Hookup culture vs. la visión humanista del amor

por | Jul 7, 2022 | 0 Comentarios

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La posmodernidad es el mundo de la inmediatez. ¿Tienes hambre? Pide un delivery. ¿Estás aburrido y quieres entretenimiento? Abre un servicio de streaming. ¿Quieres conocer una pareja? Abre cualquier app de citas. El acceso a las retribuciones inmediatas de tantas realidades tan variadas propicia que se piense que es lo mismo una hamburguesa, que un viaje en auto privado, que ver una serie,  que contactar un ser humano. Y no es que esto sea el origen de la Hook up culture, pues ella existe desde los años sesentas, sino que son condiciones que la hacen más presente. Además, la hacen parecer como el procedimiento normal y esperado para conocer una pareja. 

¿Es verdad que, para ligar con prospectos de parejas en apps, para luego tener citas, hace falta estar dispuesto a tener relaciones sexuales desde un principio? Una vez conocí a un amigo que ligaba con una chica hermosa. Él no lo esperaba, pero, la chica le dijo que, si él quería, podía darle la experiencia de vivir la intimidad sexual. Mi amigo quedó helado y fascinado, porque nunca le había ofrecido tal cosa de tal manera. Quería a la chica, pero no para vivir experiencias. Para no hacer el cuento largo: el ligue se enfrió, a pesar de que él le propuso a ella un noviazgo. En última instancia la cultura del Hook-up puede llegar a formar las expectativas y mentes de quienes buscan el amor de pareja. 

¡Cuántas preguntas hay! ¿Es adecuado y tiene sentido vivir la Hook-up culture? ¿Es el sexo una experiencia que se pueda vivir casualmente sin involucrar la totalidad de lo humano? Podemos reflexionar poco a poco sobre estas preguntas para encontrar sus respuestas.

Mundo de las citas, expectativas y placer sexual sin compromiso.

¿Cómo pides una cita? ¿Sabes el “guión” que hay que seguir para que el encuentro con un ligue sea bello y saber qué esperar? Pensemos en las citas o dates de los años cincuentas: el chico llegaba por la chica. Iban por un helado o hamburguesa. Iban al cine, y él la acompañaba a ella a su casa. Si acaso habría un beso luego de varias citas. En nuestro tiempo, ¿cómo conseguimos una cita? Hacemos un perfil en una app de citas, swippeamos a la izquierda, hacemos match y comenzamos a platicar. Luego vienen los siguientes pasos. Supongamos que el chico y la chica se dejan llevar: se ven para comer algo, y deciden tener una experiencia íntima sexual. Con suerte aquella relación se consolide como un noviazgo. Es más probable que no. Sin embargo, es complejo pensar que lo estable puede surgir de lo inestable. Esta cultura de sexo casual o Hook-up culture está fundamentada en una incorrecta comprensión de la libertad, pues en ella se dirige la libertad hacia el placer más inmediato, y no hacia el bien más adecuado.

Generalmente, el argumento de las personas que practican y viven esta cultura es: “Todos lo hacen. Si ambos estamos de acuerdo está bien y es válido, porque no le hacemos daño a nadie.” Parece un argumento bueno, pero es insuficiente porque no contempla la totalidad de la naturaleza humana. Veamos por qué. La inmediatez en la obtención de lo deseado trae la satisfacción, sin duda. Pero sólo puede haber satisfacción con las cosas que se usan, o dan algún servicio y no sirven para otro fin más. Las personas no son cosas para ser usadas, pues su fin no es, estrictamente, satisfacer las necesidades de alguien más. Pensar que las personas están siempre dispuestas a vivir el sexo sin compromiso, implicando futuro, fertilidad, y debilidad, y más en las aplicaciones de citas, lleva a su reificación, o sea, a su “cosificación”. Y está postura lleva a desdeñar la dignidad humana como valiosa por sí misma. La Hookup culture también es una renuncia a la apertura a la otredad. Es como decirle a aquella persona de la cita: “sólo te veo como un objeto para un momento de placer. No me importa tu futuro ni tu fertilidad. No te quiero completa. Conque esta actitud implica ver a las personas como se quiere que sean, y no como ellas son en sí mismas. lo cual es altamente narcisista. El principal problema de esta actitud está en la cerrazón egoísta, que no se abre a la otredad de la persona, y no la acepta cómo es. Y aún no hemos mencionado argumentos morales, sino de la manera de pensar individual. ¡Conque del mutuo consenso libre no se sigue la rectitud de un acto! No. Por más que ambos lo quieran y consideren que es aceptable y que no hay daño de por medio. Es más, de la aceptación de esta manera de pensar se pueden seguir daños más profundos, como el pensar que las mujeres o los hombres son más valiosos en función de si sólo son para pasar un divertido rato sexual, o si son madera de esposa o esposo. 

Foto: Artem Podrez

Reducción de lo humano a lo animal.

La normalización de la Hookup culture es desordenada en sí misma porque tiene una desproporcionada consideración de la valiosa dignidad humana como fin. Y no sólo eso, sino que trae consecuencias culturales que complican más las ya complejas relaciones humanas posmodernas. En los últimos años se han puesto de moda los coaches de seducción. Muchos de ellos hombres jóvenes y carismáticos que buscan conquistar mujeres y ofrecen sus servicios para los hombres que tienen dificultades para relacionarse con ellas. Abundan estos coaches en Youtube o en Instagram. 

En un sentido antropológico y filosófico, los coaches de seducción tienen tres grandes problemas. Por una parte, consideran que es recto aceptar la intimidad sexual sin compromiso y como experiencia. Por otra parte, usan la actividad y disposición sexual como patrón de medida del valor humano. Por ejemplo, estos coaches de seducción, y otros personajes de redes sociales, tales como los hombres Red pill o MGTOW (Men going their own way), que consideran que el valor de un varón o mujer tiene que ver mucho con su actividad sexual, usan términos como el de hombre o mujer alfa, beta, sigma, etc. Estos términos son más propios de la zoología que de la antropología. Bien se puede hablar de lobos alfa, beta o sigma, pero aplicar estos términos a los seres humanos es reducirlos a su animalidad. Los reduce a puros sementales o pies de cría. Oculta su humanidad. El tercer error de tales personas es considerar que conocen la mentalidad de las mujeres, o de los hombres, según el caso y que, con tal conocimiento pueden manipularlos para conseguir lo deseado.

Y es que pensar que los seres humanos son reductibles a sus comportamientos o deseos sexuales, no es sólo la base de una antropología reduccionista, sino que oculta a nuestros ojos la verdad de nuestra naturaleza humana, y trae consecuencias peligrosas. Por ejemplo, aceptar considerarse a sí mismo (hombre o mujer) un premio al estilo de las esposas trofeo (trophy wife) sugiere que el amor es cosa de merecimientos y no de donación libre y gratuita. Otra consecuencia es el tener expectativas irreales e incumplibles sobre el sexo opuesto: esperar a la indicada o indicado por que tenga que cumplir con toda una lista de requisitos: físico escultural, cartera llena, auto del año,trabajo bien pagado, etc. Tal lista rigurosa aleja del hallazgo del amor y lo hace más difícil. Ahora bien, quizás la consecuencia más peligrosa es la de generar una visión profundamente misógina o misándrica sobre la naturaleza humana. Quien piensa que los seres humanos pueden dividirse entre las que son para pasar un rato y las que tienen materia de cónyuge, desdeña el valor humano intrínseco y es capaz de llevar una doble vida. Llegado el caso, ¿qué impediría que esa persona considere que, quien antes era vista como virtuosa y valiosa, un día sea vista como un objeto de uso común? Esta duplicidad cínica pone en peligro a la comunidad y las vidas de sus miembros, pues quien piensa así podría auto-justificarse para hacer cualquier daño a la dignidad humana. 

El culto a la seducción y su consecuente cultura misógina o andrógina  también hace uso de términos que no reflejan la complejidad humana. Así, un macho alfa es un hombre que hace lo que desea y no se rinde a las expectativas de una mujer y sólo ve en ella posibilidad de placer o justificación. Beta proveedor es el hombre que vive para atender y proveer las necesidades de una mujer y pretende conquistarla de tal modo. El macho sigma es lo mismo que el alfa sólo que fuera de la jerarquía de machos y sin competir sexualmente con los otros. Un Chad es un alfa. Un Simp es un beta. Todos (o casi) están dentro de un “mercado sexual” por la atención de las mujeres. La Red pill, siguiendo el símil de la famosísima película Matrix, es la conciencia que toma el varón que quiere dejar de buscar mujeres “de poco valor” sale de la simulación que pretende buscar la validación femenina. Pues claro, en esta perspectiva son “valiosas” las mujeres que son materia de cónyuge, y son “poco valiosas” las que piden demasiado y sólo ofrecen su belleza física hasta  que se topan con el muro de la edad y comienzan a buscar el amor verdadero.

Como se ve, la nomenclatura es intrincada y se enfoca en hacer una reducción de lo humano a lo meramente animal. Considera que las relaciones humanas son cosa de dominancia jerárquica, de placer intenso, de cuerpos atractivos, y que el o la individuo más valioso es el que trabaja en sí mismo, no el que se abre a los otros. ¿Qué hacer ante esta propuesta reduccionista y amargada? Pues mostrar que el amor es materia de decisión y de voluntad, no sólo cosa de naturaleza corporal irracional o sentimental.

Pareja en Bilbao. Foto: Jo Ellen Moths

Amor y relaciones: ejercicio de la voluntad y del respeto a las personas.

El amor es una decisión. Es el deseo del bien, pero, sobre todo, del bien del otro cuando el amor madura. Si bien, las apps pueden ayudar a encontrar prospectos, el amor de pareja no es sólo cosa de una app de citas. Hace falta aceptar la fragilidad humana junto con la grandeza de su libertad, con su base orgánica, animal y sexual, sin dejar de tomar en cuenta lo racional y espiritual. 

Abrirse al mundo de las relaciones es apostar por el compromiso que cuida y favorece la naturaleza humana. De tal modo, la relación se convierte en un santuario en el que los novios crecen y se cuidan entre sí porque se aman y saben, mutuamente, que sus naturalezas son valiosas por sí mismas, aunque frágiles. La consideración de la naturaleza humana como limitada y necesitada de amor puede limpiar las expectativas desproporcionadas sobre una pareja, a fin de verla como un “otro semejante” que no es una mina de oro, sino un compañero o compañera de vida. De modo que, no está mal salir a divertirse y conocer prospectos de pareja. Lo que hace falta es dejar de pensar que es normal o recto que, tener citas implica siempre la apertura inmediata a la entrega sexual, pues el amor recto es entrega mutua de dos naturalezas humanas complementarias, abiertas al futuro, la fertilidad y la compañía. Esto implica tener apertura a abrazar la complejidad de la naturaleza humana y a compartir la vida, no sólo a satisfacer necesidades. La cuestión es cambiar nuestra mentalidad sobre el amor para que sea más humanista y no sea cosificada.

Gabriel Gonzalez Nares

Gabriel Gonzalez Nares

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