El joven Heidegger en 1922, y la gestación de una propuesta ontológica
Por Raúl González Lima
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El año 1922 habría de ser uno muy importante para el joven profesor de filosofía, Martin Heidegger (1889-1976). A sus 32-33 años, Heidegger daría dos pasos trascendentes en su carrera profesional: solicitar una plaza como profesor titular en la Universidad de Marburgo, e iniciar los escarceos de su obra magna: Sein und Zeit (Ser y tiempo).
En 1922, Heidegger se encontraba terminando sus años de formación como docente. Alemania sufría los estragos económicos y políticos por su derrota en la Gran Guerra. En noviembre de 1918, habían transcurrido tres acontecimientos importantes para la vida del pueblo alemán: (i) la abdicación del káiser Guillermo II el 18 de noviembre de 1914, (ii) la proclamación de la República de Weimar, y (iii) el armisticio que puso fin a la más terrible guerra jamás conocida hasta entonces por la humanidad: la Primera Guerra Mundial, conocida entonces como la Gran Guerra. El día de su abdicación, el káiser Guillermo II, tras la derrota de su país en la Guerra, afirmaba con pesadumbre: “todas las instalaciones se han derrumbado; sólo dos instituciones quedan en pie; la Iglesia que es luz y la masonería que es sombra”.
La Gran Guerra, entre las principales potencias europeas, había durado cuatro años, causando la muerte de 17 millones de soldados y civiles, debido al uso de novedosas armas químicas, como el gas asfixiante, modernas ametralladoras y tanques de guerra. En 1919, se firmó el Tratado de paz de Versalles entre Alemania y las potencias aliadas, con el cual se finalizaba la Primera Guerra Mundial. Este tratado sería causa de rencores entre los alemanes, y generaría, entre otras consecuencias, una segunda guerra mundial en 1939. En 1920, se constituyó la Sociedad de las Naciones, integrada principalmente por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. La Sociedad de Naciones fue creada por el Tratado de Versalles, y proponía establecer las bases para la paz y las relaciones internacionales.
En el ámbito cultural alemán, en 1922 Reiner Maria Rilke concluía sus últimos poemas: Sonetos a Orfeo y Elegías del Duino. Oswald Spengler concluía la publicación de su obra histórica, La decadencia de Occidente. F. W. Murnau adaptaba al cine la historia de Drácula de Bram Stoker, en su película Nosferatu. Edith Stein, la primera doctora en filosofía en Alemania, y la futura Santa Teresa Benedicta de la Cruz, era bautizada en la fe católica. Carl Schmitt publicaba su Teología política. György Lukács publicaba su obra Historia y conciencia de clase. El año anterior, en 1921, Franz Rosenzweig había publicado su obra, La estrella de la redención; por su parte, Edith Stein se había convertido al catolicismo después de leer la vida de Santa Teresa de Ávila; Ludwig Witggenstein había publicado el Tractatus Logico-Philossophicus; y Max Scheler, todavía como pensador católico, había publicado su ensayo De lo eterno en el hombre.

Universidad de Friburgo.
Es durante la República de Weimar (1919-1933), y hasta 1934, cuando se inicia el exilio de grandes pensadores, literatos, artistas y científicos alemanes, entre otros: Albert Einstein, Thomas Mann, Bertolt Brecht, Bruno Walter, Werner Jaeger, Paul Tilich, Ernst Cassirer, Hannah Arendt, Theodor Adorno, y Max Horkheimer. No sin antes, haber marcado toda una época en la cultura alemana. Como lo habría de referir Peter Gay en su obra, La cultura de Weimar, “el entusiasmo que caracterizó a la cultura de Weimar fue, en parte, producto de la exuberante creatividad y del experimentalismo, aunque no exento de ansiedad, de temor y de una creciente sensación de fatalismo.”
Es en este ambiente de turbulencia económica e intelectual donde encontramos a Martin Heidegger, a cargo de una familia integrada por su esposa Elfride, con quien se había casado en 1917, y sus dos hijos. Recientemente, Heidegger se había alejado de la fe católica, en la cual fue educado y formado. En agosto de 1922, los Heidegger estrenarían su casa de campo en Todtnauberg, en la Selva Negra, a 25 kilómetros de Friburgo. Pero el año de 1922 sería de importancia relevante para Heidegger y su trayectoria posterior con motivo de la preparación de una pequeña obra titulada Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Indicación de la situación hermenéutica, la cual tenía como principal propósito, servir como carta de presentación de Heidegger como aspirante a profesor titular en la Universidad de Marburgo, para la enseñanza de Aristóteles y la filosofía medieval, y como representante de la fenomenología, por haber sido asistente de Husserl. El texto, de unas 50 cuartillas, escrito a máquina, fue solicitado como proyecto de investigación por Paul Nartop, neokantiano y antiguo profesor de Ortega y Gasset y Hartmann, para poder evaluar su candidatura en esa Universidad. Por esta razón, a esta obra que fue concluida por Heidegger en tres semanas en octubre de 1922, también se le conoce como Informe Nartop.
Heidegger ya era profesor de filosofía en la Universidad de Friburgo. Precisamente, en 1922, su curso de verano en Friburgo, llevó por título Interpretación fenomenológica de tratados escogidos de Aristóteles acerca de ontología y lógica, GA 62 (obra publicada en 2005 como parte de las obras completas o Gesamtausgabe de Heidegger), y que incluye el Informe Nartop, el cual fue enviado por Heidegger a la Universidad de Marburgo y a la Universidad de Gotinga, a fin de conseguir el nombramiento de profesor titular de filosofía en alguna de estas dos universidades. Finalmente, fue la Universidad de Marburgo, a través de Paul Nartop, la que seleccionó a Heidegger. Cabe mencionar que el Informe Nartop estuvo perdido durante más de 65 años hasta que finalmente fue encontrado en los papeles póstumos de Joseph König, un discípulo de Georg Misch en la Universidad de Gotinga, a quien Heidegger también había enviado una copia del Informe Nartop. El feliz hallazgo se logró en 1989, después de una ardua investigación y verificación a propósito de la publicación de las obras completas de Martin Heidegger.
Heidegger, quien formaba parte de una generación de filósofos alemanes que buscaba dar un nuevo sentido a la filosofía, ya era profesor en la Universidad de Friburgo desde 1919, y su último curso en esa Universidad, antes de iniciar en la Universidad de Marburgo, fue en 1923. Para ese entonces, Heidegger ya había realizado ciertas investigaciones académicas y era buen conocedor de: la teoría del conocimiento del neokantismo, la tradición teológica cristiana, los fundamentos de las principales corrientes vitalistas, la hermenéutica de Dilthey, la filosofía práctica de Aristóteles y, sobre todo, la fenomenología de Husserl. De igual manera, el ámbito cultural alemán de posguerra, así como las manifestaciones artísticas del expresionismo alemán, no le eran ajenos al joven Heidegger. Pensadores y escritores como Thomas Mann, Berthold Brecht, Stefan George, Reiner Maria Rilke, Oswald Spengler, Georg Lukács, Karl Jaspers, Rudolf Karl Bultmann, Karl Barth y Max Scheler, habrían de haber llamado la atención e interés del joven profesor de la Universidad de Friburgo, en mayor o menor medida.

La vida misma, en su experiencia misma, en su sórdida inmediatez, en su aparente vacío de valores, se ofrece como caldo de cultivo para desarrollar nuevas respuestas a preguntas olvidadas o soslayadas. En este sentido, Heidegger comienza a entrever dos vertientes de “acción” filosófica: la primera, el análisis de la historia de la metafísica como una suerte de desmontaje crítico; la segunda, la transformación del método fenomenológico de Husserl mediante la hermenéutica. Esta doble motivación en torno a la vida misma, que se presenta en su inmediatez como existencia humana; no la de “los demás” o la del género humano, sino la de cada uno de nosotros en concreto; no como mera abstracción, sino como la más radical facticidad. Un hilo conductor fundamental, o mapa conceptual en el cual pueda concebirse el fenómeno de la existencia humana, así como el desarrollo y la interpretación de las distintas modalidades que esta existencia puede asumir en un horizonte determinado. He aquí lo que comienza a perfilar el joven e inquieto profesor de filosofía de Friburgo. Nada más, y nada menos.
Al preguntarse por la vida misma, en la que la existencia humana es parte primordial de la misma, Heidegger se encuentra nuevamente con la pregunta por el (sentido del) ser en general. Pregunta que ha estado presente en la historia de la metafísica (ontología) de manera expresa, implícita, subyacente, soterrada, obviada, latente, inquisidora, manifiesta, presupuesta, pasada por alto, y/o dejada de lado. Pero en 1922, ya asoma en Heidegger el propósito y la vehemencia para hacer de esta pregunta por el (sentido del) ser, no solo el “leitmotiv” de su ontología fenomenológica y hermenéutica que habría de proponer en su célebre obra Ser y Tiempo de 1927, sino la principal preocupación filosófica de toda su obra posterior.
En 1922, Heidegger habría de ser aceptado como profesor titular de filosofía en la Universidad de Marburgo, y sus lecciones en esa Universidad de 1924 a 1927 habrían de girar en torno al tema principal de Ser y tiempo. Por su parte, su actividad docente y las lecciones en la Universidad de Friburgo entre 1919 y 1923 representaron una suerte de reactivo para su gran proyecto. El propio Heidegger lo mencionaría como un pie de página de Ser y tiempo: “El autor debe advertir que desde el semestre de invierno de 1919-20 expuso repetidamente en sus cursos el análisis del mundo circundante y en general la ‘hermenéutica de la facticidad’ del ‘ser ahí’.” El puesto de profesor titular en Marburgo le permitiría a Heidegger contar con un mejor sueldo y posicionamiento académico, contando con el apoyo de dos reconocidos pensadores alemanes: Husserl y Jaspers.
El ´ser ahí’, o Dasein, o existencia humana (vida humana), que en cada caso es la propia, la de cada uno, es una suerte de filtro, a través de cuyo análisis y estudio como ente, puede emprenderse la pregunta por (el sentido) del ser en general, debido a que, a este ente, en sus estructuras constitutivas, le va la comprensión de su propio ser. El ser como problema sólo puede ser planteado por el ente mismo que se cuestiona su existencia en un mundo fáctico, en donde interactúa con distintos entes, incluyendo la coexistencia con otros entes semejantes a su vida misma. He aquí el hilo conductor que comienza a surgir de sus investigaciones y lecciones en Friburgo, y posteriormente en Marburgo.
El tránsito de Heidegger desde la noción filosófica de la vida humana (1919) hasta la analítica existencial del ser-en-el-mundo en Ser y tiempo (1927), pasa por los esfuerzos metodológicos para fundamentar una ontología fenomenológica con visos de hermenéutica de la facticidad. En sus distintas líneas de investigación, Heidegger se confronta con el método fenomenológico de su maestro Husserl, lleva a cabo exégesis de la tradición teológica cristiana, y se aventura en una interpretación ontológica de la filosofía práctica de Aristóteles. El punto de partida, en cualquier caso, es para Heidegger el Dasein, el “ser ahí” humano, como objeto de investigación filosófica, en tanto que se le interroga acerca de su carácter ontológico. Así lo asume en el Informe Nartop de 1922. Así emerge el hilo conductor de los próximos desarrollos de Martin Heidegger en torno a la pregunta por (el sentido) del ser en general. Como bien lo resume Jesús Adrián Escudero en su prólogo al Informe Nartop: “… el ser sólo puede ser abordado a través del Dasein humano, esto es, la pregunta por el ser del Dasein posibilita en primera instancia la pregunta por el sentido del ser en general…”

Algunos fragmentos del Informe Nartop, que podrían resultar motivo de mayor análisis y polémica, y que ilustran la emergencia del hilo conductor que habrá de seguir el programa de investigación ontológica de Heidegger en sus cursos y trabajos, cuando menos hasta 1929, se presentan a continuación, para conocer de “viva voz”(traducida al castellano), el estilo de disertación filosófica del joven Heidegger en 1922, así como algunos de sus esbozos sobre la filosofía, la vida fáctica (humana), la fenomenología y la hermenéutica, en su etapa inicial como filósofo. Estos fragmentos pueden resultar también de especial interés para quien ha leído, o releído, o pretende leer por primera vez Ser y tiempo.
“… la inquietud por la existencia no modifica para nada la condición fáctica en la que en cada ocasión se encuentra la vida. En cambio, lo que sí se modifica es el tipo de actividad de la vida…”
“La filosofía trata el problema del ser de la vida fáctica. Desde este punto de vista, la filosofía es ontología fundamental, de tal manera que las ontologías regionales, determinadas individualmente de forma mundana, reciben de la ontología de la facticidad el fundamento y el sentido de sus problemas.”
“… La estructura objetiva que caracteriza a algo como fenómeno, la intencionalidad plena (el estar referido a, el horizonte de referencia como tal, el acto de referirse a, el despliegue temporal de este acto, la custodia de ese despliegue temporal), no es otra cosa que la del objeto que tiene el carácter ontológico de la vida fáctica.”
“…A causa de su propensión a la caída, la vida fáctica vive en la mayoría de los casos en lo impropio: es decir, en lo que está consagrado por el uso, en lo que le viene impuesto y en aquello de lo que se apropia de forma habitual y corriente.”
“La filosofía que se practica hoy en día se mueve, en gran parte y de manera impropia, en el terreno de la conceptualidad griega, a saber, en el terreno de una conceptualidad que se ha transmitido a través de una cadena de interpretaciones heterogéneas. Los conceptos fundamentales han perdido sus funciones expresivas originarias, ya que siguen el patrón de determinadas regiones de la experiencia objetiva.”
“… Cuando en la situación presente la filosofía determina la idea del hombre, los ideales de la vida y las representaciones ontológicas de la vida humana, sigue discurriendo por los derroteros de aquellas experiencias fundamentales desarrolladas por la ética griega y, sobre todo, por la idea cristiana del hombre y de la existencia humana. También las tendencias anti-griegas y anti-cristianas siguen siendo fundamentalmente fieles a las mismas perspectivas y a los mismos criterios de interpretación”.
“La hermenéutica… cumple su tarea sólo a través de la destrucción.”

¿Y qué con Aristóteles en el Informe Nartop de Heidegger? Pues resulta que el gran maestro griego había estado presente de una manera o de otra en los inicios de Heidegger como pensador ontológico. Su confrontación temprana con la obra de Franz Brentano, Sobre los múltiples sentidos del ser en Aristóteles, publicada en 1862, bien puede ser considerada como el punto de partida con respecto a su pre-ocupación por la pregunta por el (sentido del) ser en general, y a su ocupación con respecto a la filosofía aristotélica. En sus cursos de Friburgo, de 1919 a 2023, Heidegger mostraba ya un interés especial por Aristóteles. Así, podemos citar: un seminario práctico en el verano de 1921 sobre el De Anima; el seminario de invierno de 1921-1922 sobre la Física; y en el semestre de verano de 1922, dos cursos, uno sobre pasajes escogidos de la ontología y la lógica de Aristóteles, y otro sobre la Ética a Nicómaco; y en el semestre de invierno de 1922-1923, un seminario acerca de los libros IV y V de la Física.
El Informe Nartop habría de reflejar la intensa y reciente confrontación de Heidegger con Aristóteles. De este modo, en el Informe Nartop, Heidegger se ocupa del libro VI de la Ética a Nicómaco, del libro II de De Anima, de los libros I (1-2) y VII-IX de la Metafísica, y del libro I (8) de la Física, que habrían de influir en su pensamiento fenomenológico y hermenéutico que ya se encontraba en proceso de maduración en la segunda mitad de 1922. Este primer contacto con Aristóteles, y las interpretaciones iniciales que hace Heidegger de El Filósofo, tendrán alguna conexión, en conjunto con los cursos de Marburgo a partir de 1924, con el replanteamiento del problema del (sentido del) ser a través del “ser ahí”. Aristóteles se mantendrá latente en la obra futura de Heidegger en temas como el problema de la verdad, el problema del “sujeto”, y el problema de la temporalidad.
A manera de ejemplo de las interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles que se incluyen en el Informe Nartop, procedemos a enunciar brevemente las virtudes dianoéticas de la Ética a Nicómaco (1139b15-18): (i) el proceder técnico-productivo [téchne]; (ii) la determinación que observa, discute y demuestra [epistéme]; (iii) la circunspección propia de la solicitud [phrónesis]; (iv) la comprensión propiamente intuitiva [sofía]; y (v) el inteligir puro [nous]. Y ahora, pasamos a considerar cierto lenguaje que sería utilizado en Ser y tiempo, y que el joven Heidegger equipara con las tres formas de conocimiento aristotélicas (la téchne, la epistéme y la phrónesis) y sus respectivos modos de comportamiento (la poíesis, la theoría y la prâxis), al considerar que estos conceptos conjugan, de alguna manera, los tres modos fundamentales del cuidado, o la cura, del Dasein: la actividad productiva y el uso de los utensilios a nuestro alcance (ser-a-la-mano), el conocimiento teórico (ser-a-la-vista) y la acción orientada hacia los otros (solicitud) y hacia uno mismo (cuidado de sí, cura del “ser ahí”), siendo la prâxis la estructura ontológica fundamental.
Finalmente, el 12 de diciembre de 1922, prácticamente hace cien años, el Ministerio de Educación de Berlín comunicaba que la Facultad de Filosofía de la Universidad de Marburgo había decidido nombrar al candidato doctor Martin Heidegger para cubrir la vacante del catedrático Nicolai Hartmann como profesor principal de filosofía. Heidegger se trasladaría a Marburgo en 1923, e iniciaría su fructífera trayectoria académica en esa Universidad en el semestre de invierno de 1923-1924. Pero, sobre todo, el joven Heidegger veía emerger su primera propuesta ontológica a partir del análisis fenomenológico y hermenéutico de la existencia fáctica del Dasein o “ser ahí”.