10 años de Francisco

10 años de Francisco

Por Salvador Fabre

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El pasado 28 de febrero se cumplieron 10 años de la histórica renuncia de Benedicto XVI. Valiente y oportuna decisión, que seguramente le hará merecedor de algún título especial, al “Papa Teólogo”. Por otra parte, este 13 de marzo se cumplen 10 años desde que Francisco fue elegido Pontífice o, como a él le gusta más decir, Obispo de Roma.

Así como a 10 años de distancia, se puede calificar la renuncia de Benedicto como una realidad benéfica para la Iglesia, es difícil emitir un juicio sobre el pontificado de Francisco, pues no tenemos la necesaria perspectiva histórica, pues al momento de redactar estas líneas, sigue siendo Papa. Sin embargo, diez años sí son suficientes para señalar muchas cosas que han cambiado en la Iglesia bajo su mandato.

Con tres Encíclicas y cinco Exhortaciones Apostólicas, su magisterio es muy rico, pero se puede afirmar que el documento programático de su pontificado, el que ha marcado la pauta de su ministerio petrino, es la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Ahí se nos da a conocer como persona y, en definitiva, como un pastor cercano a su pueblo. De todas formas, si el papado de Benedicto XVI estuvo marcado por los textos, siendo quizá la Encíclica Spe Salvi el más logrado de todos, el de Francisco, en cambio, ha estado marcado por los gestos. Esos gestos translucen una autenticidad insoslayable y una profunda espiritualidad.

Son muy numerosos los gestos de Francisco, que van desde las llamadas por teléfono para mostrar cercanía a alguien que sufre, como a la mamá de Gustavo Cerati, o para decirle a una pareja gay que no hay ningún inconveniente en bautizar a sus hijos, reunirse con un grupo de mujeres divorciadas, para decirles que hay lugar para ellas en la Iglesia, o postrarse y besar los pies de líderes africanos, para pedir humildemente el cese a la violencia en sus regiones.

Su pontificado también se ha caracterizado –en sintonía con sus dos predecesores- por una fuerte dosis de diálogo interreligioso. Es icónica su fotografía, en frente del Muro de las Lamentaciones, abrazando a un imán musulmán y a un rabino judío. También lo es su empeño en mantener abierto y vivo el diálogo ecuménico, señalando que “la sangre está mezclada”; es decir, reconociendo que el primer ecumenismo es el de los mártires, cuya sangre derramada por fidelidad a Jesucristo está mezclada, sin importar de qué denominación cristiana sean cada uno de ellos.

Papa Francisco en San Pedro, 6 de junio 2014. Foto: Alfredo Borba.

Ha tenido que cargar bajo su mandado, con el pesado lastre que le dejaron sus dos predecesores: graves problemas de pedofilia clerical y escándalos financieros, que manchan incluso a altos miembros de la curia romana. Al igual que su predecesor, ha puesto todos los medios a su alcance para superar estas dos enfermedades de la Iglesia. Sin que pueda afirmarse que ya está todo esclarecido y resuelto, sí se puede afirmar que en los dos últimos pontificados se han dado grandes pasos en esa dirección. En medio de la refriega, ha tenido que juzgar a un cardenal por motivos económicos (Becciu) y aceptar que otro fuera llevado a prisión injustamente (Pell). En medio del escándalo que esto causa, el Papa ha dado la cara con dignidad.

Por lo demás, es proverbial su pobreza personal y el fomento de la austeridad en el seno de la Iglesia. Sin duda alguna su preocupación por los pobres, por las víctimas de la cultura del descarte, su deseo de vincular a todos los creyentes con estas causas humanitarias, su contemplación del misterio de Cristo sufriente en todo ser humano que padece, todo ello, en suma, ha florecido en una renovación espiritual en el seno de la Iglesia, cuajada de obras concretas.

Queda mucho por decir de su pontificado, por ejemplo, es el primer Papa en publicar una Encíclica sobre Ecología (Laudato Si´), o el que más ha luchado por los inmigrantes, hasta el punto de añadir una oración a la Virgen pidiendo por ellos en el rezo del rosario. Un Papa de las periferias, que goza de gran autoridad moral, un Papa, sin duda, enviado por Dios para purificar a su Iglesia y para hacer de ella una “Iglesia en salida”, un Papa para los revueltos tiempos contemporáneos, que busca más lo que une, que lo que nos separa, un Papa puente y no un Papa muro, eso es Francisco.

10 años de Francisco

La juventud es el futuro de la Iglesia en salida

Por Fernando Báez

En la encíclica Christus Vivit el Papa Francisco llama a los jóvenes a involucrarse en la Iglesia: “Queridos  jóvenes,  seré  feliz  viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos”.

Desde hace algunos años los jóvenes han perdido el entusiasmo y el interés por la fe. El llamado del Dios se pierde entre el ruido y las distracciones propias del mundo, se prefiere buscar y perseguir las falsas seguridades mundanas, como las denomina el Papa Francisco. Es preciso analizar la visión de la Iglesia y el llamamiento del Papa Francisco para abordar el problema de los jóvenes y la fe, así como las propuestas, estrategias y oportunidades para acercarse y acercar a los jóvenes, quienes pueden fortalecer la Iglesia con su energía y entusiasmo para enfrentar los retos de la fe ahora y en el futuro.  

Jornada Mundial de la Juventud 2019, Panamá
Foto: Jared Zapata

¡Joven a ti te digo, levántate! Lc 7,14

Para un buen número de jóvenes la Iglesia y religión son términos con los cuales no se identifican, en cambio algunos sí se interesan por la figura de Jesús cuando se les presenta cercano a ellos y no como una figura distante. 

Es por ello que la Iglesia debe cambiar el enfoque de puertas cerradas y reflejar verdaderamente a Jesús y su Evangelio como una Iglesia en salida. Este paso implica reconocer con humildad los errores y prácticas erróneas que debe cambiar y que han alejado a muchos jóvenes; es necesario abrirse al diálogo franco y constructivo de las críticas de las voces jóvenes. 

La Iglesia reconoce que un gran número de jóvenes no espera ni pide nada de la Iglesia porque no la consideran siquiera necesaria en su vida, algunos perciben su presencia incluso irritante; estas expresiones no necesariamente obedecen a un desprecio impulsivo, sino que tienen origen en reclamos justos y comprensibles como son: los abusos sexuales, corrupción, pasividad, falta de interés y preparación de los ministros que no entienden cómo captar la atención de los jóvenes o no los escuchan con suficiente atención para entender sus dudas, preocupaciones, miedos y su incertidumbre hacia la vida y lo más importante, como la Iglesia y la sociedad ha dejado de escucharles para sólo criticar sus defectos.

La juventud quiere ser escuchada, no esperan una Iglesia silenciosa y tímida ante los tiempos que corren. Una Iglesia dispuesta a escuchar a los jóvenes, pronta a responder sus cuestionamientos y analizar las necesidades actuales, es una Iglesia que se mantiene joven. Impulsada por el espíritu que también se mueve en la juventud, para enriquecerla y renovarla. 

La Iglesia sabe que los jóvenes no sólo son el futuro sino que también son el presente. Un joven que participa en la familia, sociedad e Iglesia puede convertirse en un modelo para los demás en los centros de estudio, trabajos y barrios. La tendencia de los adultos por encontrar un sinnúmero de defectos en la juventud resulta en lejanía, distanciamiento y falta de colaboración. Descartar y minimizar las opiniones de la juventud es parte de la cultura del descarte. El Papa Francisco nos recuerda: “El corazón de cada joven debe por tanto ser considerado “tierra sagrada”, portador de semillas de vida divina, ante quien debemos “descalzarnos” para poder acercarnos y profundizar en el Misterio.”

Misionero en camino
Foto: A. Fajardo

La Iglesia no puede ni debe ignorar las  graves situaciones que sufren muchos jóvenes en nuestros entornos: guerra, diferentes formas de violencia, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud, explotación sexual, etc. Otros jóvenes enfrentan persecuciones e incluso arriesgan su vida por causa de su fe. Muchos otros por falta de oportunidades sobreviven en medio de la violencia, cometiendo delitos, siendo parte de bandas, tráfico de drogas, etc., las vidas de muchos jóvenes se apagan en la cárcel o con una muerte injusta y prematura. Jóvenes utilizados para destruir o amedrentar a otros por no compartir sus ideas o creencias, convertidos en seres individualistas que desconfían de todo y de todos, presas fáciles de grupos radicales. Jóvenes marginados por sus creencias religiosas, étnicas, económicas y educativas; se enfrentan –desde la exclusión- a problemas, adicciones, embarazos, enfermedades y la vida en la calle. 

En medio del dolor, la soledad y el lamento –afirma el Papa Francisco– se hacen presentes las palabras de Jesús: “Felices los afligidos, porque serán consolados” (Mt 5,4), cerca de un joven sufriente una comunidad debería respaldarlo con palabras y ayudas concretas. 

Algunos jóvenes impulsados por una cultura globalizada pero a la vez sin identidad sienten la vida en familia, tradiciones y la fe heredada como oprimentes y huyen de ella. En otras sociedades entre jóvenes y adultos no hay un verdadero intercambio generacional, las diferencias entre adultos y jóvenes que en lugar de enriquecerse mutuamente y ser fuente de aprendizaje, alejan y separan, sin llegar a impactar positivamente la dimensión educativa, cultural y menos espiritual, todo lo cual dificulta la transmisión de la fe.

Domingo de Ramos 2013, Papa Francisco
Foto: A. Fajardo

En contraposición, la Iglesia reconoce en algunos jóvenes un deseo de Dios, en otros una idea de fraternidad, de compasión y ayuda a los demás, un deseo real de desarrollar sus capacidades para aportar a la sociedad y al mundo, desde su sensibilidad a las artes y su compromiso con el medio ambiente. Cada vez más jóvenes externan la necesidad de ser escuchados, de comunicarse y de ser factores de cambio para producir una reacción en cadena en la comunidad. 

El internet y las redes sociales son las herramientas propicias para abordar a los jóvenes, son una gran oportunidad de encuentro, conversación e intercambio de ideas. Los medios de comunicación son imprescindibles para llegar a los jóvenes e involucrarlos socialmente en iniciativas y actividades pastorales. Esto sin dejar de lado que las redes sociales también pueden tener un efecto adverso como el riesgo de dependencia, la falta de contacto con la realidad, el aislamiento y la dificultad para desarrollar relaciones interpersonales auténticas. Riesgos que pueden llevar a nuevas formas de violencia como el ciberacoso y ciberbullying. Los jóvenes se enfrentan al desafío de interactuar con un mundo real y virtual que requiere del equilibrio entre la tecnología, el mundo virtual y el mundo que los rodea. 

Las palabras del Papa Francisco nos recuerdan que la resurrección de Jesús se hace presente en todas las situaciones oscuras y dolorosas que viven los jóvenes. Aún en el mundo digital y los riesgos que conlleva, hay jóvenes que sorprenden con su creatividad y genialidad para transmitir el mensaje y su fe como el joven Beato Carlo Acutis. 

Jóvenes misioneros
Jóvenes misioneros en la Parroquia María Auxiliadora de Río Blanco Veracruz
Foto: Fernando Báez

La juventud tiene que comprender que la vida requiere de la entrega generosa, de los sacrificios –que aunque duelen- son fecundos, para trascender del instante que se desvanece en la mundanidad. Aquel que es joven, pero se siente débil, cansado, frustrado o decepcionado siempre puede pedir a Jesús que lo renueve, con Él no falta la esperanza. Jesús plenifica la juventud: desde la unicidad e irrepetibilidad de cada joven, el mundo necesita de su presencia y aportación. Todo suma.

En un mundo lleno de violencia y egoísmo, los jóvenes pueden correr el riesgo de encerrarse en pequeños grupos, privandose de los beneficios de la vida en sociedad, de un mundo amplio, desafiante y necesitado. 

Los jóvenes abiertos a la diferencia, ayudan a comprender, que vivir el amor fraterno limitado por un grupo de iguales es un espejismo. El servicio en la Iglesia no debe ser únicamente al interior, sino que es necesario salir y construir una sociedad nueva y extender el Reino de Dios en el mundo. 

El Papa propone a los jóvenes ir más allá de los grupos de amigos y construir la amistad social para buscar el bien común. Al lado de algunos jóvenes indiferentes, hay muchos otros dispuestos a comprometerse. 

Jornada Mundial de la Juventud 2019, Panamá
Foto: Jared Zapata

Hoy los grupos de jóvenes en parroquias, movimientos, escuelas o universidades suelen salir a acompañar ancianos, enfermos y personas en situación de calle. Reconocen que en estas tareas es más lo que reciben que lo que dan, porque se aprende y se madura mucho cuando uno se atreve a tomar contacto con el sufrimiento de los otros. Estos son los modelos a replicar y hacer virales para que más jóvenes con los mismos intereses formen una red de ayuda aprovechando la masividad de las redes sociales.

La petición del Papa: “…no dejen que otros  sean  los  protagonistas  del  cambio.  Ustedes son los que tienen el futuro. Por ustedes entra el futuro en el mundo. A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del mundo. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor, pero sobre todo, de una manera o de otra, sean luchadores por el bien común, sean servidores de los pobres, sean  protagonistas  de  la  revolución  de  la  caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial.”

Necesitamos una Iglesia comprometida, una Iglesia en salida, que acompaña y escucha a los jóvenes dispuestos a ponerse en camino de la mano de Jesús para transformar el mundo. 

Comunidad de la sierra de Zongolica, Veracruz
Foto: Fernando Báez

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