Matrimonio: ¿entrarías a un negocio con posibilidades de fracaso mayores a 40%?

Matrimonio: ¿entrarías a un negocio con posibilidades de fracaso mayores a 40%?

Por Ángeles Arizaleta

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¿Qué significa estar casado? ¿Qué significa decir: “sí quiero”? ¿Cuál es nuestro papel como esposa/esposo?

En el ajetreo de la vida de una  mamá de dos niñas muy pequeñas y profesionista, no hay demasiado tiempo libre para hacerse estas preguntas existenciales, pero cuanta más gente y más parejas conozco, más me viene a la mente una pregunta que me hubiera gustado hacerme hace 10 años, antes de que me dijeran “Señora”.

En la era de la información y de las experiencias sin consecuencias ¿por qué la tasa de divorcios sigue creciendo? ¿Cómo es que la generación anterior se conocía muy poco al casarse y llegan a celebrar incluso bodas de Oro? ¿Cómo explicarse que en otras religiones los novios se conocen casi el día de la boda? Y del lado opuesto, cada vez son más las parejas que optan por irse a vivir juntas antes de casarse, o simplemente irse a vivir juntas sin intención de casarse.

La figura del concubinato (término legal para aquellas parejas que sin estar casados y sin impedimentos legales para contraer matrimonio viven juntos, haciendo una vida en común por un periodo mínimo de un año, según el Código Civil para el Estado de México) ha cobrado importancia en los últimos años en México y no se diga en el resto del mundo. Cada día son más las parejas que dicen tener un compromiso y viven juntos durante años, teniendo incluso hijos en común, pero a quienes casarse no les interesa en lo más mínimo.

En lo personal, no creo que vivir con alguien antes de casarse sea una especie de seguro o fórmula mágica para un matrimonio longevo y feliz. Esta hipótesis se basa en que “si se llegan a conocer las dos partes al 100% antes de asumir un compromiso legal, ya no hay sorpresas y por lo tanto ya no habrá divorcio”. La vida en común sería un “trial run”, una especie de prueba de manejo como hacemos cuando vamos a comprar un coche (cuando las concesionarias tenían coches claro). Pero el problema de la teoría de vivir juntos antes de casarse es que nunca vamos a terminar de conocer al 100% a la otra persona ¡muchas veces no llegamos incluso a conocernos a nosotros mismos!

Vivir unos años con una persona no nos dará el conocimiento total para saber cómo reaccionará ante cualquier situación. La vida está llena de situaciones inesperadas que no aparecieron en esa “prueba de manejo”. Nunca podemos saber con certeza como va a reaccionar nuestra pareja ante un hijo enfermo, o ante un problema financiero fuerte. Además, las personas no somos seres estáticos, estamos en constante evolución, cambio y maduración; y como éramos a los 20, probablemente no deberíamos seguir siendo a los 30.

Puede ser que esta sea la explicación a todas aquellas parejas que aun habiendo vivido juntos, se terminan divorciando. Creo firmemente que vivir con alguien antes de casarse no es un “seguro de matrimonio”. Casi 10 años de matrimonio me hacen pensar que, si bien es sumamente importante conocer a la otra persona antes de casarse, es mucho más importante llegar al matrimonio teniendo una idea muy clara, objetiva, y muy realista de qué es un matrimonio y cuál es el rol de nuestra pareja en él.

Si nuestras expectativas del matrimonio están fundamentadas en un concepto maduro, claro y de acuerdo con lo que es realmente un matrimonio, podríamos quizá decidir en unos pocos meses si esa persona que nos lleva flores los viernes podría cumplir con el papel de esposo o no.

¿Qué es entonces un matrimonio? Y ¿cuál es el rol verdadero de un esposo/esposa?

Histórica, legalmente y también en nuestras costumbres el matrimonio se ha entendido como un contrato; un contrato muy sui generis, pero al fin y al cabo un contrato. Si un matrimonio es un contrato ¿por qué lo vemos de una manera tan diferente a como veríamos un contrato mercantil? A veces parece que nos preocupa muchísimo menos romper el contrato matrimonial que romper un contrato de negocios.

Desde una perspectiva pragmática y de economista, yo entendería los roles en el contrato del matrimonio así:

  • Los contratantes son tú y tu esposo/esposa.
  • Las utilidades que buscan en este contrato y este negocio son los hijos (aunque a veces se comporten como pérdidas más que como ganancias).  Sobre este punto, nadie entraría a un negocio donde no hubiera utilidades, por lo tanto, entrar a un matrimonio sabiendo que no habrán hijos (porque no quieren), no constituye un matrimonio realmente, y es por esto que la Iglesia lo considera materia de nulidad matrimonial.
  • El fine print (o letras chiquitas con términos legales complicadísimos) son los problemas que inevitablemente van a aparecer. Aquí puede entrar la familia política, los problemas económicos, los desacuerdos en la crianza de los hijos, y un sinfín de temas.

Además, hay un cuarto elemento que no está presente en contratos mercantiles y es lo que hace más complicado (y más especial) el contrato del matrimonio: el amor. El amor es el sustento de ese contrato y lejos de ser un romanticismo, el amor en un matrimonio se traduce en la disponibilidad para ceder (en todo aquello que no es importante), para crecer (en lo individual y como pareja y familia) y para perdonar los muchos errores que cometemos ordinariamente (siempre y cuando haya disponibilidad para cambiar y aprender de ellos).

Cuando vamos a entrar a un negocio leemos el contrato mil y una vez, se lo damos a un abogado para que lo revise, lo afinamos y pulimos hasta que estamos completamente seguros de que no se nos pasó nada. ¿Por qué no entonces revisamos lo que implica un matrimonio con la misma minuciosidad que un contrato mercantil?

Muchos cursos pre-matrimoniales duran un día o incluso pocas horas. Y eso si es que nos casamos por la Iglesia, seguramente un juzgado no pide más que identificaciones y comprobantes de domicilio. ¿Cómo a alguien le puede sorprender que de cada diez matrimonios en CDMX cuatro terminarán en divorcio?

Creo que la cultura popular tiene mucha culpa en la idea falsa con la que se entra al matrimonio. Crecemos viendo series y películas que presentan al romanticismo como sinónimo de éxito matrimonial; historias en las que el físico de los enamorados es la base del amor, y en las que la princesa una vez casada vive “feliz para siempre” con el príncipe. Generaciones enteras crecieron con esta idea, y si ahora le sumamos el papel estelar de las redes sociales, nos formaremos una idea aun más falsa y más inalcanzable de lo que es un matrimonio y de lo que es en realidad un esposo/esposa.

Basta abrir Instagram y revisar lo que sube cualquier influencer que está casada: mil fotos con su esposo, los dos por supuesto parecen modelos, siempre están viajando, él siempre le está regalando bolsas o joyas, festejan su aniversario a lo grande cada año, etc… En estos perfiles jamás veremos una discusión, un olvido, un descuido, o un problema. Y esto no se queda en los influencers o figuras públicas, también es un problema en nuestro círculo social. ¿Cúantas veces no nos hemos comparado con otros papás de la escuela o incluso amigos cercanos que siempre se ven felices en las fotos, saliendo a cenar y de viaje a todos lados? ¿Y cuántas veces nos hemos enterado de que estas parejas “perfectas” se acaban divorciando? Las redes sociales, en particular Instagram son un escaparate. Al igual que un comerciante, el usuario vende lo que quiere y le conviene para crearse una imagen.

Por supuesto no estoy condenando las series y las redes sociales (claro que tengo una multitud de suscripciones en mi TV y claro que uso Instagram), mi argumento es que la exposición a ideas falsas de amor y de felicidad sí terminan repercutiendo en la idea que tenemos cuando entramos a un matrimonio. Por eso me parece tan importante prepararse mucho tiempo antes de casarse, incluso de conocer a la persona con la que nos vamos a casar, para formarnos una idea muy clara, centrada y  fundamentada en bienes supremos (valores, pues), de qué es un matrimonio y qué debemos buscar en un esposo/esposa.

Si tenemos una idea clara de qué implica el papel de un esposo, podremos saber qué buscar en un novio sin tener que vivir con él para conocerlo plenamente. Un esposo entonces ¿es un “roomate”? ¿Es un amante? ¿Es un amigo? Lo complicado (y lo increíble) de un esposo es que es todo esto y más. Es una contraparte. Por eso la importancia del hombre y la mujer: solo ellos se complementan.

Retomando el tema del contrato, ¿qué cualidades buscamos en un socio de negocios? Yo en lo personal buscaría a una persona ecuánime, madura, estable, que sepa que no me va a tranzar ni se va a aprovechar de una situación difícil. Conozco personas divertidísimas con quien me encanta platicar, pero no haría un negocio con ellas jamás. Si el matrimonio es un contrato, deberíamos fijarnos bien con quién estamos haciendo ese contrato, y saber que ante cada problema y cada chispeo o tormenta, estaremos obligados contractualmente a resolverlo juntos, como socios en un negocio.

Si la evidencia (y el favorito al Nóbel de Economía) nos dicen que el mayor determinante de la felicidad en nuestra vida es el matrimonio ¿no valdría la pensar revisar mejor este contrato antes de firmar?

Kourtney Kardashian

Kourtney Kardashian

Por Pbro. Mario Arroyo

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Ha causado cierto escándalo el vestido de novia de Kourtney Kardashian, diseñado por Domenico Dolce y Stefano Gabbana, pues incluye, entre los elementos decorativos, un maravilloso encaje con la imagen de la Virgen María. ¿Ofensa premeditada?, ¿blasfemia?, ¿burla o ridiculización? Son algunas de las inquietudes que atormentan el alma de los ofendidos.

Personalmente soy muy devoto de la Virgen María, y me duele que su imagen se utilice con cierta superficialidad. Sin embargo, no considero que el vestido de novia de la Kardashian tenga una intencionalidad ofensiva. Pienso que aúna, en una magistral ejecución artística, una fuerte dosis de superficialidad, falta de pudor y pérdida del sentido de lo sacro; todos ellos pecados, no de Kourtney Kardashian, sino de nuestra sociedad postmoderna. Sencillamente Kourtney no es sino hija de su tiempo, y estos tiempos, dolorosamente, lo repito, son así.

Domenico Dolce y Stefano Gabbanna.
Foto: Renan Katayama.

Vamos analizando este juicio por partes, para que se comprenda mejor la crítica subyacente. ¿Por qué supone una falta de pudor? Porque junto con el maravilloso velo de la novia, de varios metros de longitud, Kourney lucía un “minivestido con corsé… inspirado en la lencería italiana de los años 60” (Vogue). Es decir, en términos coloquiales, la novia enseñaba demasiado, sobre todo, si se considera que estaba ataviada además con una majestuosa imagen de la Virgen María. Es decir, aunaba a la falta de pudor, entendido como mostrar sin necesidad diversas partes del propio cuerpo, cargando la atención en los atributos sexuales, el adorno de la más pura de las criaturas. El contraste artístico y conceptual es brutal, pero para quienes somos devotos de la Virgen puede resultarnos algo incómodo.

Esta crítica permite enlazar con el segundo punto: la pérdida del sentido de lo sagrado. Lo sacro o lo sagrado es, por definición, lo que se sustrae del uso común, por considerarse eximio, por hacer referencia a la realidad trascendente, a Dios, en definitiva. Los hombres no debemos dar usos banales a las realidades divinas, como un eco de aquel mandamiento de la ley de Dios: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. No tomarás, por extensión, lo que hace referencia a Dios en vano; y la Virgen es Madre de Dios, no debe “utilizarse” en vano. Aquí la Virgen, inspirada en uno de los tatuajes del ahora esposo de Kourtney, aparece como despojada de toda su prerrogativa sobrenatural, para aparecer como un adorno “cool”, provocativo y desafiante. Se busca de intento el impacto, el cual se consigue, por lo cual, la imagen de la Madre de Dios es usada como elemento decorativo y provocador al mismo tiempo.

Ahora bien, antes de rasgarnos las vestiduras, miremos el contexto: un palacete en Portofino, dos auténticos diseñadores que son artistas italianos. Si bien, con un poco de perspectiva, podemos comprender que se trata de un caso más de lo que en Italia en general y en Roma en particular, se conoce como “lo sacro e lo profano”, la mezcla de lo sagrado con lo profano, tan común en Italia. Todo aquel que haya visto la serie “Medicis”, puede darse cuenta de que los grandes mecenas de los artistas, no han sido modelo de virtudes, y que el motivo que plasmaban era mayormente religioso. En ese sentido, quizá el más escandaloso caso del género, sea la modelo de la que se sirvió Caravaggio para pintar un magistral cuadro de la Dormición de la Virgen. Se trataba de una hermosa prostituta encontrada muerta en el Tiber, lo que en su momento escandalizó comprensiblemente a más de uno, pero que, con el paso del tiempo, pasada la tormenta, nos ha dejado plasmada una hermosa obra de arte, fuerte y realista en su interpretación.

La Dormición de la Virgen. Caravaggio.

Por último, la superficialidad. Va hermanada con la pérdida del sentido de lo sacro, de lo profundo. Lo que cuenta es la epidermis, lo que siento en el momento. Kourtney planteó su boda como un cuento de hadas; la Virgen era parte del programa, porque así llamaba la atención sobre su boda. Lo ha conseguido y aquí estoy yo haciéndole eco a su capricho. Pero pienso que nos deja un maravilloso velo de novia, que ojalá alguna novia pueda utilizar, en un matrimonio religioso, primero, único, para siempre, que sea sacramento, donde no desentonaría en lo absoluto, sino que vendría a rubricar con el arte la sacralidad del misterio matrimonial.

Kourtney Kardashian

El secreto del sexo y la santidad

Por el Padre Mike Schmitz

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Existen siete sacramentos. Tres sacramentos de iniciación: el bautismo, la confirmación y la Sagrada Eucaristía. Dos sacramentos de vocación: el matrimonio y el orden sacerdotal. Y dos sacramentos de curación: unción de los enfermos y la confesión.

¿Qué es un sacramento? Le pregunto esto a las parejas que toman su curso de preparación para el matrimonio y a lo sumo he tenido cinco parejas que han podido responder esa pregunta con una definición adecuada. Lo entiendo, los estoy poniendo en evidencia en un momento en que no esperaban un examen sorpresa por parte del sacerdote, justo en medio de su preparación para el matrimonio. 

Entonces, pregunto, ¿cuál es la definición de sacramento?

Hay varias definiciones realmente buenas por ahí. Pero aquí doy una muy sencilla: “Un signo sagrado, instituido por Cristo, que otorga la gracia”. Pero, ¿qué es la gracia? La gracia es la vida misma de Dios. La gracia santificante es lo que nos hace como Dios, nos hace santos y nos lleva a una relación con Dios. Nos acerca a Dios. La gracia santificante es la gracia que nos transforma. ¡Sin ella estamos fritos, estamos muertos! Con ella, nos hacemos como Él, básicamente nos hacemos santos.

Nuevamente, qué es un sacramento: un signo sagrado, instituido por Cristo, que otorga la gracia santificante.

Cuando se trata del matrimonio, es realmente interesante porque… Siempre me gusta contar esto…

Algunas personas me dicen, “Oh, padre Mike, casaste a mi hermana.” “No. Yo no casé a tu hermana. Tu hermana se casó con tu cuñado y tu cuñado se casó con tu hermana.”

La teología católica cuando se trata del matrimonio refiere que el novio le confiere el sacramento a la novia, y la novia le confiere el sacramento al novio. De hecho, los dos ministros del sacramento son la novia y el novio. No sé si lo sabían. El sacerdote está allí, el diácono está allí, el obispo está allí, para dar testimonio de eso, esencialmente para ser el testigo oficial de la Iglesia. El novio dice “Yo Fulano, te tomo a ti Fulana como mi esposa, etc.” Y la esposa dice “Yo, Fulana, te tomo a ti Fulano como mi esposo, etc.” Con esas palabras de consentimiento y el poder del Espíritu Santo, se realiza el sacramento del matrimonio. En el altar se ratifica el sacramento, y lo que quiero decir es que se hace real. Es un sacramento verdadero, real. Pero no es ahí donde termina, porque se ratifica en el altar, pero el sacramento no se consuma hasta el abrazo conyugal, es decir, el acto sexual.

Detengámonos aquí por un momento.

Cuando hay una pareja en el altar, y dicen “Yo Fulano te tomo a ti Fulana / Yo Fulana te tomo a ti Fulano”, anillo en el dedo, entonces, el sacramento es real. Los dos se han vuelto uno, pero el sacramento está incompleto hasta el acto sexual, cuando con sus cuerpos dicen lo que ya dijeron con sus palabras en el altar. De hecho, el sacramento permanece incompleto. Incluso se puede decir que sigue siendo inválido hasta ese momento del acto sexual. Y lo que eso significa es que un elemento esencial del sacramento del matrimonio es el acto sexual.

Cuando estaba en secundaria, cada vez que tenía clase de los sacramentos en educación religiosa, pensaba: “Oh, esto es tan aburrido. Aquí vamos otra vez a hablar de los santos.” No tenía idea de que la parte esencial de uno de esos sacramentos era el sexo. Creo que tal vez me hubiera interesado un poco más si hubiera sabido esto.

¿Qué deriva de todo esto? ¿Qué consecuencias tiene esto? ¡Consecuencias increíbles! ¿A qué me refiero? 

Recuerdo cuando mis padres celebraron su 25º aniversario de bodas. El sacerdote vino a nuestra casa y celebramos la Misa en la casa. Renovaron sus votos, fue hermoso. Unos años más adelante, cuando mis padres celebraron su 50º aniversario de bodas, yo era el sacerdote que celebró la Misa y luego recibí su renovación de votos. ¡Fue hermoso, increíble!

Renovar los votos: ¡Increíble! ¡Super bien! ¡Bien ahí! ¡Estrellita! ¡Sigan así! Porque, ¿te das cuenta de que cada vez que el esposo y la esposa realizan el acto sexual, están renovando sus votos matrimoniales? Eso es lo que está pasando. Porque en el altar dicen: “Soy completamente tuyo. Soy libremente, totalmente, fielmente y fecundamente tuyo”. En el acto sexual eso es lo que están repitiendo, y no lo están diciendo simplemente con palabras, están re-participando del sacramento.

La cosa es así: tú y yo nos confesamos porque necesitamos la gracia. Esperamos llegar a ser más santos. Vamos a adoración, vamos a Misa y recibimos la gracia de la Eucaristía porque queremos ser más santos. De la misma manera cada vez que marido y mujer realizan el acto sexual; y esto no sólo lo digo yo (Padre Mike) esto lo dijo Tomás de Aquino, cada vez que marido y mujer realizan el acto sexual en estado de gracia, crecen en gracia y en gloria.

Esta es una de las razones por las que me gustaría escribir un libro y llamarlo “Cómo santificarse a través del buen sexo” o algo así. ¡Esto te vuela los sesos! ¡Que esta sea en realidad la enseñanza de la Iglesia! ¿Por qué dice la Iglesia que el sexo es sólo para los esposos dentro del matrimonio? No es porque considere que es algo “sucio”. ¡Caray, no! Es porque el sexo es algo muy bueno. En realidad no solo es bueno y hermoso, es sagrado, y no solo es sagrado, ¡es un camino hacia la santidad!

Si un sacramento es un signo sagrado instituido por Cristo que dispensa gracia, que da la vida de Dios, y el matrimonio es un sacramento, y el acto sexual es la renovación de ese sacramento matrimonial; entonces, cada vez que un esposo y una esposa realizan el acto sexual en estado de gracia, están creciendo en gracia, están creciendo en gloria. ¡Es increíble!

¡Esto es maravilloso! De hecho, cada vez que les digo esto a las parejas, hay dos tipos de reacciones. Por un lado algunos piensan: “Oh, Dios mío, eso es raro. No sé si podría…” Creo que se imaginan que llega ese punto en su relación, cuando están casados ​​y realizan el acto sexual, y creen que le van a cerrar la puerta a Dios. Le van a decir, “Ok Dios, quédate afuera, abriremos la puerta cuando hayamos terminado.” Y son un poco aprensivos con la idea de que Dios participe en esto. “¡No inventes! ¡Qué pena! Tú y yo desnudos y Diosito en medio. ¿¡Cómo así!?” 

Por otro lado, hay gente que se enoja y dice: “¿¡Por qué no me dijeron esto cuando estaba en la secundaria!? ¿Por qué no me enteré de esto antes? ¿Por qué la Iglesia mantiene esto tan secreto?” Y la respuesta es, no lo sé. No es que se haya mantenido intencionalmente en secreto. Esto es solo la verdad. La verdad es que un esposo y una esposa que realizan el acto sexual en estado de gracia, están creciendo en gracia y están creciendo en gloria.

Quiero decirlo una vez más. Es como cuando vas a la adoración, cuando vas a la confesión, cuando vas a Misa y recibes la gracia de Dios a través de la confesión, la gracia de Dios a través de la Eucaristía.

Esposos y esposas, cuando realizan el acto sexual en estado de gracia, están recibiendo la gracia de Dios al convertirse cada uno en el regalo de sí mismos a su esposa o a su esposo en el nombre de Jesús. Esto debería transformar la forma en que los esposos y las esposas se tratan entre ellos, la forma en que los novios y los prometidos se tratan unos a otros. Por eso la Iglesia dice “Aléjate del sexo pre-matrimonial. No tengas relaciones antes del matrimonio.” No porque sea malo, sino porque es tan increíble que en realidad está destinado a ser camino a la santidad, y no camino al infierno. El sexo está destinado a ser una expresión de amor, no una expresión de autodestrucción mutua. ¡Es tan bueno! ¡Qué regalo tan hermoso!

Entonces, mi invitación es esta: Si están saliendo, inviten al Señor a esos pequeños gestos de cariño, invítenlo a esos besos, a esos abrazos. Inviten al Señor allí. “Ok, Señor, tú eres parte de esto.” Si están casados, sean capaces de acercarse a su cónyuge en estos términos: “Ok, en la relación sexual en realidad estamos renovando nuestros votos matrimoniales. Al renovar nuestros votos, estamos dejando que el Señor nos dispense una dosis renovada de gracia santificante, Su misma vida que transforma nuestra vida y nos eleva al nivel de los santos.”

No estoy inventando esto. Se los digo, esto es increíble. Este es un secreto escondido, es una enseñanza de la Iglesia que no se conoce, pero no se pretende que sea un secreto. Entonces, no solo lo lean o lo escuchen. ¡Vívanlo! Dios los bendiga.

Traducido y adaptado por Irene González Hernández del video “The Secret about Sex and Holiness” de Ascension Presents.

Kourtney Kardashian

¿Qué tanto es tantito? ¿Hasta dónde podemos llegar como novios antes del matrimonio?

Por Jackie François Angel

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Una de las preguntas que más inquietan a los jóvenes en relación con la sexualidad es: ¿Qué tan lejos puedo llegar con mi novio o mi novia antes del matrimonio?

Me parece de entrada que esta no es la pregunta correcta. Nunca deberíamos preguntarnos ¿Qué tanto puedo hacer o qué tan lejos puedo llegar con esta persona sin cometer un pecado mortal? ¿Qué tan lejos puedo llegar con la mujer de otro? ¿O con un futuro sacerdote? ¿Con una futura religiosa? No debiera ser esta nuestra inquietud. No se trata de qué tan lejos puedo llegar con alguien, o cuánto placer puedo obtener de ellos, o cuánto podemos usarlos. 

La pregunta que debiéramos hacernos es: ¿Cómo puedo ayudar a esta persona a llegar al Cielo? ¿Cierto? Si realmente estamos en este camino hacia la santidad y queremos ser santos, deberíamos preguntarnos en cada relación que tenemos: ¿Cómo puedo ayudar a esta persona a llegar al Cielo? Esto si se trata de nuestros amigos, nuestros padres, nuestros hermanos, o nuestro novio/a y cualquier persona.

¿Cómo puedo llevar a esta persona al Cielo? ¿Cómo puedo ayudarla a ser santa? En vez de ¿Qué tanto puedo usar a esta persona para mi propio placer… justo poquito antes de que sea un pecado mortal?

Preguntarme ¿hasta dónde puedo llegar con mi novio/a? es la pregunta equivocada.

A cada persona que conocemos, deberíamos tratarla como si fuera nuestro hermano o hermana en Cristo, porque realmente lo son. Tenemos que empezar a mirar diferente a la gente. En vez de mirarlos como objetos para usar para nuestro propio placer físico o emocional, tenemos que aprender a mirar a la gente como personas que deben ser amadas.

Así que aquí te van dos historias rápidamente:

Una vez estaba en la playa, y allí había un chico súper guapo jugando en las olas en el mar. Y en ese momento, pude haber elegido desear carnalmente a ese hombre en mi interior, en mi corazón. Ya sabes, empezar a fantasear tipo “Uy, nos vamos a casar y tendremos 5 bebés. Sería genial.” Pero en ese momento sólo tuve que mirarlo como a un ser humano, y decir: “Dios, gracias por este hombre, él es hermoso, y gracias por crearlo tan guapo.” Fin de la historia. ¡Amén! Y eso fue lo que ocurrió. 

Así que tuve que aprender a mirar a los hombres de una manera diferente en vez querer usarlos. Mirarlos como si fueran mis hermanos, diciendo “Gracias Dios por este hombre.”

Otra historia:

Un amigo y yo estábamos paseando en el centro comercial, y había uno de esos carteles gigantes de ropa interior y lencería de mujer. Y los dos giramos la cabeza en sentido contrario. Yo evité mirar el anuncio porque, como mujer, a veces estoy tentada a compararme con otras, como con estas modelos. Y mi amigo evitó mirar el anuncio diciendo “Esa es la hermana de alguien, la hija de alguien, y se llama Dolores.” Y yo pensé “¿Qué rayos estás haciendo?” y él me dijo: “Bueno, un sacerdote me dijo una vez, que si estoy tentado a desear lujuriosamente a alguien, que le pusiera nombre a esa persona.” “¿En serio? ¿Dolores? ¡Así se llama mi abuela!” Pero me pareció realmente bonito que hubiera chicos así en el mundo, que, en vez de tratar automáticamente a esa persona como un objeto, miraran a esa mujer como la hija de alguien o la hermana de alguien. “No quiero usarla en mi interior, ni en mi mente, ni en mi corazón. Yo quiero amarla como hija de Dios.”

Entonces, ¿hasta dónde puedo llegar con mi novio/a? Realmente nos estamos haciendo la pregunta equivocada. Tenemos que cambiar totalmente nuestra mentalidad, todo nuestro chip. Necesitamos aprender a amar a la gente y no a usarla.

Si quieren algunas pautas reales, porque muchos de ustedes piensan, “¡Oh, no! ¡Yo necesito reglas! Dame algo concreto.” Les daré algunas recomendaciones.

Así que primero; si quieres saber hasta dónde puedes llegar con tu novio o tu novia, este es un buen parámetro: Si lo puedes hacer a plena luz del día, en frente de tu abuela, o del Papa Francisco, vas bien. Pero, si tienen que esconderse o ir a lo oscurito para hacerlo, alejándose lejos del público, es porque saben que eso no está bien, que les da vergüenza, porque saben que deben ocultar sus actos, porque no están amando a esa persona, la están usando.

Es un criterio. Si lo pueden hacer a plena luz del día, enfrente de tu abuela o del Papa Francisco, van bien.

Otra historia:

Un sacerdote me lo explicó muy bien. ¿Cómo puedes distinguir entre usar a alguien y amar a alguien? Aquí hay una diferencia perfecta: existe una diferencia importante entre “afecto” y “excitación”. Las muestras de afecto son geniales, son buenas, bonitas. Por ejemplo, tomar de la mano, dar un beso, dar un abrazo. Son muestras de afecto que puedes hacer a plena luz del día en frente de tu abuela, sin sentir vergüenza. Pero cualquier cosa que te lleve a sentir excitación, eso está reservado para el matrimonio. 

Es una enseñanza de la Iglesia que el sexo es tan bueno, tan bonito, tan sagrado, que pertenece a un esposo y a una esposa. Así que cualquier cosa que te lleve a la excitación, al acto de consumación, al sexo, a ser un solo cuerpo, una sola carne (como dice San Pablo en la primera carta a los Corintios, capítulo 6), cualquier cosa que cause esa excitación, que eche a andar ese tren, que desboque ese tobogán, está reservada para el matrimonio.

Y ya sé que muchos de ustedes estarán pensando, “¿¡Qué!? ¿En serio? ¡Es una locura!” Y ¡Claro! Porque la cultura predominante nos dice que está bien tener sexo en una cita, que el sexo no es para tanto. Es muy interesante que nuestra cultura está obsesionada y ahora todo tenga que ver con ligar y tener sexo, y luego nos sentimos miserables y nos preguntamos por qué… Pues ¡porque no estamos hechos para tener sexo con cualquiera! Estamos hechos para unirnos a una persona por toda la vida hasta que la muerte nos separe.

El punto es que existe una diferencia entre afecto y excitación. Cuando estás saliendo con alguien, debes compartir lo siguiente: “Oye, no podemos hacer esto porque detonaría el tobogán, activaría los motores de la excitación.” Mucho ojo, porque hombres y mujeres fuimos creados diferentes y sentimos diferente.

Un amigo me contó que cuando estaba saliendo con su ahora esposa, estaban en el sillón viendo una película, y él puso su brazo alrededor de sus hombros, y ella pensaba “Oh, esto es muy lindo.” Y de pronto ella puso su mano sobre el muslo de él, toda contenta pensando “esto es tan bonito y lindo” y él por su parte sintió: “¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! ¡El tren de la excitación se activa! ¡Ahhhh!” Entonces, para él era importante comunicarlo: “Oye, mira, hay algunas cosas que ocurren cuando me tocas de cierta manera. Ya sabes, activan el tobogán de la excitación.” Así que es bueno comunicar eso a la persona con la que estás saliendo.

Cuando se trata de besos, incluso los besos apasionados pueden detonar el tobogán de la excitación. Y quizá estás pensando “Es una locura, ¿estás diciendo que ni siquiera podemos besarnos?” Ese es el asunto otra vez. La pregunta no es ¿Hasta dónde puedo llegar? Sino ¿Cómo puedo cuidar y proteger a esta persona, en su cuerpo, mente, alma y corazón? Cuando te topes con el futuro esposo/a de tu ex novia/o el día de su boda, en vez de decir, “Oye, hasta aquí llegué con tu esposo/a”, ojalá puedas decir, “Oye, cuando estuve saliendo con esta persona, no me propasé con ella, la cuidé y protegí para ti. Yo le ayudé a crecer en santidad para ti, para su vocación.” Y no que digas, “Mira, quise ver hasta dónde podía llegar con él o con ella y casi llevarlo a pecar.” Creo que no. 

Tenemos una gran capacidad para el bien y la santidad, pero de igual manera tenemos una gran capacidad para el mal y el pecado. Y yo conozco en mi corazón todas las maneras en las que he manipulado, en las que he atraído hombres hacia mí, en las que he utilizado a un hombre a mi conveniencia, emocional y físicamente. He tenido que mirar en mi interior esa fealdad de mi corazón y pedirle a Dios que me ayudara a purificarlo, que me perdonara. “Dios, ayúdame a purificar esos malos deseos de mi corazón, el querer usar a alguien como objeto y manipularlo sólo para usarlo.” Pregúntate sinceramente cuáles son tus intenciones.

Es gracioso, un día oí a un papá decir que a todo futuro pretendiente de su hija él le advertía: “Oye, amigo. Cualquier cosa que le hagas a mi hija, yo te lo haré a ti.” Me causó gracia. “¡Eso significa que hay muchas cosas que no le puedes hacer a mi hija, eh!” ¡Híjole! Ni hablar. Es verdad. No deberíamos hacer nada íntimo a la hija de alguien, a la futura esposa de alguien, o al futuro esposo de alguien. Cuando estamos saliendo con alguien que quizá será el marido o la mujer de otro, o incluso aunque fuera nuestro futuro esposo o esposa, ¡uno no está casado hasta que se casa!

Cuando yo salía con mi ahora esposo, e incluso ya comprometidos, pensaba “Tengo que tratarlo de tal forma que si, por una pequeña casualidad, algo le pasara y él muriera antes de casarnos, y estuviera llamada a casarme con otra persona, ¿qué pasaría?” Aunque estuviera tan enamorada de él, y queriendo entregarme por entero a él, hasta que no estuviéramos realmente casados yo tenía que tratarlo como si él no fuera mío aún, porque así era. Tenía que amarlo de la manera apropiada, sin propasarme, por si acaso y porque era lo correcto.

Esto implica mucha oración, mirar los deseos de nuestro corazón, y pedirle a Dios que destruya esos deseos egoístas de nuestro corazón y que nos ayude a amar de verdad y no usar a la gente.

Espero que esto te haya ayudado un poco y rezo para que Dios te conceda los frutos de Su espíritu, que Dios te conceda la virtud de la castidad, autocontrol, modestia, paciencia, amabilidad y amor. Ven Espíritu Santo, danos esos dones, ayúdanos a producir esos frutos, para que así podamos ser para el mundo luz del radiante amor de Dios. 

Que Dios te bendiga y ¡ánimo!

Traducido y adaptado por Irene González Hernández del video “¿How far is too far before marriage?” de Ascension Presents

Kourtney Kardashian

Divorciado y ¿santo?

Por Pbro. Mario Arroyo

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Sí, aunque parezca una paradoja, es posible, más incluso, es deseable que algún divorciado sea canonizado. ¿Cómo así? Los santos son modelos para las personas de cada época. Por eso san Juan Pablo II agilizó los procesos de canonización, para ofrecer ejemplos relevantes a los hombres de nuestro tiempo. Y, tristemente, nuestro tiempo se caracteriza por la frecuencia de las rupturas matrimoniales, lo cual es una auténtica tragedia. Pero, en medio de esa dolorosa situación, una de las partes puede permanecer fiel al vínculo matrimonial. Porque le da valor a su promesa, porque sabe que fue hecha ante Dios, y porque descubre en ella una forma de fidelidad a Dios, a su cónyuge y a sí mismo.

No es infrecuente escuchar historias como la siguiente: “ya no quiero seguir contigo, no siento nada por ti, para qué continuar simulando, lo mejor es que esto termine cuanto antes”. Palabras más, palabras menos, pero con frecuencia la ruptura familiar es unilateral. Es decir, que sea sólo una de las partes la que quiere terminar el compromiso, siendo afectada la otra, que lucha decididamente por su permanencia o restablecimiento. Es decir, hay una parte que se esfuerza por permanecer fiel al vínculo y a la promesa, mientras que la otra se empeña en terminarla de una vez.

En estos casos, si la determinación de la parte rompiente es suficiente, se termina por destruir el matrimonio. Pasa con frecuencia. La otra parte se encuentra con cinco, diez, treinta años de su vida compartidos con alguien que ahora lo abandona. No es una situación fácil; por el contrario, es muy dolorosa, pues se había proyectado una vida en común, quizá haya hijos de por medio, los cuales muchas ocasiones son los más afectados. Luego viene el dolor, también común, de ver a la esposa o al esposo todavía amados, conviviendo con otra persona. A veces el padre tiene que soportar ver cómo su hijo o sus hijos conviven con la nueva pareja de su esposa y él sólo puede disfrutarlos el fin de semana y con horario restringido. El dolor en estas situaciones es inmenso.

A ese dolor se unen los consejos de los “amigos” y familiares: “deberías rehacer tu vida”, “todavía estás joven, puedes conseguirte una nueva pareja”. Cuando ante ese dolor y esas propuestas fáciles, permanece la determinación firme del interesado de permanecer fiel al compromiso que un día adquirió cara a Dios y a su cónyuge, aunque su cónyuge no lo haya honrado, nos encontramos ante un ejemplo de heroicidad cristiana, ante un testigo del valor del matrimonio cristiano o, como podría denominárseles, ante un “mártir del matrimonio”. Por esa fidelidad a toda prueba, que se puede dar únicamente cara a Dios y con su ayuda, se puede afirmar, sin temor a exagerar, que esa persona es santa o va por caminos de santidad.

Cuando alguien pone con sinceridad todos los medios para salvar su matrimonio y aun así se rompe, y cuando a pesar de la ruptura decide libremente permanecer fiel al compromiso, es decir, no se busca una nueva pareja, está dando un valiosísimo testimonio del valor del sacramento. La Iglesia no puede sino prestarle un particular apoyo y sostenimiento para su difícil situación, al tiempo que reconoce su heroísmo, pues se trata de vivir el celibato sin tener vocación para ello.

Como Iglesia tenemos el enorme desafío de ofrecer sostén espiritual, amical y afectivo a quienes pasan por esa dolorosa situación. No es sencillo, pues muchas veces las estructuras eclesiásticas pecan de impersonales. Depende del celo del sacerdote el saber detectar esos casos y buscar un cauce de apoyo, una estructura eclesial que les dé sostén, pues se encuentran habitualmente en una situación de difícil heroicidad.

Además la Iglesia debería proponer a algunas personas que hayan tenido que sufrir esa dolorosa situación, como modelo para todos los cristianos y testigos del valor del matrimonio, de la palabra dada y los compromisos adquiridos. Por ello, es urgente que detectando los casos más ejemplares al respecto, quienes hayan mantenido su promesa hasta el final de su vida, sean reconocidos públicamente como santos. Eso daría una bocanada de aliento y una luz de esperanza, una clave de sentido y significado a quienes pasan por la dolorosa separación involuntaria. La ruptura también puede conducir a Dios.

MDNMDN