¿La familia pequeña vive mejor?

por | Nov 8, 2021 | 0 Comentarios

Por Irene Hernández Oñate

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“La familia pequeña vive mejor” fue un eslogan gubernamental en nuestro país a principios de los años setenta; su objetivo era detener la tasa de crecimiento poblacional del país. México crecía en ese entonces a una tasa anual del 3.1 % (en 2020 la tasa anual fue del 1.2%).  

En 1970 yo tenía ocho años y recuerdo que mi padre hizo de dicho eslogan el mantra, de lo que él quería transmitir a sus tres hijos, como el secreto de las familias felices. Siempre que tenía oportunidad ponderaba las ventajas de las familias que sólo tenían dos hijos con aseveraciones como las siguientes: “en los restaurantes la mayoría de las mesas son para cuatro comensales”; “en los autobuses la disposición de los asientos es de dos en dos”; “para cruzar la calle sólo podemos tomar de la mano a dos niños pequeños a la vez”; y “en los autos sedanes la comodidad es sólo para cuatro pasajeros”.

Imagen publicada en El Imparcial, 1974.

A la distancia reflexiono la cantaleta del “mal tercio” que infinidad de veces sacó a colación mi padre; la percibí como una agresión, ya que mis hermanos y yo éramos tres, y definitivamente el “tres” descomponía  la ecuación de la familia feliz que tanto exaltaba mi padre. ¡Y si yo percibía esto como una agresión imagínense con cuánta más razón mi hermana menor! ¿Qué tenía de malo que los niños en las familias superaran el número dos? Este era mi desazonado cuestionamiento interior.

¿A qué viene esta triste anécdota? Creo que lo que mi padre consideraba en aquel entonces una convicción personal, en realidad fue una ideologización sutil que lo atrapó simplemente porque nunca tuvo formación ética cristiana de ningún tipo. Era el clásico bautizado no practicante de su fe y, por tanto, susceptible de enajenarse con cualquier frase que a su entender vendiera alguna ventaja o beneficio existencial.

Atención, esta ideologización que atrapó a mi padre es en realidad, desde mi punto de vista, violencia velada contra la vida humana, en especial contra los niños, tanto los que están en gestación, como los que ya disfrutan de la luz del sol. Porque como lo cantan las sirenas del individualismo rampante: “los niños son los que en términos de cantidad de confort, disminuyen el confort notablemente en relación inversa a su existencia en números absolutos.” (Entre más niños menos confort, pues).

A este respecto vale la pena conocer lo que nuestra madre y maestra, la Iglesia, en la Instrucción Donum Vitae nos enseña: “El hijo no es algo debido y no puede ser considerado como objeto de propiedad: es más bien un don, el más grande y el más gratuito del matrimonio (…) y tiene también derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción”. 

En esta misma instrucción  “a la luz de la verdad sobre el don de la vida humana y de los principios morales consiguientes, se invita a cada uno a comportarse, en el ámbito de su propia responsabilidad, como el buen samaritano y a reconocer en el más pequeño de los hijos de los hombres al propio prójimo. Resuenan aquí de modo nuevo y particular las palabras de Cristo: <<Cuanto dejasteis de hacer con uno de éstos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo>> (Mt 25,40)”.

Familia Shumard. 1950. Archivo municipal de Seattle.

¡Violencia contra los niños, bonita sociedad la nuestra! Una sociedad que pregona su añoranza por la paz, pero que ejerce violencia sobre sus propios miembros.  Pablo VI en su mensaje para la X Jornada de la paz de 1977 afirmaba claramente que “paz y Vida son bienes supremos en el orden civil y además son bienes correlativos pues es innegable la relación de la paz con la concepción que el mundo tiene de la vida humana. ¿Queremos la paz? ¡Defendamos la vida!”  El ahora papa Santo, Pablo VI,  a su vez nos advierte:

“Pero no es fácil, no es sencillo lograrlo porque hay demasiadas objeciones custodiadas en el inmenso arsenal de las pseudo-convicciones, de los prejuicios empíricos y utilitarios, de las llamadas razones de Estado o de las costumbres históricas y tradicionales. […] Para encontrar la clave de la verdad en este conflicto, que de teórico y moral se convierte en trágicamente real […] son esenciales tres imperativos: <<defender la Vida, cuidar laVida, promover la Vida>>”.

Pablo VI

Por último quisiera también compartir un pensamiento de Giovanni Papini sobre Jesús y los niños:

Familia. Foto: Vidal Balielo.

“Jesús a quien nadie llamó padre, se sintió especialmente atraído por los niños como por los pecadores. La inocencia y la caída eran, para él, prendas de salvación; la inocencia, porque no ha menester limpieza alguna; la abyección, porque siente más agudamente la necesidad de limpiarse. […] Jesús vuelve las cosas del revés. Los mayores deben tomar ejemplo de los pequeños; los ancianos deben esforzarse en volverse niños; los padres deben imitar a sus pequeños. En el mundo donde prevalecía la fuerza, donde únicamente se apreciaba el arte de enriquecerse y de sobresalir, el niño era tenido apenas por una larva de humanidad. En el nuevo mundo, en el mundo anunciado por Cristo, donde reinarán la pureza confiada y el amor de la inocencia, los niños son los arquetipos de la ciudadanía feliz.

Giovanni Papini

Con franqueza, yo, que soy madre puedo decir que una de las alegrías que no defraudan (entre las muchas alegrías superfluas con que se engañan los hombres) es la de abrazar o tener en las rodillas a un infante de cara chapeada por una sangre que es también la nuestra.

Irene Hernández Oñate

Irene Hernández Oñate

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