Humor y sabiduría
Ilustración y texto de Mariana Barry
Murió Quino. Una noticia que casi a nadie dejó indiferente. Todos los medios periodísticos, todas las redes sociales, inmediatamente se hicieron eco del impacto sincero que produjo en el corazón de muy distintas generaciones. Además de cariñosos mensajes y sentidas condolencias, se replicaron al infinito sus mejores chistes, con sus más elocuentes frases en boca de sus entrañables personajes.
Todos parecen estar de acuerdo respecto a lo que significa Quino en el acervo cultural común. Sin embargo, es una de esas figuras que guarda una relación personal con cada uno, con cada una. Muchas personas han referido la fuerte influencia que ha ejercido su obra sobre su mirada del mundo, sobre el horizonte de sus ideales e incluso en la toma de decisiones vocacionales. En mi caso, que he rumbeado hacia la filosofía, puedo afirmar, sin condescendencia, que ha marcado el despertar de mis primeras interrogaciones y me ha dado un impulso decisivo en el camino del pensamiento crítico. Cuando era chica, corría a buscar los chistes de la revista que venía con el diario del domingo y, por supuesto, me devoré uno tras otro los libritos de Mafalda.
Joaquín Salvador Lavado Tejón no fue sólo un humorista gráfico, sino un dibujante de realidades. Si bien su escenario principal es un mapa íntimo de la idiosincrasia argentina, su visión cala tan hondo en lo humano, que pronto su humor alcanzó a múltiples países de la región y del mundo y llegó a tener voz en los más diversos idiomas.
Hipercrítico, pero no necesariamente acusador, en sus tiras cómicas Quino retrató con agudeza el devenir de una época signada por efervescentes acontecimientos políticos, sociales y económicos, nacionales e internacionales, que, si bien fueron propios del siglo XX, sus repercusiones resuenan todavía hoy. En la piel de Mafalda, Quino supo proclamarse contra la hipocresía y contra el conformismo; puso en crisis los roles estereotipados del hombre y de la mujer; protestó contra organizaciones, gobiernos, partidos e instituciones corruptas; defendió con fervor los derechos humanos; denunció el escándalo de la guerra y se alzó con firmeza a favor de la paz y de la igualdad y hermandad humanas. Enalteció la libertad, aunque irónicamente Libertad, una de las amigas de Mafalda, fuera consciente de ser pequeñita…
Mafalda, su padre, su madre, su hermanito Guille y sus amigos Susanita, Libertad, Miguelito, Felipe y Manolito forman un universo cercano. Son personajes que se han emancipado y han cobrado vida propia en el imaginario popular, a tal punto que son ellos quienes parecen dibujar a su propio autor.
Mafalda, contundente, incisiva e incontestable; pero alegre, idealista y esperanzadora como sólo una niña puede serlo en un mundo tan complejo. Nacida un 29 de septiembre de 1964* (curiosa coincidencia, su autor murió casi en la misma fecha), hoy sería una mujer adulta, como yo. Me intriga saber qué habría sido de ella, si habría podido cumplir sus sueños, trabajar por la paz mundial; o si simplemente se habría conformado con lo dado, y tan sólo se habría resignado amargamente ante un mundo que persiste en ser injusto. Por suerte, siempre permanecerá niña y podrá seguir inspirando a nuevas generaciones. Muchas gracias, Quino.