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Vivimos la época de la inmediatez. La información está al alcance de un click, todo se ha vuelto inmediato, incluso las relaciones de pareja. No es nueva la existencia de las aplicaciones para encontrar a tu media naranja. Sin embargo, en años recientes se ha puesto de moda la figura de los coaches o gurús de seducción: hombres y mujeres influencers que afirman tener el método más efectivo para conseguir un ligue, tratarlo y convertirlo en una relación.
Ofrecen sus cursos, productos, textos y consultas personalizadas que supuestamente garantizan el éxito para conseguir pareja. En general los coaches se manejan del siguiente modo: los que son hombres ven a la mujer como un objeto de placer o como una validadora de su narcisismo. Los coaches de seducción hombres tienden a imaginar cómo piensan las mujeres sin serlo y sin estar en su lugar, sin apertura a su naturaleza. Por su parte las coaches mujeres tienden a ver al hombre como un proveedor que tiene que merecer, con bienes materiales y esfuerzo sin proporción, la compañía y energía femeninas.
Ambos coaches, hombres y mujeres, caen en dos problemas que tienen que ver con su comprensión de la naturaleza humana. Por una parte, tienen una profunda cerrazón sobre sí mismos en cuanto a su género. Dicen lo que el otro, o la otra, tiene que ser sin escucharlos y sin aceptar lo que son por sí mismos. El segundo problema es que tienen un exceso de interés en su propia mismidad, sin fijarse en la unión común que pueden tener a la vez hombre y mujer porque ambos son, ante todo, personas. Por ejemplo: los coaches hombres se fijan demasiado en su masculinidad, y las mujeres en su feminidad, sin que ninguno se pregunte profundamente cómo pueden ambos aspectos complementarse entre sí.
Parece que ambos errores tienen su origen en una condición previa, que es el de reducir lo humano a lo animal. Cuando se busca pareja de una manera tan intensa, sobresale el aspecto instintivo del cortejo. No hay mucho lugar para otros aspectos humanos como la racionalidad, el diálogo, el amor o la vida en conjunto. Entonces, sucede que cuando hay mucha atención en el cortejo instintivo, hay una preferencia de los y las coaches por usar terminología de etología, no de psicología humana, para explicar los comportamientos que hay que tener o evitar durante el cortejo: alfa, beta, sigma, proveedor, premio.

Esta base que privilegia lo animal sobre lo humano lleva a un uso de un vocabulario deshumanizado y exagerado. Naturalmente, cada tipo de comunidad de coaches tiene un vocabulario específico. Más o menos se parecen entre ellos. Con estos términos o neologismos se busca explicar un comportamiento y encasillar un tipo de actitud que tiene el sexo opuesto. Luego viene la calificación moral en función de esta perspectiva.
Se puede mencionar los ejemplos que usa la comunidad de los hombres red pill. Esta comunidad se llama así porque, con su nombre, hacen referencia a las dos píldoras que aparecen en la película Matrix. La píldora azul, blue pill, nos deja dentro de la simulación, sin ningún cambio. La píldora roja, red pill, nos saca de la simulación y nos permite cambiar. Los hombres red pill ya han tomado la píldora roja y se han despertado de la simulación en la que los hombres “buenos”, decentes como la sociedad los desea, y que son atentos con las mujeres, son los que obtienen una pareja. Cuando salen de esta simulación se dedican a trabajar su masculinidad, sin ponerse como objetivo la búsqueda de la pareja. Se consideran hombres libres, ultra-masculinos, y con la idea de que la delicadeza y la atención son propias de varones inferiores, quienes no obtendrán la atención de las chicas. Esta comunidad hace uso de términos como los siguientes:
Alfa: es el varón físicamente apto, líder, y orgulloso de su masculinidad, que sabe que es de alto valor por sus acciones. Está dispuesto a considerarse el premio para una mujer.
Beta: es el varón que trata de conquistar a una mujer con las atenciones y estando al pendiente de sus necesidades. Ante los ojos del alfa, el hombre beta no es físicamente apto y, sobre todo, no se considera la parte valiosa de la relación, sino que pone el valor en la mujer buscada.
Sigma: es el varón que es físicamente apto y, dentro de la jerarquía de otros hombres está al nivel del alfa, pero por decisión propia decide salir de tal orden, para no competir.
Muro: es la aparente barrera a la que una mujer se enfrenta cuando llega a los 30 años, edad en la que ya no es atractiva a los hombres, y que parece ser una trampa de la que no hay salida.
Carruselera: mujer joven que dedica mucho tiempo a divertirse con diversos hombres en el carrusel de la vida sexual activa. Causa por la que no parece mostrar interés por la vida estable, y que no es material de esposa.
Material de esposa: lo muestra la mujer joven que no tiene actitudes de diversión con varios hombres, y que pretende vivir estable. Me pregunto:¿hay material de esposo?
Simp: es el hombre que muestra atenciones desmedidas a una mujer y que trata de conquistarla laudándola más de lo que es razonable. Es parecido o idéntico al beta.

Por su parte, las coaches de seducción usan su propio vocabulario. En él tienden a poner en el centro de la relación a la mujer, como si fuese el premio. De sus palabras recojo sólo dos términos:
Mujer de alto valor: es la mujer que se considera el premio de la relación desde el principio y que sólo está dispuesta a estar con un hombre proveedor exitoso financieramente.
Pickmeisha: mujer que ruega para tener una relación estable con un hombre, que no se valora a sí misma. Viene del inglés pick me o sea “escógeme”. Con esto, la mujer pretende conseguir la atención masculina como sea.
La breve revisión de estos términos muestra los dos errores en los que caen tanto los coaches varones como mujeres: se centran demasiado en su propia naturaleza de masculinidad y feminidad. No buscan la complementariedad en el otro. No le permiten ser lo que es, sino que, para aceptarlo, tiene qué cumplir con una expectativa. La obediencia a tal expectativa mata la espontaneidad de la relación, pues no permite que haya un encuentro entre otredades que puedan complementarse.
Parece que la actitud que enarbola el pensamiento de “te quiero, siempre y cuando cumplas mis expectativas y me consideres el premio porque yo soy de alto valor” no permite que el encuentro suceda. De ahí la tristeza y la depresión de muchos jóvenes que buscan pareja: no se permiten encontrar lo que el otro o la otra es, sino que buscan encontrar una imagen que sólo existe en sus exigencias mentales.
¿Qué hace falta para encontrar y amar a una persona real? Aceptarla como realidad concreta e individual y no como una imagen que tiene que cumplir exigencias. Hace falta permitirle ser lo que es, y dejarnos sorprender por su realidad inintercambiable. En última instancia, las historias de amor son siempre de aventura. Cualquier relación es siempre un salto de fe. Hace falta el trato humano, la delicadeza, la transparencia en la comunicación y un diálogo enriquecedor entre dos partes. Recordemos que amamos y servimos a personas concretas y no a ideas abstractas. Siempre, atreverse a amar es una decisión de valientes.
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