Nota bene: Hace ya varios años tuve la oportunidad de vivir el mundial de Alemania 2006 en Alemania. Y fue en esos meses previos de expectativa, entusiasmo, enorme alegría y diversión que escribí el textito que viene a continuación y que no encontró entonces lugar en ninguna parte para ser publicado. Agradezco a Andrea Fajardo la ayuda con la edición y a Carlos Cisneros la generosidad de compartir con nosotros sus estupendas fotos.
Contrasto ahora el optimismo de aquella época y de aquella Europa tan distante con la realidad actual: era una Europa en paz, abierta al futuro, orgullosa de los avances de las últimas décadas; una Europa rica que parecía que siempre estaba entre vacaciones y alguna celebración. Mi mujer y yo esperábamos con ilusión el nacimiento de nuestro primer hijo en septiembre de ese año, y sugerí la idea de decorar su “pancita” como un balón de rombos blancos y negros (al final la iniciativa no prosperó)
Después vino la crisis del 2008, la crisis del Euro, la crisis de la migración ocasionada por la guerra intestina en Siria, el Brexit, el resurgimiento de los populismos y un muy largo etcétera que tiene como punto casi culminante el Covid, y como signo de exclamación la guerra de barbarie que Rusia ha impuesto a Ucrania, a Europa y a toda democracia y civilización.
Ucrania estaba presente en ese mundial de 2006. Lidereado por el legendario Andrij Schewtschenko el equipo de Ucrania representaba a un país que era el país del futuro, un futuro europeo de paz y prosperidad. Hoy Ucrania sigue siendo el país del futuro, del futuro de la esperanza.
Logo Mundial Alemania 2006. Fuente: FIFA
No me importa lo que digan los demás, a mí sólo me gusta la liga mexicana. Vicente de Haro
A Manfred, Patricia y Stefan, futboleros de corazón.
Konstanz, Mayo 2006 ( año mundialístico)
Sin recibir la atención que el fenómeno merece se ha vivido en los últimos 20 años una futbolización de México, que quizá sólo es el reflejo de la futbolización del mundo.
Cuando era niño y jugaba cascaritas con otros chamacos solía decir que era Maradona… y jugaba de portero. No conocía el nombre de ningún jugador de una liga extranjera, tampoco conocía a todos los equipos de la primera división. Conocí el futbol una tarde que mi hermano mayor volvió del kínder y me dijo que había aprendido un nuevo juego: se llamaba futbol y se jugaba con una pelota. Esa tarde lo jugamos. Los niños de ahora, en cambio, conocen equipos de México y de Europa, siguen al menos dos ligas internacionales y claro que saben qué posición jugaba el Diego de la gente.
El futbol es el fenómeno cultural de masas más importante de nuestro tiempo, incluso por encima de la música. En un número conservador podríamos decir que el 70% de la población entre 8 y 50 años en México está interesada en el futbol.
En la radio sólo los noticieros compiten con los programas de futbol. La opción es muy clara: o elige usted a un candidato cualquiera que dice: “combatiré los grandes problemas de México: el empleo, la seguridad, la corrupción”, o elige la magia, la irregularidad, la incertidumbre de la crónica futbolística; cada fin de semana hay novedades, triunfos sorprendentes de los peores equipos, frases provocativas de jugadores o directores técnicos, sospechas de árbitros corruptos, certezas de árbitros corruptos, críticas a los directivos, jugadores expulsados, paradones y golazos. ¿Qué prefiere?
No faltan los negativos que piensan que el futbol “entorpece a las masas” y les impide ver los grandes problemas de la nación (seguridad, empleo, corrupción), que incita a la violencia y al fanatismo. No se dan cuenta que el futbol es una fiesta, donde cada uno juega el papel de fan de su equipo; y en el baile de disfraces odia de modo arbitrario al equipo contrario, y odia, en justicia y en muestra de prudencia, al árbitro.
El futbol es un tema de conversación que nos permite participar genuinamente de un mundo común, compartido y de alcance global. Cuenta ya con obras clásicas: Fever Pitch de Hornby, Futbol a Sol y Sombra de Galeano, y Anpiff de Tony Schumacher. Abre la mente, porque siempre está lleno de extranjeros, de nombres impronunciables y países lejanos. El futbol es la primera cara que da nuestro país en el extranjero.
Por ser tema de conversación universal, porque hay jugadores que además son buenas personas, por su significado político, por la posibilidad de hermandad que ofrece, el futbol es sin duda el tema más importante de los temas poco importantes.
Ningún otro deporte se le compara: el golf es caro y da flojera; remo, automovilismo, tenis, son deportes solo para gente adinerada. En cambio el futbol es de todo el mundo, no respeta clases sociales, ni razas, ni sexo, es como el SIDA. Tampoco tiene edad, uno siempre puede ver un partido y mentar madres. Posee una función catártica, misteriosa, órfica.
Ningún otro deporte tiene tantas posibilidades de éxito: chaparros, gordos, feos, patizambos, no importa, el talento futbolístico no se relaciona con la apariencia. Además promueve las virtudes de trabajo conjunto: la solidaridad, el espíritu de sacrificio, la humildad: todo por el equipo, todo por los colores. La generosidad que lleva al olvido de uno mismo, la lealtad a la camiseta en los momentos difíciles. No en vano el balón de esta copa del Mundo se llama Teamgeist „trabajo en equipo“,
“Goleo” mascota del mundial Alemania 2006.
Apopudobalia: un juego de ayer y hoy
Desde hace unos meses los alemanes llaman a Alemania “la tierra del futbol”. No porque supongan que aquí se inventó el futbol. Como aclara “Der neue Pauli” (Enciclopedia de la Antigüedad) en la página 895: la “Apopudobalia” es un deporte antiguo, ciertamente una forma temprana del moderno futbol. Aunque los detalles son desconocidos, ya en el siglo IV a.C. Achilleos Taktikos sitúa en su Gymnastika a los hombres alejadores de pelota (άνδρες ἀποπουδοβαλόντες) en Corintio. Se sabe que la práctica llegó también a Roma; en un escrito post ciceroniano De viris illustribus (3,2) se mencionan “prominentes Apopudobalonten”. Entre el siglo I y II de nuestra era la Apopudobalia fue llevada por las legiones romanas a la Gran Bretaña, donde su práctica volvió a expandirse alrededor del siglo XIX. A pesar de su popularidad, el juego fue condenado durante el temprano Cristianismo (como consta en Tert. spectaculis 31 ss.) A partir del siglo IV no se encuentran más menciones de este deporte.
Así que la autodenominación como tierra de futbol no es un reclamo histórico; más bien es la comprobación de un hecho. Desde la Copa Confederaciones el año pasado todo en Alemania, absolutamente todo gira alrededor de la pelota. Algunas máximas trascendentales pueden leerse en cualquier parte: “El balón es redondo”, “El partido dura 90 minutos”.
Doha, Qatar 2022. Foto: Carlos Cisneros Guerrero
Junto a estas máximas hay también otras “grandes frases” pronunciadas por los comentadores alemanes quienes, al igual que sus colegas mexicanos, fluctúan entre la filosofía, el deporte, la parranda y la verborrea. Cito sólo dos:
“Tanto más ha durado el partido, cuanto menos tiempo falta para que termine.” Marcel Reif.
“No, queridos espectadores, no hemos instalado una cámara lenta, en verdad él corre así de despacio.” Werner Hansch.
Tanta sabiduría solo puede compararse con aquella frase original de México cuando vamos perdiendo dos cero: “En efecto, amables aficionados, para seguir en el partido hace falta meter dos goles; primero uno y luego el otro”.
Frases como esas son objeto de reflexión en las universidades. Pertinentemente ha sido ya observado que ningún partido dura 90 minutos, ni la pelota es completamente redonda.
Afición mexicana Qatar 2022. Foto: Carlos Cisneros Guerrero.
En la Universidad de Konstanz, por ejemplo, tienen lugar una serie de conferencias sobre el tema: “Fazination Fußball”. Sociólogos, científicos del deporte y literatos aventuran las más descabelladas hipótesis. No he asistido a ninguna porque a esa hora tengo “sesión de futbol” (Fußball Veranstaltung): para los alemanes, un compromiso tan serio como cualquier otro, un deber riguroso y puntual.
En Alemania el futbol se ha transformado también en un tema de estado. Desde hace meses se discute en el gobierno si se debe utilizar al ejército para proteger a los visitantes o basta con la policía. Los parlamentarios temen a los grupos prepolíticos que pululan en la Europa rica: los neonazis, los hooligans, los extremistas, los mexicanos que apagan la llama eterna, etc.
Tampoco las religiones se han mantenido al margen del futbol. Los obispos católicos han elaborado una página en internet para aquellos devotos también aficionados al futbol (www.kirche-am-ball.de) Entre otras cosas informa sobre las celebraciones Eucarísticas para extranjeros en su idioma durante la Copa. También trae bendiciones y oraciones con metáforas futbolísticas. La página de la Iglesia Evangélica (www.fangemeinde-ekd.de) tiene una sección llamada “Hymnen Karaoke” con la música y letra de los himnos de todos los países que participan en el Mundial.
Por supuesto la avalancha de productos relativos al futbol llega a ser extenuante. Figuras de balones, estadios, jugadores por todas partes, lo mismo en los desodorantes que en los rollos de papel de baño, o en los dulces y chocolates, incluso en las panaderías se venden panes con balones estampados.: “Fußball ist in der Luft” (el futbol está en el aire)
Afición polaca, Qatar 2022. Foto: Carlos Cisneros Guerrero.
Los universitarios esperan afuera de las escuelas para intercambiar estampas con los niños de la escuela básica. Las estampas de jugadores holandeses, archirivales de Alemania, no valen nada. Balcones por toda la ciudad lucen decorados con banderas de todos los países participantes. Nosotros también pusimos la nuestra.
Por primera vez en muchos años, quizá décadas, los alemanes pueden sentirse orgullosos y contentos de ser alemanes, y manifestar el amor a su bandera y a su patria sin hacer temblar al resto de Europa y del mundo. El Presidente de Alemania, Horst Köhler, comentó incluso no sin un dejo de ironía, que le daba gusto ver que por fin otros coches además de su vehículo oficial eran adornados con banderas alemanas.
Deutsche Telekom (la compañía de teléfono) ofrece durante el mundial llamar a cualquier país mundialista a 1 ct. por minuto, Obviamente Holanda está excluida a menos que sean llamadas para burlarse.
Entre lo mejor que me ha tocado leer está un artículo que apareció en la sección sobre viajes del Frankurter Allgemeine Zeitung, el autor proponía que, en vista de la popularidad del balonpié, se adoptara la cancha de futbol como unidad de medida. Así en lugar de decir que alguien posee dos hectáreas de tierra habría que decir que posee 10 o 15 canchas de futbol. Eso facilitaría la comprensión de las distancias, los tamaños y las proporciones entre los escolares.
Lo bueno es que el 9 de junio cada vez está más cerca. Menos plática y más goles.
Por cierto que la mención de la “Apopudobalia” fue una broma de los editores de la enciclopedia. La invención es obvia si se considera quién es el editor de una de las fuentes consultadas: FS (jugador de Futbol) M. Sammer: egregio ex-futbolista de la selección alemana y jugador del año en 1996. Lo dicho, es la futbolización de todo.
Mundial Qatar 2022. Foto: Carlos Cisneros Guerrero.Frankfurt verano 2006München 2006, el día del juego por el tercer lugar Portugal – Alemania
Recientemente han sido noticia los escándalos de pedofilia clerical en diversos países, como Francia o Alemania. Nunca nos cansaremos de repudiar tan aberrantes hechos, sin embargo, puede decirse que algo trascendental ha cambiado el escenario. En efecto, antes era un grupo avezado de periodistas los que sacaban a la luz los trapos sucios de la Iglesia. Ahora, en cambio, es la Iglesia misma la que exhibe sus miserias, en un alarde de sinceridad y autenticidad.
La diferencia es radical y denota un cambio de actitud muy importante. Si antes fueron necesarias las investigaciones del Boston Globe, o las de Carmen Aristegui para perseguir implacablemente a los criminales y exhibirlos; ahora es la Iglesia la que toma la iniciativa y sin pudor alguno muestra su lado oscuro. ¿Cuál es el motivo? Indudablemente no se trata de un deseo de autodestrucción, o una especie de tirar la toalla con la actitud del que ya no le encuentra sentido a su causa. Se trata de un ejercicio de transparencia institucional y de purificación de la memoria.
La Iglesia misma es la primera interesada en ver lo que hay dentro de esa caja negra de la pederastia, para dimensionar su responsabilidad al respecto y pedir perdón a las víctimas. Por eso en Francia como país o en diversas diócesis alemanas, la última de ellas Múnich, han encargado a un agente externo que realice la investigación pertinente. Cabe decir que, en muchos casos, se abren heridas del pasado, que ya habían cicatrizado por la fuerza del tiempo. En Múnich, por ejemplo, se estudiaron expedientes prácticamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Algo semejante sucedió en Francia; es decir, en la mayor parte de los casos, se trata de eventos acaecidos hace muchos años, de los que apenas se toma conciencia.
Ahora bien, este es un tema muy delicado, que puede prestarse a una especie de cacería de brujas. Utilizarse como expediente para empañar el prestigio de algunas personalidades, en forma selectiva. Tal parece ser el caso de Benedicto XVI, al embarrarlo con cuatro casos mal gestionados durante su mandato en la diócesis de Múnich hace más de 40 años. No podemos olvidar que siempre es injusto juzgar las acciones del pasado con el criterio presente. Han tenido que pasar muchas cosas tristes en la Iglesia para que cobráramos conciencia de la magnitud del problema; conciencia de la que hace 40 años se carecía. No le podemos pedir a un obispo de hace treinta, cuarenta o cincuenta años, que tome las medidas precautorias que se tomarían hoy por el mismo problema.
Lo que casi nadie ha dicho, del periodo en que Ratzinger estuvo al frente de la diócesis de Múnich-Freising, es que no hubo ni un solo caso de abuso sexual a menores. Los que le imputan al Papa emérito sucedieron antes fuera de su diócesis o después; es decir, cuando no tenía potestad sobre la misma ni capacidad de decisión. Las medidas disciplinarias que no tomó, corresponden a las medidas que comenzaron a ser promovidas por el mismo Ratzinger 20 años después de los sucesos, al tomar conciencia de la dimensión que tenía el problema, gran parte gracias a la investigación del Boston Globe. Pero a principios de los años 80 del siglo XX, tomó las medidas usuales en aquel entonces; en el caso más sonado, retirar de la práctica pastoral a un sacerdote y someterlo a un tratamiento psiquiátrico.
La Iglesia ha reaccionado tarde, pero ha reaccionado, gracias en gran medida a los escándalos periodísticos: Boston Globe, Maciel, Karadima. Ahora ha aprendido la lección: no esperar a que los medios ventaneen sus miserias, sino mostrar todas las cartas sobre la mesa, en un ejercicio de humildad y transparencia, orientado a pedir perdón, reparar y purificar la memoria. Ha seguido entonces el consejo que daba Valentina Alazraki a los obispos en una reunión organizada por el Papa Francisco para estudiar el tema del abuso sexual en la Iglesia: adelantarse a los periodistas. Cabe preguntarse si otras diócesis latinoamericanas seguirán el ejemplo de Pensilvania, Berlín, Múnich y toda Francia. O si la experiencia del escándalo orquestado por este acto de sinceridad aconsejará un silencio prudente. Pienso que, aunque doloroso, se trata de un proceso necesario, un paso duro y difícil que la Iglesia debe dar para recobrar credibilidad.
“Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy”. María Elena Walsh, Serenata para la tierra de uno
Las migraciones tienen en mi historia personal un carácter fundacional. Mi propia genealogía es la confluencia casual de múltiples migraciones. Mis antepasados recientes dejaron un día su terruño natal para emprender un viaje sin regreso. El hambre, la guerra, la peste, la falta de oportunidades, entre otras injusticias, los forzó a embarcarse hacia una nueva vida. Algunos solos y otros en familia se aventuraron en una larga travesía que los llevaría a la costa atlántica sur de América: Argentina.
Mi abuelo paterno Luis Barry con sus padres y hermanos.
Historias de muchos hombres y de muchas mujeres. Proezas personales que no habrían de pasar jamás a la Historia, pero que gestaron cada una un propio descubrimiento de este continente. Continente que, sin saberlo, habría de contener sus memorias definitivas.
Mi abuela materna Ana María Guasch con sus padres y hermanos.
A esta tierra han venido y siguen viniendo pobladores de los más diversos orígenes y de tierras extrañas entre sí. Algunos incluso de países que ya no existen. En el caso de mi familia, mis abuelos y bisabuelos provienen de disímiles regiones de Europa: Irlanda, Andalucía, Cataluña, Lombardía, Calabria. Ya en Argentina, se asentaron a su vez en distintos suelos del interior del país. Por parte de mi esposo, su propio padre y abuelos vinieron de Rusia, siguiendo un sinuoso derrotero; y por el lado de su madre, sus parientes provienen de Italia y España. Ambos compartimos así un legado de vivencias culturales muy variadas.
Mi bisabuela paterna Concepción Maineri con sus padres y hermanos.
Los caminos migratorios pueden tener distintas extensiones. Mi padre y mi madre han hecho el suyo propio, dejando sus respectivos pueblos de provincia para ir a estudiar a la ciudad. Ejemplo que ejerció siempre mucha fuerza en mí, además de ser el hecho indispensable para que se conocieran.
Mi abuelo materno Diego Zapata con su profesor y compañeros de violín.
En mi caso, yo también fui una vez migrante. Recién casados, nos fuimos mi esposo y yo a Alemania, un país con el cual ninguno de los dos guardaba parentesco. Nos impulsó la ilusión de un nuevo horizonte, la amistad con nuevas personas, la curiosidad ante una rica cultura de científicos y pensadores y el desafío de una lengua difícil de conquistar. Pero, finalmente, fue el nacimiento allí de nuestro hijo nuestro principal vínculo afectivo con ese, nuestro primer hogar. Hecho que determinó a su vez el motivo de nuestro pronto regreso a Argentina, dado que preferimos que su crianza se diera rodeada de la enorme familia que ahí lo esperaba.
Si bien hace ya quince años que regresamos, en aquella larga experiencia de casi seis años pude vivenciar yo misma lo que es la despedida y la incertidumbre de no saber si iba a volver. Pero a su vez pude experimentar también ese irremovible sentimiento de ser extranjero. ¿Pero qué es realmente lo que nos hace extranjeros? Más allá de las obvias cuestiones legales, de las visas y los pasaportes, aún cuando el entorno de nuestro nuevo país de residencia nos pueda resultar amigable, persiste siempre en nuestro interior un juego de arraigo y desarraigo.
Konstanz, Alemania. 2005
Siempre me llamó la atención un concepto que debe ser común a varios idiomas, que se da claramente tanto en español como en alemán y que puede ser una primera clave para comprender ese paradójico sentimiento de pertenecer y no pertenecer a un determinado lugar. Por un lado, tenemos la “patria”, que hace referencia implícita a la tierra del padre, lo cual en alemán es literal en el término “Vaterland”; y por otro lado tenemos la “lengua materna”, con su correspondiente en alemán “Muttersprache”. Hay una fuerte referencia genética en ambos. Los dos términos señalan un origen ineludible, según el cual la tierra parece ser la herencia paterna y la lengua, la materna.
Sin ahondar ahora en lícitas cuestiones de género, podemos hacer foco en ese efecto que “tierra” y “lengua” ejercen en relación a nuestra capacidad de raigambre. La tierra se refiere por un lado a terreno: es espacio geográfico, es paisaje, es clima, es el alimento que allí puede crecer y sus nutrientes específicos. Por otro lado, es territorio, es demarcación política, es su organización interna, es frontera. La lengua, en cambio, es palabra, es pensamiento, es habla y es posibilidad de silencio. Puede ser monólogo, como puede ser diálogo; puede llegar a ser ben-dición o mal-dición. En cualquier caso, siempre la llevamos a cuestas, no importa en qué tierra nos encontremos.
Al aprender un nuevo idioma siempre se aconseja tratar de “pensar” desde ese idioma. Yo no creo haber logrado pensar en alemán, pero sí al menos he llegado alguna vez a soñar en él, lo cual suele ser muy gracioso. Es claro que nuestra “matriz” está dada más por las palabras con las que pensamos, que por el suelo que pisamos. Es nuestra configuración inicial, pero no por eso es absoluta, de tal manera que podemos llegar en parte a emanciparnos. De hecho, mi esposo y yo impulsamos a nuestro hijo, cuya lengua maternaes el español, a aprender alemán, para que conserve un lazo con la ahora lejana tierra donde no sólo nació, sino que fue un hito importante en nuestra historia familiar.
La cuestión es que cuando uno ya vivió como extranjero, esa tensión entre tierra y lengua hace mella en nuestro interior y pervive inconscientemente, de tal modo que, al volver, lo que antes era propio, tiene ahora también algo de ajeno. Uno adolece así de incontables migraciones internas que te permiten no estar sujeto a ningún lugar, aun cuando uno supone haber echado raíces.
Aunque nunca libre de contradicciones, esa libertad, es la que me permite anticipar que un día será mi hijo el que habrá de partir para seguir su propio rumbo. Y que se llevará consigo nostalgia de la tierra en la que creció y palabras y pensamientos en su lengua, pero será él mismo quien podrá elegir dónde hacer crecer sus nuevas memorias.
Afganistán ha estado varias veces en la mira y como centro de las noticas: país clave para la ruta de la seda, régimen talibán, ocupación soviética, guerra civil, invasión y abandono de las tropas estadounidenses, la captura y muerte de Osama bin Laden y el regreso de los talibanes. Afganistán tiene una vasta historia y cultura, que desgraciadamente es casi ignorada e incluso intenta ser borrada por el régimen totalitario. Las ruinas arqueológicas no sólo no son estudiadas, sino que incluso son destruidas en un afán de borrar la memoria histórica, dejando al pueblo en la ignorancia de sus orígenes.
Desde hace años, Afganistán tiene una situación precaria: pobreza, corrupción, guerra, violencia y falta de libertad. Debido a estos y otros problemas más, se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para las mujeres.
En una provincia cercana a Kabul, nació Maryam H., una de las pocas mujeres afganas que ha podido ir a la universidad. Maryam estudió para convertirse en maestra y trabajaba en una escuela de su localidad. El padre de Maryam era un hombre más liberal, por lo que permitió que su hija estudiara y fuera más independiente; es la única mujer de su familia que ha estudiado hasta la universidad. La mayoría atiende la escuela hasta los 8 o 9 años. Sin embargo, aunque las mujeres estudien y trabajen, siempre van a depender de un hombre que se los permita. La hermana menor de Maryam no corrió con la misma suerte. Cuando su padre murió, su hermano se convirtió en su tutor y decidió que se quedara en casa a ayudar a su madre y cuñada en las labores del hogar.
Maryam se enfrentó a un régimen retrógrado al estudiar y trabajar, pero también ha luchado constantemente contra los papeles establecidos por la sociedad. En una comunidad que pide sumisión femenina, ella salía con su velo a educar a los niños y ganaba el dinero suficiente para sentirse independiente e ignorar las habladurías. Se dice que el ocio es la madre de todos los vicios, y en efecto, una mala concepción de ocio lo es. El aburrimiento nos hace estar muy al pendiente de lo que hace el vecino. En cuanto nos aburrimos, abrimos Facebook para chismosear lo que otros hacen o al menos los memes que comparten.
“Stop wars on migration” Detengan la guerra contra la migración. Edificio en Alexanderplatz, Berlín. Foto: AF
En un país en el que casi no hay trabajo y un gran porcentaje de desocupación los cotilleos no se hacen esperar: que si estudia; que si trabaja; que si no limpia bien la casa; que si es mala ama de casa; que no cocina bien; que no es buena anfitriona; que si sale con sus amigas; que si es seria o se ríe; que se compró una blusa nueva con su salario; que no atiende al marido como se debe; que está casada y no ha tenido hijos; que si es buena o mala musulmana e hija. Porque, a fin de cuentas, un pueblo chico es un infierno grande.
Hace casi cuatro años un cerebro se fugó de Afganistán: Maryam y su esposo tomaron un vuelo hacia Berlín y pidieron asilo político. Afortunadamente, no experimentaron una travesía riesgosa, de vida o muerte, como muchos migrantes que, huyendo de la violencia y la miseria, se ahogan en el Mediterráneo. Alí, el esposo de Maryam, vivió durante varios años en Italia por lo que les resultó un poco más fácil llegar a Alemania y pedir refugio. Sin embargo, esto no significa que la vida súbitamente se haya tornado sencilla.
Es un error pensar que el migrante se encuentra en una situación por completo privilegiada, si bien ya no teme que le corten la cabeza, en caso de que huyera de la violencia, tiene otras preocupaciones y tristezas.
No por estar en un país primermundista, de pronto, te encuentras nadando en dinero y con lujos. Quizá la mayor tristeza del migrante, y hablo también por mí misma, es tener el corazón partido en dos: estás aquí, en Berlín, pero también estás allá, en tu tierra (Heimat) y con los tuyos. Y tienes el corazón desgarrado: estás en un lugar donde los tuyos no están y piensas en tus padres, hermanos, amigos y en tu gente. Porque aunque estés en otro lugar, el destino de tu país te sigue importando. El migrante vive con un pie aquí y otro allá.
“Así surge algo en el mundo que parece ser la infancia de todos y en el que nadie ha estado todavía: el hogar”. Museo judío de Berlín. Foto: AF.
Hace algunos años conocí a Maryam en el curso de integración, que todos los migrantes que llegan a Alemania deben tomar. En estos cursos, he conocido a muchos migrantes con calidad de refugiados, con historias muy fuertes e interesantes, dignas de una película, de esas que te hacen llorar.
En esas clases, estaba Maryam, con sus hiyabs coloridos y sonriente, inmediatamente nos hicimos amigas. A pesar de las diferencias culturales e historia de vida, compartimos el hecho de ser mujeres migrantes en Alemania; y eso nos permite ponernos en los zapatos de la otra. Cada vez que en los cursos nos preguntaban de dónde veníamos, qué hacíamos antes, por qué estábamos en Berlín y cuáles eran nuestros planes; me sentía un poco avergonzada porque mi motivo puede resultar banal en comparación con los motivos de mis compañeros. No escapé de la guerra y tampoco me jugué la vida cruzando fronteras. Simplemente tomé un vuelo, con un par de escalas, desde la Ciudad de México con destino a Berlín. Ante aquellas preguntas, rompehielos, respondía escuetamente: me casé con un alemán y por eso estoy aquí. Banal o no, ese es mi motivo e historia.
Por el contrario, aunque Maryam tuviera un trabajo, se fue de Afganistán por la violencia y desempleo que azotaban al país. Maryam era maestra y no cabe duda que hacía un gran bien en Afganistán, sin embargo, su tierra no tenía las condiciones necesarias para que ella se desarrollara ahí; y eso es una mayor pérdida para Afganistán que para ella.
El camino del migrante en Alemania es más lento en comparación con los migrantes que van a lugares con un idioma más accesible. Primero, tiene que aprender el idioma y muchas veces tiene que replantearse lo que quiere hacer en el futuro.
Maryam era maestra en Afganistán, pero es muy posible que no vuelva a pararse en un salón de clases frente a los estudiantes. Para ello necesitaría un nivel de alemán muy alto, como si fuera su lengua materna, además de revalidar sus títulos (en caso de que sus estudios pudieran ser reconocidos en Alemania) y muy posiblemente tendría que estudiar de nuevo una carrera para ser maestra. No es imposible, pero es un largo camino. Por circunstancias como esta, muchos migrantes, a pesar de sus estudios universitarios y vocación, tienen que dar un giro laboral drástico al dejar su país. La llegada a un país obliga a reflexionar sobre el futuro, a buscar nuevas pasiones y diversas perspectivas.
Panorama berlinés. Terraza Klunkerkranich. Foto: AF
Ser migrante no es sencillo, y creo que ser refugiado es aún más difícil, aunque en ocasiones los refugiados tienen más ayudas gubernamentales que los migrantes, al menos en Alemania.
Maryam vivió por tres años en diferentes campos de refugiados. Al principio, pasó seis meses en una casa de mujeres, separada de su esposo. Después los asignaron a un nuevo refugio (Heim), en el que al fin pudieron estar juntos. Tenían una habitación propia y podían utilizar la sala común, los aseos y la cocina. Para evitarle preocupaciones a su madre, Maryam no le contó cómo vivían, y en una video-llamada le mostró la casa de una amiga como si fuera la suya. Mientras en Afganistán, todos hablaban de ella, sobre todo juzgándola porque no enviaba dinero a su familia ¿Pero qué dinero iba a enviar, si vivía en un refugio y sólo tenía los euros necesarios para la despensa mensual? Y si no la juzgaban por su supuesta fortuna, la juzgaban por su bebé perdido, presionando a su marido para que se divorciara de ella y se casara con una mujer que pudiera darle hijos.
Las preocupaciones y tristezas de Maryam eran muchas: el idioma, encontrar un departamento, buscar trabajo, la burocracia, que el marido cediera a la presión y la dejara, el bebé que perdió, la salud de su madre, la escasez de su tierra y recientemente el regreso de los talibanes que pone en peligro la vida de su hermana menor.
Afortunadamente, no todo en la vida es drama. Hace un año le avisaron a Maryam que habían sido elegidos para ocupar un departamento. Al fin tenía un lugar propio, que sí podía enseñar a su madre. Ya no tendría que mentirle para no preocuparla.
Maryam es una afgana moderna, aunque no reniega de su religión y costumbres; estudió, trabajó y se está integrando a la sociedad alemana. Maryam está construyendo una vida en Berlín. Después de mucho tiempo y los cuidados intensivos de un embarazo de riesgo, y soportando la presión social que la apachurraba desde Afganistán, dio a luz a una pequeña.
Hace un par de meses la visité, me sorprendió que me recibiera sin hiyab, por estar en casa y ser de confianza, en seguida me presentó a la pequeña Diana. Un nombre que me pareció más occidental que afgano. Ella me dijo que es mejor así, sin duda la decisión le facilitará las cosas a la bebé afgano-alemana. Aunque para la sociedad afgana lo más deseable es un varón, esas tonterías tienen sin cuidado a Maryam, quien está desbordada de amor y alegría por Diana. La pequeña tendrá el ejemplo de una mujer fuerte que hizo lo que quiso en una tierra llena de prohibiciones, y la pequeña gozará de libertad de ser lo que quiera en un país que no sofoca a las mujeres.
Foto: AF
En el exilio judío en Babilonia (586 – 537 a. C.), el emperador Nabucodonosor seleccionó a los intelectuales y a los que podrían ser de utilidad para ser deportados a su imperio, uno de los primeros registros de fuga de cerebros. Qué ironía que alguna vez estas tierras pertenecieron a un imperio que, lejos de expulsar cerebros, quisiera acapararlos.
Lo esperable es que cada miembro de la sociedad mejore la comunidad en que vive, no sólo por el bien propio, sino del país.
¿Qué se espera de una tierra que no ofrece las condiciones para que sus cerebros se desarrollen? Aridez. Así de simple. Alguna razón tendrán para desear que su gente continúe en la miseria, la turbulencia de la violencia y la ignorancia ¿Cuánto bien no habría hecho Maryam en Afganistán? ¿A cuántos niños habría educado? ¿A cuántas niñas habría inspirado a estudiar? Nunca lo sabremos.
Con certeza, puedo afirmar que Afganistán perdió a un miembro clave de su sociedad, que habría colaborado en transformar a Afganistán en un lugar mejor. Porque el bien común se construye a diario con pequeñas acciones. Maryam perdió su patria, probablemente nunca vuelva a pisar Afganistán; probablemente ni siquiera podrá acompañar a su madre cuando muera. No puede ayudar a su hermana, no verá a sus sobrinos crecer y se convertirán en desconocidos.
Mientras que la pequeña Diana crecerá hablando alemán, con algunas nociones del persa, conocerá a su abuela y a su tía solamente de oídas y sin una relación directa con la tierra de sus padres. Junto con la maestra Maryam, Afganistán perdió el abanico de posibilidades que representa Diana, quien sin duda tendrá más oportunidades en Alemania. El impacto de la fuga de cerebros muchas veces alcanza más de una generación.
Maryam tiene el corazón partido en dos, dividido entre Afganistán y Berlín; entre la familia que dejó y la familia que está formando; entre su pasado y el futuro que espera construir.
Por Bertín Francisco Rivera Sánchez (estudiante 6. de primaria)
En la escuela nos hablaron de la Segunda Guerra Mundial. Pienso que fue una guerra muy sangrienta e innecesaria. Ninguna guerra merece la muerte de tantas personas. Escuché y leí acerca de ella pero no encontré nada que me hiciera pensar que sirvió de algo. Sólo egoísmo.
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La Segunda Guerra Mundial comienza cuando Hitler invade Polonia el 1 de septiembre de 1939.
Hitler quedó molesto después de la Primera Guerra Mundial porque Alemania perdió territorios y tuvo que dar muchas compensaciones a los vencedores -Francia e Inglaterra- según el tratado de Versalles con el que se pone fin a esta guerra. Los franceses ocuparon parte de la región del Rin con soldados de las colonias africanas lo que causó descontento y un sentimiento de humillación de los alemanes.
Hitler funda el Partido Nacional Socialista Alemán que se basaba en ideas supremacistas, nacionalistas, antisemitas y antimarxistas. Hitler intentó dar un golpe de estado (putsch) en Múnich, pero fue controlado y Hitler, Hess y otros fueron encarcelados; en este tiempo escribió el libro Mi lucha, donde expone sus ideas.
En 1932, sale victorioso en las elecciones de Alemania, nace el Tercer Reich. Aunque fue elegido democráticamente su gobierno fue un régimen totalitario.
Campo de concentración Sachsen Hausen, Berlín. “El trabajo libera.” Foto: A. Fajardo
El 9 de noviembre de 1938 es la noche de los cristales rotos (Kristallnacht) y comienza a perseguir abiertamente a la población judía, culminando con los terribles crímenes de los campos de concentración y el exterminio de aproximadamente 6 millones de judíos y otras minorías como gitanos, testigos de Jehová y la oposición. Al principio los judíos eran obligados a llevar una estrella de David para ser identificados, fueron expulsados de la sociedad, la educación y posteriormente obligados a vivir en guetos. Los judíos eran transportados desde otras ciudades y pueblos hasta los guetos. Dos de los más famosos son el de Varsovia y el de Cracovia. Cuando los guetos ya no eran suficientes se crearon los campos de trabajo y finalmente los campos de exterminio como Auschwitz.
Memorial del muro del Gueto de Varsovia (1940 – 1943) Foto: A. Fajardo
En 1938, se empiezan a poner en práctica las ideas de expansión territorial de los alemanes, siendo Austria uno de los primeros países en quedar bajo el dominio nazi.
Para 1939, Checoslovaquia es ocupada. Al principio ocuparon una parte del territorio donde la población era mayoritariamente alemana, pero poco a poco, las tropas continuaron avanzando hasta cubrir el territorio. Ni Francia, ni Inglaterra intervinieron.
El 24 de agosto de 1939 Stalin (líder de la Unión Soviética) y Hitler hacen un pacto de no agresión entre ellos. Como el pacto lo negocian sus embajadores, se conoce como el pacto “Ribbentrop – Molotov”, o también pacto del diablo; porque contenía una parte secreta, en la que se establecía el reparto de Europa Oriental entre Alemania y la Unión Soviética.
Granada
En septiembre los alemanes invaden la Polonia occidental y semanas después Stalin ocupa la Polonia oriental. El ataque comenzó bajo el pretexto de que soldados polacos fueron avistados en la frontera alemana. Sin embargo se trató de un montaje para crear un motivo para el ataque. Debido a esta invasión, Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania.
¿Por qué no intervinieron cuando los soldados alemanes ocuparon Austria y Checoslovaquia? Hay que recordar que aunque Austria y Alemania eran dos países diferentes, había cierta unidad entre ellos, hasta que fueron separados por el tratado de Versalles. De cierto modo a Francia e Inglaterra les resultó natural que se unieran. Cabe destacar que no se derramó sangre, sino que por el contrario, los alemanes fueron recibidos con alegría por los austriacos. Algo semejante ocurrió con Checoslovaquia, donde la invasión fue gradual. En Polonia también había poblaciones alemanas y los alemanes querían recuperar sus antiguas fronteras y un poco más; sin embargo Polonia tenía un pacto con Francia, por medio del cual los franceses se comprometían a intervenir en caso de que los polacos fueran atacados.
El frente oriental ya está en guerra y Polonia cae muy rápido. Los alemanes avanzan hacia occidente y ocupan Dinamarca y Noruega.
Se establece el eje Roma-Berlín-Tokio. Japón desde 1931 había empezado a invadir diferentes partes de China. Italia tenía un régimen fascista, liderado por Benito Mussolini. Al mismo tiempo Francisco Franco tenía en poder en España, sin embargo prefirió no involucrarse concentrarse en atender las consecuencias de la guerra civil española. Franco gobernó hasta su muerte en 1975.
Casco y armas Foto: S. K.
En mayo de 1940 son atacados Luxemburgo, Bélgica y los Países Bajos e inicia la guerra en territorio francés. La estrategia usada por los alemanes se llama Blitzkrieg, ya que avanzaban muy rápido y por sorpresa, como un relámpago. Sus tropas podían recorrer largas distancias sin descanso.
Francia pide firmar una amnistía para poner fin a la guerra con Alemania. Quedando dividida entre una Francia formalmente ocupada (incluyendo la capital de París) y una Francia supuestamente libre, con su capital en la ciudad de Vichy, gobernada por Philippe Pétain.
Desde 1936 Italia se une a Alemania y anexan Albania a los territorios ocupados. Mussolini quiere conquistar Grecia y Egipto con la ayuda de Hitler a través de Bulgaria y Libia.
Después de la derrota de Francia por los alemanes, Inglaterra con Churchill como primer ministro, rechaza una amnistía con Alemania y logran resistir a los nazis principalmente por aire durante casi un año. El discurso de Churchill pasará a la historia como uno de los discursos más emotivos e impactantes. Sus palabras son tan fuertes y calaron tan hondo en los británicos, que incluso el maestro de la propaganda Joseph Goebbels lo admiró e intentó emularlo.
”Digo a la Cámara como he dicho a los ministros que se han unido a este gobierno: no puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Tenemos ante nosotros una prueba de la especie más dolorosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos meses de lucha y sufrimiento. Se me pregunta: ¿cuál es nuestra política? Respondo que es librar la guerra por tierra, mar y aire. La guerra con toda nuestra voluntad y toda la fuerza que Dios nos ha dado, y librar la guerra contra una monstruosa tiranía sin igual en el oscuro y lamentable catálogo del crimen humano. Ésta es nuestra política.”
Winston Churchill, 13 de mayo 1940.
La guerra continúa. Se suman a los territorios invadidos por las fuerzas del eje: Hungría y Rumania. En 1941 invaden Yugoslavia anexándola a los territorios ganados por los alemanes.
Después deciden invadir la Unión Soviética interesados por el petróleo sin importar lo pactado con Stalin. Bielorrusia y Polonia oriental son ganados por los nazis. Antes de lograr ocupar Moscú llegó el invierno y los alemanes no lograron su invasión.
La invasión a la Unión Soviética fue la peor estrategia de Hitler por varios motivos: el territorio ruso es muy vasto y su clima demasiado frío lo que dificultaría la posibilidad de victoria. Rusia nunca ha sido conquistada, ni siquiera cuando Napoleón Bonaparte lo intentó. Un segundo motivo es que Stalin pasó de aliado a enemigo; y el tercero es el debilitamiento de las tropas alemanas y de los recursos. No fue una estrategia inteligente abrir dos frentes: oriental y occidental, me parece que fue una decisión tomada por el impulso ciego del poder y la avaricia.
Al tiempo que Japón entra en el juego, los Estados Unidos suman esfuerzos con los Aliados. El presidente Roosevelt impone un bloqueo comercial y un embargo petrolero a Japón, por lo que este último ataca la base estadounidense de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, ocasionando que Estados Unidos le declare la guerra a Japón.
El 4 de junio de 1944 el ejército de los aliados llega a Roma y la liberan del dominio nazi. Retrocediendo cada vez más los alemanes. París también es liberada de los nazis. En el pacífico Japón se debilita.
Hitler sobrevivió varios atentados, uno de ellos el 20 de julio de 1944, por el Conde Stauffenberg y otros militares. Sin embargo el golpe de estado fracasó porque Hitler no murió en el atentado.
En 1945 el ejército rojo llega a Auschwitz liberando a los prisioneros y se empieza a conocer el horror de la shoa.
Entrada de tren Auschwitz – Birkneau Foto: A. Fajardo
Después de una larga batalla en ambos frentes en 1945, los rusos entran al territorio alemán. Al tiempo que Roma es bombardeada por los Aliados y Mussolini es arrestado, fusilado y su cadáver es arrastrado por la ciudad. Hitler teme que le ocurra lo mismo y pasa los últimos días en el búnker de Berlín junto con algunos de sus colaboradores más cercanos como Goebbels y Bormann. Hitler celebró su cumpleaños y su matrimonio con Eva Braun.
Los rusos llegan a Berlín y las tensiones aumentan en el Führerbunker, Hitler se suicida junto con su mujer y sus cuerpos son incinerados. Goebbels, su esposa Magda, asesinan a sus seis hijos para que no vivieran una Alemania libre del Nacional Socialismo y después se suicidan. Antes de suicidarse Hitler cede el poder al oficial de marina Karl Dönitz.
El 9 de mayo de 1945 se firma la capitulación en Berlín. Finalmente la Segunda Guerra Mundial termina en Europa. Sin embargo la historia no se detiene. Desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto de 1945 se llevó a cabo la Conferencia de Postdam, donde se reunieron los líderes de Inglaterra, Estados Unidos y la Unión Soviética: Churchill, Truman y Stalin.
Conferencia de Postdam
Acordaron que los territorios invadidos serían devueltos; Alemania sería desmilitarizada y desnazificada, los criminales de guerra serían perseguidos y juzgados (los juicios de Nürenberg) y la división del territorio. El tiempo de la posguerra fue complicado, Alemania fue dividida en 4 sectores: la región norte occidental fue ocupada por los británicos, el sur occidental por los franceses, el sur oriental por los americanos y el norte occidental por los rusos.
Checkpoint Charlie, Berlín. Frontera del sector americano. Foto: A. Fajardo
Los sectores democráticos y capitalistas (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) conformaron la República Federal Alemana con capital en Bonn y la Unión Soviética orientada hacia el comunismo decidió hacer una cortina de hierro y establecer la República Democrática Alemana con capital en Berlín. La división de Alemania implicó el enfrentamiento entre dos visiones del mundo y cuyo efecto fue la Guerra Fría. Por otro lado, Berlín fue dividido en 4 sectores y posteriormente se construyó un muro que separó a la ciudad en dos hasta 1989. Con la caída del Muro de Berlín -el 9 de noviembre de 1989- comenzó el proceso de reunificación de las dos Alemanias (Oriental y Occidental). Pero eso es ya otra historia.
Zonas de ocupación Alemania Posguerra Fuente: Wikimedia
División Alemania occidental y oriental Fuente: Wikimedia
A pesar de la capitulación de Alemania, la guerra continuaba con los japoneses. El 6 y 9 de agosto de 1945, Estados Unidos, hace caer las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki para que se rindiera el ejército del emperador Hirohito. Sin duda las bombas atómicas fueron de los peores ataques de este sangriento periodo y son el punto final de una época terrible que no debe repetirse.
La guerra trajo la muerte de aproximadamente 60 millones de personas y la destrucción de muchas ciudades. Las pérdidas humanas y materiales son dolorosas, también hay que añadir los dramas familiares, a los huérfanos, los traumas de la guerra y la pobreza de la posguerra.
Si algo podemos aprender de este periodo tan obscuro de la historia es que no debe repetirse, sino que hay que construir un mejor mundo juntos a partir de los puntos en común, buscando lo que nos une y no lo que nos separa; porque la guerra sólo trae vacío de la pérdida, miseria, muerte y tristeza. En la guerra nadie gana, porque se pierde más de lo que podría ganarse.