¿Es justo compensar nuestros viajes?

¿Es justo compensar nuestros viajes?

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El progreso tecnológico, especialmente en el transporte, ha hecho los viajes más eficientes; ahora es posible recorrer grandes distancias en tiempos menores: podemos volar de Toronto a Buenos Aires, atravesar el Canal de Panamá en barco, recorrer en el famoso Expreso de Oriente el tramo que va de París a Estambul e incluso viajar a Marte con una nave espacial. Ahora es posible viajar por todo el mundo.

Los viajes, especialmente a destinos exóticos y alejados de nuestro hogar, han ganado popularidad por los precios, que en ocasiones son muy bajos por las promociones de las aerolíneas de bajo costo. Pero ¿pagamos un precio justo por nuestros numerosos viajes y cuáles son las consecuencias negativas de nuestros viajes para el medio ambiente? 

El concepto “compensación” conlleva el intento de contrarrestar una consecuencia negativa y reparar un daño en la medida de lo posible. La compensación de vuelos intenta subsanar los daños ocasionados por los viajes y, en este caso, contrarrestar los efectos del CO2 que se producen por cada vuelo. Por ejemplo: un vuelo México-Berlín en clase económica produce un total de 4.856 kg de CO2. Compensar este vuelo costaría aproximadamente 112 euros (2,717 pesos), que se invertirían en algún proyecto ecológico. No es posible eliminar el CO2 producido, aunque podemos reparar algunos de sus efectos.

“Melting ice” manifestación Fridays for Future Berlin 20.09.2019
Foto: A. Fajardo

Los viajes de larga distancia no son nada baratos. Normalmente un vuelo de ida y vuelta entre la Ciudad de México y Berlín cuesta aproximadamente 1.000 euros (25,000 pesos). Esta cantidad ya es bastante alta y no todos los fines de semana podemos permitirnos un viaje de este tipo. Si a esta cantidad le sumamos la compensación, los viajes serían cada vez más difíciles de realizar. 

El principal argumento en contra de la compensación de vuelos es la diferencia de ingresos entre los que ganan más y los que ganan menos: con precios más altos, viajar sólo sería asequible para los ricos, o las personas con altos ingresos.

Una segunda crítica apunta al uso de las compensaciones. ¿Realmente se utilizará el dinero de la compensación para las prometidas medidas de protección del medio ambiente o se perderá en algún bolsillo? 

Más allá de estas críticas, es preciso combatir el agravamiento de condiciones meteorológicas extremas, como las inundaciones, las sequías, los incendios forestales, el deshielo de los polos, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, etc. La compensación de vuelos es un tema importante para el cuidado del medio ambiente. 

Respecto al buen uso del dinero de las compensaciones, es posible saber qué ocurre con el importe pagado y esperar que el dinero se utilice realmente para sembrar árboles y otros proyectos. El importe podría depositarse directamente en instituciones externas como Atmosfair o Plant-for-the-Planet, que incluso nos permite elegir a qué proyecto donar.

Plant for the Planet es una fundación creada por el joven alemán Felix Finkbeiner, que desde el 2007 tiene diversos proyectos de reforestación a nivel mundial, uno muy importante está en la Península de Yucatán.

Entrevista a Felix Finkbeiner

Por último, la distribución de la riqueza es un gran problema. Precios más elevados y la compensación de los vuelos no contribuyen a aliviar la situación. Viajes de largas distancias o intercontinentales podrían volverse aún más el privilegio de unos cuantos y para los que estamos lejos de casa, requeriría un mayor esfuerzo y ahorro.

Por otro lado, la destrucción de la naturaleza tiene un impacto superior en países con mayor índice de pobreza, como Bangladesh, que también es asolado por la industria de la fast-fashion. Y la mayor cantidad de viajeros procede de países ricos, como Alemania.  

¿Puede hablarse de un “derecho a viajar” cuando las consecuencias de estos viajes ponen en peligro los medios de subsistencia de otras personas? 

“No hay planeta B”
Foto: A. Fajardo

La moneda siempre tiene dos caras: es agradable viajar y conocer otros lugares, y es además una importante fuente de ingresos para muchos destinos turísticos. Por otro lado, los propios lugares que se visitan y las personas que viven en ellos pueden estar en peligro. Los daños no se quedan en un espectro local, sino que tienen un impacto global.

Es una cuestión problemática porque concierne a nuestros bolsillos y es nuestro dinero el que está en juego. Quizá parte de la solución es que los vuelos internos sean sustituidos por servicios de trenes y autobuses; que en los vuelos de bajo costo se pidiera un impuesto de compensación y ser más conscientes sobre cómo podemos cuidar nuestro hogar.

Es importante detenernos a reflexionar: ¿qué sucedería si disponemos del dinero suficiente para viajar, pero ya no hay ningún lugar para visitar porque no hemos cuidado el planeta?

¿Es justo compensar nuestros viajes?

Es ist gerecht unsere Reisen zu kompensieren?

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Heutzutage bringt der Technologiefortschritt des Reiseverkehrs, wie z. B. ein Flug mit dem Flugzeug von Toronto nach Buenos Aires, eine Durchquerung des Panamakanals mit dem Schiff, die Zugstrecke Paris-Istanbul in dem berühmten Orientexpress und sogar Raumschiffe zum Mars, weitreichende Realisierbarkeit. Hierbei besteht die Möglichkeit, überall in der ganzen Welt zu reisen. Fernreisen haben, wegen der günstigen Kosten, an Popularität gewonnen. Nun ist es an uns zu fragen: Zahlen wir den gerechten Preis für unsere vielen Reisen und welche Konsequenzen folgen daraus? 

Der Begriff “Kompensation” ist der Versuch, einer Konsequenz entgegenzuwirken und einen Schaden so weit wie möglich zu beheben. Die Flugkompensation versucht, die Folgen der Reise zu beheben und in diesem Fall den Auswirkungen von CO2 entgegenzuwirken. Zum Beispiel: Ein Flug Mexiko-Berlin in der Economy-Class produziert insgesamt 4.856 kg CO2. Dies zu kompensieren, würde 112 Euro kosten, die in ein Projekt zum Klimaschutz investiert werden würden.

Zum Ersten sind Fernreisen überhaupt nicht günstig. Normalerweise kann ein Hin-und-Rückflug zwischen Mexiko Stadt und Berlin ungefähr 1,000 Euro kosten. Das ist schon für viele Menschen viel Geld und deshalb kann man sich auch nicht jedes Wochenende eine Reise dieser Art leisten. 

“Melting ice”, Demonstration Fridays for Future 20.09.2019, Berlin.
Foto: A. Fajardo

Das Hauptargument gegen die Flugkompensationsleistung ist das Einkommensgefälle zwischen Besserverdienenden und Einkommensschwachen: Bei höheren Preisen würde das Reisen nur für reiche Leute, bzw. Leute mit hohem Einkommen, bezahlbar.

Ein zweites Gegen-Argument bezieht sich auf den Verbleib des Geldes der geleisteten Flugkompensation. Wird das Geld wirklich für die versprochenen Umweltschutzmaßnahmen genutzt oder versickert es in irgendwelchen Taschen? 

Konträr zu diesen bereits genannten Argumenten gibt es natürlich auch Gegen-argumente.

Die Zunahme der extremen Wetterlagen, wie z. B. Überschwemmungen, Dürren, Waldbrände, das Abschmelzen der Pole, der Anstieg des Meeresspiegels und die Versauerung der Meere u. a., muss bekämpft werden. Deswegen ist die Flugkompensation ein wichtiger Punkt auf der Agenda der Öko-Bewegung.

Zum ersten Pro-Argument: Es wäre möglich festzulegen, was mit den geleisteten Summe passiert. Die Flugkompensation würde z.B. nicht an die Fluggesellschaft überwiesen, sondern an externe Institutionen, wie z. B. Atmosfair oder Plant-for-the-Planet, wo man die Umsetzung der Projekte einsehen kann. Plant for the Planet ist eine Stiftung ins Leben gerufen von dem jungen deutschen Felix Finkbeiner, die verschiedene Projekte zum weltweiten Aufforsten hat. Zum Beispiel gibt es Aktivitäten auf der mexikanischen Halbinsel Yucatan.

Plant for the Planet: Der Märchenwald eine Dokumentation von Frank Farenski

Nicht zuletzt ist zu bedenken, dass die Vermögensverteilung ein großes Problem ist. Höhere Preise und eine Flugkompensation tragen nicht zu einer Entschärfung der Situation bei. Ganz im Gegenteil, weil sich vermehrt Geringverdiener diese Reisen nicht leisten können und somit die Spaltung der Gesellschaft vorangetrieben wird. Es muss auch ins Sichtfeld rücken, dass die Zerstörung der Natur mehr Probleme für arme Länder bringt. 

Gibt es ein Recht auf Reisen, wenn die Folgen dieser Reisetätigkeiten die Lebensgrundlagen anderer Menschen nachhaltig gefährden? 

Es gibt immer zwei Seiten einer Medaille. Auf der einen Seite ist es für das Individuum schön, zu reisen und andere Orte zu sehen. Auf der anderen Seite werden unter Umständen genau die Orte, die besucht werden, und die Menschen, die dort leben, gefährdet. Der Schaden bleibt also nicht  lokal, sondern wirkt sich weltweit aus.

Ja, es ist schmerzhaft, denn es geht um unser eigenes Geld. Aber wem nützt all das Geld ohne Welt?

“Es gibt keinen Planeten B”
Foto: A. Fajardo
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