El Hospital Ángeles y el fetichismo del modernismo

por | Sep 2, 2022 | 0 Comentarios

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Cada vez que veo una nueva transformación, o remodelación de alguna estructura, necesito reflexionar sobre algunas de las cuestiones más ocultas del interior y que se ocultan porque tememos que nos etiqueten de retrogradas o anticuados.

¿Por qué, según el manifesto, de las últimas generaciones de arquitectos, hay un problema de vivienda? ¿Y por qué sigue siendo un problema hoy? ¿De cuándo acá nos dimos el título y el derecho de querer construir todo? La autoconstrucción siempre ha sido la cuestión, nosotros somos los que nos queremos dar la autoría de todo, pero si uno va a Europa, encontrará una gran cantidad de pueblos medievales, todos ellos construidos vernáculamente, con autores anónimos y, sin embargo, constituyen los más grandes patrimonios de belleza que pueden existir.

El problema que veo con las corrientes de la modernidad, independientemente si está es “Closed” or “Open” es que el bloque gris comenzó a multiplicarse como un virus, junto con las mezclas químicas del concreto, el cemento sobre los caminos que solían ser empedrados y los alambres que se asoman por los castillos, porque los auto constructores trataban de imitar lo que los modernos, abanderados con el modelo de la “casa domino” de Le Corbusier, y desde entonces esto no ha parado. Los resultados se dejan ver claros, toda la fealdad visual general del Distrito Federal, ahora Ciudad de México. Cada vez que paso por Avenida Constituyentes me pregunto esto, en tanto veo todas las construcciones que se despliegan ante mis ojos, como el más fiel texto de una novela donde los zombies habitan en estas anomalías que tratan de imitar el lenguaje moderno.  Me dan ganas de poner estos escenarios en una película apocalíptica y después vomitar.

Hemos traído a la vida las distopías de Orwell, Bradbury y Huxley ¿no es acaso coincidencia que parte de la película Elysium (2013) fuera grabada en Neza?

A ti, alumno de arquitectura que estás leyendo esto, ¿alguna vez has hecho algo que en ese momento parecía una buena idea, pero luego te diste cuenta de que no lo era tanto? Una vez que sigues adelante con lo que te estaba tentando y obtienes la perspectiva completa de cuáles fueron los efectos de esa decisión, la sabiduría y la experiencia se precipitan a la escena para informarte que, después de todo, fue una mala idea. Así es como aprendemos.

Tendemos a repetir los mismos errores, una y otra vez, porque hay un empujón que te dice “esta vez será diferente, será divertido, serás más inteligente…” Y es en momentos como este que puedes mantenerte fiel a las conclusiones lógicas a las que llegaste… o puedes descartar la sabiduría de tus experiencias pasadas y romper la fe con lo que crees y que sabías que era cierto. Este mismo patrón persiste en la arquitectura de hoy.

Una analogía sería mirar lo que te atraía hace 15 o 20 años, como las boy bands (sí, te estoy hablando a ti, escuincla mía). Eran novedosos y no habíamos visto ni escuchado nada como ellos antes y estábamos hipnotizados por ellos. Pero con el paso del tiempo, la sabiduría se establece y nos damos cuenta de cuán insulsas y vacías eran sus letras. Eso no quiere decir que las tendencias y las modas no siempre hayan influido en nuestra cultura, porque sería querer tapar el sol con un dedo, pero ha habido momentos en los que esas cosas pasaron a un segundo plano frente a criterios más objetivos, como la belleza.

Sí, lo dije: belleza objetiva. Ahhhhh los ojos de los críticos arden ahora mismo.¿Han leído bien? ¿Es posible que esta don nadie se atreva a hacer semejante declaración?

Es preciso aclarar antes algunos puntos.. El primero es que las expresiones de arte popular de nuestra cultura se basa en criterios arbitrariamente indefinidos. No se basan en nada objetivo (tan sólo revisen al monstruo de arte en Monsters University y como estampa su cabellera contra un lienzo). Su atractivo se basa exclusivamente en el hecho de que son nuevos y diferentes, en otras palabras, la novedad. Y la novedad no es objetiva, y no es siempre buena y por eso no tiene calidad duradera. Nos interesa porque es un espectáculo extraño hasta que perdemos el interés.

Trágicamente, nuestra cultura se ha tragado por completo esto como un medio para vendernos arte. Esta filosofía domina la música popular, las artes y, desgraciadamente, la arquitectura. Lamentablemente, aquellos de nosotros que tenemos hambre de belleza objetiva en el mundo, tenemos que quedarnos hambrientos porque los poderes fácticos no nos la van a dar.

Los edificios clásicos, góticos, románicos y renacentistas, son restos de una época que creía que la belleza es objetiva y atemporal, por lo que buscaron producir un diseño capaz de trascender generaciones y culturas de una manera que la novedad no puede.

Ya nadie diseña edificios así. Todo lo que recibimos son monstruosidades de vidrio que contaminan nuestro campo de visión y pasan de moda en pocas décadas. Hace no mucho, el Hospital Ángeles, cerca de donde vivo, se remodeló a sí mismo. Con los cambios no se preservó la corriente que moldeó ese patrón Tardomoderno, el uso de color fuerte entre terracota y vainilla para contrastar los volúmenes de dos o más losas y esos anchos pretiles en las ventanas tan característico de los años ochenta. Invirtió demasiado para actualizarse y “combinar” con la Plaza Artz que tiene enfrente. ¿Cuál fue el objetivo de su creación entonces? ¿Acaso la utilidad se reduce a la tendencia? ¿Cuál fue el punto de la inversión?

Parece absurdo. No podemos  preguntar ¿y a ti que te importa? Y yo podría responder que me importa mucho, pues es el lugar donde nací.

Todas estas cuestiones me recuerdan a una canción que da la casualidad escucho en este momento.  

It feels a little medieval, if you ask me
Like I’m watching a sequel I’ve already seen
I could tell you what happens to the new king
When he goes out of fashion
FINNEAS (2021)

Bree Amerlinck

Bree Amerlinck

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