Por Tomás Galindo Álvarez Malo
El sobrecogedor desfallecimiento del Hijo de Dios debe recordarnos esto: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo único” por él. [Jn 3,16], también nos recuerda cuando Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su único hijo Isaac para cumplir con la voluntad de Dios Padre. ¿Qué sucedería en el corazón de Dios Padre al ver la segunda caída de su hijo? No podemos expresar el dolor del Padre, pero sabemos que toleró tal dolor por amor a nosotros.
Jesús también pensó en nosotros y aceptó la voluntad de Dios Padre. El amor de Jesús por nosotros es tan grande que, a pesar de caer por segunda vez, se levanta y sigue adelante hasta dar su vida por nosotros.
Nuestras cruces son muy poco comparadas con la cruz que cargó Jesús por nosotros. No debemos pensar demasiado en nuestras penas, necesitamos pensar en lo que cargó Jesús por nosotros. Nuestras penas son pequeñas cruces que debemos cargar para llegar al cielo. Al hacer aquello que nos cuesta trabajo debemos pensar en Jesús, que se entregó por todos nosotros obedeciendo a su Padre.
Señor, concédenos aprender a abrazar la cruz y levantarnos, también de esta segunda caída y de las que estén porvenir.
0 comentarios