Mi primer Ironman
Ordisi Andrés Vázquez Vences
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Mi mente se rompe. Me llevo las manos a las rodillas. Solo pienso en que fracasé en la meta de no caminar; por un momento pienso en desistir, en no terminar. Encuentro a mis demonios: mi mente había tocado fondo.
Andrés Vázquez
Meses previos a la gran prueba.
A veces la fiesta y el desestréss son necesarios, pero definitivamente están peleados con la preparación para un Ironman. Recuerdo muy bien en una ocasión que se me pasaron las copas un viernes y el sábado me tocaba rodar 120 k. Solo dormí un par de horas y cuando empecé mi entrenamiento todavía me sentía mareado, me decía a mí mismo “recuerdas cuando ibas a nadar en vivo, tranquilo en un rato se pasa”. Efectivamente el mareo pasó, el entrenamiento iba bien, la ruta la conocía, tenía su nivel de complejidad, ya la había hecho a muy buen ritmo, sabía lo que me esperaba, y así sucedió los primeros 85 km.
Llegué a una subida mortal de 8 km (grutas de Cacahuamilpa), me empezaba a quedar sin fuerza, no tenía piernas para pedalear. Llegué al punto de quererme subir a la camioneta. Pasó el tiempo, la mente de un deportista no se rompe fácil. Me borré la idea de dejar el entrenamiento. Cuando vi la camioneta solo pedí una coca y chocolate. Me ayudó a terminar la subida. Suponía que solo era la falta de azúcar en el cuerpo. Lo difícil había pasado.
Me quedaban unos 25 km relativamente planos. Seguí avanzando pero llegó un momento en que la vista se me nublaba. Me sentí a nada de un desmayo. Afortunadamente la camioneta custodia estaba cerca. En ella venía el Profe. Gil (papá de mi entrenador y una leyenda) Pedí subirme y en el camino recuerdo muy bien sus palabras: “el deporte y el alcohol no se llevan”. Yo estaba apenado, pensaba que si había hecho el compromiso de completar esta meta, tendría que cambiar esa parte del consumo de alcohol. Y eso sucedió, al menos me moderaba con el alcohol. Solo tomé poco en algunas reuniones con amigos y con agua mineral. El único inconveniente eran las desveladas que también te merman algo tu condición en los entrenes. Como esta anécdota existen muchas en diversos entrenamientos. Es parte del proceso de preparación y hay que disfrutar cada momento, siempre mantenerte positivo ante las adversidades y tomar lo mejor de cada entrene.
Maratón CDMX
Dudaba en realizar el maratón de la CDMX, pero quería hacerlo ya que en mi vida no había corrido uno y no quería averiguar cómo se sentía correr un maratón ya en el Ironman de Cozumel. Le pregunté a Cuauhtli y me dio luz verde, aunque me hizo mucho hincapié en que no era lo mismo que el Ironman, hoy en día lo entiendo. Me inscribí con premura a un mes de realizar la prueba y Cuau acopló las distancias en carrera esas últimas semanas para que me sirvieran de preparación.
Un día antes extrañamente sentía bastante nervios. No me sentía del todo preparado para la distancia. Recuerdo que la mayor distancia que corrí en ese mes fue de 26 kilómetros. Y al terminar sí me sentía agotado. Un buen amigo maratonista me decía que había sido poca la distancia para prepararse para un maratón. Pero mi entrenador no podía subir la carga súbitamente en un mes, si bien estaba entrenando para los medio Ironmans, el entrenamiento no era para un maratón. Yo solo quería saber que podía correrlo y sentir esa seguridad en Cozumel.
El domingo del maratón le pedí a mi sobrino que me llevara y me recogiera en la meta, no quería que fueran mi esposa y mis hijos por temas de seguridad y porque no es tan fácil moverse en la Ciudad de México. Después me arrepentí un poco al ver que a la mayoría de los corredores los esperaba su familia en la meta, eché de menos verlos ahí; aunque me ayudó que mi sobrino me esperara.
La salida era en el estadio de C.U. Me acomodé en el grupo con mi tiempo estimado. Veía a los atletas y sinceramente a leguas se notaba que muchos no realizarían el tiempo que marcaba el grupo. No me importo porque al final era carrera: el rebase es mucho más sencillo.
Me alegró ver un Ironman cerca de mí. Lo identifiqué por el característico tatuaje. La fila empezó a avanzar, prácticamente rodeé el estadio. Llego a la salida y doy inicio al crono. El tráfico es mucho. No puedo agarrar el buen ritmo que buscaba. Después de los dos primeros kilómetros los espacios son algo más amplios. Ya hay más oportunidad para hacer rebases. Momento para estirar la zancada y buscar el ritmo al quería correr.
Mi entrenador que conocía la ruta me aconsejó estirar la zancada los primeros 10 kilómetros, pues es ligeramente de bajada. Así lo hice sin desgastarme de más pero manteniendo un buen ritmo. El trayecto del km 11 al 21 se me hace un poco largo pero me siento físicamente bien.
Atravesamos Chapultepec, siempre los paisajes con árboles los agradezco, llego a la marca de los 21, medio maratón, veo el reloj… buen tiempo. La gente te alienta. Como un gel, del 21 al 32, los kilómetros ya se me hacen más largos y pesados, pero logro mantener el ritmo.
El problema empieza justo en el 32 mi ritmo empieza a subir, el cansancio se empieza a sentir más en los músculos, de cualquier forma voy bien no conozco el famoso muro del maratón. Me mantengo con buenos ánimos y pienso que solo faltan 10 km.
Algo que me desagradó del maratón de la CDMX es el hecho de ver varios competidores que solo hacían la parte final del recorrido, ya que durante el trayecto nunca los veías y en esos kilómetros hasta te pasan muy frescos, eso desmotiva. En lo personal haces el esfuerzo para que muchos solo pasen a la meta por su medalla.
Por el Km 38 mis pantorrillas ya me pasan factura. Empiezo a pensar lo mucho que me faltó correr más distancia en los entrenamientos para estos casos. Mi cuerpo quiere caminar, pero mi mente no lo permite, pienso en que solo son 4 kilómetros más. Sufro los siguientes 2 km, algo de alegría al ver que me acerco al centro histórico de la CDMX donde estaría la meta. Al acercarme veo una desviación. A mi pesar faltaban dos km más. El trayecto rodeaba por unas calles en el centro. De cualquier forma no baja mi ánimo. Sé que estoy muy cerca. Aunque mis músculos me piden que camine me mantengo trotando. Veo el reloj y noto que no logré el objetivo del tiempo que tenía previsto de 3 horas 40 minutos. Últimos 500 metros. Ahora sí hago contacto visual con la meta, me alegra y prácticamente hago un sprint a la meta. El tiempo final 3 horas 50 minutos.

Al final me siento medianamente satisfecho con el tiempo; no así con la forma física en la que terminé. Cruzando la meta me siento, y el dolor en las piernas es demasiado. Tardo minutos en poder ponerme de pie. Otro aprendizaje para estar más cerca a la meta del Ironman, sabía que necesitaría más kilómetros de entrenamiento para estar bien físicamente en Cozumel.
La recta final
Los últimos dos meses previos al gran evento son de gran importancia. La carga de entrenamiento aumenta. Debes empezar a cuidar tu alimentación, las desveladas, las lesiones. Llegaba un momento en el que sonaba la alarma y no tenía las ganas de pararme a entrenar, no solo por la desmañanada, sino por el entrenamiento en sí. Pensaba que eran muchas horas sobre la bici, o muchos kilómetros de carrera. Los fines de semana solo son para entrenar, descansar, y hacer algún pendiente; te olvidas de paseos, salidas en familia, fiestas, en general en tu vida social.
Acudía a Kisiomedic con Diego cada semana a tratar una nueva lesión o a esos masajes de descarga que no son nada agradables pero tan necesarios, dos días después del masaje te sientes como nuevo para los entrenes.

El dinero es otro aspecto para considerar: corres mucho, requieres cambiar los tenis; las terapias, el servicio de la bici, las llantas, las piezas que se desgastan por uso, le pasan desperfectos a tu equipo; en una ruta larga de Guadalajara a Mascota una de mis aerobarras se rompió por la vibración de la carretera, todo este tipo de situaciones suma al costo económico.
Mi entrenador tenía previsto un simulacro del Ironman, para mí era importante hacerlo con él, que me diera cualquiera de sus valiosos consejos que ya me habían ayudado en mi preparación de San Gil y en el maratón lo sentía de gran importancia.
Fuimos a Tonatico por el tema del calor. Justo esa semana él venía regresando del mundial de San George. Me sentía un poco mal por el hecho de ponerlo a trabajar tan pronto; pero después los tiempos no nos permitirían realizar el simulacro, así que si quería hacerlo en su compañía no me quedaba de otra.
Pasé por él a las 5 de la mañana pues 6:30 tendría que estar nadando en la pequeña presa del Mogote. Me percato de que no traía su bici, algo lógico si días atrás había hecho un campeonato mundial y un viaje de este tipo; solo traía las ruedas de su bici que amablemente me presto. Mi bici tenía ruedas con perfil normal y Cuau me comentó que sí eran de gran ayuda las aerodinámicas por el viento de Cozumel.
Llegamos, me dio indicaciones en la preparación de mis cosas y en la alimentación que tenía que seguir. Empecé con la natación. Mi estilo buscaba que fuera estirando y con fuerza al ritmo que nadaría en el Ironman. La sensación la misma: la natación para nada me preocupa; al contrario lo disfruto. Salgo del agua y me tomo un suplemento alimenticio. Me dice Cuau, que lo tome todo.
Salgo en la bici y mi entrenador atrás como escolta, algo extraño ya que siempre lo veía rodando a un lado. Mis primeros 20 Km muy bien, camino hacía Tonatico. El regreso no de lo mejor, dolor en el estómago, el suplemento no me hizo del todo bien.
Cuau me dice que es parte del entrenamiento conocer todos esos aspectos. Parada técnica al baño. Dejo de comer y tomar suplemento. Los siguientes 40 km a buen paso, aunque siento que podría hacerlo mejor. En mi tercer regreso a Tonatico, durante la última subida me siento débil. Llegando al retorno nos paramos para comer y recuperar energía: chocolate, galletas, sándwich; todo lo que pudiera comer, como experiencia no me puede pasar en Cozumel.
Cuau me recuerda lo importante de cuidar la nutrición. Me siento mejor, con más energías y recupero mi ritmo para los últimos km de entrenamiento. Ya más tarde el viento se siente pesado pero me mantengo con buena velocidad. Llego a un punto donde empezaría la carrera. Tomo nuevamente bastante suplemento alimenticio para no perder energías y empiezo a correr. Mis músculos muy bien, mi ritmo el esperado; el calor a todo lo que da.
Después de mi primer km el dolor de estómago nuevamente. No debí tomar tanto, ni tan rápido el suplemento, pero logro mantener un buen ritmo, y lo mejor mis músculos muy bien; no resintieron la natación ni la bici. Hago mi primera vuelta de 4 km. Cuau me esperaba con agua, muy necesaria con ese grado de calor, y sigo con la carrera.
El dolor de estómago no disminuye pero me siento muy bien físicamente. Así que termino con mucha confianza de poder realizar la distancia del maratón. Mi entrenador también está satisfecho y así me lo hace saber. Me comenta que el objetivo del entrenamiento era que me diera confianza, y se cumplió. Regreso con la motivación y certeza de poder completar la distancia en el Ironman.
Viaje
Previo al viaje debes tener tus cosas en el mejor estado posible: la bici al servicio, usarla en alguna rodada para verificar que todo esté en condiciones óptimas; tus zapatillas y tenis limpios; la ropa que prevés usar; el proceso para guardar la bici en la maleta y/o su transporte. Mi entrenador me asesoró para no dañar la bici al empacarla o que hubiese algún desperfecto en el viaje.
Hacer el equipaje es todo un ritual que cada uno hace a su manera. En mi caso me funciona hacer la competencia en mi mente, paso a paso: desde la mañana en la que te levantas, el vestirte con el trisuit, la vaselina, el traslado, la natación y así sucesivamente, el objetivo es contar con todo lo necesario en la competencia.
El viaje como tal es otra parte que se disfruta: el vuelo, el transporte terrestre y el ferry, fue lo que me tocó y me dio el tiempo de concentrarme y pensar en la competencia. Como creo que nos pasa a todos, tengo la preocupación por la bici, desde la parte de documentarla y perderla de vista, hasta ver cómo la tratan en el ferry; para las personas que la trasladan es un objeto; para nosotros es algo muy importante.
Llegué a Cozumel a hospedarme y lo primero que hice fue abrir mi maleta. Por recomendación de Cuau metí todo lo del triatlón en la misma maleta, te ayuda en el tema de los traslados y centralizas el equipaje que corresponde a tu competencia. Armé la bici para estar tranquilo que todo estuviera bien.
Al otro día salí a rodar, de nuevo tener la seguridad que la bici se encuentra perfecta y un poco reconocer la ruta de bici. Después carrera de unos kilómetros, de igual manera para ver la ruta. Padecía además una pequeña lesión en la pantorrilla que días antes me había tratado Diego; quería verificar que pudiera correr sin problemas y así fue, de dolor intenso la lesión pasó a ser una pequeña molestia que sin duda podría soportar en el maratón. Mi ritmo muy bien, seguía tomando confianza para el gran día.
Por la tarde fui a recoger el paquete, es otro momento que se disfruta mucho: tomarte la foto, ver tu nombre con los logos de Ironman, aprovechar para comprar el tanque de CO2, una playera o un recuerdo.

Saliendo recorrí la ruta de ciclismo en un carro rentado, me funciona mentalmente conocer la ruta y establecer puntos de referencia, una vuelta, un retorno, un restaurant, saber en qué tramos es más propenso encontrar viento, sombra, si hay pendientes, y todo lo que pudiera tener en consideración.
Un día antes fue la práctica de natación en el Parque de Chankanaab, que es donde se encontraría la salida de la natación y la T1. Le pedí a mi esposa que me acompañara, pues quería hacer algo de bici saliendo de nadar.
Llegando al parque veo a varios triatletas y la emoción aumenta. Me dispongo a entrar al mar, solo era un pequeño reconocimiento y aprovechar estirar los músculos. Entrando al mar me encuentro con la agradable temperatura del agua. Empiezo a nadar y veo que el fondo se encuentra a entre 6 y 10 metros. Increíblemente se ve el fondo. El agua completamente cristalina. Eso hace tener una sensación de nadar muy lento; normalmente nadas en alberca y tienes esa perspectiva de estar cerca al fondo, sentir como te desplazas en el agua. En esta ocasión me sentía lento, pero al analizarlo con algo de lógica descifro esa parte. Y al salir veo mis tiempos, efectivamente con el ritmo previsto. Tomo mi bici y ruedo unos 30 km a una velocidad alta, entre emociones les hago saber a los músculos lo que les espera el siguiente día. Por la noche salí a caminar después de la cena, quería concentrarme y en el camino solo pensaba en lo bien que me había preparado, en que estaba en la mejor forma física de mi vida; y todo eso me daba cierta seguridad, por lo que los nervios no fueron problema, mi mente se mantenía fuerte.
IRONMAN COZUMEL
Justo caminando en el muelle siento inexplicablemente el apoyo de todos mis seres queridos, mis amigos y mis compañeros de equipo.
El día de la competencia me desperté a las 4 am, desayuno, vaselina, trisuit y pasar al baño. Me traslade a la T1 para preparar mis cosas de la bici. Me acompañaban mi esposa y mis hijos, les pedí despertarse temprano pues quería que estuvieran en estos procesos.
Luego fuimos a Marina Fonatur, lugar de salida para la natación. En la llegada otra vez pasar al baño, lo estimado son los nervios previos; más vaselina. Me coloco en el grupo de menos de una hora para los 3.8 km de nado, recomendación de mi entrenador y por experiencias previas. Empiezo a estirar y hacer movimientos articulares, ciertamente más por los nervios. Los triatletas elite están a unos metros; siento un poco más de nervios, pero me encuentro listo para empezar. Se escucha en el sonido que la salida se estaría retrasando 30 min.
Anuncian que en el parque de Chankanaab empezaba la lluvia y aumentaba el oleaje. Salgo del bloque para estar esos minutos con mi esposa e hijos. Después de unos minutos empieza la lluvia. Suena un anuncio nuevamente mencionando que no podía iniciar la competencia y que esperan la aprobación del puerto y las autoridades para comenzar, ¡oh!… algo que me espantó: si se procedía sin la natación.
En mi mente pensé en que no podría cancelarse la natación, no iba a hacer un Ironman parcialmente, no me había preparado tanto para tener esa insatisfacción. Un poco más de preocupación al ver que el oleaje no cesa y, contrario a lo que se esperaría, el oleaje iba en dirección contraria a la del trayecto. Veo una bandera y efectivamente el viento lo teníamos en contra. Después de unos minutos por fin anuncian que dará comienzo la competencia. Una gran tranquilidad. Fui nuevamente al grupo de salida. Esta vez había muchos más competidores en este grupo, seguramente para salir lo más pronto posible que por que pudieran hacer el tiempo que requería el grupo.
Momento de la verdad, estaba realmente ansioso por empezar.
Suena la bocina de salida para los elite varonil, dos minutos después para elite femenil. Unos minutos más y emprende la salida mi grupo. Justo caminando en el muelle siento inexplicablemente el apoyo de todos mis seres queridos, mis amigos y mis compañeros de equipo.
Extrañamente los nervios desaparecen antes de tocar el agua como usualmente me ocurre. Inicio mi reloj y me lanzo al mar. La natación, lo esperado: el agua cristalina, el oleaje no lo sentía en contra, pero tampoco a favor como para que me ayude. Empiezo a agarrar mi ritmo. Me encanta nadar y qué mejor que en estas aguas. Veo unos buzos tomando fotos ¡se ve increíble!
Por un momento disfruto tanto nadar que olvido que estoy en una competencia. Al acordarme aumento la fuerza en los jalones al agua, y espero no haber perdido mucho tiempo por estar turisteando.
Mis trayectorias son relativamente buenas. Siento que voy lineal a excepción de un par de boyas. Pasa el tiempo y veo las cabañas de Chankanaab.
Se me hizo muy corta la natación, creo que fue porque realmente lo disfruté mucho. Termino un poco preocupado por el tiempo. Al salir del agua marca mi reloj 1 hora con 2 minutos. Nada mal, tenía previsto 1 hora 10.
Me motiva el tiempo y empiezo a correr en la T1. Escucho un “¡Venga Andrés!”. Volteo e identifico una compañera de Trievo. Suma al ánimo y sigo hasta mi bici. Todo exactamente como lo tenía en mi mente: me como un gel, tomo abundante electrolit, medias de compresión, calcetines, casco, lentes, zapatillas y bici.
Corro hacia el área de montaje. Me subo bastante ágil. En eso escucho gritos: “¡Vamos Ordisi!”, mi esposa e hijos. Esos gritos me irradian de energía, y sigo con la primera vuelta de 3 a la isla.
Empiezo con pedaleo fuerte, son los ánimos. Paso muchos competidores. Los lentes oscuros me son innecesarios: hay algo de lluvia y no me permiten una buena visibilidad; me los pongo en trisuit. Veo mi velocidad por arriba de 40 km/h. no es lo planeado. Recuerdo que me quedan 170 km y un maratón. Bajo la velocidad a lo planeado y mantengo la cadencia que buscaba. Por el kilómetro 20 escucho un insecto golpear mi casco, no le doy tanta importancia, pero siento el aleteo dentro del casco y en eso… un dolor característico y muy fuerte en mi frente; de inmediato pensé una abeja. Meto mi mano al casco y siento que la mato con los dedos, nuevamente busco con mis dedos y al sacarlos veo un aguijón bastante grande (después me enteré que fue una avispa) En mi mente me mantengo positivo, “no pasa nada” me digo, “sigue pedaleando, el dolor va a ceder y ni te vas acordar”.
Después de otros 10 km el dolor disminuía. En eso me encuentro en un grupo que traía mi velocidad aproximada. No está permitido el drafting; sin embargo, si mantienes la distancia permitida también te ayuda en cadencia y a mi parecer algo del viento también a favor ayudaba. Por el km 40 vamos pasando varios ciclistas y uno de ellos se me mete. Me hace frenar. Después pasa un solo ciclista y se regresa a la línea.
Al hacerme frenar pierdo distancia y decido no seguir rebasando por lo que me meto con él para no desgastar de más mis piernas. Un juez ve solo esta última parte. Se acerca a mí y sorprendentemente me penaliza con 5 minutos. Me molesto en demasía. Le pido que pregunte al competidor de enfrente, que él fue quien se me metió, que inclusive me hizo frenar; me dice que la impugne en la zona de penalización, lo cual se me hace una tontería: si el juez no iba a estar en esa parte y además el ciclista que se me metió no podía comentar lo sucedido.
Sigo manteniendo mi espíritu positivo, me digo a mí mismo: “ve el vaso medio lleno”, usa el tiempo para comer, descansar o algo productivo. Sigo pedaleando y pienso que en esos 5 minutos iba a perder al grupo al que tan bien me había acoplado.

Atento a la próxima zona de penalización y tal vez por aplicar un poco de fuerza de más por el enojo que venía haciendo se afloja una de mis aerobarras, lo que me obliga a sostenerla cada que quería usarla y para hacer los cambios de la bici. Me preocupaba todo lo que me estaba pasando tan pronto en la competencia, pero mantenía mi mentalidad positiva: “en el penalty box la compones tranquilo”.
Por el km 50 encuentro el penalty y me detengo. Los jueces muy amables me toman la foto y me marcan el número. Me dicen que espere en la sombra, que aproveche para comer y descansar. Yo solo quería componer mi aerobarra. Saco mi kit, busco y justo no traigo la llave que necesitaba. Un poco de desesperación. Me resigno y pienso en que puedo completar la ruta sin necesidad del arreglo. El último minuto se me hace eterno, pregunto más seguido el tiempo restante al juez, hasta que me da luz verde para salir.
Empiezo nuevamente a pedalear. Me sentí sin ritmo y los competidores que me encontraba no ayudaban, iban bastante más lento. Recuerdo que ya voy a completar mi primera vuelta y que vería a mi esposa y mis hijos, y eso me alentaría a seguir con fuerza. Termino de pasar por la zona de la ciudad y no encontré esos gritos que estaba esperando.
Me da un poco de bajón psicológico. Pienso en todo lo que me estaba ocurriendo y en que me faltaban 110 km. Veo mi velocidad y mantenía los 33 km/h pero no era lo que tenía previsto. El calor empezaba a sentirse. Fue un momento que a mi parecer exigía fortaleza: decidí enfocarme a seguir y dejar atrás lo que me había ocurrido en mi primer vuelta; pensaba en el tiempo que había dedicado a los entrenamientos y en que no podía estar cabizbajo; necesitaba levantarme y encauzarme en seguir. Ese pensamiento me ayudó. Retomé mi cadencia. Empecé a alcanzar ciclistas. Encontré un nuevo grupo. Las partes con vistas al mar me ayudaban. Miraba al mar y me concentraba en el espectáculo visual.
Llegué al km 97. En ese punto se hallaba la bolsa de necesidades especiales de ciclismo. En el plan estaba el parar. Vi al grupo pero nadie se detuvo; yo no podía cambiar mi plan, por lo que paré, comí lo más rápido posible lo que tenía en la bolsa: un par de mordidas a un sándwich, tomar más geles, vaselina; cambiar mi ánfora con proteína y rellenar con electrolit una mamila que traía de los puntos de abastecimiento. Después de esto seguí y efectivamente no iba alcanzar al grupo, al menos no pronto, por lo que vuelvo con mi cadencia y verificando mi velocidad: “no desesperes” me decía, “haz tu competencia, disfrútalo”.
Llegué nuevamente a la ciudad. Estaba terminando mi segunda vuelta sin mayor dificultad. Escucho gritos, veo un cartel: “Vamos Ordisi”, mis hijos, mi esposa; escucho un grito que reconozco, mi suegro; no lo ubico visualmente pero veo a mi suegra y mi cuñada. Recuerdo que estaban vacacionando en Playa del Carmen; se tomaron el tiempo de venir a Cozumel.
Mis ánimos, mejor. Sé que me queda una última vuelta, y se siente nada comparado con el estado de ánimo en ese punto en la vuelta anterior. Veo que mi velocidad, fuerza en las piernas y cadencia mejoran. No me preocupa quemarme porque me siento bien y planeo seguir así esta última vuelta. Kilómetros adelante me encuentro a un ciclista que venía en el grupo que se me fue cuando pare a comer, lo veo desgastado. Le doy ánimos cuando lo paso; él me reconoce y se me pega en la bici; le digo: “¡Venga! vamos a terminarlo bien ya falta poco”. Así se mantuvo unos 30 km, pero en algún momento cuando volteé ya no se encontraba detrás de mí. Yo también ya me encontraba más desgastado, mi velocidad bajaba, pero solo quedaban unos 15 km, por lo que me permití bajar la velocidad y terminar el ciclismo más relajado.
Llegando a T2, veo mi reloj; mi motivación se incrementa al mil: en ese punto llevaba 6 horas con 40 minutos ¡con todo lo que me había pasado y la penalización de los 5 minutos! En el peor de los casos tenía previsto hacer el maratón en 4 horas 15. Lo que implicaba hacer menos de las 11 horas.
Entro a dejar mi bici, a ponerme lo tenis. Tomo un par de geles. Salgo de la T2 y empiezo mi maratón : 3 vueltas de 14 km.
El calor se siente increíblemente agobiante. Hago mi primer km y veo el tiempo por arriba del ritmo esperado. Después de ese punto pensé en tomar agua, hielo y echarme agua fría en el cuerpo y la cabeza en cada abastecimiento con la finalidad de mermar algo el calor.
En el segundo km mi tiempo no mejora. Un poco frustrante ya que a mi parecer estaba teniendo mayor esfuerzo. Sigo corriendo y los siguientes 3 km el ritmo por km es bastante malo. Me analizó y veo que mis músculos se sienten fuertes, mi respiración y pulso están bien; solo es el calor. Pienso en lo que me pasó en Acapulco, pero esto es diferente; en esa ocasión me sentía débil, esta vez no puedo explicarlo del todo; le llaman “golpe de calor” supongo.
Sigo corriendo pero el tiempo no mejora y no logro retomar el ritmo al que estaba entrenando y tenía previsto. Busco sombra en la ruta pero es escasa. En mi mente pasa la idea de caminar, pero me regaño rápidamente y dejo esa idea. Pienso en todos los km que me faltan y que no puedo permitirme caminar al menos no en este punto; sigo con mi pésimo ritmo pero avanzando. Me toca ver un competidor desfalleciendo, algunos voluntarios ya lo atienden, un golpe a la mente. Recuerdo al competidor y su físico se veía como el de una persona bastante preparada, lo que me hace pensar en la posibilidad que eso me ocurra a mí. Llego al primer retorno, algo de aliento al verlo por primera vez, pero un golpe a la mente por saber que llevaba un sexto del maratón y en ese punto ya arrastraba un gran sufrimiento.

Llego al lugar donde estuvo el triatleta desfallecido: ya lo llevaban en camilla hacia una ambulancia. Mi estado anímico no podía estar peor. En algún punto entre el km 8 y 9 me detengo a caminar. Ciertamente ni siquiera tuve la oportunidad de analizarlo en mi mente; cuando reaccioné ya estaba caminando. Cuando me percato de ello me detengo por completo: Mi mente se rompe. Me llevo las manos a las rodillas. Solo pienso en que fracasé en la meta de no caminar; por un momento pienso en desistir, en no terminar. Encuentro a mis demonios: mi mente había tocado fondo; pero justo es el instante en donde recuerdas quién eres, tu fortaleza; piensas en todo lo que habías sacrificado por llegar a la meta; y el solo pensar en desistir fue el mayor regaño que me he dado a mí mismo. Me levanté, apreté los puños con mucha fuerza, puse fuerza en mi estómago, fruncí el ceño y empecé a correr.
Verdaderamente estaba furioso conmigo mismo, pero aplicaría ese enojo a seguir corriendo. Mi ritmo no mejoró, pero al menos seguía corriendo.
Cada stand de abastecimiento repetía: tomar agua, hielo y ponerme agua fría en el cuerpo. Así llegue al final de la primera vuelta. Escucho gritos de aliento de mi esposa e hijos. Ahora agregaron un “¡Tú puedes!” lo que me hace pensar en lo mal que me veo y que les preocuparía que no terminara; pero en mi interior ya había cruzado esa parte: el no terminar ya estaba fuera de mi mente, no era una opción. Sin embargo, para ellos mi semblante les era alarmante.
Veo el tiempo y me olvido de hacer debajo de las 11 horas, pero al final el objetivo era terminar debajo de las 12 horas. Me motiva algo el saber que si mantengo ese mal ritmo lograría el objetivo. Recuerdo también las palabras de mi amigo Memo: “a ritmo lento pero seguro”.
Los próximos 7 km sufriendo pero con constancia en el ritmo. Seguía apretando los puños. Percibo que se me duermen las manos y recuerdo que no había comido nada desde el enojo. Me como los dos geles que traía conmigo y me ayudan, pero no recupero del todo las energías.
Ya estaba cerca del km 22 en donde se encontraba la bolsa de necesidades especiales para la carrera y ahí tendría un par de geles más. De nuevo veo otro competidor en el piso. Me siento mal por él pero ya no me pega a la mente como el primero.
Llego al retorno veo el tiempo: sigo con el tiempo alto pero constante. Llego a mi bolsa de necesidades especiales. Tenía un sándwich, pero no las ganas de comerlo, así que solo tomo los geles y sigo.
Otros 6 km para terminar mi segunda vuelta. Seguía con la operación agua – hielo – agua fría al cuerpo y ahora agregue un plátano o lo que pudiera comer. Veo un tercer competidor en el suelo, el calor empezaba a ceder. Más espacios con sombra, agradecía cada metro con sombra.
En el km 26 me sentía nuevamente algo débil y se lo atribuía a la nutrición. Cuando llegué al final de la segunda vuelta le pedí a mi esposa algo dulce. Mi hijo corrió a darme una paleta, regresando mi esposa me dio un Gérber en sobre, que amablemente una persona le regalo cuando escuchó que les pedía comida. Las reglas dicen que no puedes recibir ayudar externa. Y los que me conocen saben que normalmente sigo las reglas al pie de la letra, pero en ese punto me permití recibir esa ayuda.
Vi nuevamente el reloj y seguía con la meta alcanzable de hacer debajo de las 12 horas. La motivación aumentó ligeramente al saber que eran los últimos 14 km para convertirme en un Ironman.
Me mantuve corriendo. Ya no contaba con geles, pero sí con mayor motivación y empezaba atardecer, lo que haría ceder el calor y en mi mente tenía previsto mejorar el ritmo, lo que no ocurrió los siguientes 7 km.
Vi por ultima ves ese retorno y sabía que estaba solo a 7 km. El tiempo me decía que existía la posibilidad de hacer debajo de las 11 horas y media. La motivación aumentaba, mi ritmo mejoraba ligeramente. Vi un par de competidores con la letra D (mi categoría), quería terminar antes que ellos, eso me impulso a mantener un mejor ritmo; faltando 4 km empezaron a caminar, yo ya no quería hacerlo así que seguí con la ilusión de ya no tener que caminar.
Durante todo el maratón no me importó el dolor en los músculos, me parecía poco intenso, tal vez por lo que pasaba en mi mente. Restaban 3 km y el dolor se volvía más intenso, pero en ese momento mi ambición por terminar y mi estado anímico no me permitieron concentrarme en el dolor; al contrario mi zancada se hacía más larga y fuerte.
Para el km 40 ya estaba corriendo al ritmo que querría haber corrido todo el maratón. En mi mente bromeaba, estaba feliz.
Último km la felicidad es incontenible. Siento que aumento el ritmo pero me limito por saber que estoy cerca del final, que tengo que disfrutar cada zancada. Llego a los últimos metros, inmediatamente ubico a mi familia como siempre en la meta, viendo y apoyando, mi hijo me da la bandera de México. Corro hacia la meta, en el sonido se escucha “FELICIDADES PARA ORDISI ANDRÉS VÁZQUEZ, FELICIDADES ORDISI ¡HOOOY TUÚ… YA ERES UNIRONMAN!”

Indescriptible el escuchar eso que tanto añoré, que era mi motivación durante los entrenamientos; un momento único, lleno de satisfacción, emoción, felicidad. No podía contener tanta alegría, mi sonrisa me delataba. Me entregaron mi medalla, me preguntaban que si estaba bien, no estaba bien… estaba increíble.
Me tiré en el pasto y se me salieron un par de lágrimas, de esas que te dicen que la felicidad no cabe en tu cuerpo.
Entiendo cuando nos llaman locos, ahora me doy cuenta de que realmente lo estamos, que la mayoría de las personas no están dispuestas a tanto sufrimiento, dolor muscular, fiestas perdidas, reuniones con amigos y familia, tanta disciplina; pero esa satisfacción de cruzar la meta, de sentirte pleno, vale cada segundo de dolor, cada peso gastado, cada entrene, cada desmañanada… EL PODER DECIR: “YO SOY UN IRONMAN”.

Retorno a la normalidad.
La noche del Ironman descanse como nunca, seguramente por el cansancio, pero también por lo complacido que estaba conmigo mismo. Sorprendentemente al otro día estaba adolorido pero a mi parecer como alguno de los fines de semana de entrenamiento fuerte, ya estaba acostumbrado a esa parte. También creo que fue que en el maratón no pude darlo todo físicamente como tenía previsto. Esto tuvo su ventaja pues me permitió salir con mi familia ese lunes y aprovechar algo el viaje. Para la familia aparte de un viaje para apoyarme eran unas vacaciones.
De regreso en el barco nos tocó el atardecer; observando ese hermoso paisaje me vino la pregunta: ¿qué sigue? Por algún momento sentí un pequeño vacío, normalmente la mente de los deportistas debe mantenerse con nuevos retos; ¿un ultra? ¿regresaré por la revancha de ese maratón? ¿en el futuro vendrán más Ironmans? No estoy seguro, pero ya está en mi mente el hacer menos de las 11 horas.

ORDISI ANDRÉS VÁZQUEZ VENCES
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Asaf Kolerstein
Una historia emocionante e inspiradora, ¡gracias por compartir!
Asaf Kolerstein
Una historia emocionante e inspiradora, ¡gracias por compartir!
¿Cuál fue su tiempo final?