Nos hemos malacostumbrado a los cárteles de “se busca”. Los vemos diariamente, a veces los compartimos y otras pasamos de largo. Estos carteles son el pan cotidiano de un país en el que cada hora desaparecen al menos tres niños. Sabemos que uno de los grandes males que aqueja a México es el narcotráfico, pero el tráfico de personas, especialmente el tráfico infantil (que es sexual, esclavista y de órganos), es tan lucrativo que compite duramente con el tráfico de armas y de narcóticos.
¿Por qué es tan lucrativo? Porque una bolsa de cocaína se vende una vez, mientras que a un mismo niño se le puede vender –explotar– varias veces al día e incluso su muerte puede aprovecharse. El tráfico infantil tiene un gran consumidor que es Estados Unidos y las herramientas son las plataformas de la dark web, que muchas veces incia con las redes sociales. Lo que comienza como una búsqueda de pornografía puede derivar incluso en viajes de turismo sexual, por lo que se pasa de espectador a delincuente por contacto (contact offender).
El futuro son los niños y es por ello que es nuestro deber moral proteger su integridad física y salvaguardar su inocencia. El ser humano es digno desde el momento de la concepción hasta la muerte, fin en sí mismo, nunca medio, ni consumidor, ni producto, sino persona. Y como persona no debería estar nadie a la venta: “los niños de Dios no están a la venta”, es una de las frases que se escucha en la película Sonido de libertad (Sound of Freedom), producida por Eduardo Verástegui y protagonizada por Jim Caviezel (La Pasión).
Una película dura, pero necesaria, basada en la historia real de Tim Ballard, que tardó ocho años en realizarse, por la investigación que requirió. Ballard es un ex agente del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, quien tras su renuncia, decide dedicarse a salvar niños del tráfico infantil con su propia fundación (2013) sin fines de lucro –Operation Underground Railroad, inspirado en los abolicionistas de la esclavitud en Estados Unidos–. En la película, Ballard (Jim Caviezel) promete a un pequeño niño de siete años rescatado de una red de tráfico, que también buscaría a su hermana, lo que lo llevó a salvar a 121 niños en la selva colombiana.
¿Por qué es tan importante esta película? Por la denuncia. Cuando se menciona el problema, podemos tomar conciencia e intentar prevenirlo desde nuestras trincheras. Sucedía lo mismo con la mafia, que parte de su poder radicaba en la clandestinidad y el secreto, pero una vez que comienza a denunciarse, se da el primer paso para solucionar el problema. Es más fácil operar cuando nadie cree que existes, porque así nadie se mete en tus asuntos y tienes más libertad de movimiento. Del mismo modo actúa el acusador.
En una entrevista Caviziel señala que, así como tras ver La lista de Schindler surge en los espectadores la intención de hacer algo, lo mismo sucede con Sonido de libertad, con la diferencia de que ahora estamos realmente en el momento histórico del problema y por ende nos compete hacer algo.
¿Qué acciones concretas podemos hacer para proteger a los niños cercanos a nosotros? Podemos comenzar desde cosas pequeñas como no exponerlos en redes sociales, porque una foto inocente y linda, será vista con malos ojos por aquellos pervertidores. Una segunda acción es tener mucho cuidado con el contenido que los pequeños consumen y limitar el uso de los dispositivos y juegos. Muchas veces los juegos en línea se prestan para que los pedófilos contacten a los niños, reporta Tim Ballard en una entrevista con Lewis Howes, pues es una técnica común que les pidan fotos o que se desnuden mientras juegan. Tim Ballard señala que lo más importante es entender las aplicaciones, juegos y saber lo que nuestros hijos hacen en línea. Una tercera acción es oponernos a la sexualización de los menores que muchas veces deriva en abuso y en otros casos en confusión de identidad (las llamadas infancias trans).
El 4 de julio se estrenó Sonido de libertad en Estados Unidos y ya desde la preventa fue todo un éxito. Varios han recomendado la película entre ellos Mel Gibson, quien afirma que “uno de los problemas más perturbadores del mundo actual es la trata de personas y en particular el tráfico infantil. El primer paso para erradicarlo es tomar conciencia”.
Aproximadamente a finales de agosto se estrenará en México, pero desde ahora podemos pedir que la proyecten en los cines más cercanos, para así hacer ruido, mostrar que somos legión y que no nos vamos a quedar callados porque ningún niño está a la venta.
Así reza una reciente publicidad en Alemania: “¿Futuro o asesino del clima?”, en la imagen se veía a una mujer amamantando a un recién nacido. Es realmente sorprendente el avance de la ecología profunda, la cual considera al hombre como enemigo de la naturaleza. Al ver esa publicidad inmediatamente hice conexión intelectual con dos hechos recientes: una cita de Peter Singer que leí, donde invitaba a esterilizar a todo el género humano para ser voluntariamente la última generación sobre la Tierra y vivir de fiesta hasta la extinción; y una intervención de una universitaria en clase, quien afirmaba que no tendría hijos por motivos éticos, para evitar el sobrecalentamiento del planeta. De pronto todo encajaba: el hombre es el enemigo del planeta; hay un imperativo ético de acabar con él.
“¿Futuro o asesino del clima?” Foto tomada de la estación central de Berlín por TheoBlog.de
La cultura de la muerte tiene una cara aséptica e incluso altruista: la preocupación no por la humanidad, sino por el planeta. Podemos incluso sacrificar la humanidad en el altar del planeta. ¿Es justo hacerlo? Para muchos enemigos de la vida humana parece ser así. Ya no es que se mire con recelo a las familias numerosas, por considerarlas irresponsables, estamos un paso adelante, de forma que traer vida al mundo no se considera un bien, un motivo de alegría o felicitación. Se comienza a cuestionar la moralidad de traer vidas humanas a este planeta cansado y a este mundo enfermo de violencia, injusticia y corrupción.
El desencanto por lo humano está consumado. Se ha cerrado el círculo, como proféticamente vio el Concilio Vaticano II: “sin el Creador, la creatura se diluye”. El humanismo ateo, que parte de la premisa de la negación de Dios, culmina por afirmar la negación del hombre. Quizá alguien pueda objetar que se trata de casos de élites intelectuales, pero que el grueso de la población no piensa así. Dos hechos, uno global y otro casero, me hacen calificar a tal aseveración de optimista: la drástica caída de la natalidad en los países desarrollados; es decir, los que mejor viven no consideran a la vida digna de ser vivida; y, en segundo lugar, la experiencia de mi barrio clasemediero alto: la gran cantidad de personas paseando perros, inversamente proporcional a la presencia de niños. No, la vida humana en los sectores altos de la población ya no se considera como una bendición, una forma de realizarse y trascender. Se recela de ella.
“Los dinosaurios creían que todavía tenían tiempo. Actúa ahora”. Cartel para la manifestación contra la crisis climática en Berlín.
El recelo tiene una causa subjetiva: el sacrificio que supone. Es mucho más sencillo tener una mascota que un hijo. Pero ahora ese motivo, egoísta, al fin y al cabo, tiene una motivación intelectual fuerte: la defensa y el cuidado del planeta. Cada hijo supone una gran cantidad de consumo, de calor, de energía, de desgaste para el planeta. Es triste que la vida humana, que biológicamente hablando, es la mayor maravilla que pueda contemplarse hasta el momento en el universo –pues finalmente es el único ejemplo de vida consciente del que tengamos evidencia- se vea empobrecida hasta esos límites inauditos.
La visión cristiana, ahora en clara minoría, es diametralmente opuesta. Se siguen considerando a las familias numerosas como una bendición de Dios. Se sigue viendo a cada vida humana como un milagro, cada ser humano se considera único e irrepetible. Cada persona tiene dignidad y por ello un valor inalienable. Sigue viendo en el mundo en particular y en el universo en general, como un inmenso don, que Dios confía al hombre. Se valora al mundo y todo lo que él contiene, pero no como un fin, sino como un medio.
Yo no soy tan optimista, pues por tratarse de una élite, controlan los contenidos y los programas educativos. Poco a poco tal visión va ir permeando, como la única éticamente solvente, y los que no comulguemos con ella seremos mirados con recelo, cuando no reprimidos social, cultural e incluso penalmente (no quedan muy lejanos los castigos en China por tener más de un hijo). Tal parece que la única alternativa para un futuro esperanzado de la humanidad es la vuelta a un humanismo cristiano. La pregunta es ¿todavía es posible?, ¿todavía estamos a tiempo o es ya demasiado tarde?
Desde adolescente he sentido una gran fascinación por los cómics de superhéroes. Que no piense nadie que ello se debe a la “opresión” del sistema capitalista que con su cultura de masas y consumista tenía a los pobres niños de mi generación sometidos a consignas ideológicas alienantes que buscan la supeditación del mundo libre a unos pocos opresores ricachones.
Aunque parece lo más evidente, no es por motivos de soflamas comunistoides por las que los niños, (y digo niñ-o-s, y no “niños y niñas” porque ciertamente, las niñas no leían cómics de superhéroes), de mi generación sintieron una tremenda fascinación por los cómics; sino por otros motivos muy distintos que iré desarrollando en el presente escrito.
Power of the atom.
Realmente, cuando era adolescente no me planteaba por qué me gustaban los cómics, cuál era su poder de atracción sobre mi psique. Hoy ya maduro, y con apenas pelo para cubrir mi sesera, le he dado muchas vueltas al asunto y después de varios análisis en forma de artículos y cursos de Educación Continua en la UNAM, he llegado a la conclusión de que el cómic de superhéroes despliega una “reinvención mítica” que se plasma a través de un lenguaje icónico-verbal, de gran significado artístico y metafórico.
Los superhéroes son la forma moderna de interpretar y presentar las antiguas divinidades y héroes paganos de las mitologías griegas, nórdicas, egipcias, etc.
Es innegable que el mito ha ejercido durante siglos una tremenda seducción y encanto entre los hombres de cualquier índole, y fue su atractivo tan poderoso que hasta la principal enemiga de los mitos paganos, la Iglesia Católica, después de una primera fase de persecución, acabó por integrarlos en su imaginario religioso, iconográfico y teológico. Con ello, llegó a esa explosión místico-sensorial del arte barroco en que sus principales promotores, los jesuitas, desarrollaron, en torno a la mitología, toda una educación moralista anti-protestante.
Estatua de Zeus de Esmirna. Louvre.
Pero volvamos a los superhéroes, ¿por qué son míticos? ¿qué elementos los emparentan con el mito? Podríamos tipificar varios factores para ello:
Los poderes sobrenaturales que muestran su superioridad frente a los humanos.
El camuflaje o doble identidad que les permite moverse sin ser reconocidos en la sociedad de los hombres.
La alegorización que representa conceptos abstractos ya sean de carácter natural, ya de carácter espiritual.
Su colorido, plasticidad, y poder para formar y recrear figuras y escenas impactantes en nuestra imaginatio y en nuestra phantasia.
Estos cuatros aspectos básicos que se desarrollan en distintas vertientes son los motivos principales por los que encontramos una conexión entre los relatos y personajes míticos, y los superhéroes y narraciones superheroicas.
Aunque pudiera tener algunos precedentes, el fenómeno del superhéroe nace en 1938, de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, con el personaje de Superman en el primer número de “Action Cómics”. Se trata de un héroe que, inicialmente, se enmarca en el formato de revistas pulp y tiene sus principales antecedentes en los personajes que se desenvuelven en las Detective stories.
No es Superman un producto directo de la temática ni de las revistas de ciencia ficción o fantasía; sino de sus hermanas las revistas de temática policíaca. Superman era una especie de detective forzudo (como aquellos “hércules” de circo que tanta divulgación tuvieron durante aquella época), que se dedicaba a “desfazer entuertos”, y que derrotaba a gangsters y delincuentes, gracias a la fuerza de sus músculos de descomunal potencia, y a su capacidad acrobática de pegar saltos monumentales.
Detective Comics. Portada 1939.
Pronto Superman se “mitologizó”, y las claves que le llevaron a ello se centran, en especial, en sus poderes, su traje vistoso y su doble identidad. Poco a poco se le fue viendo no como un hombre normal sino como un ser extraordinario: Una nueva divinidad pagana, que procedía del Olimpo propio del “horizonte de expectativas”(1) de la décadas de entre los 40 y 70 del siglo XX. Superman pertenece al horizonte del mundo espacial y extraterrestre. Y concretamente al planeta llamado Krypton, a muchas galaxias de distancia de nuestra Vía Láctea.
Superman implicó el inicio de todo un mundo superheroico en que, prácticamente casi todos los héroes se emparentaban con los detectives y los ladrones de guante blanco de las citadas Detective stories: Los Batman, Hourman, Dr. Mid-Nite, Atom, Sandman, de aquella época eran detectives disfrazados. De hecho, el principal título de la colección en que, precisamente debutó Batman, y también “la casa” de otros de los superhéroes citados era Detective Cómics, de donde proceden las siglas de DC).
Adventure Comics. Superman.
Sólo el Dr. Fate o The Spectre mostraban un origen mixto al conjugar la magia arcana o el terror con los relatos de policías y ladrones. Aunque su origen explícito o denotativo eran las historias de bandas de maleantes callejeros, no obstante, en sus poderes extraordinarios, sus atuendos coloridos y sus dobles personalidades radicaba, en forma de “correlatos intencionales”, su posterior mitologización hacia una progresiva conversión en los nuevos dioses paganos de la modernidad, de ese capitalismo liberal tan denostado por la izquierda comunista. No en vano, ciertamente, estos héroes fueron empleados para plantar cara “cultural” al comunismo en plena Guerra Fría. Por ellos se llegó a conjugar el origen espacial de algunos con una posible invasión de los soviéticos, que, a modo de malévolos y taimados “extraterrestres”, vienen a invadir el mundo libre y democrático del mundo occidental.
Son los superhéroes representantes de la democracia y del capitalismo liberal, sin ninguna duda y, en cierto modo, durante los años 40 y 50 sirvieron de propaganda para el american way of life. A diferencia de los antiguos héroes mitológicos, adalides de la elites guerreras, los superhéroes norteamericanos son iconos y símbolos de las clases medias que ascendieron con el capitalismo consumista del siglo XX. No obstante, a pesar de un cierto uso político e ideológico, es innegable que en ellos estaba un poder evocador, heroico, plástico y fascinador que les emparentaba con los antiguos héroes y dioses mitológicos. Poco a poco esos héroes-detectives, esos héroes-propaganda se volvieron dioses, semidioses y héroes de tragedia griega. Progresivamente, Superman se volvió un Zeus o un Apolo extraterrestre, Wonder Woman, una nueva y feminista Atenea, o Flash, un Mercurio de estética Pop. Quizás por su antigüedad y porque tuvieron más años para desarrollarse son los superhéroes de la DC Cómics los que absorbieron y asimilaron antes el espíritu paganizante de las mitologías de la Antigüedad, y se metamorfosearon en una suerte de rejuvenecimiento liberal-capitalista de aquellos evocadores “dioses olvidados”.
Liga de la justicia. Portada 1989.
Los héroes de la Marvel, su principal competidora, tardaron más en ese proceso, aunque, finalmente, lo lograron igual. Nacen los héroes de la Marvel con una impronta de competitividad con la DC. De modo muy sagaz, Stan Lee supo que el inicio del fracaso en un sistema de competencias es imitar al contrario sin aportar una marca o criterios de novedad. Por eso mismo, como buen editor que manejaba exquisitamente el marketing, lanza sus “héroes callejeros”: una suerte de hombres con problemas que, de forma azarosa, han ido adquiriendo sus poderes, lo cual no les ha quitado sus problemas cotidianos, sino que, al contrario, los han agravado enormemente. Unos héroes más cristianos que paganos. Les mueve, a pesar de sus preocupaciones personales, la “caridad” por el prójimo. Son hombres y mujeres “empoderados” que se entregan al mundo. Alejados de los perfectos, místicos, e idealizados héroes de la DC, los héroes de la Marvel se mueven por las calles o los rascacielos de Manhattan. Son problemáticos, irascibles, y pródigos en tormentos interiores. Ese es el inicio de Spiderman, Daredevil, Hulk o Los Cuatro Fantásticos.
Hulk. Portada 1979.
Pero, ¿acaso estos héroes callejeros estaban alejados de la “mitologización”? Poco a poco, al igual que los de DC, sus semillas paganas irán desarrollándose hasta alcanzar su plenitud y potencialidad mítico-poética. De este modo, los primeros héroes de la nueva Marvel que fueron LosCuatro Fantásticos son alegorías de los cuatro elementos empedócleos, que se identifican, no sólo en materia, sino en espíritu, con el agua-el hombre elástico, el aire-la chica invisible, el fuego-la antorcha y la tierra-la mole. De hecho, sus personalidades se alegorizan con cada elemento, así pues, Reed Richards tiene una mente flexible, sagaz e ingeniosa como el correoso y líquido elemento, Susan Storm su esposa, se muestra tierna y comprensiva como el soplo de una suave y sutil brisa, Johnny Storm, ardiente y pasional como el fuego devorador y expansivo, y Ben Grimm, iracundo pero noble como la rugosa y sólida tierra.
Pero si Los Cuatro Fantásticos son alegorías, otros personajes de la Marvel no dejan de presentar sus semillas míticas como la capacidad totémica de Spiderman y sus enemigos (todos ellos tótems de animales como el escorpión, el pulpo, la mosca, etc), o la alegoría antitética de Daredevil, un cristiano católico que se viste de diablo para llevar el bien en las oscuras noches de la Cocina del “Infierno”; el Capitán América es un Hércules de la libertad y los valores democráticos estadounidenses. Y será justo en la Marvel donde ya se presente a las claras la figura de un dios real hecho superhéroe, como Thor, el asgardiano dios del trueno y de la lluvia, o el semidiós griego Hércules, su amigo y compañero que, a modo de Sancho acompaña al propio Thor-Quijote, en diversas aventuras, lo que supone el contrapunto bonachón y gracioso del solemne y presuntuoso hijo de Odín. Si, en una suerte de hipotexto icónico, la DC encubre metonímicamente a los dioses de la Antigüedad, la Marvel los exterioriza sin pudor y, con ello, “superheroiza” la mitología clásica.
Portada 1943.
Permítaseme a estas alturas una cita erudita de W.J. Schelling, uno de los filósofos románticos que mejor interpretó los dioses paganos:
30. La ley determinante de toda forma de los dioses es, por un lado, pura limitación y, por otro, el carácter absoluto indiviso. Pues ellos son las ideas intuidas realmente. Pero las cosas particulares no son en las ideas, sino que están verdadera o absolutamente divididas y sin ser verdaderamente uno, a saber, igualmente absolutas. Por consiguiente, la ley determinante del mundo de los dioses es también, de un lado, la separación o limitación y, de otro, el propio carácter absoluto.
Schelling, “Filosofía del arte”, p. 174.
Aquellos dioses de la Antigüedad se mueven entre la alegoría y el evemerismo(2), perfilan y delimitan el “infinito” de una realidad natural espiritualizada, y moralizada con los valores de la virtud, coraje, u honestidad; transfiguran el horizonte de expectativas mental y material de la época grecorromana; del mismo modo, en los dioses superheroicos se encierra, se limita y se enmarca el “absoluto” de la realidad contemporánea: la sociedad capitalista, urbana, democrática, industrial, consumista, de la segunda mitad del siglo XX, con su valores éticos de la libertad, la ambición, el interés y la diligencia del trabajo. Valores clásicos grecorromanos frente a valores cristianos de corte calvinista.
Adventure Comics. Portada 1939.
Los cómics de superhéroes no son infantiles, son adolescentes o pre-adolescentes, a lo sumo. De hecho, yo me apasioné con ellos a los once, doce y trece años. Y ello es porque la “moral mitémica” que los insufla resalta valores de un pathos idealizado basado en el dinamismo y la pureza de la eticidad juvenil: valentía, honor y libertad son códigos juveniles, no infantiles. Cuando entré en la universidad dejé los cómics. Quizás era el abandono de mi infancia y mi adolescencia, la que dejaba atrás, y con ellas, sus símbolos, los superhéroes, con los que me recreaba y me escapaba a mundos idealizados y maravillosos. La universidad supuso la vida real, la fase del esfuerzo para entrar al mundo adulto. Es como cuando el mito, sea pagano sea debidamente cristianizado, dio paso al racionalismo francés y al empirismo inglés que trajo una cruda realidad a la mente humana.
El hombre increíble.
Los mitos fueron denostados en la segunda mitad del XVII y prácticamente todo el XVIII por criterios cartesianos y sensistas. Los seguidores de Descartes, los Bacon, los Hume, los Voltaire y la propia Enciclopedia, o bien arremetieron contra ellos para presentarlos como fábulas y fantasías de una etapa primitiva del ser humano, o bien, “desmitologizándolos”, los utilizaron como herramientas para remarcar la racionalidad y experimentación de la ciencia.
De ese modo, yo me volví un racionalista radical, traumado por el mundo real de los estudios superiores. Y resulta paradójico, ya que estudié Filología Clásica, así que ese contacto con la mitología desde mis estudios podría haberme acercado a los superhéroes de nuevo, pero, ciertamente, no era consciente de ello y mi único objetivo era aprender y terminar las etapas de la carrera universitaria. De todas maneras, con todo el análisis exhaustivo que queramos hacer en la relación del superhéroe con el cómic, su verdadera unión surge de una conexión del espíritu con una suerte de reflexión intuitiva.
Cuando termine la universidad y ya me instalé en el mundo laboral, de una forma u otra, me volvieron las ganas de leer cómics de superhéroes y, curiosamente, con una fuerza ascendente como nunca había visto. No se puede negar que en todo esto hay mucho de espíritu proustiano, quería recuperar mi propio olor y sabor de la magdalena, en las hojas de color sepia y en las imágenes coloridas de los superhéroes. Pero, cuando ese efecto proustiano fue pasando, dio paso a una etapa de profundización e interiorización de los motivos de por qué leía los cómics de superhéroes y, sin que la pasión nostálgica y sugestiva por aquellas figuras vistosas y majestuosas disminuyera, se le unió un afán crítico de estudiar el fenómeno superheroico en correspondencia con las teorías de la recepción y del evemerismo que ahora mismo sigo llevando a cabo. De igual forma que me sucedió a mí, ocurrió con el propio mito, cuando la ola racionalizadora y empirista del siglo XVIII pasó, y llegó el XIX con su estética romántica y decadentista, que revigorizó y revitalizó el espiritualismo de los mitos paganos. Posteriormente, el siglo XX reutilizó el paganismo romántico, entremezclándolo con el racionalismo de las distintas ciencias, exactas y humanas.
“En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Editorial Aliaza.
Las figuras mitémicas de los superhéroes, a modo de iconos paganizantes, se entremezclan con los inventos de la fisión nuclear (Superman), la física cuántica (The Atom), la química y la electricidad (Flash), la radiactividad (Spiderman, Hulk). Actualmente, el cómic superheroico se reconoce a sí mismo como un género mítico-lógico (mithos–logos), y acrecienta y exterioriza más que nunca su marco poético pagano a la vez que interioriza el cientificismo y la tecnologización vigentes. Con ellos, no podemos obviar que se está produciendo un fenómeno preocupante de “corrección política” en los superhéroes, de quererlos convertir en iconos de ideología de género, defensores de las minorías étnicas, o de los colectivos LGBTI, lo cual acabaría con su espíritu clasicista basados en la virtus homérica y la honorabilidad caballeresca. Por eso mismo, lectores de mi generación abandonan, más a menudo, los nuevos cómics por recuperar los clásicos, aunado al factor proustiano que siempre está presente.
Hay un cierto hegelianismo en todo esto, una “tesis” mitológica que se contrapone a una “antítesis” racionalista y a su vez a una “síntesis” romántica para dar pie a una nueva “tesis” que aúna el mito en una nueva forma de héroe mítico: el superhéroe, que conjuga todas las etapas anteriores de paganismo, racionalismo, y romanticismo. Igualmente, me encuentro yo en mi relación con el comic superheroico: una adolescencia paganizante con una juventud universitaria profundamente racionalista, una pre-madurez romántica que anhela recuperar los mitemas superheroicos y, por último, una madurez analítico-sentimental que conjuga mi pasión proustiana por los superhéroes con su estudio argumentativo y científico.
Daredevil. Portada 1982.
Actualmente, el cómic de superhéroes regresa con fuerza en formatos como el cine, u otros medios audiovisuales como teleseries o videojuegos. La humanidad está cansada de su propia commoditas, y de alguna manera, se está neopaganizando, ya que ha perdido trascendencia religiosa y percibe que esos héroes guardan aquellos antiguos valores clásicos que, aunque perdidos, los desearía recuperar. “El superhéroe-dios olvidado” recrea y refuerza un ethos que fue, que ya no es, y que no sabemos si será…; ya no tengo muchas esperanzas de recuperar aquellos valores mítico-superheroicos; al menos, me queda, cada vez que leo cómics antiguos, que siento, durante unos instantes, el sabor evocador de una juventud perdida que ya no volverá, pero que la fascinación mito-poética de los superhéroes congela en una eternidad ficticia pero hermosa.
(1) Este concepto junto con el de “correlatos intencionales” procede de las teorías de la Estética de la Recepción de Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser (recomiendo consultar estos autores en las entradas, en las que yo mismo he contribuido, del Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica, obra colectiva, coordinada por Fco García Jurado, Madrid, Guillermo Escolar, 2021).
(2) El “evemerismo” es un concepto hermenéutico que procede de Hierá Anagrafé, la obra perdida del autor griego Evémero de Mesene (s. IV. a.C.), donde supone que los dioses fueron, en realidad, antiguos hombres caracterizados por notables y destacados actos (enérgetai) e inventos (heurétai), que el olvido los acabó divinizando. El evemerismo fue una potencial herramienta de interpretación de la mitología pagana en manos cristianas, racionalistas y empiristas. A partir del siglo XIX cambia de orientación y con la estética romántica y decadentista gira su enfoque y muestra que los dioses se camuflan entre hombres corrientes. Ese será, en buena medida, el marco en el que se moverán las dobles identidades de los superhéroes norteamericanos (véase mi entrada de “evemerismo” en el citado Diccionario Hispánico de la Tradición y Recepción Clásica).
Hace ya algunos años, durante la construcción del deprimido de Río Mixcoac entre Revolución e Insurgentes, bajo un puente peatonal, estaba el campamento de los albañiles que trabajaban en dicha obra. Un día a la hora de la salida de los niños de primaria de una escuela cercana, los referidos trabajadores de la construcción estaban comiendo su almuerzo bajo el puente peatonal y observé cómo un niño en uniforme se entretenía dejando escurrir hilos de su saliva tratando de atinarle, asomado desde el puente, a alguno de los trabajadores que estaban comiendo su almuerzo abajo.
Temiendo por la integridad física del niño, en caso de que fuera descubierto por alguno de los trabajadores, me acerqué a él y le pregunté si a él le gustaría que le escupieran desde lo alto tal y como él lo estaba haciendo. Lo que pretendía con la pregunta era hacerlo reflexionar sobre su acción y las consecuencias que podrían suscitarse.
Mi instinto de madre protectora me hizo preocuparme por el hecho de que, si alguno de los trabajadores era afectado, fácilmente él y sus compañeros atajarían al niño en cualquiera de los dos extremos del puente y cuando menos se llevaría una buena zarandeada y un gran susto. También consideré que era una oportunidad para enseñarle al niño la famosa regla de oro: “trata a tus semejantes como quisieras que ellos te trataran a ti”.
Estaba interpelando al niño cuando vio a su mamá subiendo el puente y salió disparado hacia ella. La señora alcanzó a ver que yo estaba hablando con su hijo y en desaforada carrera se me vino encima gritando: “Oye tú cabr#&!*, ¿por qué te metes con mi hijo?” y, con una violencia pavorosa, me dio un fuerte empujón contra el barandal del puente. La señora no me dio oportunidad de explicarme o de iniciar conversación alguna. Todo se le iba en “mentarme la madre” y en acorralarme contra el barandal dando oportunidad a que varias de sus amigas, mamás de otros niños de la escuela, se aproximaran con una actitud bastante beligerante y violenta.
Me asusté muchísimo y en verdad temí por mi integridad física pues era un grupo de mujeres agresivas y sus hijos estupefactos atrás de ellas acechando de manera amenazante; me quedé paralizada sin atinar a hacer nada sólo pidiendo disculpas. Pasados unos momentos, que me parecieron una eternidad, la mamá del niño me fintó con un toque en la mejilla y me dijo: “La próxima no la cuentas pend#&!*”. Acto seguido, otras dos señoras me fintaron con un pequeño empujón y toda la turba comenzó a retirarse del lugar.
Cabezas, Streetart Valencia. Foto: A. Fajardo
Recuerdo que, cuando niña, era normal que cualquier adulto nos interpelara para corregirnos a mis hermanos o a mí, y lo que mis padres hacían en esas circunstancias era despedirse amablemente de quien nos corrigió y abochornados inmediatamente decirnos: “Se siente mucha vergüenza cuando un desconocido nos señala nuestros malos comportamientos ¿verdad? Sin embargo, estoy seguro de que en la vida lo volverás a hacer”.
La anécdota hace referencia a un fenómeno que está difundiéndose en la vida cotidiana: el de la violencia pasional privada que, en mi opinión, deriva de una decadencia de la conciencia moral, no educada, no acompañada, empapada de un pesimismo social que ha apagado en el espíritu de las personas el gusto por la convivencia amable, acomedida y de buen trato personal.
Su Santidad Pablo VI en su mensaje para la celebración de la XI jornada de la paz resaltó que “La violencia no es fortaleza. Es la explosión de una energía ciega que degrada al hombre que se abandona a ella, rebajándolo del nivel racional al pasional; incluso cuando la violencia conserva un cierto dominio de sí, busca vías innobles para afirmarse, las vías de la insidia, de la sorpresa, de la prevalencia física sobre un adversario más débil y posiblemente indefenso”.
A la distancia del incidente referido, me pregunto: ¿cómo marcó a aquel niño la manera violenta en que reaccionaron su madre y las amigas de su madre? ¿el incidente ayudó a formar un ciudadano pacífico o a un bruto? Su Santidad Juan Pablo II en su mensaje para la XXVII jornada de la paz nos hace conscientes de que “Los niños son el futuro ya presente en medio de nosotros; es, pues, necesario que puedan experimentar lo que significa la paz, para que sean capaces de crear un futuro de paz”.
Lo que percibo es la exagerada preponderancia con que en nuestros días se defiende el ámbito de lo privado dando lugar a un individualismo donde cada uno puede reivindicar sus derechos como mejor le parezca sin hacerse responsable del bien común. Y como dice José I. González Faus “… no es sólo la violencia ya ejercida lo que engendra violencia; es también la violencia preparada, o la agresividad, lo que engendra otro modo de ser violento. Y si no siempre vivimos en una de esas clásicas <<espirales de violencia>>, sí que vivimos casi siempre en una espiral de agresividad”.
El no. 496 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia señala “que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano”.
Si alguien le dijera a tu hijo que escupir a una persona es un acto deleznable e indecente, ¿cómo reaccionarías? ¿Qué saben nuestros niños acerca de las consecuencias violentas que el uso vulgar de su saliva puede provocar?
Un poco de “baba” resulta no ser tan inofensivo… Desafortunadamente, al tratar de evitar violencia, resulté agredida violentamente.
Quiero compartir algo que atestigüé hace unas semanas. Estábamos mi esposo y yo un domingo en un restaurante de tacos en el sur de la ciudad. Entonces, un niño de aproximadamente diez años llegó a sentarse a una de las bancas que dicho restaurante tiene en el exterior del local. El niño era familiar de uno de los acomodadores de autos del restaurante. Sacó un celular y miraba su contenido con mucha atención.
Pasados unos minutos, su familiar le acercó alimentos en un plato, los cuales ni aceptó ni rechazó; el plato quedó simplemente a su lado. Transcurridos unos minutos, me llamó la atención que el niño acomodó la chamarra que vestía sobre su cabeza para tapar lo que observaba en su celular, y mi natural curiosidad de madre con “ojos de tiempo completo” hizo que me esforzara por ver lo que el niño observaba y que le provocaba tal vergüenza.
Lo que yo alcancé a ver fue una escena de varias mujeres atractivas alrededor de una alberca, algunas de ellas en minúsculos bikinis y otras “topless”. En ese momento, lo que atiné a compartir con mi esposo es que daba gracias a Dios de que nuestras hijas son una generación que tuvo un contacto relativamente tardío con celulares y tablets, es decir, hasta la secundaria; aunque su cantaleta durante los dos últimos años de su primaria fue que eran las únicas niñas de su salón de clases que no tenían ni celular ni Nintendo.
En su discurso a los participantes en un congreso sobre “La dignidad del menor en el mundo digital” del 6 de octubre de 2017, el Papa Francisco señala que “vivimos en un mundo nuevo, que cuando éramos jóvenes ni siquiera podíamos imaginar y lo definimos con dos palabras sencillas: <<mundo digital – digital world>>; que en unas pocas décadas ha transformado nuestro ambiente de vida y nuestra forma de comunicarnos y de vivir, y está transformando en cierto sentido nuestro propio modo de pensar y de ser”.
El Papa hace hincapié en que “la red tiene su lado oscuro y regiones oscuras (la dark net) donde el mal consigue actuar y expandirse de manera siempre nueva y cada vez con más eficacia, extensión y capilaridad. La antigua difusión de la pornografía a través de medios impresos era un fenómeno de pequeñas dimensiones comparado con lo que sucede hoy día a través de la red”. Esto sólo para poner un ejemplo relacionado con la anécdota que compartí en párrafos anteriores.
Después de observar en diferentes tipos de restaurantes a tantas familias jóvenes que comen en “santa paz” gracias a que cada uno de sus vástagos está atento a su propio dispositivo digital, me queda claro que los niños pegados a una pantalla no generan ni pensamiento ni lenguaje. ¡Buena suerte con el desarrollo de la lecto-escritura de estos pequeñines a los que yo llamo, con tristeza y preocupación, futuros “autistas digitales”!
Su Santidad también menciona que “los avances en la neurobiología, la psicología, la psiquiatría nos llevan a destacar el profundo impacto que las imágenes violentas y sexuales tienen en las dúctiles mentes de los niños; a reconocer los trastornos psicológicos que se manifiestan en el crecimiento, las situaciones y comportamientos adictivos, de auténtica esclavitud resultantes del abuso en el consumo de imágenes provocativas o violentas. Son trastornos que repercutirán fuertemente durante toda la vida de los niños actuales.” Siendo esto así, pregunto: ¿qué cuentas entregaremos a nuestro Creador respecto de la pureza del corazón de estos niños?
En lo personal, considero que no son suficientes los filtros construidos a base de algoritmos. Se necesitan padres que limiten el tiempo de estos dispositivos y sus contenidos, pero sobre todo, padres que batan de harina la cocina con sus pequeños, ensucien la casa con crayones, manchen la ropa con pintura dactilar, que se desquicien con la infinita repetición de rimas infantiles y las canciones de Cri Crí; que en los restaurantes se cansen de recoger juguetes y se sonrojen del batidillo y de las ocurrencias de sus hijos entre otras muchas posibilidades.
Padres en el hoy de la infancia de sus hijos y no sólo proveedores de status socioeconómico.