia humana de María, quien camina entre nosotros, como madre y como mujer. Sostenida por el modo actual de ser Iglesia, plasmada en el Magisterio y la invitación del papa Francisco, una Iglesia en salida al encuentro de las periferias. Asumimos la pedagogía del encuentro, para salir e ir al encuentro de las mujeres y varones que se nos confían.

¿Cómo atienden a quienes sufren a causa del aborto?
A partir de la difusión en distintos ámbitos del Programa de sanación. La propuesta del programa es llegar a que la persona, que padece esta herida, solicite ella misma la atención. Una vez que llega, la recibimos y le ofrecemos un camino de sanación, presentándole la metodología de Programa Raquel en Grávida. Es un proceso de sanación y reconciliación personal. Se atienden mujeres y hombres, hermanos, abuelos y personal de salud que han sido partícipes directa o indirectamente de un aborto. Lo llevan adelante equipos conformados por consejeros laicos, sacerdotes y profesionales de la salud mental, capacitados específicamente para ofrecer y vivir este ministerio.

¿Cuál ha sido la experiencia de la comunidad de Grávida en este apostolado?
Nos damos cuenta de que podemos ser instrumentos de la misericordia de Dios, más allá de nuestras debilidades y limitaciones. Nuestra comunidad en Grávida ha sido testigo del hacer de Dios en la vida de las personas, de cómo las sana y restituye sus vidas. Estos son pequeños grandes privilegios de quienes nos ofrecemos como acompañantes en este camino. Surge la gratitud ante esto. Parte de la misión de la Iglesia es ponerse al lado del que sufre para caminar juntos.

¿Cuál es el mensaje que necesitan escuchar las personas dolientes?
El mensaje es de esperanza y misericordia, no de juicio y condena. Yo diría que, más que mensaje, son dos regalos que necesitan las personas que han vivido un aborto y sufren las heridas que deja en sus vidas: abrazo y ternura por parte de la Iglesia, y experimentar el amor y la misericordia de nuestro Padre Dios.

Más información: https://gravida.org.ar/

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