Llegué a vivir a la Ciudad de México en el 2002 del presente milenio, hace veinte años. El ahora presidente de este país, llevaba dos años como jefe de gobierno. Soy de Cancún, Quintana Roo. Y, al menos en mis círculos sociales, no se hablaba mucho de política en la ciudad costera. Pero, apenas llegué al entonces DF, me di cuenta que las cosas eran diferentes.
Todo mundo que me rodeaba habla del jefe de Gobierno. Y todo mundo hablaba mal. Que cómo hablaba, que no se le entendía, que no hablaba inglés, etc. Entonces, me empecé a fijar en lo que hacía. Y no me pareció tan mal.
El punto de todo esto, es que desde ese año, a la fecha, no me he parado de topar con ese tipo de comentarios negativos hacia López Obrador. Cada vez más amplios, cada vez más fuertes, cada vez con más volumen. Por otro lado, el movimiento que lidera Andrés Manuel, también ha ido creciendo. No necesariamente es tan ruidoso mediáticamente, pero sí cuenta con amplio apoyo social.
Luego, vivimos el fraude del 2006, el famoso, “haiga sido como haiga sido”. Un punto fundamental de la historia democrática del país. Y un punto que nos divide. Unos, evidentemente, niegan tajantemente este suceso, y otros, como yo, ven el fraude tan claro como el agua.
Y esto es relevante, porque esta separación nos separa hoy día también. El movimiento de izquierda se ha propuesto reformar las instituciones del país, para que este tipo de eventos no vuelvan a suceder. Sin embargo, otra porción del país considera que estos esfuerzos por reformar las instituciones no son más que intentos por destruir al país y llevarlo a la ruina.
¿Quién tiene razón? ¿Qué pasó realmente? Son temas complicados. Y, además, ahora esta el famoso “plan b” de AMLO. No me he puesto a indagar si este es bueno o malo, si es peligroso o benigno para México. Y este artículo, en realidad, no trata de eso.
Lo que sí me es evidente, personalmente, es que a Andrés Manuel, por alguna razón, le han levantado cientos de falsos a lo largo de su ya larga trayectoria política. Que si se quiere reelegir, que si es un peligro para México, que si nos quiere convertir en Venezuela, etc. Todas y cada una de estas afirmaciones han ido cayendo como castillos de naipes.
Ya sabemos que no se va a reelegir. El país, de hecho, cada día se aleja más de Venezuela. Y por estas, y más razones, AMLO ha demostrado no ser un peligro para el país. Ahora el tema es el “plan b”, y, desde mi punto de vista, no es más que otra de estas mentiras que se le levantan.
Lo que sí, es que me parece muy evidente que no todos concebimos a México de la misma manera. Para unos, el “plan b” de AMLO implicará, y lo piensan realmente, dejar de vivir en un país democrático. Y para otros, no es más que transformar, un poquito, una institución que ha demostrado ser fraudulenta en el pasado.
Así vamos, así la llevamos.
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