En el 2013 algunas monjas se sentaron a descansar en una de las columnas de la Vía de la Conciliación. La plaza de San Pedro estaba abarrotada, el Papa Francisco había sido electo pocos meses atrás y todos querían escucharlo en la audiencia de los miércoles o en el ángelus del domingo. Quizá en nuestro imaginario las monjas están empolvadas en los conventos y nos olvidamos de que también ellas salen a divertirse, a tomar un café, y por qué no, en grupo con las amigas se sientan en alguna columna a platicar.
Entre el ruido y la prisa de Jerusalén
Entre el ruido y la prisa de Jerusalén, un hombre detuvo el tiempo, sin vergüenza, no como en ocasiones puede ocurrirnos, que nos persignamos rápido para que otros no vean. Abstraído del mundo, en un diálogo personal, hace de su vida una oración constante.
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