Con la misma esperanza, de que un día de estos o alguna de estas semanas volveré a casa, escribo, no asemejando las situaciones, sino siguiendo los pasos, siguiendo el manual: los cinco panes y los dos peces para alcanzar la serenidad y la paciencia.
Uno de los males contemporáneos de la sociedad es el desprecio hacia la vulnerabilidad. Queremos ser siempre fuertes, duros, jóvenes y tener todo bajo control. Olvidamos que si nos cortamos también sangramos,que somos finitos, falibles y necesitados. ¿Quién quiere ser vulnerable? Parecería ridículo, y sin embargo en la vulnerabilidad y la flaqueza hay mayor fuerza. Una contradicción, pero así es el mundo: contradictorio, extraño e incontrolable.
El viernes desperté como cualquier día normal y me preparé para una revisión rutinaria; después de desayunar puse en una bolsa mis documentos, la cartera, el teléfono con la mitad de la batería porque planeaba volver a casa después de un par de horas, tomé el rosario –no tanto porque fuera a rezar en ese momento, sino porque siempre lo cargo, como se carga la cartera– y por último, guardé el libro Cinco panes y dos peces del Cardenal Van Thuan (1928 – 2002). Un libro muy ligero, con menos de 90 páginas y que no tiene desperdicio. Caminé hacia la estación del Sbahn, transbordé una vez y luego tomé el autobús hasta el consultorio.
Un día normal, como cualquier otro, en el que pensamos que todo está bajo control, pero no hay nada más alejando de la realidad que pensar que podemos controlar minuciosamente lo que sucede, como si la vida fuera un reloj suizo. La doctora me miró seriamente y me dijo que debía llamar una ambulancia. ¿Una ambulancia? Nunca me he subido a una y me siento bien, no me siento enferma, no siento nada extraño, lo que sí siento es miedo. Los paramédicos llegan, me colocan en una silla y me bajan; quería decirles, si acaso no preferían que bajara por mi propio pie las escaleras, pero desde ese momento, la voz se debilita y en plena vulnerabilidad extiendes tus manos, otro te ciñe y te lleva hacia donde no quieres. (Cf. Juan 21, 18)
La ambulancia se dirige hacía algún hospital, ellos saben hacia dónde, yo sólo me dejo conducir y cuando llegamos alcanzo a ver el nombre. Sin saber bien dónde estoy, al menos puedo avisar en dónde me encuentro y pedir que me traigan un par de cosas por si acaso. De pronto comienza un espiral de miedo, angustia, revisiones, inyecciones, catéter, muestras de sangre, piquetes, noticias a medias, diagnósticos incomprensibles, soledad y espera. Algo que en momentos me resulta abrumador, como si estuviera dentro de la misma estación esperando a Godot, sin saber qué espero y por cuánto tiempo, hasta que llega una respuesta y después una nueva espera, con una nueva angustia que carcome, hasta que se repita el ciclo o termine.
Esperando a Godot, Buenos Aires 1956. Fuente: Revista Teatro.
Hace muchos años, Fernando Galindo, dijo en una clase que una de las funciones de la filosofía es aprender a ser resistentes a la frustración. Quizá ya no recuerde esa clase, pero fue una frase que me impactó y que me gusta repetir a mis alumnos. Es cierto, una de las funciones prácticas de la filosofía es que de cierto modo aprendemos a resistir la frustración. Ahora está de moda hablar de la resiliencia, que consiste en adaptarse a la adversidad del mejor modo posible. Prefiero pensar en esa tolerancia a la frustración y que desemboca en la paciencia.
Etimológicamente la paciencia viene del verbo latino pati (patientia) y que significa sufrir. Bíblicamente es un don del Espíritu Santo que consiste en saber sufrir. Podemos pensar que la paciencia es un esperar pasivo y sufriente hasta que la adversidad termine, sin embargo, no hay nada más activo que ser paciente. Y en ese sentido el libro Cinco panes y dos peces es el manual perfecto para ejercitarnos en la paciencia.
Desde que comencé el libro, el mes pasado, pensé que merecía una reseña, porque consiste en el testimonio de 13 años en prisión de un inocente y expone ante los jóvenes siete claves para ser pacientes en la adversidad. Claro que desde la comodidad del hogar y las distracciones diarias lo dejaba para el día siguiente, y así sucesivamente. En mi defensa debo decir, que estaba en México y que mi plan era hacerlo cuando regresara al frío invierno berlinés.
Cinco panes y dos peces.
Llevo más de una semana en el hospital y hasta el momento no sé cuándo volveré a casa, ante la incertidumbre, pensé que podría escribirla al regresar, pero ésta mañana he cambiado de parecer: no hay mejor momento para escribirla que bajo estas circunstancias. El cardenal Van Thuan escribió parte de su testimonio y lo que aprendió en el cautiverio. Él ejerció cada día durante 13 años la paciencia; sin saber cuándo podría ser liberado, pero con la esperanza de que algún día lo sería. Con la misma esperanza, de que un día de estos o alguna de estas semanas volveré a casa, escribo, no asemejando las situaciones, sino siguiendo los pasos, siguiendo el manual: los cinco panes y los dos peces para alcanzar la serenidad y la paciencia.
El cardenal Van Thuan comienza el libro inspirado en el Evangelio de Juan (Jn. 6, 5-11) para resumir sus vivencias que “a veces con gozo, a veces en sufrimiento, en la cárcel, pero siempre llevando en el corazón una esperanza rebosante” en 7 puntos que lo ayudaron durante los 13 años de cautiverio.
Van Thuan, obispo de Saigon (Vietnam) fue detenido el 15 de agosto de 1975, día de la Asunción, y liberado el 21 de noviembre de 1988, día que se conmemora la presentación en el templo de la Virgen María. El motivo de su detención fue ser un sacerdote católico en un país bajo el régimen comunista, en otras palabras, una víctima más de la persecución cristiana de esta época.
A continuación, les presento los cinco panes y los dos peces:
François-Xavier Nguyen Van Thuan
“Es verdaderísimo: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”.
Cardenal Van Thuan
Primer pan: vivir el momento presente
Tras su detención y mientras lo conducían 450 km en la oscuridad nocturna sintió tristeza, abandono y cansancio. En el camino recordó las palabras de un sacerdote que estuvo prisionero 12 años en China, y que se la vivió esperando. Fue entonces que tomó una decisión. “Es verdaderísimo: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”.
En esos momentos Van Thuan consiguió lo necesario para comenzar a escribir su libro El camino de la esperanza, porque le preocupaba dejar a los pocos católicos sin pastor. Van Thuan se pregunta ¿cómo puedo vivir el momento presente con amor? Dejando lo que es accesorio y concentrándonos en lo esencial e imprimiendo en cada acto, así sea simple, el máximo de amor posible.
Si te toca esperar, entonces espera con amor; si te van a inyectar, sacar sangre, hacer otra prueba, tomar pastillas: hazlo con amor. Es fácil decirlo y muy difícil hacerlo, pero cada día se puede intentar de nuevo. Van Thuan no sabía cuánto tiempo tendría que esperar en el encierro, y yo tampoco, pero la espera se vuelve más soportable cuando la ofrecemos y vivimos intensamente, no en la pasividad.
Es posible elegir esperar en la angustia, desesperación y la tristeza, o intentar, aunque sea muy duro y cueste una fuerza enorme, esperar activamente: descansando en la paciencia. Claro que hay momentos más difíciles, pero no hay que olvidar que no estamos solos.
Segundo pan: Discernir entre Dios y las obras de Dios
Van Thuan es un sacerdote muy dinámico y activo, por lo que el cautiverio en un pequeño espacio y soledad era una tortura mental que lo tenía al borde de la locura. Una noche escuchó en su corazón que debía aprender a discernir entre Dios y las obras de Dios. Todas las actividades pastorales que realizaba eran obras de Dios, pero no eran Dios. Y él había elegido a Dios, a su voluntad, no a sus obras.
Es como aquella inspiración de Margarita María Alacoque “encárgate tú de mis cosas, que yo me encargaré de las tuyas”, porque a fin de cuentas Dios lo resuelve todo mejor de lo que nosotros lo podemos solucionar. De este modo Van Thuan dejó su misión pastoral en manos de Dios, porque comprendió que Él lo quería ahí, en prisión. En ese momento sintió una paz que ya no lo abandonó.
Hace algunos días intenté salir voluntariamente, aunque estaba indecisa al no comprender cien por ciento el diagnóstico y los procesos, pensando que los médicos alemanes pecan de exageración. Llevaba días de desesperación, con dolor en un brazo por las constantes tomas de sangre, en los dedos por las mediciones de azúcar y en el otro brazo por el catéter. Y en esa desesperación y sin sentirme enferma, pensé que aun cuando tuviera que guardar reposo, estaría mucho mejor en casa.
Quería irme a toda costa, pero sin un panorama claro, durante la noche y con los nervios a flor de piel aumentados por la oscuridad, en oración pedí ayuda para discernir. Aquella mañana me levanté alegre, pensando que me iría en pocas horas y en oración repetía, “yo no sé lo que es mejor, pero quisiera volver a casa, si esa es tu voluntad abre toda puerta y hazlo de forma sencilla; pero si no debo irme y es tu voluntad que me quede, dilo claramente y dame serenidad para aceptarlo”. Basta decir que no pudimos hacer la alta voluntaria, tampoco me dieron una fecha aproximada de salida, y aunque en el momento pensé “qué pesado estar aquí sin fecha final”, poco a poco he tenido una mayor serenidad para vivir un día a la vez en el hospital, porque por el momento aquí es donde debo de estar.
Portada del libro “El camino de la esperanza” del Card. Van Thuan.
Una fuerza que sostiene es saber que otros oran por ti, que una comunidad que te ama y se preocupa, intercede por ti así sea al otro lado del Atlántico.
Andrea Fajardo
Tercer pan: Un punto firme, la oración
“ ”Padre, en la prisión usted ha tenido mucho tiempo para orar.” No es tan simple como se podría pensar. El señor me ha permitido experimentar toda mi debilidad, mi fragilidad física y mental. El tiempo pasa lentamente en la prisión, particularmente durante el aislamiento”. Se dispone del tiempo, pero a veces cuesta demasiado concentrarse o dejar de sentirse solo. Así que en ocasiones basta con una oración sencilla: “cuando me faltan las fuerzas y no logro siquiera recitar mis oraciones, repito: “Jesús, aquí estoy, soy Francisco”. Me entra el gozo y el consuelo, experimento que Jesús me responde: “Francisco, aquí estoy, soy Jesús”.”
No siempre tenemos la disposición de una oración con palabras complicadas, es más, las palabras sobran, basta con algo sencillo, como los niños cuando se espantan y gritan por papá y mamá. No tiene que decir mucho e inmediatamente los padres van y los tranquilizan con su presencia. Así que podemos simplemente llamar a Jesús o al soplo del Espíritu Santo, y ellos sin dudarlo acudirán.
Van Thuan también menciona que le gusta orar con la Palabra de Dios, pero cuando lo apresaron no pudo tomar la Biblia, lo único que llevaba consigo era el rosario. Así que recolectó todos los pedacitos de papel que pudo y en ellos escribió más de 300 frases del Evangelio, hizo una pequeña Biblia que utilizaba para orar. Entre otras oraciones se encuentra el Magnificat, Te Deum y el Veni Creator.
Es cierto que tras los momentos difíciles la oración serena e incluso alegra el corazón, nos aliviana el peso. Pero quisiera añadir que no es solamente la propia oración, también la comunidad es muy importante. Una fuerza que sostiene es saber que otros oran por ti, que una comunidad que te ama y se preocupa, intercede por ti así sea al otro lado del Atlántico.
El aspecto comunitario de la religión es muy importante, pero no sólo por la comunidad que se forma al participar de los mismos ritos, sino que hay una forma de amor desinteresado que los une, fortalece y acompaña. Aprovecho para agradecer a todos aquellos que me han tenido presente en sus corazones y que me acompañan cercanamente a pesar de la distancia.
Cuarto pan: Mi única fuerza, la Eucaristía
Es muy conocido y conmovedor el testimonio del cardenal Van Thuan y la Eucaristía. Se las apañó para que le enviaran vino por motivos medicinales y cada día a las 3 de la tarde celebraba la misa, con tres gotas de vino y una de agua, en la palma de su mano. Pero esta fuerza no la guardó para sí mismo, sino que en ocasiones podía compartirla con otros católicos, quienes también en la prisión tenían la oportunidad de comulgar: “Fabricamos bolsitas con el papel de las cajetillas de cigarros para conservar al Santísimo Sacramento. Jesús eucarístico estuvo siempre en la bolsa de mi camisa”.
Y no solamente la misa, también los presos montaban guardias nocturnas y adoraban a Jesús Eucaristía, quien les “ayudaba inmensamente con su presencia silenciosa”. Van Thuan, en esta locura y escándalo para el mundo, incluso se atreve a decir que aquellas misas en el cautiverio fueron las más bellas de su vida.
En México algunas cosas son más sencillas, siempre se conoce a algún padre o ministro de la Eucaristía, que visita a los enfermos. Sin embargo, en Alemania, un país que otrora se autodenominaba cristiano, la Iglesia es un poco más fría y ciertas cosas no son tan sencillas. Si bien no puede venir un sacerdote o ministro diario a traerme la comunión, sí puede ocurrir algunas veces. El día que el padre vino a visitarme y me trajo la Eucaristía, me sentí alimentada, cobijada y con la fuerza para resistir. Y para estos casos, podemos contar también con la comunión espiritual.
Ver con otros ojos, con los ojos de Jesús, ayuda a amar y perdonar incluso a aquellos que nos hacen mal.
Andrea Fajardo
Quinto pan: Amar hasta hacer la unidad es el testamento de Jesús
Al principio los guardias no le hablaban a Van Thuan, lo trataban como un enemigo y el trato ensombrecía el ambiente. Hasta que un día pensó que, a pesar de la cautividad, él tenía una mayor riqueza: el amor de Cristo. A partir de ese momento comenzó a amar a los guardias y a ofrecer pequeñas muestras cotidianas de caridad, una sonrisa, una palabra amable e incluso llegó a enseñarles otros idiomas y resolver sus dudas religiosas. El ambiente cambió radicalmente.
Van Thuan escribe en El camino hacia la esperanza, “cuando hay amor se siente el gozo y la paz, porque Jesús está en medio de nosotros. Viste un solo uniforme y habla una sola lengua: la caridad”. Ver con otros ojos, con los ojos de Jesús, ayuda a amar y perdonar incluso a aquellos que nos hacen mal, algo que encontraban inconcebible los guardias.
Los cristianos deberíamos ser el instrumento del amor de Dios en el mundo. “El más grande error es el no darse cuenta que los otros son Cristo. Hay muchas personas que no lo descubrirán sino hasta el último día. Jesús fue abandonado en la Cruz y ahora lo sigue estando en el hermano y en la hermana que sufre en cualquier rincón del mundo. La caridad no tiene límites; si los tiene no es caridad”.
Cuando nos duele una muela, toda nuestra atención se centra en esa muela. Incluso la sentimos más porque estamos constantemente al pendiente de ese dolor y dejamos de notar otras sensaciones corporales. Lo mismo sucede con el sufrimiento, que puede llevarnos a centrarnos únicamente en nosotros mismos y cuando sólo pensamos y atendemos nuestra miseria caemos en la victimización y el egoísmo: Nos auto-pobreteamos, nos sentimos la única víctima, el único sufriente.
En una semana cambié cuatro veces de compañera de habitación. Cada una con situaciones diferentes, cada una con un propio dolor. En el hospital te puedes encontrar de todo dependiendo de la sección: desahuciados, gente con dolores tremendos, mujeres que acaban de parir, bebés prematuros en incubadoras o que deben ser operados, mujeres que yacen con el miedo de perder a sus bebés y tantas incontables enfermedades y sufrimientos.
Desde hace algunos días comparto habitación con la misma mujer, ella tampoco sabe cuánto tiempo se quedará, también tiene miedo y sufre. En las mesas de noche ella tiene el Corán y yo tengo la Biblia. A veces ella llora, otras veces, lloro yo. Pero si algo ha sucedido es que, a pesar del propio sufrimiento, no nos hemos cerrado al sufrimiento de la otra. Me preocupa su diagnóstico, me apena verla llorar, no necesitamos hablar mucho porque basta una palmadita en la espalda y la seña de que oraré también por ella. Ella se preocupa por su bebé, por su hija y su marido, y dentro de toda la avalancha, no hace oídos sordos a mis problemas, porque sin que lo esperara me compartió un plátano y me consiguió una sopa. Cosas sencillas porque la caridad comienza por lo pequeño y escala hacia lo más grande. Esa es la caridad que todo lo transforma y que acompaña, que nos hace salir de nosotros mismos.
Primer pez: María inmaculada mi primer amor
La madre y la abuela de Van Thuan infundieron su amor a María y ella ha sido una señal a lo largo de su vida. Lo arrestaron el día de la Asunción y lo liberaron, de una forma tan sencilla, que incluso sorprende, el día de la presentación de la Virgen en el templo. Van Thuan reconoce la mano de María a lo largo de su vida y especialmente durante el cautiverio. Cuando física y moralmente se sentía abatido en la prisión, oraba el Ave María, pero no solamente pide por su intercesión, sino que también le pregunta “Madre, ¿qué cosa puedo hacer por ti? Estoy listo para seguir tus órdenes, para realizar tu voluntad por el Reino de Jesús”.
Van Thuan pensaba constantemente en el Virgen del Perpetuo Socorro, y lo mismo hago yo. Me fascina el icono: María sostiene firmemente y con ternura al bebé Jesús, quien está espantado porque unos ángeles le presentan la Cruz y el martirio. El bebé Jesús tiene miedo y tiembla, por lo que uno de sus zapatos está a punto de caer. Pero ahí está María con la mirada serena y sosteniéndolo con sus manos.
Desde hace muchos años tengo especial cariño al icono de la Virgen del Perpetuo Socorro, cuando la vi en Roma y un querido sacerdote amigo mío me explicó, lleno de ternura, el temblor de Jesús que se ve en su pequeño pie y zapato quedé profundamente conmovida.
Por las noches, antes de dormir, coloco el rosario en mi vientre, porque es como tener la mano de María, y a modo de jaculatoria le digo: “madre, sostén con tu mano a Elías, del mismo modo y con el mismo amor con que sostuviste al bebé Jesús”.
Icono Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Segundo pez: he elegido a Jesús
A modo de conclusión Van Thuan nos presenta 24 puntos prácticos para vivir un día unidos a Jesús. Recuerdo que querido amigo, y ahora sacerdote, dijo en alguna ocasión que el camino de santidad se construye día con día, que cada mañana podemos orar para que Dios nos conceda 24 horas de fidelidad. Estos últimos 24 consejos, que pueden parecer breves y sencillos, nos ayudan a mantenernos en la esperanza, la paciencia y la fidelidad.
Cinco panes y dos peces: Testimonio de 13 años de cárcel es un manual muy práctico, escrito desde lo que podría haber sido la desolación, para ayudarnos a ejercitar la paciencia en un mundo turbulento.
Entender el mundo de hoy: Cartas a un joven estudiante Ricardo Yepes Stork Rialp, 1993, 245pp.
«¿Por qué estudiar?» resulta una pregunta complicada de responder. Sin embargo, «¿por qué estudiar humanidades?» parece mucho más difícil. Estudiar una licenciatura de humanidades en el siglo XXI no parece ser, a los ojos del mundo, una decisión acertada. Cuestionarse acerca de la realidad que nos rodea es de lo más natural. Sin embargo, pocos quieren desempeñar esa curiosidad como profesión. Profesión capaz de generar ganancia con la que se puede vivir bien.
Un filósofo español decide escribir diecisiete cartas a un adolescente inquieto, ansioso por conocer el mundo y comérselo. En Entender el mundo de hoy, Ricardo Yepes desglosa diferentes temas de actualidad dirigidos a Carlos, un estudiante de filosofía. A través de las diferentes cartas, Yepes logra desarrollar un esquema histórico-cultural que, a su parecer, configura el mundo de hoy. El mundo al que refieren las cartas es lo que se conoce como el fin del segundo milenio. Aunque han pasado casi treinta años desde de su escritura, podemos encontrar buenos consejos de parte de un profesor hacia su alumno. Consejos llenos de sinceridad y un profundo optimismo sano. No es necesariamente un libro grandioso, es un muy buen libro que me ayudó a darme cuenta de la maravilla de las humanidades. Además, quien estudia filosofía, sabrá de la importancia de encontrar guías para este camino.
Ricardo Yepes fue un filósofo español y gran profesor universitario. Sus enseñanzas sobre antropología siguen llenando las aulas de la Universidad de Navarra; sus escritos permanecen en las estanterías sin empolvarse. Un filósofo que se fue demasiado pronto, por su repentina muerte, a los 43 años, pero que dejó muchas enseñanzas.
En primer lugar, Yepes invita a dejar de confiar en absolutamente todo, dogma marcado por nuestra época y especialmente a desconfiar de aquellos que están demasiado seguros de lo que afirman. Es por esto que exhorta al alumno a practicar la prudencia. Según Yepes esta virtud tendría que ser la principal de cualquier intelectual. Otra virtud, propia del buen filósofo, pero carencia de muchos, es la paciencia. De hecho recomienda que el filósofo debe concentrar muchos de sus esfuerzos en ejercitar esta virtud ya que, si se propone a conocer y a ahondar en la verdad, ha de hacerlo con cautela y tropezando más de alguna vez.
Cualquier maestro que busque guiar a su aprendiz al buen saber, ha de recomendar una amplia gama de bibliografía que pueda acompañar al estudiante —Ricardo Yepes murió a los 43 años, dejó muchos alumnos con afán de aprender más de él, pero dejó sus escritos y un amplio legado entre los jóvenes— ya que los libros de los antiguos o los pensamientos de los modernos son lo que configura, en buena medida, el mundo intelectual de hoy. Platón, Paul Johnson o Isaiah Berlin son sólo algunas de las recomendaciones que el remitente hace a Carlos, o nosotros.
Portada del libro “Entender el mundo de hoy”.
Otra idea central de los pequeños ensayos de Yepes es la concepción que él tiene acerca de la verdad. Abiertamente afirma que no es relativista moral ni filosófico, siendo el relativismo la postura pseudofilosófica más aceptada a finales del segundo milenio, a principios del tercero y hoy. Esto se debe, en buena medida, a los errores cometidos en la modernidad. Estos errores no son buenos o malos, juzgar esa época como un desastre intelectual y humano también se debe a un problema de perspectiva y de expectativa. No podemos desechar la modernidad, pues es parte de nuestra configuración intelectual, cultural y social, pero tampoco se trata de asumir las posturas propuestas allí, o asumirlas del todo por atractivas que parezcan. Yepes ve a la modernidad como una época de cambio y crecimiento intelectual, que llevó al ser humano a su capacidad de hacer grandes cosas. Sabemos las desgracias de la modernidad en sus efectos a lo largo del siglo XIX o XX, pero hemos de aprender de ello para fomentar optimismo, que no deja de tener una dosis de realismo.
Un consejo clave que Ricardo Yepes le da a Carlos es que no se deje guiar por autores que hacen grandes preguntas, pero que dan muy pobres respuestas. En su opinión, Heidegger es un ejemplo paradigmático y debe ser estudiado con la seriedad que merece, pero sin aceptar, como dogma, cualquier cosa que afirma. Las grandes preguntas siempre nos impresionan, pero si falta formación intelectual, se conformará con cualquier respuesta. Hay que optar por una actitud de amor a la verdad. Si se ama suficientemente la verdad, no se temerá el error. Yepes recomienda a intelectuales «menores» como Peter Drucker o Daniel Bell porque, aunque carezcan de ideas originales o verdaderamente auténticas, ayudan para formar la cabeza del joven estudiante. Estas recomendaciones no dejan de lado aquellas lecturas de clásicos, que parecen básicas para toda formación. El peligro del joven radica en querer adquirir todo conocimiento que parezca elevado para satisfacer las preguntas propias o de los demás. Esto es, sin duda alguna, un error que podría ser garrafal como si se construyera una gran plaza comercial sobre una presa.
Aunado a este sano optimismo, Yepes nos invita a apreciar la realidad ya que esta es aliada, no trampa o miseria. Es el material con el que el filósofo ha de trabajar. Ha de leer y cultivarse en historia y filosofía, pero no se ha de olvidar en ser filósofo de verdad y atreverse a estudiar el mundo que le rodea.
Carlos, o cualquier joven —o menos joven— ha de entender que los sistemas falibles tienen su encanto. La modernidad no aceptó ningún sistema falible. La tozudez con la que se buscó la certeza absoluta, en mi opinión y la de Yepes, han hecho más daño que bien porque nos han enseñado a no equivocarnos o, lo que es peor, nos han enseñado a creer que en el error está el fracaso y, que en el fracaso no está la felicidad intelectual o afectiva.
Después de desarrollar el camino intelectual del filósofo, Yepes comienza a explicarle a Carlos acerca de los diferentes problemas, o bien perspectivas, de algunas situaciones del mundo de hoy. La amistad, la esperanza, la empresa y su relación con los individuos, la política, el sexo, el amor o Dios son solo algunos de los ejemplos con los que juega a través de las cartas logrando una argumentación en la que, el centro es el ser humano y su libertad. Este buen antropocentrismo hace que volteemos a ver a su propia vida y se cuestione acerca de cómo vive su vida y relaciones, su esperanza y su introspección, su ser en el mundo y su ser con y para Dios. El intelectual no sólo ha de estudiar a fondo la realidad, sino que ha de buscar vivirla profundamente para no caer en una realidad alterna, en la que los libros y la pluma sean los únicos seres relacionales.
Estas cartas no están dirigidas a los adolescentes del mundo, están para todos aquellos que busquen un aliento para seguir recorriendo el mundo de hoy. Sigue siendo un libro vigente, aunque no deja de ser una introducción al pensamiento en general. Por la polarización de ideas o de posturas religiosas, políticas o morales, quien se sienta alejado de ese mundo, ha de buscar una mano amiga de comprensión que lo ayude a perseverar en su convicción, hilo conductor y conclusión de las cartas. Esta profunda convicción, con la que todos han de vivir su vida, está fundamentada en la libertad, concepto completamente escurridizo y, por ello, capaz de hacer más daño que bien. La capacidad de donar o de contemplar, manifestaciones de la libertad, se han perdido por un afán de autenticidad mal vivida. Sí, está mal visto dogmatizar, referirse a las cosas como lo que son y afirmar solo lo que es políticamente correcto. Esta actitud, ¿qué le está haciendo a nuestros ojos con los que vemos el mundo? En lugar de aclarar nuestra mirada por una supuesta apertura, ¿no está nublándola con lo que opina «la mayoría»? No es tiempo de dejar de pensar, nunca lo será. Esos filósofos, los que se encuentran dentro de cada uno, esos Carlos, han de despertar.
El cine es arte y es también industria y es un medio de comunicación social. Hay películas que aceleran algunos cambios sociales, otras los predicen o toman el pulso de la sociedad en un momento específico. Pienso que Nomadland hace esto último. Estrenada en plena crisis por la pandemia, cuenta la historia de muchos norteamericanos reales que, jubilados con una mala pensión o sin ella, recorren el país pasando de un trabajo temporal a otro, sin una residencia fija, viviendo un estilo de vida que tiene mucho de precariedad y descarte pero también —dice esta película, que no es para nada una tragedia— de libertad.
La joven directora china de formación anglosajona Chloé Zhao escribe y dirige este su tercer largometraje, que tiene un estilo documental tanto en su estructura narrativa como en su modo de producción y en los personajes que sigue: a reserva de los dos principales, los demás no son actores sino los propios nómadas a quienes la periodista Jessica Bruder siguió y entrevistó para escribir el libro en el que se basa la película. Zhao mantiene el estilo visual y narrativo de sus películas anteriores, también situadas en la América rural, con grandes planos de exteriores y un aire contemplativo, que se complementa bien con la música de Ludovico Einaudi.
Frances McDormand, quien produce la película además de protagonizarla, es sin duda quien sostiene la trama, además de darle relevancia internacional al proyecto que ha cosechado una cantidad récord de premios en un año raro para el cine, y que compite por 6 premios Óscar, incluida mejor película. McDormand, una actriz de un talento innegable, consentida de los hermanos Coen, ha lucido tanto en comedias como en dramas, pero aquí se aleja de los papeles de mujer dura que la han hecho famosa para interpretar a Fern, una viuda que recorre las carreteras en su camioneta, que es también su casa, generando lazos con los distintos lugares donde se detiene y las personas con las que coincide, casi todos nómadas como ella.
Con una trama argumental casi inexistente, la fuerza de Nomadland radica en las personas reales de las que habla, y los temas que toca, que son centrales en el momento que estamos viviendo: el trabajo como parte de una vida digna, la relación con la naturaleza, la solidaridad, el desarraigo, el descarte de los adultos mayores o la precariedad de la libertad humana en un sistema capitalista diseñado para vivir endeudado. En su aproximación contemplativa a la existencia humana deja ver también un anhelo de trascendencia, planteado de modo más claro en las reflexiones de los personajes en torno a la muerte. Una película sin duda bella e importante, que en un año menos raro se hubiera limitado a los circuitos de cine independiente.
(2020) Estados Unidos DIRECCIÓN Chloé Zhao GUION Chloé Zhao basada en el libro de Jessica Bruder FOTOGRAFÍA Joshua James Richards MÚSICA Ludovico Einaudi REPARTO Frances McDormand, David Strathairn, Bob Wells, Linda May, Swankie
El poeta y dramaturgo José Peón Contreras (Mérida 1843 – México 1907) toma esta ocasión la lira para cantarnos sobre la esperanza y los matices polícromos que ésta va adoptando con el paso de las edades en la vida del hombre. Con un romanticismo íntimo a la vez que franco, el bardo nos lleva de la mano por las alegrías y las penas propias de la primera infancia, de la jovial niñez y la bohemia y tumultuosa juventud para acabar en las calmadas y dulces aguas de la vejez.
José Peón Contreras
En sus estrofas, opta por un esquema de tercetos que le confiere dinamismo y agradable cadencia a sus versos endecasílabos, logrando siempre una rigurosa rima consonante y de variada musicalidad, salvo al final de cada parte, donde cierra con originales seguidillas que rompen con la rigidez inicial y le otorgan un toque más informal aunque, no por eso, menos bello.
Recurre a metáforas celestes, florales y marinas, elementos con los que adorna y acentúa sus ideas más profundas, ideas que tan vívidamente reflejan los altibajos del corazón del hombre enamorado, el hombre que se deja entusiasmar por la aventura de la vida y busca sin cesar el rayo de luz de la esperanza.
Para leer el poema La esperanza de José Peón Contreras, click aquí.
Se hace tarde y anochece, Card. Robert Sarah, Trad. Gloria Esteban Villar, Ed. Palabra
Hay cosas ante las que no podemos callar. Vivimos un tiempo en el que es nuestro deber denunciar abiertamente las injusticias, desviaciones y demás temas sensibles, pero no debemos hacerlo con tibieza y a media tinta. Es el momento de volver a llamar a las cosas por su nombre y sin miedo reformar lo que tengamos que reformar, comenzando por nosotros mismos.
En una época en la que lo blanco puede ser negro y lo negro puede ser blanco de acuerdo con su autopercepción; es inadecuado, intolerante, retrógrado e incluso irracional decir que lo blanco es blanco y lo negro es negro.
Me atrevo a afirmar que no solamente al Cardenal Sarah y a mi nos preocupa la dictadura del relativismo, sino que somos muchos. Es difícil mantenerse firme en una postura, en la que tu opinión será simplemente desechada, por no adecuarse a los cánones de una sociedad que se autodenomina progresista; que tolera cualquier cosa, excepto, claro está, una idea contraria. Esta dictadura relativista genera mecanismos para hacernos sentir libres e importantes, por medio de falsas aperturas que terminan fragmentando al ser humano y desvalorizan la vida.
No temamos ser perseguidos, rechazados y marginados; no temamos ser pocos y luchemos por ser fieles. Es tiempo de volver la vista al Evangelio y la Tradición, para darnos cuenta que hoy en día no hay nada más radical y revolucionario que ser cristiano.
En el Informe sobre la fe Ratzinger profetiza que los cristianos serán un resto, pero fiel. Una minoría con convicción que no coquetea con los extremos sólo por aprobación. “Es hora de que el cristiano descubra de nuevo la conciencia responsable de pertenecer a una minoría y de estar con frecuencia en contradicción con lo que es obvio, lógico y natural para aquello que el nuevo Testamento llama –y no ciertamente en sentido positivo- <<el espíritu del mundo>>”.
El pensamiento de Ratzinger es una influencia clara en las ideas del Card. Sarah; mayormente conocido dentro del mundo francoparlante, Robert Sarah es un firme defensor de la tradición.
Quizá podemos identificar fácilmente quién es el Cardenal Robert Sarah, por la reciente polémica que desató su último libro Desde lo más hondo de nuestros corazones (2020) que defiende el celibato eclesiástico. El texto expone su postura sobre el significado del sacerdocio y la finalidad del celibato, ante las discusiones del sínodo de la Amazonía. En un principio aparecía el Papa emérito Benedicto XVI como coautor del libro. Casi inmediatamente el secretario particular, Georg Gänswein, pidió que Ratzinger fuera retirado como coautor.
Así se crearon algunos rumores sobre la oposición conservadora a la que se enfrenta el Papa Francisco, quien bien entiende que las opiniones pueden disentir especialmente en una institución que aunque tiene varios matices, su unidad y centro es uno: Cristo.
El Card. Sarah, de origen guineano, es el prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos desde el 2014 y el Papa Francisco no aceptó su jubilación y lo ratificó en su cargo el 18 de junio 2020. Se considera que el Cardenal Sarah es profundamente conservador en cuanto a los dogmas, la moral y las tradiciones; a la vez que es progresista en cuestiones como ecología.
Se ha caricaturizado al Card. Sarah como un conservador y tradicionalista testarudo que se opone a todo tipo de progreso, con una visión radicalmente medievalista, misógina e incluso cismática. Su intención es defender a la Iglesia y especialmente a la Eucaristía.
Aunque algunos enfatizan su conservadurismo y quieren enfrentarlo contra el Papa, el Cardenal ha reiterado su adhesión al Papa Francisco e incluso lo llama “un hijo fiel y abnegado de San Ignacio” en la dedicatorio de Se hace tarde y anochece. Solamente leyéndolo descubriremos la profundidad de su magisterio, el conocimiento de la tradición y la valoración que tiene por el Papa, al tiempo que responderá a interrogantes de relevancia actual.
Tras los libros-entrevista Dios o nada (2015) y La fuerza del silencio (2017) podríamos pensar que el Cardenal Sarah no tiene más por decir. Especialmente cuando nos ha invitado al silencio interior ante el ruido externo de la cotidianeidad. Él mismo se cuestiona en el prólogo de Se hace tarde y anochece (2019) ¿por qué debe hablar de nuevo si en el libro anterior nos invitaba a experimentar el silencio? Sarah responde que no puede ni debe seguir callando ante la desorientación de los cristianos y la noche obscura que atraviesa la Iglesia.
Encuentro entre Benedicto XVI, Card. Sarah y Nicolas Diat Fuente: @Card_R_Sarah
Hacia Emaús
Bajan decepcionados y confusos dos discípulos de Jerusalén hacia Emaús. La tristeza alarga los 10 kilómetros recorridos y el camino parece interminable. De pronto un desconocido se acerca y camina a su mismo paso; se une a la conversación y los hombres le confiesan su angustia y desilusión. El desconocido los reconforta con sus palabras y explicaciones de las Escrituras; sus corazones arden. El sol se pone, es tarde, anochece, y los hombres le piden que se quede con ellos. Al partir el pan lo reconocen. Los discípulos deshicieron sus pasos y subieron a Jerusalén.
¿Acaso no somos también como aquellos discípulos que caminan cabizbajos hacia la nada? El mundo, Occidente, la Iglesia y nosotros estamos en crisis. Y mientras vamos de camino, se nos ha hecho tarde, está obscuro y avanzamos dando tumbos. No sabemos quiénes somos, ni qué queremos y mucho menos hacia dónde vamos. Pero en plena obscuridad le pedimos al desconocido que se quede con nosotros y cuando se caen nuestras escamas, lo vemos claramente y nos da la fuerza para regresar a nuestro punto de partida: a nuestro origen.
Ilustración: AF
La quiebra de Occidente produjo una crisis cultural e identitaria. Una crisis que surge por el olvido de su origen. Se avergüenza de sus raíces cristianas y al difuminar su identidad pone en riesgo su futuro.
Sarah se inspira en el pasaje de los discípulos de Emaús y reflexiona sobre este tiempo que parece obscuro; aunque pudiéramos pensar que es demasiado tarde para seguir caminando, una vez que se ha recuperado la esperanza es que podemos retomar el camino. Se hace tarde y anochece se pronuncia con urgencia, es una invitación a la acción.
Nos enfrentamos a varias crisis: espirituales, morales, políticas, económicas. La lista es larga y termina con las crisis particulares. Las crisis no se resuelven ignorándolas, sino que es necesario identificarlas, denunciarlas, tomar conciencia y procurar los medios para remediarlas.
El diálogo entre Nicolas Diat y el Cardenal Sarah se divide en cuatro partes: primero identifica las crisis que han quebrado al hombre espiritualmente (fe, sacerdocio, Iglesia e identidad) y responde a cuestiones dolorosas de manera clara y concisa como los abusos dentro de la Iglesia. También podemos encontrar reflexiones en torno a la función de los sacerdotes, el celibato, la ordenación de mujeres, la reforma, mundanización e institucionalidad de la Iglesia.
La segunda parte, El hombre degradado, denuncia el relativismo moral y responde a preguntas sobre la teoría de género, el feminismo, el transhumanismo, la eutanasia y el aborto.
La tercera parte nos invita a tomar conciencia de los problemas que acarrea la decadencia moral, la pérdida de sentido y de identidad, que se externaliza en problemas políticos. En este apartado nos encontramos preguntas sobre el progreso, la democracia, el capitalismo, el consumismo, la globalización, el colonialismo y la migración.
Domingo de Ramos (2013) Foto: AF
Finalmente la cuarta parte nos enseña a identificar los medios para remediar las crisis que nos acechan y cómo recuperar la esperanza. Esta esperanza se sostiene con cuatro columnas: la oración, la doctrina, el amor al Papa y la caridad.
El mal del activismo eficaz
En un mundo globalizado, en el que las instituciones imitan las estructuras de las multinacionales, inevitablemente la Iglesia también ha tomado algunas de estas prácticas, al grado de que algunos clérigos parecen más burócratas y directores de una ONG. Es claro que la Iglesia tiene una tradición social y de amor al prójimo profunda, sin embargo hay que distinguir entre la caridad y el activismo.
El activismo eficaz se centra en lo útil y pragmático con fuerzas puramente humanas. Se pierde en la prisa y el cansancio de las labores sociales; y al final del día no hay tiempo para la oración. “Una iglesia que no reza, muere”, afirma el Cardenal Sarah, “Hemos abandonado la oración. Por todas partes se ha filtrado el mal del activismo eficaz.”
Card. R. Sarah Fuente: @Card_R_Sarah
¿Acaso no clama el salmista “si Yahvé no construye la casa, en vano se afanan los albañiles; si Yahvé no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia”? El activismo eficaz es más filantropía que caridad. Siendo la caridad la mejor de las virtudes, decidimos cambiarla por la filantropía y las buenas intenciones, que en ocasiones no son más que un paliativo anual de nuestras culpas. Al final terminamos con curas que se esfuerzan más para entretener y crecer en la opinión del mundo, que en procurar la salvación de las almas.
No solamente los sacerdotes pueden caer en el activismo eficaz; todo cristiano que se centra en las obras e ignora la fe y la oración cae en el mismo mal.
La entrevista se dirige a nosotros y a los sacerdotes. El cardenal Sarah nos interpela, muestra las pajillas para que seamos conscientes de nuestra propia viga. ¿Oro lo suficiente o simplemente soy socialmente útil? ¿Qué parte de mi vida está en crisis? ¿Cómo puedo mantenerme firme? El cambio del mundo y de la Iglesia comienza por nosotros mismos. Es difícil mirar la resurrección desde la derrota de la cruz, es difícil creer sin haber visto, es difícil dejar nuestras redes y seguirlo. Si el propio Dios fue perseguido ¿por qué nosotros habríamos de ser la excepción? Es tiempo, se hace tarde y anochece, de retomar el camino, de llamar a las cosas por su nombre, de oponernos a la dictadura del relativismo, de denunciar la cultura de la muerte y el falso progreso. Sin miedo de ser pocos, pero fieles.