Texto e ilustraciones por Elisa Salas
A veces la vida se siente chiquita. La libertad se encoge y el oxígeno es escaso. Es entonces, irónicamente, cuando más podemos apreciar su grandeza.

Porque desde esa vida chiquita, se nos corta la visión y podemos por fin observar momentos chiquitos; como el placer de un rayo de sol en agua fría, la forma cómo se entibian las manos con una taza de té, descubrir el sonido del aleteo de un colibrí, el olor de un guiso caliente, el palpitar del corazón después de mucho caminar…la sensación al observar cómo bebe un animal de una fuente, escuchar el crujido de las hojas secas al pisarlas, reír por lo más simple, imaginar líneas que bailan al ritmo de cualquier música…Se puede amar la vida en chiquito y lograr sin querer que la vida se vuelva a sentir grande. Porque en la pausa de un momento pequeño, hay grandeza.

También se vale vivir lentamente, estirar el descanso, el ocio, el gozo inexplicable. Reconsiderar nuestro rumbo dadas nuevas circunstancias. Soltar eso a lo que tanto nos aferramos. Y todo lo que fue tan bueno, para que quepa lo nuevo. Una pausa en el espacio, no siempre depende del tiempo cuando volvemos a asignar un significado. Feliz reasignación de significado, no será nunca lo mismo que feliz resignación.
@elisalamonalisa Artista visual
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