El narratófago

Por Yakamí Machado

Soy una mujer de evidencias. Valoro la verdad por sobre todas las cosas. Por eso, no podía soportar que el buen nombre de mi madre fuera manchado tan sólo por habladurías de un Podcast de comediantes. Los idiotas habían invitado a un escritor de novelas de terror y, sin ningún reparo, se dedicaron a comentar y teorizar con chistes el asunto de aquella extraña enfermedad que nos estaba asolando por esas fechas.

—¿Y tú qué crees que sea? Ya fuera de mamada.

—Al chile de aquí sí sale un novelón, ¿no? Porque sí está de miedo la enfermedad esta.

—De hecho, pues ahora que lo mencionan, yo sí había visto una similitud con un cuento de Stephen King.

—¿Neto?

—A ver cuéntanos, ¿cuál es?

—La verdad no recuerdo el título ahora, pero trataba sobre un chico superdotado que encuentra la solución a la paz mundial dándole agua a todos de una presa especial, ¿sí era una presa? Bueno, un cuerpo de agua… como el que salió hace poco y nos está abasteciendo desde la sequía.

—Uy, ya me está dando miedo. Creo que ya sé adonde vas.

—¿O sea que tú también crees que esa agua es la que está enfermando a la gente?

—A eso voy. Primero, déjenme terminar de contarles el cuento. 

—Sí, perdón. Tú síguele.

—Bueno, pues resulta que eso lo hizo porque la gente que tomaba de esa agua era la más pacífica del planeta. El plot twist es que eran pacíficos porque esa agua estaba envenenada y los hacía tarados, y toda la humanidad se quedó hueca del cerebro luego de beberla.

—Ya nos la espoileaste.

—¿O nos advirtió? ¿Y si sí está ocurriendo esto?

¿Desde cuándo nos tomamos tan en serio a gente tan estúpida? Todos empezaron a hacer memes y cosas por el estilo. Lo peor es que las noticias amarillistas no dejaron de aseverar estas cosas sin fundamento y mal informando a la población. No bastó con que mi madre mandara a traer científicos de Noruega para que volvieran a certificar que el agua era potable, pese a que no había demostración de dónde nacía el cuerpo o qué canal la comunicaba, ni mucho menos por qué todas las noches se llenaba misteriosamente. 

—¿Pero no cree que es un poco irresponsable que usemos esa agua si aún no demostramos de dónde viene? —le preguntó un reportero durante la rueda de prensa.

—Antes había un lago ahí. Debe tener algo que ver. Es parte de las hipótesis.

—Gobernadora —cuestionó otro—, ya leí el documento y muestra que no autorizó un estudio más minucioso que consiste en excavar…

—Bueno, ¿entonces, quieren sufrir la escasez que el resto del país enfrenta? No tenemos tiempo de hacer todo eso. El agua no es tóxica. Eso nos debería de bastar. 

—Pero ni siquiera ha llovido como para…

—¿Alguna pregunta que no haya contestado ya?

En fin. Pese a que los reporteros y la gente no dejaban de conjeturar teorías, igual todos seguían usando el agua. De hecho, en otro podcast, llegué a escuchar: “Mejor idiota que deshidratado”.

Sin embargo, los adversarios políticos de mi madre ganaban simpatizantes. Sobre todo, los familiares de las personas víctimas de esa enfermedad. A ellos no los culpo. Esta nueva enfermedad era extraña, tanto como la de ese cuento. El primer síntoma era empezar a dormir mucho más de lo habitual. Lo segundo, pasajes de narcolepsia de los cuáles era muy difícil levantarlos. Poco a poco, iban perdiendo la memoria. Luego, se volvían como zombies y hacían ya las cosas por puro impulso e instinto, no respondían a nadie, no tenían recuerdos y parecían incluso haber perdido la capacidad del lenguaje. Sólo con señales comunicaban cosas muy básicas de la rutina.

Pese a que era preocupante, sentía que toda la politiquería nos desviaba de descubrir la verdadera razón detrás de ese lago durante una sequía tan severa y la de esa extraña enfermedad, sus causas y posibles prevenciones. Pues parecía tan aleatorio el tipo de personas que se enfermaban que costaba mucho echarle la culpa a un agua que todos estábamos tomando ¿Por qué sólo ellos se enfermaron así? ¿Por qué no hay variantes en la forma en la que afecta a cada uno? Muchas edades, sexos y morbilidades diferentes ¿Qué tenían en común para enfermarse? Por eso mismo, yo decidí entrar en la investigación.

—¿No cree que debería dejar esto a las autoridades? —me dijo el secretario de seguridad del estado. 

—Por favor, recuerde que yo fui a estudiar a Nueva York el año pasado. Estoy muy fresca de todo lo que aprendí. 

—Pero ¿no era un diplomado de escritura o algo así?

—Sí, pero yo me especialicé en las novelas policiacas. Aprendí mucho.

No voy a negar que el sujeto me vio con una cara de incredulidad que me enojó bastante. Sin embargo, luego de un resoplido, me dijo:

—Con tantos problemas, quizá una mirada diferente nos ayude. La otra vez cometí la barbaridad de pedirle su teoría a mi hija de seis años. Claro que me arrepentí, pero, si le di la oportunidad a una niña de primaria, ¿por qué no a una con licenciatura y estudios en el extranjero? Aunque no sé por qué investigaría una enfermedad en los archivos de la policía.

Sonreí con cierta arrogancia. Me dio acceso a todos los documentos y dejó instrucciones de que me apoyaran en lo que les solicitara (claro, siempre y cuando fuera durante un tiempo libre). Estaba contenta y me sentí como pez en el agua entre esos expedientes. Sin embargo, antes de que él me dejara a solas con mi investigación, me entró la curiosidad y le pregunté:

—¿Y, por fin, qué le dijo su hijita?

El sujeto no pudo evitar esbozar una sonrisa:

—Que quizá era un vampiro. 

—¿Un vampiro? ¿Por qué un vampiro?

—Porque está obsesionada con esa serie que sacaron la semana pasada. 

—Ah, ya sé cuál.

—Yo le dije que no tenía relación alguna. Ella me respondió muy seria: “Pero de la mente papá. Este no chupa sangre, chupa recuerdos”.

Yo me reí y luego, con una extraña mezcla de celos y auténtica sorpresa, le confesé:

—Pues, no es mala idea para un cuento. Su hija podría ser una buena escritora en el futuro. 

—Escritora de código, señorita. Con todo respeto, el futuro son los que escriben programas con lenguaje de computadoras, no los que escriben sueños en español. 

Me sentí muy ofendida, pero no quise meterme en una discusión con alguien que me había dado la oportunidad de husmear donde no debía. 

Mi investigación tardó mucho. Qué ingenua. Yo creí que sólo iba a ser una cuestión de horas. Ahora entiendo por qué ese escritor que nos dio la Master Class nos dijo que la investigación de su novela tomó cinco años. Era difícil ir de aquí para acá y buscar. Sin embargo, me di cuenta de que no había ningún patrón nuevo. No encontré nada más allá de lo que pude haber encontrado en internet, aunque valió la pena pues, durante mi investigación, encontré mucha información para futuras novelas y otros escritos que tenía pendientes. 

Una de las posibles nuevas historias sobre las cuales escribir era sobre una trabajadora que denunció una serie de allanamientos a la biblioteca donde laboraba. El detalle interesante es que no habían libros robados, sólo fuera de su estante o en el piso.

—¡Estefanía! Faltaba más que anduvieras por ahí hurgando en expedientes confidenciales ¿No ves que me perjudicas en vez de ayudarme?

—Lo siento, mamá.

—Y luego a la policía. Niña, es una enfermedad, no un crimen. Pero ese bruto del de seguridad ¿Qué no se dio cuenta? Hubieras ido con el Secretario de salud ¿O creías que esto era un crimen como el de tus novelas?

—Pero encontré cosas interesantes. 

—¡Y confidenciales!

—Ay, mamá, pero si lo de la bibliotecaria no creo que sea tan drástico. 

—Igual a los del partido opositor no les va a importar. Ay, niña. Y luego con todas las sospechas que tienen por lo de mi convenio con Gutierrez. Van a creer que fuiste a borrar evidencia.

—No, yo nunca haría eso. Sabes lo mucho que valoro la verdad.

—Pero ellos no lo saben ¿O estabas investigando otra cosa? —me preguntó mi madre mientras fijaba su mirada en el movimiento de mis pupilas.

—¿Qué otra cosa? ¿Hay otra cosa mamá? ¿Por qué te pones así? —le dije con seriedad y un enojo que trataba de enterrar muy dentro de mí.

Al final, quedamos en que me concentraría en la historia de la bibliotecaria para escribir un cuento y mandarlo a la revista que le comenté hace unas semanas. Al día siguiente, partí en la mañana hacia allá.

Mientras iba en la bicicleta me sentí incómoda. Mi madre de verdad temía que mis acciones le trajera una shitstorm sobre ella y sobre su socio Gutierrez, pese a lo impecable de su reputación en el estado entero.

Gutierrez era un gran empresario, con mucho dinero, pero todo lo obtuvo de manera limpia, justa y se le conocía en las portadas de revista por ser un gran filántropo. Ya una persona me había sugerido cuando recién había vuelto de mi diplomado que escribiera sobre él. De hecho, antes de enfrascarme en el misterio del lago y la enfermedad, estaba investigando sobre este personaje, y aún tenía muy frescos varios datos. 

Resulta que la formación en los negocios se la dio su padrastro, quien los había rescatado a él y a su madre de los abusos y deudas de su padre biológico. Fue el primero que le dio un trabajo en uno de los negocios que tenía y le enseñó la importancia de dar un trato digno. “Hay de dos sopas con los empleados: o como usurero les retienes cada centavo para ganar más lana como patrón o los tratas como humanos y te ganas su lealtad. Ahora bien, en todos los negocios hay muchas caídas y, creeme, la lealtad es un colchón que amortigua muy bien las caídas, mientras que los centavos tienden a clavarse en la espalda”: le decía. Por eso, al crecer, con sus propias empresas, siempre trató bien a todos. Sobre todo, a las madres solteras con hijos pequeños.

La última ayuda que brindó fue espectacular. Resulta que una de sus empleadas tenía a su madre en el hospital. Se enteró de esto cuando la chica tuvo un problema por tener a su hermanita en el trabajo y causar un desastre. Él se mostró comprensivo. Le ofreció pagar una estancia para niños (de la que era dueño) y ayudar con el tratamiento de su madre. 

Aunque lo más noble vino después de la tragedia. La madre fue dada de alta, pero la hija desapareció. Desde entonces, no se ha sabido nada de ella. Todos sospechan de un feminicidio, aunque, luego de andar merodeando entre los papeles y preguntando con mucho tacto, me di cuenta, con gran pena, de que la policía ya no le estaba prestando mucho interés a la búsqueda. Tampoco había mucha evidencia para que yo pudiera seguir buscándola por mis propios medios. Igual, Gutierrez ofreció darles una pequeña pensión de la mitad del sueldo de ella, en lo que la madre lograba tener un trabajo estable. Además, no le quitó la estancia a la niña, ni exigió dinero por ello. 

Se dicen muchas cosas turbias del señor Gutierrez. En este pueblo son muy conservadores, y ver a un millonario soltero y sin interés por las mujeres ha hecho que  sospechen de él y algunos lo consideren un desviado. Personalmente, me parece absurdo que lo descalifiquen por ser gay, claro, si ese fuera el caso. Mi madre y él estudiaron en la misma Universidad fuera del país (ahí se conocieron), y ella me ha dicho que en esa época siempre tuvo novias pero que, eso sí, todas sus relaciones terminaban muy mal, por culpa de los celos y algo que ella llamó: “mal entendidos y falta de confianza”.

La última vez que lo entrevisté para su libro me confesó que le encantaría estar con una mujer, pero que, sin ánimos de ofenderme, sentía que todas eran paranoicas y molestas. Según él, su filantropía a la hora de ayudar a madres solteras se iba a malinterpretar, y prefería seguir ayudando a gente como su madre que aguantar una esposa desconfiada como todas sus ex.

—¿Y no ha pensado que más bien elige muy mal a sus compañeras? —le pregunté en una entrevista— Hay muchas mujeres que no verían mal esto, señor ¿O no será que hace algo que podría incomodar a su pareja?

—¿Crees que soy gay como esos periódicos dicen?

—No, además, igual existirían los “mal entendidos”. Con una pareja que siempre está ocultando cosas, no faltan los conflictos.

Eso fue lo último de mi investigación. No me devolvió mis llamadas o mensajes y, desde entonces, mi madre se había estado mostrando muy irritada conmigo, por cualquier cosa que hiciera.  En fin, no tenía por qué seguir dándole vueltas a ese asunto. Ya había llegado a la biblioteca para atender esa otra historia que quizá daría para un cuento que podría desviar la atención excesiva que mi madre estaba poniendo sobre mis proyectos sobre su socio.

Entré al lugar y me tapé enseguida la nariz por ese amargo y penetrante olor a ajo. Sólo estaban la bibliotecaria y unas cuantas personas leyendo algunos libros, todas cabeceando y a punto de desmayarse, a excepción de un chico que escribía a toda prisa mientras tenía al lado varios volúmenes de química y algunas fórmulas en hojas sueltas. Pero al lado, una chica, tal vez de preparatoria, ya estaba completamente dormida y con la cara sobre un libro abierto de par en par. La trabajadora era una mujer un poco rara. Traía puestos como cinco diferentes amuletos en todo su cuerpo de diversas religiones. Mantenía la mirada fija en un lector digital. Entonces, notó mi presencia y se me acercó al instante:

—¿En qué le puedo ayudar? ¿Qué libro busca?

—Hola, soy Estefanía. Hablamos por teléfono.

—¿La escritora? O es cierto, me dijo que traería una blusa roja. Le queda muy bien. Mucho gusto, soy Clara.

—Mucho gusto. Por cierto, la atrapé leyendo al enemigo ¿Por qué no agarra uno de los libros de aquí?

—¿Te refieres a mi aparato? Oh, niña, yo amo los libros, pero por lo que traen adentro. Verás, mi visión nunca ha sido la mejor, y desde que mejoraron los lectores y los formatos, me es mucho más cómodo leer esto por el tamaño de la letra. Pero no me quejo del formato físico. Hay mucha gente que aún lo usa. Mírelos.

—Sí, completamente perdidos en el sueño. Mire a esa chica de allá. Sólo espero que sea un ejemplar de filosofía y no literatura.

 —Es sobre la Revolución Mexicana. Ha venido toda la semana para terminar un trabajo de la preparatoria. Pero no creo que tenga nada que ver con que le parezca aburrido. Creo que más bien está teniendo esa enfermedad rara del agua. Ya se me está haciendo costumbre ver a esa gente cayendo en ese padecimiento. La mayoría viven por aquí y frecuentan la biblioteca.

—Cierto, lo había olvidado. Esta es la zona foco de la enfermedad. Momento, ¿todos son usuarios? ¿Y no será que aquí se enferman? Piénselo, libros viejos, algún hongo. Quizá por eso huele así.

—No me ofenda, muchacha. Yo mantengo muy limpio este lugar. Si huele así, es porque yo misma puse ajo en todas partes.

—¿Pero por qué haría eso?

—Por el vampiro.

Sentí escalofríos por la manera tan honesta con la que lo dijo. Luego recordé lo de la serie, y sonreí con sorna.

—Señora, deje de ver series.

—¿Cuáles series? Yo sólo leo libros. Odio las series. Sabía que cuando llegáramos a esa parte, no me creería. Pero para eso tengo mis notas. Tome.

Sus notas eran muy precisas y bien organizadas. Era claro que las pasaba en limpio y las arreglaba para que tuvieran siempre un buen orden, y con todos los datos que podrían ser relevantes:

Nombre: Clara Hernández Hidalgo

Ocupación: Bibliotecaria (¡Y de las mejores!)

Detalles relevantes de mi posición: Desde que llegó la bruja de la gobernadora, el presupuesto se recortó. No hay más empleados que su servidora, y me encargo de hacer todos los trabajos (¡Yo no estudié bibliotecología para trapear pisos ni poner los garrafones que luego pago de mi bolsillo!). Trabajo de nueve a seis, de martes a domingo. Soy la única testigo de esto.

Incidente primero: El 11 de abril del año en curso llegué a las siete treinta a abrir la biblioteca para hacer el aseo. Me encontré horrorizada con que muchos libros de literatura e historia estaban en el suelo. 

Estado de los libros: Aunque en el conteo ninguno se perdió, ni faltaban páginas, las hojas estaban muy arrugadas, como si alguien los hubiera estado ojeando con violencia. Además de que tenían algo de sangre (muy poca, gotas solamente) y lodo. Todos estaban lejos de sus anaqueles. 

Más evidencias: Pisadas de lodo en el piso. Esa noche llovió. Así que eso muestra que llegó en la noche ¿Pero cómo entró? Sólo hay un agujero pequeño en la ventana del baño. Además, el baño no cierra bien. Por ahí pudo entrar ¿Pero qué cosa? ¿Algo pequeño o algo grande que puede hacerse pequeño? 

El informe seguía así por el estilo. Incluso tenía un apartado de ideas insólitas donde poco a poco iba diciendo que sólo un murciélago podría entrar por esa ventana. Sólo alguien con sangre en los colmillos podría manchar de esa manera los libros. Conclusión: ¡Un vampiro lector!

—Pero ¿Cómo un vampiro? ¿No se espantaría por los ajos? Aquí dice que sigue viniendo.

—Puede que haya detalles que no sabemos bien. Hay muchas versiones diferentes que rodean a estos seres. Apenas me vengo a enterar que son reales. 

Me puse a recorrer el lugar. Miré el espejo roto del baño y noté que tenía sangre y que había unos restos de cristal con sangre en el piso, como si, efectivamente, algo hubiera entrado disparado por ahí. Sentí escalofríos y me fui con la señora.

—¿Y ya se quedó una noche para verlo?

—Ay, señorita ¿Cómo voy a hacer eso? ¿Me cree loca? Además, el vampiro, pues mientras no me lo encuentre y no me chupe, no tengo problema con él. Me desorganiza los libros, pero debo reconocer que comparto su gusto voraz por la lectura. Por eso me había conformado con ya no seguir haciendo denuncias desde la última que mandé sin respuesta. Bueno, pero como ahora alguien mostró interés, pues quise ver qué podría aportar una escritora como usted.

—Lo que me parece raro es esto: ¿por qué leería un vampiro?

—Pues son criaturas muy solitarias. Luego de comer, tal vez a este le gusta ir a viajar a los mundos de ficción y olvidar que está condenado a la inmortalidad. La literatura le da el cobijo necesario, ¿no cree?

—Qué idea tan interesante. Un vampiro que aprendió a soportar la inmortalidad leyendo libros. Es casi tan bueno como ese vampiro que chupa memorias. 

Nunca en mi vida había tenido un momento Eureka, sólo corazonadas y sospechas. Pero en ese momento, pude percibir esa sensación de vértigo vencido:

—¡Están conectados, señora Clara! Ese es el vampiro que ha dejado idiotas a la gente ¿No lo ve? Mire la fecha. Luego de que apareció aquí, las primeras personas empezaron a presentar los síntomas de la enfermedad ¿Tiene archivado quién ha sacado libros de aquí? Vamos a corroborar mi hipótesis.

Fue algo extraordinario. Las fechas y los nombres de las personas enfermas coincidían. Todo el que se enfermó había sacado un libro de historia o de literatura de esta biblioteca. Ni la bibliotecaria podía creer esta coincidencia pese a todo lo que ya había vivido. Convencí a la señora de que me dejara quedarme esa noche para encontrarme con el vampiro. Ella, pese al terror que le tenía, accedió y ofreció acompañarme. Le daba mucho morbo y se sintió valiente si tenía alguien al lado.

Nos quedamos un buen rato tomando chocolate de un termo y galletas. Ella se la pasó diciéndome lo mucho que odiaba a la gobernadora y cómo dudaba del lago que nació de la nada, pese a que mi hipótesis, de corroborarse completamente, deslindaría al lago de tener algo que ver con todo esto de la enfermedad. También me decía que Gutierrez no era de fiar, porque la gente más aterradora es la que hace demasiadas cosas buenas. Y ese lago seguro era cosa de él, un experimento para crear y vender agua artificial a los estados y países que ya se estaban quedando sin agua. Yo me quedé callada. Quizá si le decía que hablaba de mi madre y su socio, las cosas se pondrían incómodas. Y si le decía que yo estaba investigando a Gutierrez por un posible negocio de trata de mujeres, sólo iba a esparcir un nuevo rumor que no tenía del todo corroborado, pese a ciertos papeles y anomalías que tenía luego de mi estancia en los archivos de la policía.

De todos modos, no duró mucho la conversación. Escuchamos un golpe seco en el baño y un pedazo de vidrio cayendo. Un sujeto con una rajada en la cara salió de ahí. Estaba completamente pálido y con unos ojos saltones tan grandes que se le salían de las cuencas. Se precipitó hacia los anaqueles y comenzó  a olfatear. Tomó un libro y lo hojeó a toda velocidad. Sus pupilas se movían con furia como si leyera a un tiempo récord. La sangre de la herida de su cara a veces caía sobre los libros.  Pero era muy poca pese a lo grande de su herida, como si no tuviera mucha sangre en el cuerpo. Caminaba de un lado a otro mientras devoraba estas historias. 

Saqué mi celular y comencé a grabarlo.

—¡Tonta! —me dijo Clara— No te acerques así. 

El monstruo volteó y nos vio fijamente. Clara dio un grito ahogado y me apretó el hombro con fuerza mientras trataba de enseñarle todos sus símbolos religiosos, uno por uno. Yo sólo me limité a decir lo más estúpido que se me ocurrió:

—¿Es usted un vampiro?

Él se quedó quieto, murmuró algunas veces la palabra y, finalmente dijo:

—“El vampiro” Horacio Quiroga.

Entonces, empezó a narrar una historia. Supuse que era un cuento del autor, quizá con ese título, pero no podía constatarlo porque nunca he leído a Quiroga, más que “La gallina degollada” en el colegio.

—Disculpe —lo interrumpí—, no le pedí que me contara ese cuento. Le pedí por usted ¿Y si me cuenta su historia?

—¿Mi historia? —murmuró. 

Entonces, se tiró al piso y dio un terrible chillido. Me miró fijamente y tembló sin poder decir nada. 

—Ella está llorando, por mi culpa. No soy un buen hombre. No soy un buen hijo. Mírenme, aquí devorando libros mientras la pobre Maira sigue esclavizada. Pobrecita ¡No! Si lo digo, todo volverá a ocurrir. No— entonces, su rostro se iluminó, como si estuviera en trance—. Mi nombre es Mauricio Ochoa Fernandez —mi mente se confundió ¿Dónde había oído ese nombre?—. Apenas y tengo catorce años ¿Por qué me dejan leer esas cosas que no sirven para nada de la prehistoria? Hamlet. “Ser o no ser”. Vaya, qué tontería. Deberían de enseñarnos a hacer transas sin que nadie se dé cuenta, como el Gutierrez ese… ¡No!… ¿En qué iba?

—¿Por qué crees que eres el chico de al lado? —lo interrumpió la bibliotecaria— ¿Mauricio? Me sé su nombre. Lo tengo muy presente porque él me maltrata los libros.  El último libro que sacó fue Hamlet, como dices. Pero eso fue antes de enfermar. Dios mío, Estefanía ¡Creo que esto prueba tu hipótesis!

—¡Tú te chupaste su memoria! —le gritamos juntas.

El vampiro caminó de un lado a otro. 

—Mi historia es peligrosa. Por favor, dejen que me trague sus historias. Debo olvidar la mía. Se debe de perder. Entre Hamlet y Mauricio no hay nada que los una a mí ¿Verdad? No, sí lo hay. Siempre lo hay ¡Yo no quería lastimar a nadie! Sólo le robé su historia a estos libros. No le hacía daño a nadie. Pero luego escuché un ruido un día. Estos libros temblaban, y olían raro. Olían a nuevas historias. Los desgraciados estaban cargados de narrativas que les robaron a los que los leyeron. Olía de manera tan tentadora. Me las tragué. Estos libros ya están infectados. Tragan como yo.

—¡Para! ¡Libéralos! Libera a todos de esto. No niegues tu historia. Cuéntala.

—Pero llorarán todas las noches como ella. 

—¿Quién?

El monstruo se quedó mirando la luz de la luna que se colaba por una ventana. Sus lágrimas gigantes comenzaron a crear un gran charco a sus pies muy rápido. 

—¿Si lo hago? ¿La salvarán?

—Por supuesto —aseveré, pese a no saber lo que eso significaría para mí.

—Mi novia, Carina, Carina Alondra Martinez. Maira, su hermanita. Mi amigo, éll tuvo la culpa. No, no fue su culpa. Quiso jugarle al Anoymous. Me dijo que jaquearía la estancia para niños de Gutiérrez. Dijo que quizá ahí hacía el tráfico de drogas. Jaqueó  sus cámaras de seguridad con éxito, pero se equivocó y dejó un rastro. Lo atraparon, pero logró escaparse. Y me contó todo. Pobres niños. Pobre Maira. Pornografía infantil, prostitución infantil, y más basura. Hijos de puta. Nadie es noble sin algo oscuro detrás. Me dijo que corriera, que sacara a mi cuñadita de ese lugar. Le dije a mi novia de lo de su hermanita. Corrimos en vez de llamar a la policía. Sólo pensamos en rescatar a la niña. Nos metimos armando un alboroto y los cachamos. Idiotas. Qué idiotas fuimos. Nos agarraron. Nos llevaron al lago que ya estaba seco. La violaron frente a mí, y la grabaron para su mugrosa audiencia, parece que no sólo les interesaban niñas menores de edad. La enterraron viva frente a mí… en el lago que estaba seco. Yo me desangré tras las puñaladas. Muy poca sangre me quedó en las venas. Pero vi la luz de la luna. Sentí que flotaba. Era un murciélago. Y todas estas imágenes estaban en mi cabeza. Volé a mi casa. Mis padres se horrorizaron, pero me mantuvieron escondido. Y entonces necesitaba olvidar. Saber otras cosas para olvidar. La biblioteca. Ahí habría más libros que en mi casa para olvidar todo esto. Pero todo tiene que ver, todo siempre me devolvía a mi historia.

Nuestro encuentro terminó. La bibliotecaria siguió trabajando ahí. La siguiente administración no le subió el sueldo, pero, al menos, la maldición se fue luego de que matamos al vampiro. Fue así como todos recobraron entre sueños sus propias narrativas. No lo matamos directamente. Le ofrecimos descanso y paz mental mediante la bala que le metí al puerco de Gutierrez en la cabeza y los informes que difundí en internet y, claro, rescatando a Maira de ese lugar.

No supe más de aquel estado en donde viví mucho tiempo. Mi madre y yo escapamos del país, y luego yo abandoné a mi madre. Lo último que supe es que, gracias a que liberamos a su hermana, el extraño lago se fue secando y, por fin, pudieron desenterrar el cuerpo de Carina Alondra Martinez. Dicen que el cuerpo se mantenía en buen estado, como si hubiera muerto el día anterior de ser encontrada. Sólo su cara era un desastre, pues sus ojos estaban rojos e hinchados, así como a uno se le ponen luego de llorar a mares.

SOS Colombia

SOS Colombia

Acuarela y texto por Lina Vanessa Rueda

Otros idiomas: 🇬🇧

¿Se lo explico con acuarelas? Mi casa está en llamas y desangrándose, todo porque el gobierno de turno ordenó reprimir las manifestaciones a toda costa. Cali-Colombia, la ciudad en la que nací y en la que se encuentran mi familia y amigos está sumida en el terror y la desgracia, la brutalidad policial es evidente. Hago un llamado a todos para que nos ayuden a seguir divulgando la información para que todos tengamos los ojos puesto en Colombia y en lo que está pasando.

Mi casa en llamas. Acuarela Lina V. Osorio.
SOS Colombia

Sos Colombia

By Lina Vanessa Rueda Osorio

Other languages: 🇪🇸

Shall I explain it with watercolor? My house is in flames and bleeding to death, all because the government of the day ordered to repress the demonstrations at all costs. Cali-Colombia, the city where I was born and where my family and friends live, is in terror and disgrace. Police brutality is evident.

I call on everyone to help us to keep spreading the information so that we all have our eyes on Colombia and what is happening.

Acuarela “Mi casa en llamas” por Lina V. Rueda.

Playlist de Halloween

Por Jesús Alcántara

Este 2020 tan complicado nos está privando de muchas de nuestras costumbres y celebraciones. Mejor dicho, nos está obligando a adaptarlas de algún modo. Eso mismo pasará, seguramente, con la noche de Halloween, en la que no podrán reunirse muchas personas a celebrar. Pero, ya que cada uno tendrá que pasarla en su propia casa, y quizá sin poder ver a amigos o vecinos, una alternativa para que no decaiga el espíritu de la temporada es echar mano de la música. Precisamente por eso, desde este espacio les comparto un Top 10 de canciones que no podrían ser más apropiadas para la también llamada “Noche de Brujas”.

  1. Happy Phantom de Tori Amos.

El tiempo ya se acerca. El tiempo de ser un fantasma. Todos los días estamos más cerca. El sol ya se está poniendo. ¿Tendremos que pagar por haber sido quienes fuimos?

La gran Tori Amos presenta una perspectiva lúdica sobre la vida después de la muerte, libre de todas las limitaciones que el mundo y la sociedad nos imponen, pero al mismo tiempo se plantea la pregunta acerca de si ese “fantasma feliz” con el que ella fantasea convertirse tendrá que asumir consecuencias por la vida que vivió.

  • Spectrum de Florence+The Machine.

Cuando recién llegamos, estábamos fríos y claros, sin color en la piel, ligeros y delgados como el papel.

En una potente y rítmica canción de Florence+The Machine, se establece una atmósfera etérea y fantasmagórica que sólo se llena de luz y de colores en cuanto “ese alguien” deja entrar al espectro y dice su nombre.

  • Anabelle Lee de Sailors

Pero nosotros nos amábamos con un amor que era más que amor, mi Anabelle Lee y yo; con un amor que los alados corazones de los ángeles nos envidiaban a ella y a mí.

Tal vez no te suene demasiado el nombre de la banda Sailors, ni tampoco su disco Sailing the Taverns, pero en él incluyeron, entre otras canciones tradicionales del siglo XIX, una muy afortunada musicalización retro del último poema escrito por Edgar Allan Poe, que cuenta la trágica historia de la relación entre el poeta y una chica llamada Anabelle Lee, que murió a causa de la envidia que los serafines le tenían a su amor.

  • Jack the Ripper de Morrisey

Cae en mis brazos, te quiero. No estás de acuerdo, pero tampoco te rehúsas, te conozco.

Morrisey, el eterno incomprendido, se mete en la piel de ese otro enigma que es Jack “El Destripador”, para cantar sobre el deseo malsano de poseer a alguien, que puede disfrazarse de amor, pero no deja de ser destructivo.

  • Thoughts of a Dying Atheist de Muse

Me asusta muchísimo, y el final es lo único que puedo ver.

Los pensamientos de un ateo en el momento de su muerte son la inspiración para esta poderosa canción de Muse, en la que se combinan la desesperanza y el asedio tormentoso de los recuerdos.

  • Highwayman de Jimmy Webb

Y cuando llegue al otro lado, si puedo, encontraré un lugar para el descanso de mi espíritu. Tal vez me convierta en salteador de caminos de nuevo, o simplemente sea una gota de lluvia, pero permaneceré y volveré otra vez y otra vez.

Cuatro enormes leyendas del country –Johnny Cash, Willie Nelson, Waylon Jennings y Kris Kristofferson– se unieron en 1985 y grabaron una canción de Jimmy Webb que cuenta la historia de un alma que ha encarnado ya en varias ocasiones, y ha sido salteador de caminos, marinero, constructor de presas y hasta capitán de una nave espacial; y cada vez que muere sabe que ha de regresar.

  • Season of the Witch de Donovan

Cuando miro por encima de mi hombro, ¿qué crees que veo?: a otro gato viendo por encima de su hombro hacia mí. Y es extraño, seguro que es extraño. No puedes dar puntada sin hilo. Debe ser la temporada de la bruja.

El rock psicodélico también tiene su espacio en Halloween. Y, justamente, una de las primeras canciones de ese género, escrita por Donovan (a su vez, uno de los más queridos representantes de la cultura hippie en Gran Bretaña) tiene arcanas referencias a la brujería.

  • (Don’t Fear) The Reaper de Blue Öyster Cult

Ni las estaciones le temen a la parca, ni el viento, ni el sol, ni la lluvia. Nosotros podemos ser como ellos. Vamos, nena, no le temas a la parca.

Blue Öyster Cult siempre fue una banda… rara, por decirlo de algún modo. Y quizá su canción más conocida sea justamente, The Reaper, acerca de no tenerle miedo a la muerte, y acerca de la eternidad del amor.

  • Midnight City de M83

Esperando un coche. Esperando un aventón en la noche. La ciudad nocturna crece, mira sus ojos: resplandecen.

Si bien la canción habla, literalmente, sobre la ciudad a medianoche, la atmósfera que genera es claramente sobrenatural, tanto que su video presenta la historia de unos niños con poderes telequinéticos, que escapan del internado en el que estaban. La canción también fue usada en la comedia romántica de temática zombie, Warm Bodies.

  1. Thriller de Michael Jackson

No por ser la más obvia se iba a quedar fuera, porque no puede haber playlist de Halloween que no incluya Thriller, la canción más terrorífica del pop, sobre espíritus, terrores nocturnos y visitas sobrenaturales. Además, cuenta con la escalofriante voz del clásico de los clásicos de terror, Vincent Price, que recita en mitad de la canción:

La oscuridad cae sobre la tierra

La medianoche está ya cerca

Las criaturas se arrastran con ánimo sanguinario

Para aterrorizar al vecindario

Y quienquiera que sea encontrado

Sin alma para bajar

A los sabuesos del infierno, va a tener que enfrentar

Y en el caparazón de un cadáver pudrirse al final

Por si se quedaron con ganas de escuchar estas propuestas, lo pueden hacer en la playlist “Halloween”, que se encuentra en la siguiente liga de Spotify:

https://open.spotify.com/playlist/4pOhM70GiZ52Yzx3xMpLRW?si=Fbe5imn6QAKTb2Ji0tKGtA

Compártenos en los comentarios tus canciones favoritas para esta temporada.

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