No se trata aquí de analizar la justicia de las demandas diplomáticas. Tampoco se trata de juzgar las estrategias militares utilizadas. Ni siquiera de rememorar los detalles históricos de su desenvolvimiento. Ni de retratar el controvertido perfil de los respectivos líderes políticos de ambos países, Leopoldo Fortunato Galtieri y Margaret Thatcher, que llevaron adelante esta contienda.
Siete años tenía yo cuando se desató la guerra. Lejísimos estaba de la zona de conflicto. Difícil es describir con exactitud las vivencias totales de esos días, pero euforia, exaltado patriotismo, ansia de victoria, se encontraban entre ellas, exacerbadas como siempre por la mano de la propaganda oficial. Pronto el insensato orgullo se trocó en desazón. La guerra se perdió y con ella cientos de irrecuperables vidas.
Cementerio argentino de Puerto Darwin. Foto: Tomás Terroba
Recuerdo haber ido con mi familia a despedir un tren que trasladaba soldados rumbo al lejano sur. Les llevamos algunos chocolates y revistas para acompañarlos de alguna manera en su travesía. Para mí eran hombres enormes. Pero muchos eran muchachos muy jóvenes, algunos con ojos aún adolescentes, que con valiente arrojo se enfilaban hacia esas frías tierras australes, casi míticas, donde habrían de conocer cara a cara la extrema aspereza del combate.
Jamás sabré si alguno de ellos regresó. Jamás conoceré los rostros aún llorosos de las madres y los padres que los aguardaban. Pero sí me tocó conocer más de cerca la historia de una compañera de escuela, por un lado, y la de un amigo, por otro, ambos niños entonces de mi edad, hoy adultos, que habrían de crecer en la dura ausencia de sus respectivos padres, muertos en aquellas islas.
Y de eso se trata ahora aquí: se trata de hijos, se trata de padres, se trata de hermanos, se trata de nietos, se trata de vecinos, se trata de amigos, que esa guerra jamás devolverá.
Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
Hoy nos toca presenciar, aún de lejos, otra vez más el mismo desgarro que la guerra provoca. Hace apenas poco más de un mes, en Ucrania, había mujeres y hombres ocupándose simplemente de las cuestiones de su vida cotidiana. Hoy lo cotidiano para ellos es la muerte. Allí hoy hay familias, barrios y ciudades enteras sumidas en la desolación. Y tanto en Ucrania, como en Rusia, hay madres y padres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, que jamás recuperarán a sus seres queridos.
No sabemos aún cuál será el desenlace de este desastre, ni el de las demás guerras aún activas en otras partes del planeta. Lo que sí sabemos es que, si alguna vez terminan y un día se llegara a conmemorar los 40 años de su fin, al igual que con las de Malvinas, todas esas heridas de guerra, seguro aún no habrán sanado.
Cementerio argentino de Puerto Darwin. Foto: Chris Harris
La mayoría de las personas asocian a los miembros de la realeza únicamente con el aspecto ceremonial –casi decorativo– que cumplen las familias reales en algunos países europeos (por ahora, dejemos de lado a las monarquías asiáticas, que tienen mucho más poder político real).
Sin embargo, en los últimos años, los escándalos en los que se entrecruzan el mundo de la realeza y el de las finanzas, han hecho que los nombres de algunos miembros prominentes de familias reales salten de las páginas de las revistas del corazón a los titulares de la prensa, lo que pone de manifiesto un aspecto poco discutido de la realeza: más allá de sus diversas funciones constitucionales, un título real trae consigo una influencia social que puede ser muy apreciada en el ámbito de los negocios, y eso rosa peligrosamente con el tráfico de influencias y los vicios que se le asocian.
El caso más reciente ha sido el del príncipe Andrés, duque de York, el tercer hijo de la reina Isabel II del Reino Unido, que no sólo se ha visto involucrado en problemas económicos, sino en un escándalo sexual que ha ensombrecido el ya de por sí complicado panorama actual de la familia real inglesa.
Príncipe Andrés en una conferencia en Belfast, 2013. Crédito: Titanic Belfast.
El príncipe Andrés nació el 19 de febrero de 1960, cuando la reina Isabel y el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, habían superado ya las crisis matrimoniales de su juventud y pasaban por una época feliz como pareja. Quizá por eso, la reina sintió siempre un especial cariño por ese hijo que, según se dice, es su favorito.
Después de un paso brillante por el internado de Gordonstoun –donde su hermano, Carlos, había fracasado estrepitosamente– Andrés ingresó en la Marina Real, en la que llegó a alcanzar el grado de Vicealmirante.
Durante la Guerra de las Malvinas, y con el apoyo de la reina, el príncipe Andrés se integró a la tripulación del portaviones Invincible, en el que se desempeñó como piloto de helicóptero en diversas misiones, tanto de ataque como de rescate.
Cuando regresó al Reino Unido, Andrés comenzó una relación formal con Sarah Ferguson, una antigua amiga suya, que provenía de una familia aristocrática con antecedentes militares.
Fergie, como se le llama popularmente, era conocida por ser extrovertida y alegre. Por haberse conocido desde niños, la relación entre ella y el príncipe Andrés se desarrolló con bastante naturalidad, a diferencia de lo que había pasado con la pareja formada por los príncipes de Gales, Carlos y Diana.
Desfile nupcial de los Duques de York. Foto: Elke Wetzig
En marzo de 1986 se hizo el anuncio formal del compromiso entre Andrés y Fergie. Con ocasión de la boda, que se celebró el 23 de julio de ese año en la abadía de Westminster, la reina concedió a su hijo el prestigioso ducado de York, que había pertenecido a su padre, el rey Jorge VI.
Andrés y Sarah tuvieron dos niñas, las princesas Beatriz y Eugenia, y aunque el matrimonio parecía ser el único bien avenido de la familia real, las obligaciones militares de Andrés lo mantenían fuera de casa por largas temporadas. Según ha revelado Fergie, en esa época llegaron a vivir juntos sólo 40 días al año.
El matrimonio duró una década, pero finalmente decidieron divorciarse cuando la prensa dio a conocer fotografías que confirmaban los rumores de relaciones extramaritales por parte de la duquesa. A pesar de todo, Andrés y Fergie mantuvieron una relación cercana y forjaron una amistad que sigue hasta la fecha.
Ya divorciado y relevado de sus obligaciones militares, el príncipe Andrés decidió dar un giro a su vida y comenzó a dedicarse al fomento de los intereses comerciales del Reino Unido, como promotor de inversiones de alto nivel.
Por esa época, una conocida socialité británica llamada Ghislaine Maxwell presentó al príncipe con el millonario norteamericano Jeffrey Epstein.
Ghislaine Maxwell
Jeffrey Epstein
Epstein era uno de los asesores financieros mejor conectados en los Estados Unidos, entre sus clientes y asociados se contaban personajes tan prominentes como Bill Clinton, Donald Trump o Bill Gates. El duque de York no lo dudó y comenzó una relación personal con Epstein al que, durante los siguientes 12 años, llegó a hospedar en la residencia real de Sandringham o a invitarlo a la fiesta cumpleaños de su hija mayor, la princesa Beatriz; además de haber compartido con él viajes tanto de negocios como de placer.
La investigación del caso Epstein develó que su modus operandi era el de ofrecer encuentros sexuales con menores a hombres de alto perfil, a cambio de jugosos negocios y contactos. Dichos encuentros tenían lugar en las múltiples propiedades de Epstein, tanto en los Estados Unidos como en su residencia de lujo en las Islas Vírgenes, a donde él y sus invitados volaban a bordo de un jet privado al que se conocía como el Lolita Express.
Cuando se revisó la lista de personajes que habían volado en el Lolita Express apareció, entre otros, el nombre del príncipe Andrés, lo que atrajo de inmediato el interés del público británico. Además, una de las víctimas de Epstein, la norteamericana Virginia Giuffre, lo acusaba directamente de haber mantenido relaciones sexuales con ella, cuando Virginia tenía apenas 17 años.
Con el propósito de acallar los rumores, Andrés tomó la decisión de dar una extensa entrevista a la BBC. El resultado no pudo ser más contraproducente.
Confrontado con la evidencia de una fotografía en la que se veía al príncipe tomando por la cintura a la joven Virginia, el duque de York sólo acertó a decir que no recordaba haberla conocido y que creía que esa fotografía estaba manipulada.
Extracto de la entrevista con la BBC.
Su “coartada” era que el hombre que aparece en la fotografía lleva un pantalón oscuro y una camisa abierta y que cuando él sale en Londres siempre lleva traje y corbata; además, refirió que, según el relato de la víctima, la noche en la que dice haber sostenido relaciones con el príncipe, éste sudaba abundantemente y, según el propio Andrés, debido a un choque de adrenalina que sufrió en la Guerra de las Malvinas, él prácticamente no suda. Además, abundó, en la fecha del supuesto encuentro, él se encontraba en la ciudad de Woking, a una hora de Londres, y como su exesposa se encontraba de viaje, no podía haber dejado solas a sus hijas adolescentes esa noche.
Los argumentos del príncipe fueron ampliamente ridiculizados por la prensa. Básicamente se resumen en que él no suda, ni se quita nunca el saco y la corbata en Londres y que, siendo un responsable padre de familia, no podía darse una escapada de una noche.
En vez de convertirse en la operación de control de daños que él planeaba, la entrevista propició que el príncipe tuviera que renunciar a todos sus compromisos púbicos como miembro activo de la familia real, lo que le supuso una pérdida de ingresos de cerca de medio millón de libras esterlinas al año.
Pero, además, la irrisoria defensa pública del príncipe fortaleció la posición de Virginia Giuffre quien, a finales de agosto de 2021, lo demandó por la vía civil en los Estados Unidos, exigiendo una reparación por abuso sexual.
La demanda fue notificada a los abogados del príncipe en Londres en septiembre del mismo año. Después de la notificación, el equipo legal de Andrés tuvo acceso a los documentos de un acuerdo entre Jeffrey Epstein y Virginia Guiffre, por el que ella recibió una indemnización a cambio de liberar de responsabilidad a todos los socios o asociados de Epstein. En virtud de tal acuerdo, los abogados del príncipe solicitaron a la corte de Nueva York que desechara el caso por falta de legitimación de la demanda, pero su solicitud fue denegada.
Virginia Giuffre.
Por tratarse de una demanda civil, la libertad del príncipe nunca estuvo en riesgo, sin embargo, la posibilidad de que tuviera que responder por sus actos frente a una corte norteamericana y, sobre todo, que fuera declarado responsable de un abuso sexual, suponía una amenaza devastadora para la imagen pública de la Corona, que se ha visto ya muy afectada en fechas recientes por los agrios desencuentros públicos entre el príncipe Harry y el resto de la familia real.
Pero, aunque la posición de Virginia Giuffre siempre fue que ella buscaba una reivindicación pública frente a uno de sus abusadores más que una compensación económica, el 15 de febrero de 2015 llegó a un acuerdo extrajudicial con la defensa del príncipe, lo que puso fin a la posibilidad de confrontarlo en juicio.
Aunque la suma final del acuerdo no fue revelada, las filtraciones de prensa apuntan a una cantidad que ronda los 15 millones de dólares. Dada la actual situación financiera del príncipe, todo indica que tanto sus gastos legales como el pago del acuerdo serán solventados por la reina Isabel quien, además del presupuesto que recibe del gobierno británico, posee una cuantiosa fortuna privada, derivada de las rentas y productos de un conjunto de empresas y propiedades vinculadas con el ducado de Lancaster, del que es titular. Los ojos del público británico están atentos a que ni una libra de dinero público sea gastado en el príncipe Andrés, quien también ha sido despojado de todos sus honores militares.
A sus 62 años, y ya abuelo de un niño y una niña, Su Alteza Real el príncipe Andrés duque de York enfrenta un incierto futuro. Por ahora depende enteramente de su madre quien, a los 95 años, está celebrando el jubileo por sus 70 años en el trono de la Gran Bretaña. Pero cuando en el futuro –necesariamente no tan lejano– el trono sea ocupado por su hermano, el príncipe Carlos, su situación podría volver a complicarse, pues todo apunta a que el príncipe de Gales planea hacer un amplio recorte a los privilegios de la familia real extendida y limitarlos al núcleo directo del monarca y su heredero.
Desde que tengo memoria, siempre quise estudiar una maestría en Estados Unidos; quizá por la enorme influencia de la cultura de este país en mi educación, o porque simplemente me parecía el paso “lógico” habiendo estudiado en México.
Entré a la carrera de Economía en una Universidad en México, siempre con unos objetivos muy claros: Paso 1. Trabajar como becaria en una multinacional. Paso 2. Graduarme y trabajar en una empresa estadounidense en México. Paso 3. Habiendo conseguido un currículum “adecuado”, irme a hacer una maestría en alguna universidad en la “East Coast” de Estados Unidos. ¿Qué fácil no? El paso 1 sí lo cumplí, consiguiendo un puesto de becaria en Procter and Gamble, el paso 2 también: después de graduarme conseguí un puesto en finanzas en General Mills. Pero el paso 3 se vio desplazado cuando conocí a mi actual esposo. En ese momento, mis prioridades cambiaron, y no quería pasar uno o dos años en Estados Unidos mientras él estaba en México.
Sin embargo, él también compartía mi sueño de hacer una maestría fuera de México, pero no en Estados Unidos, sino en Inglaterra. Tengo que confesar que nunca consideré ese país como uno que me llamara mucho la atención; fuera de London School of Economics, mis miras académicas no cruzaban el Atlántico. Pero cuando mi entonces novio me propuso casarnos e irnos a hacer la maestría los dos, el sueño americano se convirtió en el sueño inglés.
Los dos aplicamos a varias universidades en Londres, Oxford y Cambridge, y tuvimos la suerte de entrar, los dos, a distintos programas en Oxford. Él entró al MBA de Saiid Business School, y yo entré a una maestría en Economía Política en Oxford Brookes University. Para una pareja de felices recién casados, cualquier lugar es una luna de miel, pero de verdad no me imagino un mejor destino para ello que Oxford.
Con una población de poco más de 150,000 habitantes, Oxford es un “pueblo” comparado con la Ciudad de México, pero es un pueblo mágico en toda la extensión de la palabra. Vivir ahí es como dejar el mundo real y entrar a un mundo de fantasía medieval donde se respira cultura y conocimiento, donde la gente estudia post-doctorados a los 30 años y al mismo tiempo compite en el equipo de remo del “college” al que pertenece. El sistema de colleges, por cierto, es la inspiración para las casas de Hogwarts: todos los estudiantes son parte de la universidad pero cada quien pertenece a un college distinto.
Oxford es una ciudad estudiantil que se mueve al ritmo del semestre académico, en vacaciones los estudiantes se van para dejarle paso a los turistas que corren a ver donde filmaron las películas de Harry Potter; y en época de exámenes los pubs se vacían considerablemente, cediéndole su clientela a las bibliotecas.
Una ciudad de estudiantes como Oxford permite la calidad de vida con la que cualquier pareja de “chilangos” sueña: salíamos juntos a correr todos los días, comíamos juntos también en una escuela u en otra, íbamos a clases por separado, después a alguna conferencia impartida por alguien que jamás pensamos poder ver en persona, para finalmente terminar juntos otra vez tomando una pint con los amigos; ¡y todo esto en un martes cualquiera!
Quizá este ambiente de Academia influya en la actitud de los estudiantes. El ser “matado” no es la excepción sino la regla; nadie se vuela clases ni festeja que un profesor no llegue a clase a tiempo. Los alumnos llegan desvelados a clase no por haber salido de fiesta la noche anterior, sino por haberse quedado hasta las tantas de la madrugada leyendo algún paper que tiene “algo” que ver con la clase. Aunque claro que los estudiantes de Oxford la pasan bien, los viernes en la noche la ciudad se transforma y las fiestas terminan a las 6:00 am en un puesto de kebabs. Pero sí hay prioridades, y hasta donde pude ver, los estudiantes de Oxford tienen sus prioridades muy claras.
El efecto “Oxford” se notaba tanto en estudiantes de licenciatura como en los estudiantes de maestría, pero era mucho más notable en éstos últimos. Cuando vuelves a ser estudiante (sobre todo si tienes la oportunidad de serlo de tiempo completo y fuera de tu país) ves tu educación con otros ojos. Los “undergrads” (o estudiantes de licenciatura) están ansiosos por terminar la carrera y empezar a trabajar, mientras que los “grads” (o estudiantes de posgrado) ya sabemos lo que es estudiar y lo que es trabajar, y desde luego ya no nos corre la prisa por regresar a trabajar. Mucho menos prisa en dejar el mundo mágico de Oxford, lleno de amigos, risas y anécdotas, para regresar al estrés laboral que muchas veces se respira en México.
Tanto nuestros compañeros como nosotros teníamos algo en común: una sensación como de presión por aprovechar todo al máximo porque estábamos contra reloj. Sabíamos que esta experiencia increíble iba a durar sólo un año, porque aún cuando muchos de nuestros amigos consiguieron quedarse a trabajar en Londres, o incluso en el mismo Oxford, nunca volveríamos a estar todos en el mismo lugar como estudiantes de tiempo completo. ¡Qué envidia nos daban los undergrads que apenas empezaban su carrera! ¡Cuántas ganas de decirles “aprovechen esta etapa!”, pero nadie escarmienta en cabeza ajena; qué más quisiéramos todos que tener las oportunidades de un alumno de primer semestre y la experiencia de que te da una década de trabajo y responsabilidades al mismo tiempo, pero eso es como querer nadar sin mojarse.
En este espíritu de concentrar “lo mejor de los dos mundos”, los dos retomamos el papel de estudiantes de una manera mucho más responsable, pero sobre todo mucho más consciente. Cada clase la aprovechamos al máximo, cada tarea la disfrutamos. ¡Incluso recuerdo emocionarme al hablar de mi tesis! Nos convertimos en estudiantes comprometidos con su universidad, involucrándonos en actividades extracurriculares y deportivas que en México la verdad siempre nos dieron flojera, o quizá siempre pensamos que “a lo mejor el próximo semestre”.
Si tuviera que escoger el aspecto que más disfruté de este año , con ojos cerrados, diría que fue empezar nuestra vida juntos lejos de casa. Los dos pasamos de la casa familiar a nuestro primer departamento (bueno, más bien un mini estudio) en un país en el cual nunca habíamos estado más de unos días. Juntos aprendimos a navegar la cultura inglesa, aprendimos a compartir cada aspecto de nuestras vidas para formar una familia propia. Viajamos a lugares que en otro contexto hubiera sido imposible visitar. No me aventaría a llevar a mis dos hijas en este momento a los Highlands por ejemplo, ni mucho menos a un partido de la Eurocopa… Forjamos amistades muy profundas, que nada conocían de nuestras vidas de solteros, sino que construimos juntos, como una pareja. No puedo evitar sonreír cada vez que me acuerdo de nuestro año fuera: Oxford fue un lienzo en blanco para empezar nuestra familia; un lienzo con nuestros propios hábitos, rutinas y tradiciones, y sobre todo, muchos chistes y referencias que sólo él y yo podremos entender.
Regresar a estudiar un posgrado es una oportunidad de oro; una oportunidad que agradezco infinitamente a quienes la hicieron posible, sobre todo a mi esposo por invitarme a compartir esta experiencia con él y expandir mis horizontes más allá del país vecino. Aun cuando las cosas se pongan difíciles, siempre tendremos esas caminatas por Roger Dudman Way.
Por Bertín Francisco Rivera Sánchez (estudiante 6. de primaria)
En la escuela nos hablaron de la Segunda Guerra Mundial. Pienso que fue una guerra muy sangrienta e innecesaria. Ninguna guerra merece la muerte de tantas personas. Escuché y leí acerca de ella pero no encontré nada que me hiciera pensar que sirvió de algo. Sólo egoísmo.
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La Segunda Guerra Mundial comienza cuando Hitler invade Polonia el 1 de septiembre de 1939.
Hitler quedó molesto después de la Primera Guerra Mundial porque Alemania perdió territorios y tuvo que dar muchas compensaciones a los vencedores -Francia e Inglaterra- según el tratado de Versalles con el que se pone fin a esta guerra. Los franceses ocuparon parte de la región del Rin con soldados de las colonias africanas lo que causó descontento y un sentimiento de humillación de los alemanes.
Hitler funda el Partido Nacional Socialista Alemán que se basaba en ideas supremacistas, nacionalistas, antisemitas y antimarxistas. Hitler intentó dar un golpe de estado (putsch) en Múnich, pero fue controlado y Hitler, Hess y otros fueron encarcelados; en este tiempo escribió el libro Mi lucha, donde expone sus ideas.
En 1932, sale victorioso en las elecciones de Alemania, nace el Tercer Reich. Aunque fue elegido democráticamente su gobierno fue un régimen totalitario.
Campo de concentración Sachsen Hausen, Berlín. “El trabajo libera.” Foto: A. Fajardo
El 9 de noviembre de 1938 es la noche de los cristales rotos (Kristallnacht) y comienza a perseguir abiertamente a la población judía, culminando con los terribles crímenes de los campos de concentración y el exterminio de aproximadamente 6 millones de judíos y otras minorías como gitanos, testigos de Jehová y la oposición. Al principio los judíos eran obligados a llevar una estrella de David para ser identificados, fueron expulsados de la sociedad, la educación y posteriormente obligados a vivir en guetos. Los judíos eran transportados desde otras ciudades y pueblos hasta los guetos. Dos de los más famosos son el de Varsovia y el de Cracovia. Cuando los guetos ya no eran suficientes se crearon los campos de trabajo y finalmente los campos de exterminio como Auschwitz.
Memorial del muro del Gueto de Varsovia (1940 – 1943) Foto: A. Fajardo
En 1938, se empiezan a poner en práctica las ideas de expansión territorial de los alemanes, siendo Austria uno de los primeros países en quedar bajo el dominio nazi.
Para 1939, Checoslovaquia es ocupada. Al principio ocuparon una parte del territorio donde la población era mayoritariamente alemana, pero poco a poco, las tropas continuaron avanzando hasta cubrir el territorio. Ni Francia, ni Inglaterra intervinieron.
El 24 de agosto de 1939 Stalin (líder de la Unión Soviética) y Hitler hacen un pacto de no agresión entre ellos. Como el pacto lo negocian sus embajadores, se conoce como el pacto “Ribbentrop – Molotov”, o también pacto del diablo; porque contenía una parte secreta, en la que se establecía el reparto de Europa Oriental entre Alemania y la Unión Soviética.
Granada
En septiembre los alemanes invaden la Polonia occidental y semanas después Stalin ocupa la Polonia oriental. El ataque comenzó bajo el pretexto de que soldados polacos fueron avistados en la frontera alemana. Sin embargo se trató de un montaje para crear un motivo para el ataque. Debido a esta invasión, Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania.
¿Por qué no intervinieron cuando los soldados alemanes ocuparon Austria y Checoslovaquia? Hay que recordar que aunque Austria y Alemania eran dos países diferentes, había cierta unidad entre ellos, hasta que fueron separados por el tratado de Versalles. De cierto modo a Francia e Inglaterra les resultó natural que se unieran. Cabe destacar que no se derramó sangre, sino que por el contrario, los alemanes fueron recibidos con alegría por los austriacos. Algo semejante ocurrió con Checoslovaquia, donde la invasión fue gradual. En Polonia también había poblaciones alemanas y los alemanes querían recuperar sus antiguas fronteras y un poco más; sin embargo Polonia tenía un pacto con Francia, por medio del cual los franceses se comprometían a intervenir en caso de que los polacos fueran atacados.
El frente oriental ya está en guerra y Polonia cae muy rápido. Los alemanes avanzan hacia occidente y ocupan Dinamarca y Noruega.
Se establece el eje Roma-Berlín-Tokio. Japón desde 1931 había empezado a invadir diferentes partes de China. Italia tenía un régimen fascista, liderado por Benito Mussolini. Al mismo tiempo Francisco Franco tenía en poder en España, sin embargo prefirió no involucrarse concentrarse en atender las consecuencias de la guerra civil española. Franco gobernó hasta su muerte en 1975.
Casco y armas Foto: S. K.
En mayo de 1940 son atacados Luxemburgo, Bélgica y los Países Bajos e inicia la guerra en territorio francés. La estrategia usada por los alemanes se llama Blitzkrieg, ya que avanzaban muy rápido y por sorpresa, como un relámpago. Sus tropas podían recorrer largas distancias sin descanso.
Francia pide firmar una amnistía para poner fin a la guerra con Alemania. Quedando dividida entre una Francia formalmente ocupada (incluyendo la capital de París) y una Francia supuestamente libre, con su capital en la ciudad de Vichy, gobernada por Philippe Pétain.
Desde 1936 Italia se une a Alemania y anexan Albania a los territorios ocupados. Mussolini quiere conquistar Grecia y Egipto con la ayuda de Hitler a través de Bulgaria y Libia.
Después de la derrota de Francia por los alemanes, Inglaterra con Churchill como primer ministro, rechaza una amnistía con Alemania y logran resistir a los nazis principalmente por aire durante casi un año. El discurso de Churchill pasará a la historia como uno de los discursos más emotivos e impactantes. Sus palabras son tan fuertes y calaron tan hondo en los británicos, que incluso el maestro de la propaganda Joseph Goebbels lo admiró e intentó emularlo.
”Digo a la Cámara como he dicho a los ministros que se han unido a este gobierno: no puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Tenemos ante nosotros una prueba de la especie más dolorosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos meses de lucha y sufrimiento. Se me pregunta: ¿cuál es nuestra política? Respondo que es librar la guerra por tierra, mar y aire. La guerra con toda nuestra voluntad y toda la fuerza que Dios nos ha dado, y librar la guerra contra una monstruosa tiranía sin igual en el oscuro y lamentable catálogo del crimen humano. Ésta es nuestra política.”
Winston Churchill, 13 de mayo 1940.
La guerra continúa. Se suman a los territorios invadidos por las fuerzas del eje: Hungría y Rumania. En 1941 invaden Yugoslavia anexándola a los territorios ganados por los alemanes.
Después deciden invadir la Unión Soviética interesados por el petróleo sin importar lo pactado con Stalin. Bielorrusia y Polonia oriental son ganados por los nazis. Antes de lograr ocupar Moscú llegó el invierno y los alemanes no lograron su invasión.
La invasión a la Unión Soviética fue la peor estrategia de Hitler por varios motivos: el territorio ruso es muy vasto y su clima demasiado frío lo que dificultaría la posibilidad de victoria. Rusia nunca ha sido conquistada, ni siquiera cuando Napoleón Bonaparte lo intentó. Un segundo motivo es que Stalin pasó de aliado a enemigo; y el tercero es el debilitamiento de las tropas alemanas y de los recursos. No fue una estrategia inteligente abrir dos frentes: oriental y occidental, me parece que fue una decisión tomada por el impulso ciego del poder y la avaricia.
Al tiempo que Japón entra en el juego, los Estados Unidos suman esfuerzos con los Aliados. El presidente Roosevelt impone un bloqueo comercial y un embargo petrolero a Japón, por lo que este último ataca la base estadounidense de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, ocasionando que Estados Unidos le declare la guerra a Japón.
El 4 de junio de 1944 el ejército de los aliados llega a Roma y la liberan del dominio nazi. Retrocediendo cada vez más los alemanes. París también es liberada de los nazis. En el pacífico Japón se debilita.
Hitler sobrevivió varios atentados, uno de ellos el 20 de julio de 1944, por el Conde Stauffenberg y otros militares. Sin embargo el golpe de estado fracasó porque Hitler no murió en el atentado.
En 1945 el ejército rojo llega a Auschwitz liberando a los prisioneros y se empieza a conocer el horror de la shoa.
Entrada de tren Auschwitz – Birkneau Foto: A. Fajardo
Después de una larga batalla en ambos frentes en 1945, los rusos entran al territorio alemán. Al tiempo que Roma es bombardeada por los Aliados y Mussolini es arrestado, fusilado y su cadáver es arrastrado por la ciudad. Hitler teme que le ocurra lo mismo y pasa los últimos días en el búnker de Berlín junto con algunos de sus colaboradores más cercanos como Goebbels y Bormann. Hitler celebró su cumpleaños y su matrimonio con Eva Braun.
Los rusos llegan a Berlín y las tensiones aumentan en el Führerbunker, Hitler se suicida junto con su mujer y sus cuerpos son incinerados. Goebbels, su esposa Magda, asesinan a sus seis hijos para que no vivieran una Alemania libre del Nacional Socialismo y después se suicidan. Antes de suicidarse Hitler cede el poder al oficial de marina Karl Dönitz.
El 9 de mayo de 1945 se firma la capitulación en Berlín. Finalmente la Segunda Guerra Mundial termina en Europa. Sin embargo la historia no se detiene. Desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto de 1945 se llevó a cabo la Conferencia de Postdam, donde se reunieron los líderes de Inglaterra, Estados Unidos y la Unión Soviética: Churchill, Truman y Stalin.
Conferencia de Postdam
Acordaron que los territorios invadidos serían devueltos; Alemania sería desmilitarizada y desnazificada, los criminales de guerra serían perseguidos y juzgados (los juicios de Nürenberg) y la división del territorio. El tiempo de la posguerra fue complicado, Alemania fue dividida en 4 sectores: la región norte occidental fue ocupada por los británicos, el sur occidental por los franceses, el sur oriental por los americanos y el norte occidental por los rusos.
Checkpoint Charlie, Berlín. Frontera del sector americano. Foto: A. Fajardo
Los sectores democráticos y capitalistas (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) conformaron la República Federal Alemana con capital en Bonn y la Unión Soviética orientada hacia el comunismo decidió hacer una cortina de hierro y establecer la República Democrática Alemana con capital en Berlín. La división de Alemania implicó el enfrentamiento entre dos visiones del mundo y cuyo efecto fue la Guerra Fría. Por otro lado, Berlín fue dividido en 4 sectores y posteriormente se construyó un muro que separó a la ciudad en dos hasta 1989. Con la caída del Muro de Berlín -el 9 de noviembre de 1989- comenzó el proceso de reunificación de las dos Alemanias (Oriental y Occidental). Pero eso es ya otra historia.
Zonas de ocupación Alemania Posguerra Fuente: Wikimedia
División Alemania occidental y oriental Fuente: Wikimedia
A pesar de la capitulación de Alemania, la guerra continuaba con los japoneses. El 6 y 9 de agosto de 1945, Estados Unidos, hace caer las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki para que se rindiera el ejército del emperador Hirohito. Sin duda las bombas atómicas fueron de los peores ataques de este sangriento periodo y son el punto final de una época terrible que no debe repetirse.
La guerra trajo la muerte de aproximadamente 60 millones de personas y la destrucción de muchas ciudades. Las pérdidas humanas y materiales son dolorosas, también hay que añadir los dramas familiares, a los huérfanos, los traumas de la guerra y la pobreza de la posguerra.
Si algo podemos aprender de este periodo tan obscuro de la historia es que no debe repetirse, sino que hay que construir un mejor mundo juntos a partir de los puntos en común, buscando lo que nos une y no lo que nos separa; porque la guerra sólo trae vacío de la pérdida, miseria, muerte y tristeza. En la guerra nadie gana, porque se pierde más de lo que podría ganarse.