EN BUSCA DE LA JUVENTUD PERDIDA: EL MITO Y EL CÓMIC

por | Jun 15, 2021 | 0 Comentarios

Por Javier Espino Martín

Desde adolescente he sentido una gran fascinación por los cómics de superhéroes. Que no piense nadie que ello se debe a la “opresión” del sistema capitalista que con su cultura de masas y consumista tenía a los pobres niños de mi generación sometidos a consignas ideológicas alienantes que buscan la supeditación del mundo libre a unos pocos opresores ricachones.

Aunque parece lo más evidente, no es por motivos de soflamas comunistoides por las que los niños,  (y digo niñ-o-s, y no “niños y niñas” porque ciertamente, las niñas no leían cómics de superhéroes), de mi generación sintieron una tremenda fascinación por los cómics; sino por otros motivos muy distintos que iré desarrollando en el presente escrito. 

Power of the atom.

Realmente, cuando era adolescente no me planteaba por qué me gustaban los cómics, cuál era su poder de atracción sobre mi psique. Hoy ya maduro, y con apenas pelo para cubrir mi sesera, le he dado muchas vueltas al asunto y después de varios análisis en forma de artículos y cursos de Educación Continua en la UNAM, he llegado a la conclusión de que el cómic de superhéroes despliega una “reinvención mítica” que se plasma a través de un lenguaje icónico-verbal, de gran significado artístico y metafórico.

Los superhéroes son la forma moderna de interpretar y presentar las antiguas divinidades y héroes paganos de las mitologías griegas, nórdicas, egipcias, etc.

Es innegable que el mito ha ejercido durante siglos una tremenda seducción y encanto entre los hombres de cualquier índole, y fue su atractivo tan poderoso que hasta la principal enemiga de los mitos paganos, la Iglesia Católica, después de una primera fase de persecución, acabó por integrarlos en su imaginario religioso, iconográfico y teológico. Con ello, llegó a esa explosión místico-sensorial del arte barroco en que sus principales promotores, los jesuitas, desarrollaron, en torno a la mitología, toda una educación moralista anti-protestante. 

Estatua de Zeus de Esmirna. Louvre.

Pero volvamos a los superhéroes, ¿por qué son míticos? ¿qué elementos los emparentan con el mito? Podríamos tipificar varios factores para ello:

  1. Los poderes sobrenaturales que muestran su superioridad frente a los humanos.
  2. El camuflaje o doble identidad que les permite moverse sin ser reconocidos en la sociedad de los hombres.
  3. La alegorización que representa conceptos abstractos ya sean de carácter natural, ya de carácter espiritual.
  4. Su colorido, plasticidad, y poder para formar y recrear figuras y escenas impactantes en nuestra imaginatio y en nuestra phantasia.

Estos cuatros aspectos básicos que se desarrollan en distintas vertientes son los motivos principales por los que encontramos una conexión entre los relatos y personajes míticos, y los superhéroes y narraciones superheroicas. 

Aunque pudiera tener algunos precedentes, el fenómeno del superhéroe nace en 1938, de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, con el personaje de Superman en el primer número de “Action Cómics”. Se trata de un héroe que, inicialmente, se enmarca en el formato de revistas pulp y tiene sus principales antecedentes en los personajes que se desenvuelven en las Detective stories.

No es Superman un producto directo de la temática ni de las revistas de ciencia ficción o fantasía; sino de sus hermanas las revistas de temática policíaca. Superman era una especie de detective forzudo (como aquellos “hércules” de circo que tanta divulgación tuvieron durante aquella época), que se dedicaba a “desfazer entuertos”, y  que derrotaba a gangsters y delincuentes, gracias a la fuerza de sus músculos de descomunal potencia, y a su capacidad acrobática de pegar saltos monumentales. 

Detective Comics. Portada 1939.

Pronto Superman se “mitologizó”, y las claves que le llevaron a ello se centran, en especial, en sus poderes, su traje vistoso y su doble identidad. Poco a poco se le fue viendo no como un hombre normal sino como un ser extraordinario: Una nueva divinidad pagana, que procedía del Olimpo propio del “horizonte de expectativas”(1) de la décadas de entre los 40 y 70 del siglo XX. Superman pertenece al horizonte del mundo espacial y extraterrestre. Y concretamente al planeta llamado Krypton, a muchas galaxias de distancia de nuestra Vía Láctea.  

Superman implicó el inicio de todo un mundo superheroico en que, prácticamente casi todos los héroes se emparentaban con los detectives y los ladrones de guante blanco de las citadas Detective stories: Los Batman, Hourman, Dr. Mid-Nite, Atom, Sandman, de aquella época eran detectives disfrazados. De hecho, el principal título de la colección en que, precisamente debutó Batman, y también “la casa” de otros de los superhéroes citados era Detective Cómics, de donde proceden las siglas de DC).

Adventure Comics. Superman.

Sólo el Dr. Fate o The Spectre mostraban un origen mixto al conjugar la magia arcana o el terror con los relatos de policías y ladrones. Aunque su origen explícito o denotativo eran las historias de bandas de maleantes callejeros, no obstante, en sus poderes extraordinarios, sus atuendos coloridos y sus dobles personalidades radicaba, en forma de “correlatos intencionales”, su posterior mitologización hacia una progresiva conversión en los nuevos dioses paganos de la modernidad, de ese capitalismo liberal tan denostado por la izquierda comunista. No en vano, ciertamente, estos héroes fueron empleados para plantar cara “cultural” al comunismo en plena Guerra Fría. Por ellos se llegó a conjugar el origen espacial de algunos con una posible invasión de los soviéticos, que, a modo de malévolos y taimados “extraterrestres”, vienen a invadir el mundo libre y democrático del mundo occidental. 

Son los superhéroes representantes de la democracia y del capitalismo liberal, sin ninguna duda y, en cierto modo, durante los años 40 y 50 sirvieron de propaganda para el american way of life. A diferencia de los antiguos héroes mitológicos, adalides de la elites guerreras, los superhéroes norteamericanos son iconos y símbolos de las clases medias que ascendieron con el capitalismo consumista del siglo XX. No obstante, a pesar de un cierto uso político e ideológico, es innegable que en ellos estaba un poder evocador, heroico, plástico y fascinador que les emparentaba con los antiguos héroes y dioses mitológicos. Poco a poco esos héroes-detectives, esos héroes-propaganda se volvieron dioses, semidioses y héroes de tragedia griega. Progresivamente, Superman se volvió un Zeus o un Apolo extraterrestre, Wonder Woman, una nueva y feminista Atenea, o Flash, un Mercurio de estética Pop. Quizás por su antigüedad y porque tuvieron más años para desarrollarse son los superhéroes de la DC Cómics los que absorbieron y asimilaron antes el espíritu paganizante de las mitologías de la Antigüedad, y se metamorfosearon en una suerte de rejuvenecimiento liberal-capitalista de aquellos evocadores “dioses olvidados”.

Liga de la justicia. Portada 1989.

Los héroes de la Marvel, su principal competidora, tardaron más en ese proceso, aunque, finalmente, lo lograron igual. Nacen los héroes de la Marvel con una impronta de competitividad con la DC. De modo muy sagaz, Stan Lee supo que el inicio del fracaso en un sistema de competencias es imitar al contrario sin aportar una marca o criterios de novedad. Por eso mismo, como buen editor que manejaba exquisitamente el marketing, lanza sus “héroes callejeros”: una suerte de hombres con problemas que, de forma azarosa, han ido adquiriendo sus poderes, lo cual no les ha quitado sus problemas cotidianos, sino que, al contrario, los han agravado enormemente. Unos héroes más cristianos que paganos. Les mueve, a pesar de sus preocupaciones personales, la “caridad” por el prójimo. Son hombres y mujeres “empoderados” que se entregan al mundo. Alejados de los perfectos, místicos, e idealizados héroes de la DC, los héroes de la Marvel se mueven por las calles o los rascacielos de Manhattan. Son problemáticos, irascibles, y pródigos en tormentos interiores. Ese es el inicio de Spiderman, Daredevil, Hulk o Los Cuatro Fantásticos

Hulk. Portada 1979.

Pero, ¿acaso estos héroes callejeros estaban alejados de la “mitologización”? Poco a poco, al igual que los de DC, sus semillas paganas irán desarrollándose hasta alcanzar su plenitud y potencialidad mítico-poética. De este modo, los primeros héroes de la nueva Marvel que fueron Los Cuatro Fantásticos son alegorías de los cuatro elementos empedócleos, que se identifican, no sólo en materia, sino en espíritu, con el agua-el hombre elástico, el aire-la chica invisible, el fuego-la antorcha y la tierra-la mole. De hecho, sus personalidades se alegorizan con cada elemento, así pues, Reed Richards tiene una mente flexible, sagaz e ingeniosa como el correoso y líquido elemento, Susan Storm su esposa, se muestra tierna y comprensiva como el soplo de una suave y sutil brisa, Johnny Storm, ardiente y pasional como el fuego devorador y expansivo, y Ben Grimm, iracundo pero noble como la rugosa y sólida tierra. 

Pero si Los Cuatro Fantásticos son alegorías, otros personajes de la Marvel no dejan de presentar sus semillas míticas como la capacidad totémica de Spiderman y sus enemigos (todos ellos tótems de animales como el escorpión, el pulpo, la mosca, etc), o la alegoría antitética de Daredevil, un cristiano católico que se viste de diablo para llevar el bien en las oscuras noches de la Cocina del “Infierno”; el Capitán América es un Hércules de la libertad y los valores democráticos estadounidenses. Y será justo en la Marvel donde ya se presente a las claras la figura de un dios real hecho superhéroe, como Thor, el asgardiano dios del trueno y de la lluvia, o el semidiós griego Hércules, su amigo y compañero que, a modo de Sancho acompaña al propio Thor-Quijote, en diversas aventuras, lo que supone el contrapunto bonachón y gracioso del solemne y presuntuoso hijo de Odín. Si, en una suerte de hipotexto icónico,  la DC encubre metonímicamente a los dioses de la Antigüedad, la Marvel los exterioriza sin pudor y, con ello, “superheroiza” la mitología clásica. 

Portada 1943.

Permítaseme a estas alturas una cita erudita de W.J. Schelling, uno de los filósofos románticos que mejor interpretó los dioses paganos:

30. La ley determinante de toda forma de los dioses es, por un lado, pura limitación y, por otro, el carácter absoluto indiviso. Pues ellos son las ideas intuidas realmente. Pero las cosas particulares no son en las ideas, sino que están verdadera o absolutamente divididas y sin ser verdaderamente uno, a saber, igualmente absolutas. Por consiguiente, la ley determinante del mundo de los dioses es también, de un lado, la separación o limitación y, de otro, el propio carácter absoluto.

Schelling, “Filosofía del arte”, p. 174.

Aquellos dioses de la Antigüedad se mueven entre la alegoría y el evemerismo(2), perfilan y delimitan el “infinito” de una realidad natural espiritualizada, y moralizada con los valores de la virtud, coraje, u honestidad; transfiguran el horizonte de expectativas mental y material de la época grecorromana; del mismo modo,  en los dioses superheroicos se encierra, se limita y se enmarca el “absoluto” de la realidad contemporánea: la sociedad capitalista, urbana, democrática, industrial, consumista, de la segunda mitad del siglo XX, con su valores éticos de la libertad, la ambición, el interés y la diligencia del trabajo. Valores clásicos grecorromanos frente a valores cristianos de corte calvinista. 

Adventure Comics. Portada 1939.

Los cómics de superhéroes no son infantiles, son adolescentes o pre-adolescentes, a lo sumo. De hecho, yo me apasioné con ellos a los once, doce y trece años. Y ello es porque la “moral mitémica” que los insufla resalta valores de un pathos idealizado basado en el dinamismo y la pureza de la eticidad juvenil: valentía, honor y libertad son códigos juveniles, no infantiles. Cuando entré en la universidad dejé los cómics. Quizás era el abandono de mi infancia y mi adolescencia, la que dejaba atrás, y con ellas, sus símbolos, los superhéroes, con los que me recreaba y me escapaba a mundos idealizados y maravillosos. La universidad supuso la vida real, la fase del esfuerzo para entrar al mundo adulto. Es como cuando el mito, sea pagano sea debidamente cristianizado, dio paso al racionalismo francés y al empirismo inglés que trajo una cruda realidad a la mente humana.

El hombre increíble.

Los mitos fueron denostados en la segunda mitad del XVII y prácticamente todo el XVIII por criterios cartesianos y sensistas. Los seguidores de Descartes, los Bacon, los Hume, los Voltaire y la propia Enciclopedia, o bien arremetieron contra ellos para presentarlos como fábulas y fantasías de una etapa primitiva del ser humano, o bien, “desmitologizándolos”, los utilizaron como herramientas para remarcar la racionalidad y experimentación de la ciencia.

De ese modo, yo me volví un racionalista radical, traumado por el mundo real de los estudios superiores. Y resulta paradójico, ya que estudié Filología Clásica, así que ese contacto con la mitología desde mis estudios podría haberme acercado a los superhéroes de nuevo, pero, ciertamente, no era consciente de ello y mi único objetivo era aprender y terminar las etapas de la carrera universitaria. De todas maneras, con todo el análisis exhaustivo que queramos hacer en la relación del superhéroe con el cómic, su verdadera unión surge de una conexión del espíritu con una suerte de reflexión intuitiva. 

Cuando termine la universidad y ya me instalé en el mundo laboral, de una forma u otra, me volvieron las ganas de leer cómics de superhéroes y, curiosamente, con una fuerza ascendente como nunca había visto. No se puede negar que en todo esto hay mucho de espíritu proustiano, quería recuperar mi propio olor y sabor de la magdalena, en las hojas de color sepia y en las imágenes coloridas de los superhéroes. Pero, cuando ese efecto proustiano fue pasando, dio paso a una etapa de profundización e interiorización de los motivos de por qué leía los cómics de superhéroes y, sin que la pasión nostálgica y sugestiva por aquellas figuras vistosas y majestuosas disminuyera, se le unió un afán crítico de estudiar el fenómeno superheroico en correspondencia con las teorías de la recepción y del evemerismo que ahora mismo sigo llevando a cabo.  De igual forma que me sucedió a mí, ocurrió con el propio mito, cuando la ola racionalizadora y empirista del siglo XVIII pasó, y llegó el XIX con su estética romántica y decadentista, que revigorizó y revitalizó el espiritualismo de los mitos paganos. Posteriormente, el siglo XX reutilizó el paganismo romántico, entremezclándolo con el racionalismo de las distintas ciencias, exactas y humanas. 

“En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Editorial Aliaza.

Las figuras mitémicas de los superhéroes, a modo de iconos paganizantes, se entremezclan con los inventos de la fisión nuclear (Superman), la física cuántica (The Atom), la química y la electricidad (Flash), la radiactividad (Spiderman, Hulk). Actualmente, el cómic superheroico se reconoce a sí mismo como un género mítico-lógico (mithoslogos), y acrecienta y exterioriza más que nunca su marco poético pagano a la vez que interioriza el cientificismo y la tecnologización vigentes. Con ellos, no podemos obviar que se está produciendo un fenómeno preocupante de “corrección política” en los superhéroes, de quererlos convertir en iconos de ideología de género, defensores de las minorías étnicas, o de los colectivos LGBTI, lo cual acabaría con su espíritu clasicista basados en la virtus homérica y la honorabilidad caballeresca. Por eso mismo, lectores de mi generación abandonan, más a menudo, los nuevos cómics por recuperar los clásicos, aunado al factor proustiano que siempre está presente.

Hay un cierto hegelianismo en todo esto, una “tesis” mitológica que se contrapone a una “antítesis” racionalista y a su vez a una “síntesis” romántica para dar pie a una nueva “tesis” que aúna el mito en una nueva forma de héroe mítico: el superhéroe, que conjuga todas las etapas anteriores de paganismo, racionalismo, y romanticismo. Igualmente, me encuentro yo en mi relación con el comic superheroico: una adolescencia paganizante con una juventud universitaria profundamente racionalista, una pre-madurez romántica que anhela recuperar los mitemas superheroicos y, por último, una madurez analítico-sentimental que conjuga mi pasión proustiana por los superhéroes con su estudio argumentativo y científico. 

Daredevil. Portada 1982.

Actualmente, el cómic de superhéroes regresa con fuerza en formatos como el cine, u otros medios audiovisuales como teleseries o videojuegos. La humanidad está cansada de su propia commoditas, y de alguna manera, se está neopaganizando, ya que ha perdido trascendencia religiosa y percibe que esos héroes guardan aquellos antiguos valores clásicos que, aunque perdidos, los desearía recuperar. “El superhéroe-dios olvidado” recrea y refuerza un ethos que fue, que ya no es, y que no sabemos si será…; ya no tengo muchas esperanzas de recuperar aquellos valores mítico-superheroicos; al menos, me queda, cada vez que leo cómics antiguos, que siento, durante unos instantes, el sabor evocador de una juventud perdida que ya no volverá, pero que la fascinación mito-poética de los superhéroes congela en una eternidad ficticia pero hermosa.  

(1) Este concepto junto con el de “correlatos intencionales” procede de las teorías de la Estética de la Recepción de Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser (recomiendo consultar estos autores en las entradas, en las que yo mismo he contribuido, del Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica, obra colectiva, coordinada por Fco García Jurado, Madrid, Guillermo Escolar, 2021).

(2)  El “evemerismo” es un concepto hermenéutico que procede de Hierá Anagrafé, la obra perdida del autor griego Evémero de Mesene (s. IV. a.C.), donde supone que los dioses fueron, en realidad, antiguos hombres caracterizados por notables y destacados actos (enérgetai) e inventos (heurétai), que el olvido los acabó divinizando. El evemerismo fue una potencial herramienta de interpretación de la mitología pagana en manos cristianas, racionalistas y empiristas. A partir del siglo XIX cambia de orientación y con la estética romántica y decadentista gira su enfoque y muestra que los dioses se camuflan entre hombres corrientes. Ese será, en buena medida, el marco en el que se moverán las dobles identidades de los superhéroes norteamericanos (véase mi entrada de “evemerismo” en el citado Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica).

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