Día Internacional de la Mujer

por | Mar 7, 2022 | 4 Comentarios

Por Pbro. Mario Arroyo

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¿Cómo vive la Iglesia el “Día Internacional de la Mujer”? Habría que preguntarle al Papa, pues es su representante oficial. La verdad es que ya lo ha hecho en repetidas ocasiones, pero su mensaje ha generado rechazo por parte del ala más radical del feminismo. Así por ejemplo, cuando en el 2019 twitteó que “la mujer embellece el mundo”, fue duramente criticado: “no somos adorno”. Además, se reabrieron viejos y eternos lugares comunes: “no se meta en nuestros ovarios”, “aborto libre ya”, “¿entonces por qué no hay ninguna mujer en la curia?” y la letanía podría seguir. Es decir, hay un grave problema de comunicación.

Por todo lo anterior, podríamos decir, que el Día Internacional de la Mujer se vive, por lo menos en amplios sectores de la Iglesia, con una sensación agridulce, con sentimientos encontrados. En efecto, la Iglesia y el Vaticano luchan por la dignidad de la mujer en diversos importantes sectores del mundo. Por ejemplo, la lucha casi personal de Francisco contra la trata de personas, la oposición a los vientres de alquiler por considerarlos nocivos para la dignidad de la mujer, la lucha contra el aborto selectivo de niñas en China y la India, el rechazo de la pornografía, son solo algunos de los rubros en los que la Iglesia presenta diariamente la batalla por la dignidad femenina.

Mujer en Harar, Etiopía. Foto: Habeshaw.

El problema es que esos aspectos no son valorados por las organizadoras del 8M, no son visibles. Y siguen denunciando la oposición de la Iglesia al aborto, como si la piedra angular de la dignidad de la mujer fuera su capacidad de abortar; así como siguen exigiendo cuotas de poder en la Curia Romana. Para la Iglesia esta ceguera selectiva es muy dolorosa, porque aparte de infravalorar su importante papel en la lucha por la dignidad de la mujer, testimonia un hecho en extremo doloroso: estamos perdiendo a la mujer en el mundo. La mujer, que clásicamente desempeñaba y desempeña todavía, un papel fundamental en el seno de la Iglesia, poco a poco se va alejando de ella, sobre todo las generaciones jóvenes, que se dejan cautivar por los ideales del 8M.

El 8M resulta doloroso también, en algunas partes, porque vemos a unas mujeres poco femeninas, transformadas en valkirias furiosas que, en medio de una furia iconoclasta, lo destruyen todo a su paso, cebándose particularmente en los templos religiosos. Resulta penoso tener que defender los templos con cadenas humanas, y muchas veces no se pueden defender todos. En algunos lugares, como en Chile, se ha llegado a incendiar iglesias con motivo del 8M. Tal pareciera que la Igualdad de Género exige como sacrificio la destrucción de la Iglesia.

“Las mujeres molestas cambiarán el mundo”. Foto: Flavia Jacquier.

Es verdad que no todas las que salen a marchar lo hacen con estos aires; son simplemente las más radicales; pero son precisamente éstas quienes más ruido hacen y quienes encabezan el movimiento. Tristemente, muchas mujeres que marchan por la igualdad, por la dignidad, por la eliminación de toda forma de violencia contra la mujer –todas estas causas legítimas que comparte la Iglesia– son utilizadas por un grupo creciente de mujeres, cuya causa es el aborto libre y gratuito, así como el rechazo de la Iglesia. En algunos lugares han marchado incluso monjas católicas oponiéndose a la violencia contra la mujer, y han sido utilizadas como “idiotas útiles” por quienes buscan desmantelar a la Iglesia y constituir al aborto en un súper derecho.

Por todos estos motivos, la celebración del 8M tiene tintes dolorosos para la Iglesia. Ella no puede, sin embargo, dejar de ser fiel a sí misma, lo que supone dos cosas simultáneas, difícilmente conciliables para las feministas radicales. Por un lado, continuar dando la batalla por la igualdad de la mujer y por la eliminación de toda forma de violencia hacia ella, su denuncia valiente y profética de todas las formas en la que es vejada su dignidad. Pero, junto a ese rubro, en el que podríamos ir de la mano con las feministas, está el otro, al que tampoco puede renunciar, y que es causa de conflicto: la denuncia del aborto como una grave ofensa a la dignidad humana, y el hecho de que el sacerdocio esté reservado a los varones por voluntad expresa de Jesucristo. Vista así, la situación de la Iglesia es ambivalente respecto del 8M. Ojalá que podamos encontrar cauces civilizados de diálogo, que pongan el acento más en lo que nos une, que en aquello que nos separa.

Redacción

Redacción

4 Comentarios

  1. Rafael Hurtado

    Una vez más, lo felicito Padre Arroyo por su excelente comentario… en verdad estamos en medio de una tempestad en lo que se refiere al tema de la mujer en torno a la vida cristiana… Dios nos de luz; Dr. Rafael Hurtado

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  2. Valeria

    Con todo respeto, estoy completamente en desacuerdo con el contenido de este artículo. Lastimosamente la iglesia de la que se habla, cuyo propósito es defender la dignidad de la mujer, es esa misma que protege violadores y pedófilos dentro del mismo círculo. Cabe resaltar que las mujeres que marchan en el movimiento feminista marchan por su dignidad como seres humanos, marchan por la igualdad y marchan en contra de la violencia de género; misma que es propagada en México pues se asesinan a 11 mujeres a diario y cada dos minutos alguna mujer recibe una agresión. Aquellas mujeres a las que se refieren como “mujeres poco femeninas, transformadas en valkirias furiosas que, en medio de una furia iconoclasta, lo destruyen todo a su paso”, son las únicas que están presentes cuando nos desaparecen, nos matan y nos violan; son las únicas que luchan por nosotras y que buscan justicia, pues el gobierno siempre deja casos incompletos. Me parece una falta de respeto referirse a ellas como “poco femeninas”, dado que habría que definir qué es ser femenina y habríamos de darnos cuenta que está directamente relacionado con el machismo, en donde la mujer es vista como inferior al hombre. Asimismo, estamos furiosas porque no podemos salir a las calles solas de noche, estamos furiosas porque nos acosan a diario, estamos furiosas porque han matado a muchas de las nuestras. Así que, respetuosamente, le recomiendo se informe acerca de los temas relacionados con el feminismo y que lo hable directamente con una MUJER que se encuentra en una posición de inseguridad, puesto que usted está dentro del privilegio de ser hombre, por ende nunca entenderá por completo el movimiento. Gracias 🙂

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  3. Lucero

    Quiero retroalimentar algunos comentarios de Valeria. En cuanto que la Iglesia católica protege a violadores y pedófilos, creo que junto a este hecho tan doloroso y del todo inaceptable, es necesario considerar la vida íntegra, silenciosa y entregada de innumerables religiosos y laicos católicos en defensa de la dignidad de la mujer. Pienso en las homilias dominicales de sacerdotes que insisten en el valor de la familia y en las innumerables tareas que en ocasiones recaen en las mujeres. Tareas rutinarias, absorbentes que en ocasiones pasan inadvertidas para los hijos y esposos; para los empleadores, etcétera. Pienso en la insistencia del amor incondicional que madres y padres que día a día se esfuerzan en la educación de su prole. Pienso en la defensa y reconocimiento, en la práctica, de la igualdad esencial entre los hombres y las mujeres, en el respeto a la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Ni qué decir de las familias que brindan a todos sus hijos, sin distinción alguna, las mismas oportunidades para que encuentren su camino y el sentido de su vida.
    La religión católica tiene principios morales que no puede ni debe abandonar. En este sentido, quien no esté de acuerdo con ellos, puede rechazar esta doctrina, pero no la puede cambiar. Si queremos seguir siendo católicos no es posible aceptar el aborto, en ningún caso; tampoco la eutanasia. Los que no estén de acuerdo, simplemente no son católicos… Nadie los obliga a serlo, merecen nuestro respeto y nosotros merecemos ser respetados.
    Ahora bien, estoy de acuerdo con Valeria: el machismo es un mal endémico de nuestra sociedad, pero también algunas mujeres en ocasiones adoptan conductas muy reprobables. Todos los seres humanos somos capaces de actos heroicos o actos ruines. Es importante por ello evitar generalizaciones equívocas, que nos confrontan y producen graves daños personales , familiares y sociales.
    Entiendo la furia, el coraje que producen los innumerables feminicidios, la inseguridad, el acoso sexual… Pero también es doloroso e irritante la desaparición de hombres jóvenes, de padres de familia, de migrantes. Sin embargo, si esa furia nos lleva abdestruir no lograremos nada. Lo importante es crear vínculos, “reconstruir el tejido social”, aceptarnos como iguales en lo esencial y diferentes en lo no esencial. Aceptar que hombres y mujeres somos complementarios y podemos unir esfuerzos para buscar soluciones a los gravísimos problemas sociales que nos aquejan. Hemos de ser una ciudadanía, valiente y propositiva exigir a los servidores públicos que cumplan con su deber de protegernos, de favorecer espacios de convivencia, de casatigar el delito, etcétera.
    Los padres han de estar cerca de nuestros hijos para enseñarlos a cuidarse, a desconfiar de desconocidos, a elegir a sus amistades, a no correr riesgos innecesarios, etcétera.
    Es imposible en este espacio profundizar en lo que como sociedad hemos de hacer; simplemente quise sugerir algunas ideas e invitar a una acción colectiva.

    Responder
  4. Lucero

    Quiero retroalimentar algunos comentarios de Valeria. En cuanto que la Iglesia católica protege a violadores y pedófilos, creo que junto a este hecho tan doloroso y del todo inaceptable, es necesario considerar la vida íntegra, silenciosa y entregada de innumerables religiosos y laicos católicos en defensa de la dignidad de la mujer. Pienso en las homilias dominicales de sacerdotes que insisten en el valor de la familia y en las innumerables tareas que en ocasiones recaen en las mujeres. Tareas rutinarias, absorbentes que en ocasiones pasan inadvertidas para los hijos y esposos; para los empleadores, etcétera. Pienso en la insistencia del amor incondicional que madres y padres que día a día se esfuerzan en la educación de su prole. Pienso en la defensa y reconocimiento, en la práctica, de la igualdad esencial entre los hombres y las mujeres, en el respeto a la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Ni qué decir de las familias que brindan a todos sus hijos, sin distinción alguna, las mismas oportunidades para que encuentren su camino y el sentido de su vida.
    La religión católica tiene principios morales que no puede ni debe abandonar. En este sentido, quien no esté de acuerdo con ellos, puede rechazar esta doctrina, pero no la puede cambiar. Si queremos seguir siendo católicos no es posible aceptar el aborto, en ningún caso; tampoco la eutanasia. Los que no estén de acuerdo, simplemente no son católicos… Nadie los obliga a serlo, merecen nuestro respeto y nosotros merecemos ser respetados.
    Ahora bien, estoy de acuerdo con Valeria: el machismo es un mal endémico de nuestra sociedad, pero también algunas mujeres en ocasiones adoptan conductas muy reprobables. Todos los seres humanos somos capaces de actos heroicos o actos ruines. Es importante por ello evitar generalizaciones equívocas, que nos confrontan y producen graves daños personales , familiares y sociales.
    Entiendo la furia, el coraje que producen los innumerables feminicidios, la inseguridad, el acoso sexual… Pero también es doloroso e irritante la desaparición de hombres jóvenes, de padres de familia, de migrantes. Sin embargo, si esa furia nos lleva abdestruir no lograremos nada. Lo importante es crear vínculos, “reconstruir el tejido social”, aceptarnos como iguales en lo esencial y diferentes en lo no esencial. Aceptar que hombres y mujeres somos complementarios y podemos unir esfuerzos para buscar soluciones a los gravísimos problemas sociales que nos aquejan. Hemos de ser una ciudadanía, valiente y propositiva exigir a los servidores públicos que cumplan con su deber de protegernos, de favorecer espacios de convivencia, de casatigar el delito, etcétera.
    Los padres han de estar cerca de nuestros hijos para enseñarlos a cuidarse, a desconfiar de desconocidos, a elegir a sus amistades, a no correr riesgos innecesarios, etcétera.
    Es imposible en este espacio profundizar en lo que como sociedad hemos de hacer; simplemente quise sugerir algunas ideas e invitar a una acción colectiva.

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