Punto de vista de un ciudadano alemán. (S. K.)
Síguenos en nuestro canal de Telegram:
https://t.me/spesetcivitas
Idioma original: 🇩🇪
Actualmente todas las empresas de Alemania están luchando contra el fuerte aumento de los precios de la energía. El precio del gas se ha multiplicado más de diez veces en comparación con el año pasado. Causando que muchos tengan que declararse insolventes y cerrar o trasladar sus operaciones al extranjero.
Panaderos, carniceros, cerveceros, la industria metalúrgica… la lista de empresas quebradas es larga y probablemente no llegará a su fin mientras los políticos no cedan. Véase el resumen con las empresas en bancarrota de Egon Kreutzer.
Empresas fundadas antes del cambio de siglo, como el fabricante de caramelos Bodeta o la carnicería Krön de Núremberg, sobrevivieron a la inflación galopante del final de la República de Weimar y a dos guerras mundiales, pero las sanciones y la política energética del actual gobierno alemán les están rompiendo las espaldas.
Lo que está ocurriendo, ahora mismo, es una desindustrialización de proporciones inimaginables. Si esto continúa así, dentro de un año no habrá industria manufacturera en Alemania.
Literalmente me siento impotente con esta situación. Al menos me queda el consuelo de no haber votado a los responsables de este gobierno, a ninguno de ellos. Pero eso no cambia la situación en la que nos encontramos.
Ayer me enteré que mi panadería favorita, en la que compraba panecillos desde niño, tuvo que cerrar porque no podía pagar el precio del gas. Tras la noticia y el panorama me surgió la pregunta ¿acaso debería en algún momento emigrar?
Francamente no creo que la situación se vaya a mejorar o normalizar. Me parecen demasiado testarudos los políticos que se aferran a su ideología contra viento y marea y que no toman en cuenta las necesidades del pueblo. La situación requeriría de un replanteamiento de nuestra política energética, de cómo comerciamos con la energía, un cuestionamiento de los intercambios energéticos, etc. En uno de los pocos momentos de iluminación de Horst Seehofer, afirmo: “Los que deciden no son elegidos y los que son elegidos no tienen nada que decidir”.
En la democracia representativa que impera, el ciudadano –llamado ciudadano porque tiene que ser garante de todo y de todos– puede votar cada 4 años, pero las decisiones no pueden ser sometidas a votación. El pueblo y el individuo no pueden ejercer realmente ninguna influencia, porque en realidad no tenemos elementos de una democracia directa, como sí ocurre en Suiza. De vez en cuando hay manifestaciones, algunas más concurridas que otras, pero no cambian nada, o al menos yo, personalmente, no noto cambio alguno. Quizá haya un error en mi sentir, pero mis amigos y conocidos sienten lo mismo, y en ese caso entonces ellos, y muchos otros, también estaríamos en el error.
0 comentarios