Toda canción inicia con un yo poético, un yo que encarna lo que se va a decir y cómo se transmitirá. En este caso, tomaremos a un chico de catorce años como el punto de partida para empezar a escribir nuestra canción de amor. Él no sentía que “La Gasolina” de Daddy Yankee o alguna balada de Camila transmitían de verdad lo que él sentía en ese momento: soledad. Por eso, un día tomó su reproductor de CD’S y puso ese disco que vio en un puesto lleno de libros y discos raros de tiempos pasados; un lugar donde iba a poder encontrar el himno de su adolescencia, algo que la radio no parecía querer darle.
Himno adolescente: secundaria y preparatoria
Es así como puso el Led Zeppelin I y reprodujo la segunda canción: Baby I’m Gonna Leave You. Pese a ser una canción estándar (verso-coro-verso-coro) era diferente. La guitarra española traía una mística completamente oscura, como si fuera la canción de un vagabundo caminando en la tormenta, con la peste escurriendo de los brazos. Un monstruo del siglo XIX, repulsivo para las multitudes, con una mente apunto de quebrarse (si no es que ya está hecha trizas). La imagen más oscura, aterradora y solitaria que una canción le había insertado en su mente. Una con la cual se sentía, ahora sí, verdaderamente identificado.
No obstante ¿Cómo identificarse con algo donde baby parece más una muletilla como en las canciones pop y de reggaeton del momento? Bueno, quizá es porque Robert Plant lo hacía con diferentes texturas, quizá porque esos gritos y fuerza lo hacía olvidar la letra. Lo hacían creer que se sentía tan potente como la soledad que tanto le dolía vivir todos los días. Cosas de adolescentes, en fin.
Ese sentimiento de incomprensión tenía su antídoto: pensar en aquella chica, la primera que le gustó en la secundaria. Millones de veces se aferró a los barandales y al piso mientras sus compañeros lo arrastraban hacia ella para que se le declarara. Pobre chaparrito, tenía tanta pena y era tan tímido que nunca se le acercó. Y lo primero que ella supo de él fue que ese niño de cabello largo que vestía una chamarra gigante azul estaba enamorado de ella.
¿Por eso quería una canción tan oscura como himno adolescente? ¿Para limpiar su reputación de niño tímido y ponerse una máscara de solitario incomprendido? Se imaginaba tocando Baby I’m gonna leave you con una banda ficticia y mirándola a los ojos. Quería causarle una impresión de lo hábil que era con la guitarra y la voz. Así él balbucea en su cuarto en un pobre inglés “Puedo escuchar que me llama a que regrese a casa”.
¿Qué quiere decir Led Zeppelin con esa frase? No se especifica mucho, pues el sujeto en la frase original en inglés utiliza la palabra “It”: eso ¿Quién será este personaje? ¿Penny Wise?
Tiempo después la chica tuvo novio ¿Qué pasa? Esto no fue como en las películas o en las canciones. Con esto no me refiero al cliché de que el perdedor se vuelve ganador y se queda con la chica. El problema aquí es que verla con otro… no le dolió en lo absoluto. Pero no se lo dijo a nadie ¿Cómo sonaría que le daba completamente igual si su musa se quedaba con otro?
La sensación de atracción, no obstante, duró tres largos años, sustentada sólo en lo extremadamente hermosa que era esa chica… y ya. Nunca habló con ella, nunca hubo conexión ¿Y si ella le decía que sí no más porque sí? Quizá la dejaría a la semana al darse cuenta de que no compartían nada. No, no era amor. Por eso no dolía ¿Verdad? Aunque una amiga le sentenció otra hipótesis: te enamoras de ellas sólo porque son imposibles; eso sí es muy Romántico.
La estructura de la primera canción
Pasemos a definir la estructura de nuestra canción de amor, similar a la de Led Zeppelin: un verso-coro-verso.
El verso se estructura desde la nostalgia de ver al ser amado lejano, pero nunca acercarse. Los cambios entre versos representan ese terror y miedo al ver al amado demasiado cerca y la necesidad de correr lejos para seguir observando desde la distancia.
El coro es una línea agresiva de guitarra distorsionada, contundente. La canción es siempre cambiante en las líneas vocales y en los solos para no aburrir al muchacho. A partir de entonces, se enamoró de muchos tipos diferentes de chicas, diferentes complexiones, tamaños, personalidades y tipos de ojos. Los recursos para definir el amor adolescente de este personaje variaban, pero el tema sigue estando en la misma escala: la chica imposible.
Porque lo importante era el sentimiento, si concretaba alguna relación se iba a topar con un final como en la novela de Juan Díaz Covarrubias, El diablo en México, la realidad es más aburrida que la ficción (véase la reflexión del texto de Jesús Alcántara)
Nuevo himno: la universidad
Una chica le dijo: “La verdad tú nunca has amado”, él se ofendió de sobre manera ¿Cómo, si se desgarra en pensamientos por todas esas chicas a las que quiso? Ese día se fue directo a prender su reproductor Mp3 y a poner “In my darkest hour” de Megadeth. Desató toda su frustración amorosa en ese momento gritando: “No sólo los tontos sienten la soledad”. De nuevo, una frase contundente y fuerte, que parecía más hablar al inconsciente, a una verdad oculta, que a lo que pasaba.
Sin embargo, el nuevo himno no tenía la misma estructura de la canción de Led Zeppelin. Era una canción que se iba creando y tenía una larga introducción que ponía en contexto la situación. Esta nueva estructura fija un nuevo enfoque que nuestro personaje tuvo con respecto al amor.
Primero, tomemos dos ejemplos nuevos para poder manejar la nueva estructura. Al entrar a la facultad, nuestro personaje leyó un verso: “Primero está la soledad”, escrito por Dario Jaramillo.
La canción de Megadeth inicia desde un arpegio y una ambientación que nos recuerda ese momento antes del amor, el momento de la soledad. Luego, un ritmo acompasado, contundente y una letra escrita desde lo más profundo del corazón. Nuestro personaje se enamora de una forma diferente. Ya no la quería sólo por ser imposible. En esta nueva canción, nuestro personaje se enamora después de hablar por meses con ellas. Sin embargo, hay una gran impotencia de su parte. No sabe cómo trabajar su oscuridad, ni sabe cómo ser perfecto para ella, como dijera Megadeth: “Nunca sabrás cuánto traté de encontrar mi espacio y satisfacerte”.
Termina una relación y llega una nueva chica a su vida. Ella lo vivió todo, para bien y para mal. Nuestro protagonista se dejó llevar, esta vez parecía que todo iba a concretarse. Pero el desenfreno de la oscuridad de esta melodía no es realmente un hogar para vivir. Como en la canción de Megadeth, hay solos caóticos de una escala cromática (la escala con todas las notas que crea disonancias con la armonía principal), en pocas palabras y como dijeran en mi pueblo, no le bajó a su “desmadre” y se pasó de intenso.
La historia de nuestro chico se desdobla en dos chicas que se parecen a los dos momentos en la estructura de la canción: el momento de la represión con el ritmo a medio paso y, luego, la explosión desenfrenada a toda velocidad de la segunda parte de la canción.
Se enamoró de las dos ya no por la vista, sino por realmente conocerlas ¿Entonces, ahora sí era amor? El estridente final de la canción y la sensación de explosión parecen decirlo así.
El problema, la explosión nos regresa al principio, termina como inicia. Musicalmente, esto es un rasgo genial de la canción de Megadeth, pues le da cohesión a una estructura que más que musical y repetitiva, parece ser narrativa y coherente, in crescendo.
En el caso de las relaciones amorosas universitarias de nuestro compadre pasó lo mismo, aunque en este ejemplo no es artístico y genial, sino un poco patético. Inició desde la soledad, se reprimió, se dejó ir y, luego, terminó en la soledad
Comparación marítima
¿Y aquí termina? Esto es una vida, la vida de un chico que ni siquiera ha llegado a los treinta. Sería absurdo creer que aquí acaba y decir que el amor siempre acabará en tragedia y nos dejará más solos que nunca.
Apenas llevamos dos canciones de sus dos aproximaciones sobre el amor de pareja. Hay demasiados tipos de amor que rodean al mundo. La persona con la que compartimos labios, qué digo compartimos labios, con la que nos cerramos la boca para compartir un silencio ecléctico y casi religioso, con esa persona siempre las cosas son diferentes para cada quién. Es un estado poético que, por alguna razón, por más sabios, maduros, fríos y superiores que nos queramos ver, siempre transforma algo de nosotros.
Por ello, la canción debe mutar. Empezamos con un adolescente que miraba al amor desde la orilla, casi con temor, que lo reta corriendo hacia él cuando este, imposible, se retrae hacia sí mismo, pero luego el chico se regresa infantilmente con temor a ser tocado por una ola del mar inmenso y huye a toda prisa de las aguas que ahora lo arremeten, quizá se moje los tobillos, quizá le dé un catarro, pero se quedará a salvo. Esta es la canción circular del verso-coro-verso similar a “Baby I’m gonna leave you”, es profunda, variada, pero parece temer ir más allá cuando llega a la explosión del coro y se regresa.
La siguiente parte fue la de la aventura. El joven grumete que se lanza en la expedición del barco a visitar tierras nuevas sobre el océano. Confía en que ese capitán los llevará por la mejor ruta. En el mundo musical lo llamamos tonalidad musical; en el mundo real, racionalidad. Lo que no sabe es que ese capitán es tan inexperto como él. Y sólo sabe de la mar por libros que ha leído, rumores, experiencias, poesía y sabios de las tabernas. En el mundo de la música, lo llamamos bagaje armónico musical del oyente; en el mundo real, la propaganda del amor.
Y, mis amigos, uno no aprende a navegar leyendo libros. Es obvio que, por más que uno intente seguir los mapas, las brújulas y las estrellas, el mar no es racional, es un ente vivo, imprevisible. Así pues, tenemos esta nueva canción de thrash metal “In my darkest hour”, una canción cuya estructura es circular, pero progresiva. Está hecha para llevarte por un viaje que retará tus concepciones musicales y te hará caer. La tripulación en ese viaje murió en un 90%. Sólo el capitán y el pequeño grumete, totalmente empapado, que aprendió a nadar a la fuerza, y con más de un moretón, fueron capaces de sobrevivir a semejante proeza. Afortunadamente, ahí está la orilla, tierra a la vista y vuelven al lugar de origen. En música le llamamos outro, que muchas veces suele ser una repetición del intro (como en el caso); en la vida, le llamamos soledad.
La nueva canción
¿Y luego qué? ¿Desarrollar temor al mar y quedarse en tierra? Para eso viene la tercera canción, el tercer movimiento en la sinfonía del amor. Softly whispering I love you, pero en la versión de English Congregation.
Esta canción es de una estructura un poco más sencilla como una referencia a la primera, pero un poco rara. No hay un coro-verso-coro, ya no es el chico que tiene miedo, ahora es el marinero. Su vida es ir y venir en travesías, como esta canción que consta de una sola melodía que se va repitiendo en bucle. Ya revelamos que el amor y la soledad tienen una relación creación-creador. No obstante, si son creadores, sabrán que toda creación también escribe sobre el creador. Todo viaje en un buen marinero son nuevos rumbos, objetos, tierras y aventuras en su línea de vida que cambian la manera de vivir la tierra firme.
En esta canción, notamos como una melodía básica se va llenando de cambios: primero es cantada por coros, luego, entra el cantante con una técnica vocal más agresiva, luego, regresa para volverla más agresiva hasta el momento en el que la voz principal sigue un ritmo y melodías diferentes, muy propias y emotivas mientras los coros, con mayor intensidad, mantienen el ciclo. La guitarra distorsionada de apoyo da esos golpes que invitan a descansar y a reiniciar la melodía con un nuevo cambio.
Cada vez que volvemos a la soledad después del amor, no somos los mismos, algo cambia en nuestra manera de ver las cosas y de percibir el mundo. Nuestra soledad se nutre del otro a la distancia y evoluciona (si es que nos permitimos ese espacio de soledad y reencuentro). Entonces, volvemos a zarpar al océano amoroso con un nuevo enfoque, que no hará sino mutar después: “Ecos de tu amor aún hablan través de mis sueños”.
Recordemos, para esta canción, el beso no es un acto de juntar labios, es un acto de soledad en compañía, de silencio. El amor es el espejo de la soledad y viceversa. La soledad es la razón del amor, así como el amor adquiere su sentido en la soledad. Así como la relación entre la muerte y la vida, la música y el silencio, el viaje y el regreso: “en un día de oro coloreado por un nuevo amor”.
Líricamente, al estilo de Pedro Salinas, nos habla la letra de como uno experimenta el amor en la lejanía, el acto amoroso hacia el fantasma, hacia la proyección en uno mismo del otro espacio íntimo de la noche solitaria; cuando uno ama, uno ya no es el mismo, se es uno y el otro, lo cual sucede en el aislamiento después, aunque quizá ya no con el rostro del otro, sino través del rostro de uno mismo, ya encarnado en nuevas aristas de la personalidad encontradas gracias al otro.
Conclusión
Claro, el amor no está exento de la enfermedad, no está exento de que viaje tras viaje las cosas sólo se pongan peor. Que decidamos mantenernos en la orilla por ello, o nos lancemos estúpidamente al mar sin darnos cuenta de que siempre vamos en un barco sin timón. No obstante, eso ya depende de cada uno, de que de verdad sepan llevar lo necesario en el viaje con la tripulación adecuada, que utilicen los recursos musicales que la canción necesita para ser artística, que aprendan del otro y de ustedes reconociendo el estado de su salud espiritual y mental.
¿Y qué sigue? No lo sabemos, nuestro muchacho sigue siendo muy joven y aún tiene mucho que aprender en esta nueva etapa de aceptación dialéctica. Por eso esta canción no termina, sino que eternamente continua a lo lejos mientras el volumen la aparta de nosotros (lo que llamamos fade out).
Igualmente, no me pregunten a mí, sólo soy unos cuantos años más grande que nuestro personaje. Las posibilidades musicales del amor son infinitas. Sólo hay que ver más allá y sin temor, porque la tierra no es plana, sino circular, sigue la lógica armónica de la música.
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