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El progreso tecnológico, especialmente en el transporte, ha hecho los viajes más eficientes; ahora es posible recorrer grandes distancias en tiempos menores: podemos volar de Toronto a Buenos Aires, atravesar el Canal de Panamá en barco, recorrer en el famoso Expreso de Oriente el tramo que va de París a Estambul e incluso viajar a Marte con una nave espacial. Ahora es posible viajar por todo el mundo.
Los viajes, especialmente a destinos exóticos y alejados de nuestro hogar, han ganado popularidad por los precios, que en ocasiones son muy bajos por las promociones de las aerolíneas de bajo costo. Pero ¿pagamos un precio justo por nuestros numerosos viajes y cuáles son las consecuencias negativas de nuestros viajes para el medio ambiente?
El concepto “compensación” conlleva el intento de contrarrestar una consecuencia negativa y reparar un daño en la medida de lo posible. La compensación de vuelos intenta subsanar los daños ocasionados por los viajes y, en este caso, contrarrestar los efectos del CO2 que se producen por cada vuelo. Por ejemplo: un vuelo México-Berlín en clase económica produce un total de 4.856 kg de CO2. Compensar este vuelo costaría aproximadamente 112 euros (2,717 pesos), que se invertirían en algún proyecto ecológico. No es posible eliminar el CO2 producido, aunque podemos reparar algunos de sus efectos.

Foto: A. Fajardo
Los viajes de larga distancia no son nada baratos. Normalmente un vuelo de ida y vuelta entre la Ciudad de México y Berlín cuesta aproximadamente 1.000 euros (25,000 pesos). Esta cantidad ya es bastante alta y no todos los fines de semana podemos permitirnos un viaje de este tipo. Si a esta cantidad le sumamos la compensación, los viajes serían cada vez más difíciles de realizar.
El principal argumento en contra de la compensación de vuelos es la diferencia de ingresos entre los que ganan más y los que ganan menos: con precios más altos, viajar sólo sería asequible para los ricos, o las personas con altos ingresos.
Una segunda crítica apunta al uso de las compensaciones. ¿Realmente se utilizará el dinero de la compensación para las prometidas medidas de protección del medio ambiente o se perderá en algún bolsillo?
Más allá de estas críticas, es preciso combatir el agravamiento de condiciones meteorológicas extremas, como las inundaciones, las sequías, los incendios forestales, el deshielo de los polos, el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, etc. La compensación de vuelos es un tema importante para el cuidado del medio ambiente.
Respecto al buen uso del dinero de las compensaciones, es posible saber qué ocurre con el importe pagado y esperar que el dinero se utilice realmente para sembrar árboles y otros proyectos. El importe podría depositarse directamente en instituciones externas como Atmosfair o Plant-for-the-Planet, que incluso nos permite elegir a qué proyecto donar.
Plant for the Planet es una fundación creada por el joven alemán Felix Finkbeiner, que desde el 2007 tiene diversos proyectos de reforestación a nivel mundial, uno muy importante está en la Península de Yucatán.
Por último, la distribución de la riqueza es un gran problema. Precios más elevados y la compensación de los vuelos no contribuyen a aliviar la situación. Viajes de largas distancias o intercontinentales podrían volverse aún más el privilegio de unos cuantos y para los que estamos lejos de casa, requeriría un mayor esfuerzo y ahorro.
Por otro lado, la destrucción de la naturaleza tiene un impacto superior en países con mayor índice de pobreza, como Bangladesh, que también es asolado por la industria de la fast-fashion. Y la mayor cantidad de viajeros procede de países ricos, como Alemania.
¿Puede hablarse de un “derecho a viajar” cuando las consecuencias de estos viajes ponen en peligro los medios de subsistencia de otras personas?

Foto: A. Fajardo
La moneda siempre tiene dos caras: es agradable viajar y conocer otros lugares, y es además una importante fuente de ingresos para muchos destinos turísticos. Por otro lado, los propios lugares que se visitan y las personas que viven en ellos pueden estar en peligro. Los daños no se quedan en un espectro local, sino que tienen un impacto global.
Es una cuestión problemática porque concierne a nuestros bolsillos y es nuestro dinero el que está en juego. Quizá parte de la solución es que los vuelos internos sean sustituidos por servicios de trenes y autobuses; que en los vuelos de bajo costo se pidiera un impuesto de compensación y ser más conscientes sobre cómo podemos cuidar nuestro hogar.
Es importante detenernos a reflexionar: ¿qué sucedería si disponemos del dinero suficiente para viajar, pero ya no hay ningún lugar para visitar porque no hemos cuidado el planeta?
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