—¿Qué?
—Levántate. Suena la campana. El cura convoca a misa.
—¿Qué? ¿Pero ya viste la hora? ¿Por qué nos llama?
—Debe ser algo terrible.
El esposo miró a su mujer, se rascó la cabeza y la abrazó con ternura al mirar los temblores que se apoderaron de ella.
—Tranquila.
Los esposos y el resto del pueblo arribaron a la parroquia del pueblo de Dolores. La mujer se estremeció y tomó la mano de su marido con fuerza.
—¿Qué te ocurre?
—¿Ya viste quién está ahí?
—Pues el cura ¿Quién más?
Pocos sabían que para ese entonces los dioses se habían enojado con el cura por querer cambiar el curso necesario de la historia para rescatar al rey de España. Por ello, lo desterraron de la tierra y, como castigo, pusieron en su lugar a un antiguo prisionero para liderar a la gente en una guerra cruenta. Todos, menos la mujer, escucharon atentamente lo que ese impostor (en otros tiempos conocido como Sísifo) mandaba.
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