¿GOZO, DOLOR O AMBOS?

¿GOZO, DOLOR O AMBOS?

Por Araceli Cruz Martín del Campo

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El 7 de octubre se celebra a Nuestra Señora del Rosario, una fiesta instituida tras la batalla de Lepanto en 1571. Los cronistas narran que el resultado victorioso de la batalla fue producto de la intervención de María Auxiliadora. Aunque tradicionalmente Octubre es el mes del rosario, cualquier época del año es adecuada para rezar el rosario solos o en familia.

En esta oración, se consideran diferentes pasajes de la vida de Jesús. Los misterios dolorosos son realmente de dolor, nos recuerdan la Pasión de Jesús, desde la oración en el Huerto de los Olivos hasta su crucifixión y muerte, pasando por la flagelación, la coronación de espinas y el camino del calvario. Un muy alto precio, pagado por Él, para redimir a la humanidad.

Es cierto que el dolor es inevitable en la vida humana. Dios no priva a nadie de él, a pesar de que todos preferiríamos una vida sin dolor. La  vida es más bien agridulce y muchas veces los momentos alegres van unidos estrechamente al dolor. 

Dios Padre dio a sus seres más queridos: Jesús, María y José, una muy buena dosis de dolor. Un claro ejemplo de esto son los misterios del rosario llamados gozosos, que incluyen aspectos muy dolorosos. Analicemos un poco cada uno:

La anunciación.
Cuando el ángel Gabriel dijo a María “Dios te ha favorecido, concebirás y darás a luz un hijo; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo y su reino no tendrá fin”, anunciándole así que sería la madre de Dios, del Mesías prometido, fue para ella un momento muy gozoso. Pero no alcanzó a comprender cómo sería eso, ya que, junto con José su prometido, había ofrecido permanecer virgen. Seguramente se sintió desorientada pues Dios le pedía algo en contra de esta promesa. Sin embargo, se declaró esclava del Señor y aceptó la misión.

La Anunciación. Fra Angelico. Museo del Prado.

La visita de María a su prima Santa Isabel.
María, con tres meses de gestación, salió de Nazaret para ayudar a su prima que también estaba embarazada y a punto de dar a luz. Isabel era de edad avanzada y había sido estéril, pero Dios le concedió ser madre de un niño: Juan, quien más tarde sería llamado el Bautista. Al escuchar las alabanzas de Isabel, María agradeció a Dios diciendo: “Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador”. Sin embargo, sabía que cuando regresara a su ciudad, José notaría su propio embarazo e imaginaba su reacción ante este hecho tan desconcertante para él. ¿Cómo era posible que ella estuviera a punto de dar a luz si no habían convivido como esposos? María temía el enojo, decepción y tal vez hasta rechazo de parte de alguien tan amado, a quien no quería hacer sufrir. Al regresar no le explicó nada, hasta que José (que había pensado repudiarla en secreto) recibió directamente de parte de Dios la explicación que aclaraba todo y regresaba a María a su justa posición, pues el embarazo había sido virginal, por medio del Espíritu Santo.

La visitación. El Greco.

El nacimiento del niño Dios en un portal de Belén.
Siempre es una gran bendición la llegada de un nuevo ser al mundo. ¡Y qué decir del Hijo de Dios encarnado!, pero no todo fue gozo. En nuestras tradicionales posadas mexicanas solemos meditar sobre la angustia creciente de José al no poder encontrar un lugar adecuado para que su esposa diera a luz. Nos hemos hecho una idea romántica del Nacimiento, imaginando una agradable cueva o un portal rústico y un pesebre limpio. En realidad, era un sitio con corrientes de aire frío, sucio, maloliente y con animales compartiendo el espacio; un lugar muy poco adecuado para que naciera un bebé. Esto debió haber sido muy difícil para ambos padres. Por supuesto que hubo un gran gozo cuando el ángel anunció al mundo que nos había nacido un Salvador, y que la señal era que el recién nacido estaría envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Esto, junto con la aparición de una multitud del ejército celestial, alabando a Dios, compensaba las incomodidades sufridas por la Sagrada Familia.

Adoración de los pastores. Matthias Stomer.

La presentación en el Templo.
Pasado el tiempo reglamentario después del nacimiento, fueron los dos jóvenes padres al Templo de Jerusalén para cumplir con la norma de presentar al Niño y se encontraron con Simeón. Este anciano justo y piadoso, esperaba el cumplimiento de lo que le había revelado el Espíritu Santo: que no moriría sin ver al Mesías. Al encontrarse con Jesús, alabó a Dios diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos”. Así, los padres volvieron a confirmar la grandeza de su misión en la tierra: cuidar al Hijo de Dios. Sin embargo, Simeón añadió, dirigiéndose a María: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón”. Los esposos no entendieron con claridad de qué les hablaba. Era demasiado oscuro y seguramente se angustiaron ante el sufrimiento anunciado.

Presentación del Señor en el templo. Giovanni Bellini.

El niño Jesús perdido y hallado en el templo. 
Cuando el Niño cumplió doce años, subieron los tres a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Tal vez el gozo se debía a que era la primera vez que Jesús asistía a esta importante celebración religiosa. Pero, acabada la fiesta, Jesús permaneció en Jerusalén sin que José y María se dieran cuenta. Ellos, después de haber recorrido el camino de regreso durante una jornada completa, tuvieron que volver a Jerusalén en su búsqueda. 

Algunas personas conocen la angustia de perder a un hijo. Es algo terrible, vienen a la cabeza los peores pensamientos y presentimientos y la desazón es inmensa. Eso vivieron José y María durante tres interminables días mientras buscaban y preguntaban aquí y allá si alguien había visto al pequeño Jesús. Finalmente, encontraron a su hijo en medio de los doctores del templo. Y al preguntarle por qué había hecho esto, Él les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Ellos no entendieron lo que les decía.

Cristo a los doce años en el templo, de la serie
Los siete dolores de Maria. Albrecht Dürer.

Otro periodo muy difícil en la vida de José y María fue cuando tuvieron que huir a Egipto porque Herodes buscaba al Niño para matarlo. Como migrantes, con unos cuantos bienes, tuvieron que abrirse paso en una tierra lejana y desconocida, empezando desde cero. Y aunque no se considera este hecho entre los misterios del rosario, no podemos pasarlo por alto si contemplamos los dolores de la Sagrada Familia.

En nuestra vida cotidiana, muchas veces no entendemos por qué pasa algo. La parte dolorosa de los acontecimientos que nos toca vivir es difícil de comprender y aprovechar. Pidamos luz para aceptar tanto lo bueno como lo malo y una actitud abierta a la voluntad de Dios. 

MDNMDN