Primum non nocere

por | Oct 21, 2021 | 0 Comentarios

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Toda Persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; … así como la libertad de manifestar su religión o creencia individual y colectivamente, tanto en público como en privado por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.”

Declaración Universal de los Derechos Humanos. Artículo 18.

El pasado domingo 3 de octubre, junto con miles de personas (definitivamente más 100 mil y no los 9 mil que cobardemente mal informan algunos medios), salí a la calle para manifestar mi preocupación por las recientes decisiones de la Suprema Corte de Justicia referentes al aborto y a la objeción de conciencia. 

No pretendo parecer ni presentarme en absoluto como experta en materia legal, pero sí quiero compartir mi humilde opinión sobre lo que sí me atañe; mi pasión, mi vocación, mi profesión: la medicina. 

Hoy, mi México querido, se ha convertido en un lugar que cuesta trabajo concebir. Se ha convertido en un país que criminaliza a los médicos, desconfía de ellos y en varios casos hasta los asesina. Pero, eso sí, en lo referente a la salud, pone su confianza en políticos, jueces y medios de comunicación. A mi parecer, la salud es de lo más preciado que tenemos y que muchas veces damos por hecho.  

Hoy, vivo en un México que agrede física, verbal y psicológicamente a sus médicos por supuestos absurdos como el robo de líquido de las rodillas, por chips de rastreo en las vacunas, por la transmisión del virus de SARS COV -2 y, últimamente, por exigir el respeto a su objeción de conciencia. 

En esta ocasión quisiera exponer algunas consideraciones que no se han tratado hasta ahora.

Marcha por la vida CDMX. Cortesía: Irene González.

La objeción de conciencia es una libertad fundamental y no un capricho de los médicos o personal de salud. Como médicos, comprendemos las necesidades específicas y compartimos las preocupaciones concretas de cada paciente de modo mucho más cercano y científico y, sin duda, mucho mejor que los legisladores, jueces, medios y personas desinformadas. Considero sensato que la sociedad pueda confiar en nuestro criterio, como médicos, como profesionales, y más cuando este criterio viene respaldado por años de estudio, experiencia e integridad. Los médicos no tenemos clientes, tenemos pacientes y velamos por su salud. No tenemos por qué satisfacer sus “deseos” cuando corre peligro su salud y su vida.

La fidelidad de cada médico a su lex artis, que integra tanto lo ético como lo técnico, es garantía de la calidad de la atención ofrecida y es frente a ella que puede ser juzgado cuando no cumpla con sus responsabilidades y obligaciones. 

Cuando ejercemos la objeción de conciencia, no lo hacemos porque busquemos un capricho o una ventaja personal. Lo hacemos como objetores porque consideramos que se encuentra en juego el bien de cada paciente, su integridad y el bien común de la sociedad. En conciencia objetamos cuando algo afecta la salud del paciente con base en criterios científicos y éticos, cuando se pone en peligro la vida o salud de otra persona, y sobre todo porque hicimos el juramento de “primero no dañar” primum non nocere y proteger la vida: el juramento hipocrático.

El desconocimiento de lo que motiva a los objetores de conciencia, así como la caricaturización acerca de sus finalidades, ha contribuido a la errónea idea y percepción de la objeción de conciencia como un “capricho”, y ocasiona una ceguera social ante el verdadero problema que estamos dejando en manos de legisladores, jueces, políticos, medios de comunicación e intereses comerciales: nuestra SALUD individual y como sociedad. 

En temas de salud los médicos somos expertos y cuando personas sin conocimientos y con opiniones desinformadas tratan temas relacionados con la salud se legislan y resuelven barbaridades y aberraciones. Debemos trabajar en conjunto.

Como médico profesional a mi también me interesa que se sancione a los malos médicos cuando haya una mala praxis o negligencia. Lo que corresponde es que objetivamente un comité de peritos de la especialidad en cuestión analice el caso y determine la responsabilidad. 

Incluso si un paciente no está de acuerdo con una opinión médica, está en su derecho de consultar otra. Quizá así pueda darse cuenta que no es una arbitrariedad si varios médicos coinciden en no proceder de cierta forma.

Además, como médicos tenemos el derecho a ejercer la profesión en forma libre y sin presiones de cualquier naturaleza. El médico tiene derecho a que se respete su juicio clínico (sus conclusiones sobre el diagnóstico y el tratamiento) y su libertad de prescribir o indicar tratamientos; así como su probable decisión de declinar o rechazar la atención de algún paciente, siempre que tales aspectos se sustenten sobre principios éticos, científicos y normativos.

Marcha por la vida Auditorio Nacional. Cortesía: Irene González.

Finalmente, cuando no existe la posibilidad de la objeción de conciencia los más afectados son los pacientes. Así se destroza por completo la relación médico-paciente. Cuando un médico o personal de salud tiene la libertad de objetar en conciencia, el paciente debiera considerar que ese profesional de la salud está optando por lo que más salvaguarda su salud. Si no se permite la objeción de conciencia y al contrario se amenaza a los médicos con cárcel -como ya sucedió recientemente en Argentina– o con la pérdida de cédula o cualquier otra sanción obligándolos a conducirse de cierta manera y a realizar algún procedimiento, los pacientes quedan sin la certeza de una buena práctica médica, ya que muy probablemente, los médicos estarán actuando presionados por el miedo a que los encarcelen o pierdan su licencia, sin poder velar por la salud.

La coerción lastima la relación médico-paciente. Si de por sí la gente actualmente ya no tiene mucha confianza en los médicos, esto desgracia por completo la situación. Cualquier autoridad que teníamos como profesionales de la salud queda tirada a la basura. Nos volvemos meros esclavos de lo que diga la legislación y si no, nos corren, y si no, no nos pagan. Pero el que peor sale perdiendo al final es el paciente.

Es una tragedia cuando a los médicos no les interesa el tema, no plantean su postura o no se informan respecto de resoluciones que les atañen, sean creyentes o no.

Sin embargo, la “Marcha a favor de la Mujer y de la Vida” del domingo pasado, dejó en claro que un grupo significativo de profesionales de la salud con capacidad técnica, experiencia y éticamente confiables, consideramos que el aborto, promovido a través de legislaciones y decisiones judiciales, es un acto nocivo para la salud física, psíquica y moral de las pacientes y de la sociedad en general. Me parece que como mínimo razonable, los legisladores y la SCJN nos debieran consultar y otorgar el beneficio de la duda a través de la objeción de conciencia, en los casos en que pudiera surgir un conflicto con la práctica del arte médico. 

La objeción de conciencia –como derecho fundamental que es– se erige hoy como nuestro último recurso como médicos frente a una determinación del poder de atentar contra lo más valioso que tenemos: la vida. 

Soy médico cirujano, especialista, ciudadana mexicana que ha ejercido la medicina en instituciones públicas y privadas de salud y que insiste: ¡México despierta, la vida se respeta!

Redacción

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