Temporada de huracanes
Fernanda Melchor
Penguin Random House, 2017
Tras la publicación de “Páradais”, también vale la pena recordar “Temporada de huracanes”.
Imposible deslindar, en este caso, el compromiso político de la experiencia estética: sexismo, homofobia, depravación… no es una novela para el regocijo, aunque lo lingüístico resulta insoslayable. ¡Qué dominio de las groserías tiene Fernanda Melchor! Es difícil compaginar así el sonido de la lengua viva y la técnica literaria.
El eje narrativo es un asesinato: el cadáver de la Bruja hallado en un canal. Es el ojo del huracán. A partir de un solo hecho violento, como desenredando una madeja, Fernanda Melchor desnuda toda la violencia circundante. Toda. Sin pelos en la lengua. La trama se sitúa en un pueblo llamado La Matosa, y también el tiempo en la novela se experimenta de un modo circundante o en espiral: cada capítulo narra el mismo lapso previo al asesinato, pero desde la perspectiva de un personaje distinto.
Los personajes son la Bruja, una niña de trece años embarazada, una mujer a la que apodan la Lagarta, un muchacho homosexual de dientes chuecos, un señor que quedó cojo en un accidente de tránsito, en el que conducía ebrio, y después del cual se hizo más borracho; una prostituta apodada Chabela, y un muchacho que perseguía en todo momento la aprobación de sus amigos, cuya madre es un fiel trasunto de la lamentable y frecuente religiosidad ignorante de nuestro país.
No es, sin embargo, una narradora o narrador en primera persona. Es una narradora fluida que amalgama pensamientos, diálogos, descripciones, creencias, reacciones y de más en una trepidante sucesión de comas que, a ratos, tropiezan con puntos. La narración es un torrente veloz y terebrante.
El premio a la parte más difícil de leer se lo lleva un pasaje de abuso sexual hacia una menor. Leerlo me costó al menos dos días de andar malencarado y con un fuerte sentimiento de decepción ante la vida. No me refiero a ‘difícil’ en el sentido de que esté mal escrito. La narración no tiene fallas. ‘Difícil’ en el sentido de que se necesita hígado para digerirlo.
Me entristece decir que la novela en verdad relata vidas de muchos mexicanos, personas que viven en pueblos similares a La Matosa o también en zonas urbanas o conurbadas. Es uno de los epígrafes, cortesía de Ibargüengoitia: «Algunos de los acontecimientos que aquí se narran son reales. Todos los personajes son imaginarios».
Por lo mismo, el año de su publicación, 2017, la novela fue pertinente. Este año lo sigue siendo, y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Urge hacernos cargo de esa violencia enfermiza incoada en nuestra sociedad. Ojalá las cosas no fueran como las narra Melchor.
Por Alberto Domínguez Horner
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