La filosofía se hace entre amigos:  Lo que aprendí de José Molina Ayala

La filosofía se hace entre amigos: Lo que aprendí de José Molina Ayala

Por Gabriel González Nares

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El jueves 2 de septiembre, en la noche, murió el Dr. José Molina Ayala, filósofo neoplatónico, amante de la antigüedad clásica, piadoso cristiano y hombre de familia. José dejó un halo de admiración y confianza entre sus amigos, colegas y estudiantes. Él logró conjugar una profunda sabiduría y una sencillez sincera, que son difíciles de encontrar juntas en el mundo académico.

Él iba a ser mi director de tesis doctoral sobre neoplatonismo medieval. Era el hombre idóneo para ello: erudito, dispuesto y laborioso. Ya no pudo hacerlo. La última vez que lo vi en persona, fuera de su casa, firmó en mi espalda la carta de aceptación de dirigir esa tesis. La última vez que le escribí, lacónicamente dijo que no podría hacerlo porque padecía de cáncer. La noticia me cayó como una cubeta de agua helada. Inesperada y terrible. Su tránsito fue vertiginoso. Supe que fue doloroso. Ahora, a unos días de su partida, me duele su ausencia, pero recuerdo con cariño y gratitud las memorias que compartimos.

Dr. José Molina Ayala y Gabriel González.

José dedicó su vida académica a la antigüedad clásica. Sobre todo a la griega. Desde el cultivo práctico y virtuoso de la filosofía neoplatónica, tuvo siempre como trasfondo la presencia del Dios cristiano. Y es que él no era un filósofo de gabinete y papeleta. Era un verdadero sabio porque sabía disfrutar de la vida, sabía ver lo divino en las cosas del mundo, y fue un hombre virtuoso. Profundo estudioso de Plotino, Jámblico y otros filósofos neoplatónicos, trabajó en traducir sus obras al español. Mismo que logró con éxito en algunas traducciones de Alejandro de Afrodisia y Jámblico en la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana de la UNAM. Incluso este año alcanzó a publicar la Exhortación a la filosofía de Jámblico. Apenas hace unos meses estábamos celebrando este gran logro.

Portada del libro “Jámblico: Exhortación a la filosofía”.
Traducido por el Dr. José Molina Ayala.

José fue un gran viajero. Siempre tenía recomendaciones para visitar los lugares históricos: “en Roma ve a los Museos Capitolinos”-me dijo una vez-. “Si no alcanzas a ver un lugar, ese es motivo para volver en otra ocasión”- me dijo en otra-. Fue mi profesor en la maestría. Traducíamos textos del latín. Una vez, tuvimos la oportunidad de disfrutar de la comida y vino griegos en un restaurante de Polanco, junto con otros maestros y amigos. La conversación fluía siempre con placer, entre notas eruditas, y con un sentido del humor lleno de agudeza. Pedimos pulpo al estilo de las Cícladas, maridado con un Retsina excelente.

Extrañaré mucho a José porque era un  hombre bueno. Siempre tenía una palabra amable, una anécdota divertida, una cita erudita, un comentario esclarecedor. La puerta de su oficina siempre estaba abierta. 

Dr. José Molina Ayala

José me enseñó varias cosas importantes, de las cuales quisiera mencionar tres. La primera es que la antigüedad clásica está viva. No porque los textos se hayan escrito hace 2400 o 1800 años tratan sobre realidades pasadas. Al contrario. José me enseñó a hacerme contemporáneo de los antiguos porque siempre dicen algo valioso sobre el cosmos, sobre el hombre, sobre Dios.

En segundo lugar, José me enseñó a disfrutar de los pequeños detalles: una bella rima, un pasaje desconocido de Homero o de San Agustín, una pieza de museo olvidada, en Roma o en Atenas. Una copa de vino en la charla amistosa.

Por último, José me enseñó, como un ejemplo vivo, cuál es el camino profesional de un académico maduro. Dentro de su vida académica siempre supo ser un cristiano consciente de la omnipresencia de Dios.

Todos los que nos dedicamos a la filosofía antigua, medieval, y de tradición cristiana extrañaremos profundamente a José. Particularmente los que nos dedicamos al pensamiento neoplatónico en sus diferentes versiones.

Podemos seguir el camino y el ejemplo de José. Sin embargo, el ámbito académico no será igual sin él. Ante su ausencia, nos deja en paz la certeza, cristiana y platónica, que José tenía sobre la inmortalidad del alma y la vida eterna. Pedimos que José vuelva a la Casa del Padre, que regrese al Uno, que llegue a Ítaca. Nosotros seguiremos haciendo y viviendo filosofía a su ejemplo. Descansa en paz, querido José.

Humor y sabiduría

Ilustración y texto de Mariana Barry

Murió Quino. Una noticia que casi a nadie dejó indiferente. Todos los medios periodísticos, todas las redes sociales, inmediatamente se hicieron eco del impacto sincero que produjo en el corazón de muy distintas generaciones. Además de cariñosos mensajes y sentidas condolencias, se replicaron al infinito sus mejores chistes, con sus más elocuentes frases en boca de sus entrañables personajes.

Todos parecen estar de acuerdo respecto a lo que significa Quino en el acervo cultural común. Sin embargo, es una de esas figuras que guarda una relación personal con cada uno, con cada una. Muchas personas han referido la fuerte influencia que ha ejercido su obra sobre su mirada del mundo, sobre el horizonte de sus ideales e incluso en la toma de decisiones vocacionales. En mi caso, que he rumbeado hacia la filosofía, puedo afirmar, sin condescendencia, que ha marcado el despertar de mis primeras interrogaciones y me ha dado un impulso decisivo en el camino del pensamiento crítico. Cuando era chica, corría a buscar los chistes de la revista que venía con el diario del domingo y, por supuesto, me devoré uno tras otro los libritos de Mafalda.

Joaquín Salvador Lavado Tejón no fue sólo un humorista gráfico, sino un dibujante de realidades. Si bien su escenario principal es un mapa íntimo de la idiosincrasia argentina, su visión cala tan hondo en lo humano, que pronto su humor alcanzó a múltiples países de la región y del mundo y llegó a tener voz en los más diversos idiomas.

Hipercrítico, pero no necesariamente acusador, en sus tiras cómicas Quino retrató con agudeza el devenir de una época signada por efervescentes acontecimientos políticos, sociales y económicos, nacionales e internacionales, que, si bien fueron propios del siglo XX, sus repercusiones resuenan todavía hoy. En la piel de Mafalda, Quino supo proclamarse contra la hipocresía y contra el conformismo; puso en crisis los roles estereotipados del hombre y de la mujer; protestó contra organizaciones, gobiernos, partidos e instituciones corruptas; defendió con fervor los derechos humanos; denunció el escándalo de la guerra y se alzó con firmeza a favor de la paz y de la igualdad y hermandad humanas. Enalteció la libertad, aunque irónicamente Libertad, una de las amigas de Mafalda, fuera consciente de ser pequeñita…

Mafalda, su padre, su madre, su hermanito Guille y sus amigos Susanita, Libertad, Miguelito, Felipe y Manolito forman un universo cercano. Son personajes que se han emancipado y han cobrado vida propia en el imaginario popular, a tal punto que son ellos quienes parecen dibujar a su propio autor.

Mafalda, contundente, incisiva e incontestable; pero alegre, idealista y esperanzadora como sólo una niña puede serlo en un mundo tan complejo. Nacida un 29 de septiembre de 1964* (curiosa coincidencia, su autor murió casi en la misma fecha), hoy sería una mujer adulta, como yo. Me intriga saber qué habría sido de ella, si habría podido cumplir sus sueños, trabajar por la paz mundial; o si simplemente se habría conformado con lo dado, y tan sólo se habría resignado amargamente ante un mundo que persiste en ser injusto. Por suerte, siempre permanecerá niña y podrá seguir inspirando a nuevas generaciones. Muchas gracias, Quino.

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