El dilema de Mary Poppins: las inversiones tienen consecuencias
mayo 8, 2023 No Comments Caleidoscopio,Ensayo,Ética y negocios,Finanzas,Literatura,Plaza pública,Uncategorized Fernando Galindo
Tiempo estimado de lectura: 4 minutos

Texto publicado originalmente en: Vitalis

Imagen: Olivia Reed

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¿Comida a las palomas o dinero en el banco?

Tras un día lleno de emociones, Jane y Michael Banks no podían conciliar el sueño. Así que Mary Poppins los arrulló contándoles la historia de una viejecita mendicante que pasaba sus días sentada en la escalinata de la Catedral de San Pablo en Londres, vendiendo en dos centavos bolsitas de migajas para alimentar a las palomas.

Al día siguiente los niños vieron a la viejecita cuando pasaban frente a la catedral de camino al banco donde trabajaba su padre, George Banks. Solo alzando la voz y casi a la fuerza George pudo evitar que Michael corriera a comprar la bolsita de migajas.

Ya en el banco, el Sr. Dawes, fundador y director general, a coro con sus otros directores y con George Banks intentó persuadir a un escéptico Michael sobre los beneficios de invertir su moneda de dos centavos (Tuppence) en el banco:

Gracias a los rendimientos notables pronto la moneda “comenzaría a generar interés compuesto”; satisfacción personal y creciente sentimiento de conquista conforme se “expande la afluencia”; creciente sentimiento de grandeza, conforme se expande la influencia del inversionista en las altas esferas financieras.

Más allá de los beneficios personales, el dinero de Michael puesto a trabajar en el banco produciría estructuras ferroviarias en África; presas en el Nilo; flotas de navieros comerciales; majestuosos canales que se pagarían solos (self-amortizing) y plantaciones de té listo para cosecharse.

Los banqueros no escatimaron en adverbios para calificar el manejo de las inversiones: prudentemente, sobriamente, ahorradoramente, frugalmente, pacientemente, cuidadosamente, confiadamente. ¡Qué puede supercalifragilísticoespiralidoso frente a estos adverbios!

Y sin embargo el pequeño Michael no se dejaba convencer y prefería la satisfacción emocional inmediata de comprar la bolsita de migajas.

Las inversiones tienen consecuencias

Dos enseñanzas resaltan de estos simpáticos episodios: No es fácil hacer el bien con el dinero invertido; y es fácil obtener rendimientos o algún tipo de satisfacción emocional a corto plazo, pero a costa del futuro a mediano y largo plazo. Ninguna de las dos opciones de Michael cumpliría con los criterios de ESG (medio ambiente, sociedad y gobernanza) contemporáneos.

El gesto generoso de la bolsa de migajas no resolverá nada, y sí agudizará problemas ya existentes: la proliferación de las palomas eventualmente dañará el edificio con la acidez de sus excrementos, como vemos que sucede en tantos templos y edificios antiguos. Y la viejecita mendicante no estará más cerca de superar las condiciones indignas en que vive. Los dos pennies de Michael únicamente le permitirán subsistir.

Invertir el dinero en el banco tiene sus propios problemas: estructuras ferroviarias en África, presas en el Nilo y demás, son inversiones que presentan todos los riesgos relacionados con el daño al medio ambiente, y el daño a la sociedad a través de la explotación laboral, en muchos casos hasta llegar a trabajos forzados y casi a trabajos en condiciones de esclavitud; la devastación del ecosistema que es fuente de supervivencia para muchas comunidades, e incluso conflictos geopolíticos, resultado de un dominio imperial colonial.

A pesar de las afirmaciones a coro de los banqueros, la historia reciente y no tan reciente nos enseña que al invertir el dinero ajeno muchas instituciones sí predican, pero no siguen los valores del “Fidelity, Fiduciary Bank” de la historia de Mary Poppins.

Las inversiones tienen consecuencias. Consecuencias que van más allá de rendimientos u ocasionales pérdidas. Toda inversión ocasiona de manera más o menos directa externalidades benéficas o perjudiciales para el medio ambiente, para el sistema financiero y para la sociedad. Externalidades que, como en el caso del consumo del tabaco o el uso de hidrocarburos, no siempre se ven reflejadas en el precio monetario que paga el consumidor. Y por tanto no siempre afectan el desempeño financiero de la inversión.

Invertir por el futuro

Es difícil obtener rendimientos sin causar ninguna externalidad negativa (sin hacer algún daño) Es aún más difícil obtener rendimientos y hacer el bien generando externalidades positivas. Gastar dinero sin buscar rendimiento financiero sino únicamente “impacto social”, tampoco es fácil — como muestra el ejemplo de la bolsita de migajas.

Obtener rentabilidad financiera causando externalidades negativas es lo contrario de invertir en el futuro y en pro del futuro; es invertir a costa del futuro: obtener hoy un rendimiento que generará costos futuros muy superiores al rendimiento inmediato para la sociedad, el medio ambiente y a veces incluso para la institución inversionista.

Sobran ejemplos de inversiones a costa del futuro en el uso inadecuado de los recursos naturales: tala inmoderada, monocultivo, pescar con dinamita, son actividades que obtienen ganancias a costa de destruir las condiciones necesarias para que las generaciones futuras puedan seguir aprovechando tales recursos naturales. Algunas de estas actividades incluso pueden afectar las condiciones ambientales para la vida de las generaciones futuras.

El poder de una inversión responsable

Conscientes de este peligro, comunidades religiosas tradicionales como los Cuáqueros, los Metodistas o los Católicos han aplicado desde hace décadas criterios de exclusión para evitar invertir en sectores que van en contra de sus principios teológicos o éticos.

En la historia de la inversión responsable el Pax World Fund es un punto de inflexión: Establecido en 1971 (en plena guerra de Vietnam) fue el primer fondo de inversión que excluyó y excluye hasta la fecha de manera explícita y estricta toda inversión relacionada con la industria armamentista.

Algunos años después, en enero de 2004, el entonces Secretario General de la ONU, Kofi Annan, convocó a directores generales de importantes corporaciones empresariales a reflexionar sobre estrategias de inversión redituable y benéfica para la sociedad y el medio ambiente. El resultado de esta convocatoria fue un reporte titulado “Who Cares Wins” (“Quien se preocupa y cuida, sale ganando”) Dicho reporte acuñó la denominación ESG y sentó las bases para la red de los Principios de Inversión Responsable (PRI)

Como sabemos, el primero de los seis principios nos compromete a integrar criterios de ESG en el análisis de la inversión y en los procesos de toma de decisión sobre colocación de activos. Tal compromiso va más allá del ingenuo y simplista dilema entre la bolsita de migajas y el dinero en el banco. Pero también es más exigente que la aplicación de criterios de exclusión en sectores y empresas que afecten negativamente al medio ambiente y a la sociedad. El principio demanda cuidar que nuestras inversiones no sean redituables a costa del futuro, pero también que tengan un impacto positivo, que sean inversiones en pro de nuestro futuro y de las generaciones venideras.

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Acerca del autor
Fernando Galindo Cofundador y director de la revista Spes. Doctor en Filosofía por la Universidad de Konstanz, Alemania. Maestro en Filosofía por la UNAM. Miembro del comité de Inversiones, del comité ESG y del comité de comunicación de Vitalis. Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México. Profesor de Ética y Gobierno Corporativo en la escuela de negocios EGADE del Tec de Monterrey. Fue director de Prevención del delito y asesor adscrito a Presidencia en el H. Ayuntamiento de Toluca (2019-2021)

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