El hábito no hace al monje, pero el vestuario hace al personaje: conversación con Camilla Giommarini

El hábito no hace al monje, pero el vestuario hace al personaje: conversación con Camilla Giommarini

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Hace ocho años llegué a Roma para hacer un intercambio en la universidad. Era 2013, tenía 21 años y no sabía que aquel año sería muy importante en mi vida, no solamente por los acontecimientos que viví, sino sobre todo por las amistades que hice. Me acuerdo de la primera tarde en Roma, aquel alojamiento detrás del Pantheon, un edificio en el que se encontraban las monjas benedictinas y el partido radical comunista. Esto solamente podía ocurrir en la Ciudad Eterna. Aquella tarde, en la cocina, conocí a cuatro chicas, que hasta ahora son queridas amigas.

Pero no quiero hablar de mí, sino de ella, de Camilla Giommarini. Aquel día hemos hablado de tantas cosas y los días siguientes la observé trabajar. Camilla colocaba dos mesas juntas, extendía las telas y diseñaba. Ella estudiaba en la Accademia di Costumi e Moda.

Camilla G. trabajando.

Recuerdo especialmente uno de sus proyectos. Los estudiantes debían diseñar un vestuario basado en una fábula. Después lo mostrarían en una pasarela y fiesta en un teatro cerca del Largo Argentina.

Observé a Camilla trabajar muchas noches. Terminábamos de cenar, y mientras hablábamos, Camilla diseñaba el vestuario de Piel de asno. Fueron días espléndidos, incluso cuando el vino que bebíamos costaba solamente un euro.

El gran día llegó. Los estudiantes mostraban sus diseños en la pasarela, y Camila, con aquel vestido marrón, era verdaderamente Piel de asno. Aquella noche mi amiga desapareció y, en su lugar, la pequeña princesa de la fábula de Perrault caminaba, bailaba y reía. Aquel día fui testigo de los primeros pasos de Camilla en el mundo del vestuario.

Los años pasaron y con estos también nuevos proyectos. Uno muy importante fue su participación como vestuarista para Corti ma lirici. Un proyecto de jóvenes artistas: músicos del conservatorio de Santa Cecilia, libretistas, compositores, diseñadores escenográficos y vestuaristas. Corti ma lirici fue presentado en el Teatro Eliseo de Roma e incluso la revista Vogue escribió un artículo sobre los maravillosos vestuarios. 

Detrás de cámaras “Corti ma Lirici”.

Camilla ha participado en diversos cortometrajes como vestuarista y maquillista. No solamente el vestuario es importante, sino que también el maquillaje ayuda a la transformación del personaje. Por ejemplo, el magnífico maquillaje japonés que hizo para la ópera de Madame Butterfly de Puccini. 

Para crear los vestuarios y maquillaje perfecto para los personajes, Camilla debe hacer una investigación minuciosa de la época, los vestidos, las telas y los colores utilizados. Un vestido representa un tiempo específico, una condición histórica y cultural, en definitiva toda una visión del mundo (Weltanschauung). Ella es como una arqueóloga de la moda. Después de la investigación, comienza la imaginación, porque detrás de cada vestuario se encuentra el espíritu creativo de la diseñadora.

Ciertamente la actuación de los actores es fundamental para dar vida a un personaje, pero el vestuario muestra aquello que el personaje calla, detalles implícitos que se convierten en factores indispensables.

El hábito no hace siempre al monje, pero un buen vestuario acentúa al personaje y lo vuelve memorable para el imaginario colectivo. Por ejemplo, todos recordamos las camisas y pantalones blancos, con botas negras, los sombreros de copa y bastones que aparecen en Naranja mecánica de Stanley Kubrick; o la capa negra y el maquillaje blanquísimo que resalta la figura de la muerte en El séptimo sello de Igmar Bergman.

El vestuario no solamente cubre una función estética, también interpreta una nueva realidad porque crea un símbolo cultural que después nos ayuda a asociar ciertos elementos de nuestro mundo, de tal manera que el vestuario de un personaje se convierta en una idea que ya no es ficticia, sino real. Solamente por mencionar algún ejemplo: la gabardina sobre un buen traje y un sombrero de ala ancha nos hace imaginar a un mafioso.

Madame Butterfly. Maquillaje y foto: Camilla Giommarini

En mi conversación con Camilla aprendí que ella no es solamente una creadora de personajes e investigadora de la historia del vestuario, ella es una artista emprendedora con su negocio de joyería en Etsy llamado: The Last Key.

¿Cuándo comenzaste a interesarte por la moda y el vestuario?

De pequeña construía siempre cosas con mis manos y quería saber de qué y cómo estaban hechas las cosas. Recuerdo un día que mis padres me regalaron una muñeca, y yo la desnudé porque quería saber cómo la habían hecho. Incluso con el maquillaje. Siempre fui una niña curiosa. A veces mientras veía alguna película de Disney, pensaba que los vestidos no eran así en realidad, entonces comenzaba a buscar en los libros de arte que teníamos en casa y comparaba los vestidos. En verdad muchas veces eran completamente diferentes de la época. Desde pequeña sabía que quería dedicarme a la moda, pero en aquel momento no sabía que existían los vestuaristas. Incluso jugaba a diseñar. Quería ser vestuarista, sin saber que quería ser vestuarista.

Entonces ¿hay alguna diferencia entre un diseñador de moda y un vestuarista? 

Hay similitudes, pero también grandes diferencias. Hay casas de modas o diseñadores que a veces crean un vestido que aparece en una película  y en ese instante aquel vestido se convierte en un vestuario, pero esto no sucede siempre. Un ejemplo es el icónico vestido negro que lleva Audrey Hepburn en la película Desayuno en Tiffany y que es un diseño de Givenchy. Otro vestido famoso, también negro, lo usó Anita Ekberg en la escena de la Fuente de Trevi de la Dolce vita. El vestido es un diseño de Piero Gherardi. Pero el mundo de la moda es diferente al mundo del vestuario. El vestuarista construye un personaje, no viste a las personas. Aunque estudié diseño de moda, el mundo de la moda no es para mí porque es una locura, casi no se duerme y sobre todo porque me gusta crear personajes. Cuando miro un cuadro, observo especialmente los vestidos, siento que estoy dentro del cuadro y puedo reconocer la técnica, los materiales y los colores. Me gusta pensar que soy una artesana arqueóloga apasionada del vestuario.

Tiempo de maquillaje. Foto: Camilla Giommarini.

¿Has observado algún cambio de la moda con la pandemia?

Claro, la pandemia ha cambiado muchas cosas. Se prefiere aquello que es práctico y cómodo. En estos tiempos, a veces no nos maquillamos ni tampoco queremos vestirnos, porque ¿quién me ve en casa? Si acaso nos cambiamos la blusa para las videoconferencias. Aquí hay un problema, porque no nos debemos de vestir para los otros, no nos debemos vestir solamente porque los demás nos mirarán en la calle. Quién me ve en casa, nos podemos preguntar, primero que nada me veo yo y después mi familia. Pero me quiero ver bien para mí misma. Me pongo las cosas y me maquillo porque me gusta. Vestirse y maquillarse –aunque permanezcamos en casa- ayuda mucho psicológicamente. Cuando me quedo con la misma ropa, las ganas desaparecen y después es más difícil encontrar la motivación para sentirnos bien con nosotros mismos.

Tienes razón. Camilla, cambiando un poco el tema, qué piensas de la moda contemporánea. No de la alta costura y los diseñadores famosos, ¿qué piensas de la moda industrial?

Bien, la moda industrial es un signo de la democracia y la igualdad. Todos queremos vestirnos bien y sentirnos guapas, incluso si no nos podemos permitir un vestido de Prada, una bolsa de Chanel o unos zapatos de Ferragamo. Ciertamente, también debemos prestar atención a la ecología, la calidad de los productos y a los salarios justos para los trabajadores. También debemos reflexionar que la moda se orienta hacia aquello que le gusta a los otros, pero no debemos olvidarnos de nuestro propio gusto. El problema es que la publicidad nos dice todo el tiempo lo que debe gustarnos. Ahora muchos visten igual. ¿Por qué? ¿Porque les gusta? A veces no. Nos vestimos iguales porque la industria y la publicidad nos han dicho qué es bello y que a todos les gustará en este mes, aunque quizá el siguiente mes esa moda será horrorosa.

En la Academia éramos 40 personas, todas llevábamos los mismos aretes, claro que eran bonitos, pero ¿los usábamos porque realmente nos gustaban? Si quieres comprar los aretes de HM está bien si tienes un motivo, si te recuerdan algo o te gusta el color, el estilo etc. Es muy diferente elegir  cuando algo te gusta –incluso si está pasado de moda- porque en verdad te gusta a ti, a que otro, un desconocido, te haga pensar que te gusta solamente porque todos lo usan.

En verdad, si un vestido te gusta no debe tener fecha de caducidad. Algo estéticamente bello tiende a ser atemporal. También tenemos una relación con los objetos y cuentan historias, qué se yo, un bolso que nos haya dado nuestra madre en un momento especial. Cuando miro tus joyas, pienso que cuentan una historia y que son muy originales, no los he visto en ninguna otra parte.

Gracias. Sí, he intentado crear lo que quería usar, pero no encontraba. Entonces, si no existían, los tenía que crear. Los seres humanos respondemos a una necesidad de belleza, que no tiene temporalidad ni espacio. Las joyas deben tener un significado, representan la belleza, pero también un símbolo en el momento en que los usas. No son solamente bellos, sino que tienen un significado. Las piedras, los colores, las formas, todo quiere decir algo. Hablan de sí mismos y de la personalidad de su propietario y por eso una joya particular te puede llamar personalmente. Cuando alguien me compra una joya, también le envío un mensaje personalizado. Mis joyas son artesanales, hechas a mano y únicas, incluso si hay algunos semejantes, en verdad son únicos, porque yo no soy una máquina que produce todo en serie, sino una artesana. Incluir una pequeña biografía o un aforismo que acompaña a la joya es un detalle que nos hace sentir únicos y felices.

Para terminar, por curiosidad, ¿por qué llamaste a tu línea de joyas The Last Key?

Las llaves son un símbolo muy importante en mi vida. Siempre hay puertas que debes abrir para poder continuar. Las llaves son el instrumento para abrir las puertas cerradas e ir más allá, a no rendirse nunca porque todo tiene remedio, excepto la muerte. Solamente de la muerte no se regresa, al menos por hoy, no tenemos la limitante de la muerte porque estamos vivos. Si no hubieran altibajos, significaría que no estás vivo y si la vida fuera siempre fácil y sin sobresaltos se llamaría coma. La última llave es una invitación a no dar nada por sentado y a la aventura de vivir.

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