La posibilidad más propia
Por Mariana Barry
“Las Iglesias y las tumbas están situadas de acuerdo con la salida y la puesta del sol, zonas de la vida y de la muerte, desde las cuales la existencia misma (Dasein) está determinada desde el punto de vista de sus más propias posibilidades-de-ser-en-el-mundo.” (Martin Heidegger, Ser y Tiempo)
Existir es, según las reflexiones de Heidegger, abrirse a las propias posibilidades. Entre ellas, la propia muerte es la posibilidad más cierta. Pero la muerte no es simplemente el último suceso de la vida. No es un incidente final, sino que su incidencia se da a lo largo de toda la existencia: el morir surca la existencia del ser humano de inicio a fin. La posibilidad de la muerte se revela como la constante amenaza del desvanecimiento de todas sus posibilidades. La muerte es la insuperable posibilidad de la sustracción absoluta de toda posibilidad. Y pese a ser posibilidad, la muerte es sin embargo el hecho máximo, la facticidad más contundente. La propia existencia se realiza así en la conjunción de posibilidad e imposibilidad. Asumir la muerte como tal posibilidad, es asumir la integridad de la propia existencia finita.
No se trata sin embargo de una representación oscura de su ser. La muerte, como la posibilidad de la propia imposibilidad, se revela más bien como la posibilidad más radical de asumirse en lo crudo del más propio ser sí mismo y entrever así los profundos alcances y límites de la propia libertad.
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