Nefarious la película

Nefarious la película

Por Salvador Fabre

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La película dirigida por Chuck Konzelman y Cary Solomon, estrenada en abril del 2023, ha dado ya mucho de que hablar. Es impresionante cómo una producción de bajo presupuesto, pero con un potente mensaje, un gran guion y una excelente actuación, puede impactar en la sociedad. Es una especie de carga de profundidad, en donde, a través de los diálogos, volvemos a plantearnos las preguntas fundamentales de la existencia humana: ¿qué es el bien?, ¿qué es el mal?, ¿hay otra vida además de la que ahora vivimos?, ¿existe Dios?, ¿existen los demonios? Presenta agudamente, también, dos conflictos interesantes: el clásico seudo enfrentamiento entre ciencia y fe, entre un poseso y un psiquiatra ateo, por un lado, y por otro, el triste caso de un sacerdote sin fe en lo sobrenatural, lamentablemente frecuente en nuestros tiempos. El cóctel no puede ser más sugerente y explosivo.

La película puede utilizarse como un buen material de respaldo para el curso teológico de “Historia de la Salvación.” Es decir, el plan de Dios para salvarnos y, por contraparte, el del demonio para condenarnos. Nefarious le va explicando, con mucha paciencia al psiquiatra James Martin -¿velada alusión al sacerdote jesuita James Martin?- cómo dispuso Dios (el enemigo) las cosas y cómo su amo (el diablo), se ha empeñado en corromperlas desde el principio. Deja muy claro que los demonios nada pueden directamente contra Dios, pero indirectamente sí le afectan, matando y destruyendo lo que Él ama: la humanidad. Es particularmente aguda su descripción y actuación, del placer que experimentan los demonios por cada niño abortado, así como el “sufrimiento del Carpintero” (Jesús), por los niños asesinados en el vientre de su madre.

El filme aborda, podríamos decir, a dos niveles, los grandes debates de nuestro tiempo, sin timideces ni ambages, sino decididamente. En este sentido es contracultural y políticamente incorrecto, pero en ello estriba su éxito: en proclamar la verdad y defender la perspectiva sobrenatural, que viene a ser como una trama oculta detrás de toda la historia de la humanidad. La perene lucha entre el bien y el mal, de la cual no podemos abstenernos, aunque en teoría nos mantengamos al margen o indiferentes, pues esa actitud supone ya tomar una postura al respecto.

En un primer momento, toca decididamente y con gran fuerza tres grandes temas de actualidad, los tres relacionados con el “evangelio de la vida”: la eutanasia, el aborto y la pena de muerte. Y Nefarious les llama por su nombre: asesinatos. Profetiza al Dr. James Martin que antes de abandonar la prisión, habrá cometido tres asesinatos. El Dr. Martin se ríe de tal pretensión, pero, poco a poco, a lo largo del filme, Nefarious le va haciendo ver que ya los cometió: la eutanasia de su madre enferma hace 10 años, el aborto de su novia ese mismo día, y la firma de su condena a muerte, cuando ya tenía la certeza de que sí se trataba de un caso de posesión diabólica y que el desdichado poseído Edward Wayne Brady, nada tiene que ver con los asesinatos cometidos.

En una perspectiva más de fondo, la película muestra cómo la historia de la humanidad puede leerse como una gran trama -Historia de la Salvación- en la que se disputa el alma y el corazón del hombre. Y ofrece una clave de lectura a la vez profunda e interesante: el modo de vivir la libertad. El gran don de Dios a los ángeles y a los hombres es la libertad. Pero la libertad -nadie mejor que Dios lo sabe- encierra en sí misma un sentido y un riesgo. Fuimos creados libres, hombres y ángeles, para amar, pero corremos el riesgo de rebelarnos contra ese sentido originario de la libertad, y utilizarla para enaltecernos a nosotros mismos. El eco del “seréis como dioses” de la tentación de Adán y Eva en el paraíso, recorre toda la historia de la humanidad.

Es muy sugerente la “justificación” que Nefarious hace de la rebelión de los demonios contra Dios, la cual sigue seduciendo a muchos de nuestros contemporáneos: Dios nos crea libres, pero a la vez nos convierte en sus esclavos. Somos libres para adorarlo y alabarlo, pero si nos rebelamos, nos espera el infierno. La actitud de satán está llena de señorío: se rebela contra Dios, porque no quiere servir a nadie, porque su libertad es solamente para sí mismo. Él es el fin de su propia libertad, y convence a los hombres de que no sirvan a Dios ni a nadie, sino sólo así mismos. Ahí radica la grandeza de la libertad para el demonio. Se vuelve a cumplir entonces la aguda intuición de san Agustín: “Dos amores fundaron dos ciudades: el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial, y el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena.”

¿POR QUÉ LO BUENO ES BUENO?

Por Esteban Morfín de la Parra

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Somos afortunados. Nos ha tocado vivir en una época de grandes cambios, en la que se está escribiendo el destino de las futuras generaciones de una manera determinante. Todo se renueva. Todo se cuestiona. Los paradigmas y las tradiciones son sometidas a examen. Las reglas sociales se reescriben. Las normas morales y éticas son pasadas por las armas para dar vida a una nueva versión de lo que es el bien y el mal.

La Historia nos enseña que estos momentos de grandes cambios dirigen a la humanidad, en general, hacia un mejor futuro. No cabe duda de que así será con todos los procesos que se están viviendo en la actualidad. Sin embargo, también es cierto que en estos momentos de cambio tan fuertes también surgen crisis. 

Ahora mismo estamos experimentando una crisis de desprecio hacia los valores y la moralidad. No es solamente una reestructuración de las consideraciones sobre el bien y el mal, sino que se trata de una destrucción y sepultura de la moralidad y la ética. Todo es relativo. Todo se vale. Todo depende de cada quién. Si nací hombre, pero me siento mujer, puedo ser mujer. Si más adelante me siento caballo, puedo ser caballo. Si decido que me quiero casar con mi perro, nadie puede decirme que estoy mal. Puedes creer lo que quieras y portarte como quieras. Todo es igualmente válido porque la verdad depende de cada quién.

Todas las experiencias son, no solamente permisibles, sino valiosas. Cualquier esfuerzo de análisis sobre la conveniencia (por no decir bondad o maldad) de llevar a cabo cualquier tipo de proyecto personal o social es visto como el acto de una mente cerrada y primitiva, estancada en un pasado lleno de mojigatería y tristeza. No importa de qué se trate, especialmente en el ámbito de la sexualidad. Pareciera que, si no has vivido experiencias íntimas de todo tipo en realidad, no has vivido, y la complejidad de la vida se reduce al acto sexual. El bien y el mal ya no existen. La única regla es dejar en paz a los demás. Aunque luego nos quejemos de la indiferencia. Todos pueden hacer de su vida un papalote mientras no afecten a los demás. El respeto y la indiferencia son ahora los valores universales. El más virtuoso de todos es aquel que nunca deja de experimentar cosas nuevas y no expresa jamás una opinión negativa acerca de los demás.

Si bien cuestionar el statu quo puede resultar sumamente saludable para una generación, rechazar toda la sabiduría acumulada de las generaciones anteriores es un gravísimo error. Este intento de negar el bien y el mal como “constructo social” en favor de una libertad absoluta se trata más bien de un intento de justificar una vida de libertinaje completamente desatada, sobre todo, como ya dijimos, en el aspecto sexual. 

El bien y el mal existen, y todos podemos ver sus frutos en la historia, en los demás y en nuestra propia vida. Negarlo es un absurdo que difícilmente se sostiene. Quizá es posible defender esa trinchera en cuestiones banales como la bondad o maldad de comer un helado antes de la comida, mas ¿Quién es el mentecato que se atrevería a defender ese argumento luego de leer en las noticias que Pornhub hizo negocio con videos de violaciones? ¿O quién dirá que todo es relativo si lo asaltan y lo acuchillan? A lo mejor alguien diría rápidamente que esos hechos se tratan aparte, pues los que perpetran estas maldades están rompiendo la regla de oro al transgredir los derechos de los demás, cruzando sus límites, metiéndose en su vida. La respuesta es que ningún acto es completamente individual. Nada de lo que hagas deja de tener consecuencias para ti y para los que te rodean. De modo que “hacer lo que quieras mientras no afectes a los demás” se vuelve imposible e insostenible, a menos que decidieras aislarte del mundo y vivir como ermitaño, lejos de todo y todos.

Cierto es que las cosas no son buenas o malas porque sí, ni porque lo diga la Iglesia, el Dalai Lama ni nadie. En este sentido, los cuestionamientos modernos tienen toda la razón y hay que celebrar y motivar esta línea de pensamiento. Sin embargo, las cosas sí son buenas o malas de forma objetiva. ¿Objetiva? Sí, objetiva, dígase no dependiente de la forma en que se analice o de quién sea el que lo viva o haga. Los humanos sí tenemos la capacidad (y el deber) de entender la bondad o maldad de los actos. 

Ojo, no juzgamos a las personas, solamente a los actos. Alguien puede ser una buena persona con maravillosas intenciones en su corazón y realizar atrocidades por equivocación. Si yo mato a alguien por accidente, yo no soy malo, pero el hecho sí que lo es. Que venga alguien y lo niegue.

¿Qué es entonces lo que hace que algo sea bueno o malo? La respuesta, en papel, es muy sencilla: lo bueno es bueno porque construye y hace feliz, lo malo es malo porque destruye y hace miserable. 

En la práctica, todo se complica, pues la vida no es en blanco y negro, sino que existe toda una gama de colores. Ningún hecho es en sí mismo completamente bueno o malo. Las circunstancias, los actores, las motivaciones, todo debe ser tomado en cuenta.

Aprendamos de la época actual. Tomemos lo bueno. No dejemos de cuestionar los estatutos sociales. Sigamos analizando la supuesta bondad o maldad de tal o cual acto. Hagamos de todo un tema de debate y reflexión. Enfrentemos las viejas teorías con nuevas formas de pensar y ver las cosas. No dejemos de poner a prueba las ideas y los postulados de antaño, pero tampoco exterminemos todo lo anterior como si de una plaga se tratara, queriendo justificar una vida sin ataduras ni responsabilidades.

MDNMDN