Por Claudia Alaluf
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El campo de la psicología se ha visto muy afectado por corrientes de pensamiento que no terminan de llevar al hombre a ninguna parte. Si vamos al origen la palabra psicología proviene del término griego psique que significa alma, y logos, que significa estudio. Pero hoy la psicología ni siquiera sabe ya ni es capaz de afirmar si el ser humano tiene alma.
Los psicólogos de antes estudiaban filosofía, incluso los primeros psicólogos fueron los mismos filósofos. Hoy sucede que los psicólogos no tienen más allá de una asignatura universitaria en las que se les hable de ontología, ética y ni siquiera de filosofía en general. Pues al convertir a la psicología en una ciencia puramente biológica, se le dejó desprovista de todo su acervo filosófico y ontológico. Los principales afectados han sido los psicólogos clínicos y psicoterapeutas, pues al trabajar directamente con el ser humano -en el campo de su alma-, tienen que valerse de otros recursos más afectivos y humanos, que no necesariamente tienen una correcta antropología o fundamento filosófico, tal como las terapias alternativas o del new age que hoy lamentablemente son muy comunes en el campo de la práctica psicoterapéutica.
El mismo origen de la psicología moderna marcada por el psicoanálisis de Freud, plantea ya en sí mismo el conflicto. Aunque Freud no lo afirmó así, es sobresaliente la influencia de la filosofía de Nietzsche en su teoría psicoanalítica. Tanto Freud como Nietzsche llegan a planteamientos muy semejantes acerca del ser humano y que tienen un corte que ahora podemos denominar relativista –aunque el término empleado por Nietzsche fue perpectivismo–; estos filósofos de la sospecha, Nietzsche, Freud y Marx, comienzan a dudar de la conciencia y proveer nuevas interpretaciones en la que la verdad como una y absoluta es excluida y que da pie a un sistema de pensamiento basado en el ateísmo, la lucha contra la religión, especialmente el cristianismo, el desecho de los valores y el énfasis en la liberación de los impulsos. Con esta hermenéutica de la sospecha, terminamos sospechando hasta de nosotros mismos y es precisamente en este momento, en que estos intérpretes asumen sin dudar de las intenciones que conocen mejor nuestras motivaciones que nosotros mismos.

Fotografía: Max Halberstadt.
Es muy curioso cómo coinciden los dos investigadores; Nietzsche llegando por el ámbito de la filosofía y la cultura, pero con grandes intereses por la psicología, y Freud surgiendo por el campo de la medicina, pero también a su vez con un profundo interés por el estudio filosófico. Es así como la influencia del pensamiento nietzscheano en el campo de la psicología, ha generado todo un campo teórico en el que el psicólogo de hoy se sigue formando.
Nietzsche mismo se empeña en ignorar la realidad, en afirmar que ésta se construye con lo que uno piensa. Se empeña en decirnos que hay que construir una nueva moral e incluso da las pautas aunque al final no se atreve a llamarse a sí mismo superhombre.. Y es precisamente su obsesión, un círculo vicioso del que no hay escapatoria, una teoría circular tal como el psicoanálisis, en el que si uno acepta o no acepta la teoría propuesta, siempre confirma la conjetura.
La forma en la que Nietzsche describe al ser humano es dolorosa y vacía. Para él la debilidad y la vulnerabilidad deben ser eliminadas; la vanidad y la malicia son lo único que hay de cierto en el hombre. Todo es falso excepto la mentira, y sólo es verdad su falsedad. Hasta cierto punto, es verdad que el tipo de hombre que describe en, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, tiene mucha coincidencia con la sociedad contemporánea: “profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños, sus miradas se limitan a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibir formas, sus sensaciones no conducen en ningún caso a la verdad, sino que se contentan con recibir estímulos”.
Pero es injusta la generalización, pues muchos, aún fuera de la masificación intentamos dar honor a lo que afirmó Aristóteles: “el hombre por naturaleza desea conocer la verdad”.
Es cierto, en general la gente de hoy está dormida. Prefiere creer y seguir a ciegas aquello en lo que le aseguran el confort, la certeza, el no tener que preocuparse por pensar más allá de lo cotidiano. Podríamos ser llamados “la sociedad de la pastilla”, que con una pastilla queremos curar todo mal, olvidarnos del dolor, del pesar, incluso, todos recordamos aquella famosa película en la que también con una pastilla podemos acceder a conocer la verdad.
La solución propuesta por Nietzsche – el superhombre – es ambiciosa en el sentido filosófico, pero ingenuo en el sentido realista, y es porque se le escapa la gran flecha que ha guiado a los hombres más virtuosos conocidos sobre la tierra, y esto es el sentido de la vida inspirado por lo divino. Nietzsche con su propuesta del superhombre, cree que el ser humano puede ser feliz cuando por fin se acepta a sí mismo, incluyendo sus impulsos y pasiones que no tiene por qué seguir reprimiendo, cuando deja de actuar por lo que otros piensen y comienza a actuar conforme a su propia guía de valores, cuando busca ser mejor y más perfecto, pero sólo por su propia motivación.
El problema con el superhombre de Nietzsche es que pone al hombre como máximo grado de perfección, del cuál derivaría su autoperfeccionamiento, cosa prácticamente imposible, ¿pues cómo podría el ser humano ser su propia fuente de perfeccionamiento, si antes él mismo ha planteado que es pura falsedad, malicia, mentira y crueldad? ¿Cómo el hombre mismo podría ser fuente de su propia perfección si es lo peor?

En sí, justo aquello de lo que Nietzsche buscaba escapar era la culpa y el sufrimiento. Se peleó tanto con la religión que llegó a creer que el sufrimiento era un signo de una moral débil y que se identifica con el cristianismo, pero con el tiempo, él mismo no pudo escapar del sufrimiento que le deparaba el final de su vida, padeciendo una fuerte enfermedad que desequilibró todo su ser tanto a nivel físico como mental. El sufrimiento no es una ideología y ninguna religión promueve sufrir por gusto, sino que es un camino de purificación y fortaleza, pero eso es una elección, pues al evitarlo también nos debilitamos. Al final, siempre es así, la realidad se impone.
Podemos ver que no son sino acrobacias intelectuales con las que Nietzsche juega para sacar de su ficción a Dios, metaforizando todo, pero proponiendo luego como base realista lo improbable. No es sino la expresión más ingenua de la soberbia.
Esa es precisamente la ficción del mismo Nietzsche: niega la verdad para volver a crearla. Se dice que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, y esa es la verdad de la que Nietzsche habló, no la verdadera sino la construída. Y esas mentiras repetidas son precisamente el mal que aqueja hoy a nuestra sociedad, que camina ya hacia el absurdo y lo ilógico sin medida, un paso cada día.
Una de las grandes trampas a las que se enfrenta el psicólogo de hoy, es la gran cantidad de corrientes ideológicas que hay. Pero si en algo coinciden tantas es precisamente en el relativismo y el desecho de la verdad como guía.
Y es muy grave, pues como alguna vez dijo Rudolf Allers, psicólogo alemán estudioso de Tomás de Aquino: “Para hacer el bien no basta con la intención, es necesario saber qué es lo bueno y qué no lo es”. Y ante esto surge la pregunta, ¿cómo pueden los psicólogos hacer el bien, si hoy cualquier cosa puede ser “buena”?

Foto: Robert Huffstutter.
Los psicólogos tenemos un gran reto por delante, y es recuperar nuestra capacidad de discernimiento, así como nuestra capacidad de juicio. Muchos psicólogos hoy están preparados para decir “yo no juzgo”, y debemos entonces pensar qué infructífero sería sentarnos a la terapia de un psicólogo desquiciado, es decir falto de juicio.
Siempre que llega un nuevo paciente a terapia, busca algo, muchas veces no sabe exactamente qué busca o que espera encontrar, pero siempre todos tienen una cosa suficientemente clara: y es que quieren estar bien. Saben que no están bien y quieren estarlo. Quieren estar mejor. ¿Pero cómo puede un psicólogo ayudarle si no sabe qué es lo bueno, o si pretende aceptar que todo es relativo? Hace falta mucho por profundizar, por comprender, pero sobre todo, por limpiar nuestros ojos de ideas preconcebidas para volver a empezar por mirar una cosa: la realidad.
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