Gente de chile, dulce, mole y pozole… Y sí hubo “sitio para ellos en la posada” (Lc 2,7)

por | Ene 18, 2022 | 0 Comentarios

Por Irene Hernández Oñate

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En su mensaje de navidad “Urbi et orbi” de 1981 san Juan Pablo II recordaba que muchos no quisieron acoger a José y María. «No había lugar para ellos en la posada» (Lc 2,7) Y mencionaba que “El mundo, que no acepta a Dios, deja de ser hospitalario con el hombre.” Pero el pasado 14 de diciembre fui invitada a una posada navideña de lo más interesante debido a que los asistentes fueron de lo más variopinto que se puedan imaginar y en un ambiente muy hospitalario. Sí hubo sitio para todos en la posada. 

Primero, la posada se llevó a cabo en la casa de una familia singular porque la componen los padres (papá y mamá) y ¡seis hijos, todos varones! El más pequeño de brazos y el mayor de preparatoria. Si mal no recuerdo, tiene más de un lustro que no me presentaban a una familia tan numerosa. Hoy en día por mis lares lo que abundan son los hijos únicos.

   Se podrán imaginar que la asistencia infantil y juvenil fue nutrida y lo que verdaderamente llamó mi atención fue que ninguno de los chicos, ni uno solo, estaba “autisteando” con algún celular, tablet o pantalla alguna. Fue muy refrescante ver a tanto chiquillo pulular por todo el lugar y entretenerse en actividades que en mi infancia eran las normales (futbol, correteadas, pláticas, etc.).

   También llamó mi atención un joven adulto, filósofo, poeta y músico (en sus veintes), que departía con un grupo de niños de manera natural y amable. Me dio la impresión de estar encantado organizando un coro espontáneo de chicos para cantar villancicos. Fue muy entretenido ver cómo los chiquillos lo escuchaban con atención y lo miraban con admiración. ¡Bien por los adultos jóvenes sin prejuicios generacionales! En mi experiencia los jóvenes adultos de su edad son chocantes, pagados de sí y repelentes a los niños. Si están con ellos es porque, o son animadores pagados o quieren quedar bien con los padres de los mismos.

   Llegó el momento de iniciar la posada y oh sorpresa… ¡Se comenzó con el rezo del rosario!  Cada misterio gozoso fue dirigido por diferentes niños y todos los presentes rezamos a coro. Uno que otro niño se puso nervioso frente al micrófono, pero no por eso el momento fue menos emotivo. Entre misterio y misterio se cantaron los villancicos que prepararon los niños. En verdad es milagroso el ambiente festivo que pueden lograr una guitarra y una flauta dulce. Para cerrar con broche de oro el rosario, un sacerdote de la Obra hizo gala de su fervorosa memoria y dirigió las letanías y las oraciones finales. El susodicho “padrecito” pasó la prueba con honores ya que mencionó en perfecto orden las tres nuevas letanías que el papa Francisco agregó a las letanías lauretanas. 

Confieso que nunca había asistido a una posada en la que se rezara el rosario; mi experiencia con dicha devoción ha sido principalmente en velorios donde señoras muy mayores lo rezan como si quisieran ganar el premio a la “rezandera” más veloz sin importar el desconcierto de los presentes.

   La “pedida de posada con los peregrinos” fue muy semejante a la mayoría de las posadas a las que he asistido a lo largo de los años: nunca es pareja la cantidad de gente que canta “afuera” y la que canta “adentro”, las voces son poco afinadas, pero entusiastas, hay velitas que se apagan a cada rato y lucecitas de bengala que los pequeños se acaban mucho antes del “entren peregrinos”.

   Los sagrados alimentos estuvieron muy sabrosos, hubo tamales tamaño “jumbo” (los que consigo en mi colonia son tres veces más pequeños), tostadas que desbordaban su guisado, flautas caseras que se acabaron de volada, refrescos, agua de jamaica, ponche y galletas con forma de muñeco de jengibre, entre otros. Afirmo que todas las señoras que se cooperaron con los alimentos cocinan muy rico.

   El evento de las piñatas me pareció muy cuidado ya que hubo suficientes piñatas para todos los grupos de edades y quienes las manejaron supieron administrarlas con giros de volantín muy profesionales para que nadie se quedara con las ganas de dar unos cuantos palos a los contenedores de los pecados capitales y por supuesto al aire. Cabe señalar que nadie resultó herido ni mareado.

   Ya con el fresco y la obscuridad de la tarde encima, llegó el vino tinto para lo adultos los cuales se pusieron en “mood” de bohemia poética muy “padre”. Incluso un joven yucateco de ilustre familia, poeta de rima clásica, tuvo oportunidad de leer varios textos de su primer poemario publicado así como autografiar algunas copias del mismo para varios de los presentes. Se recitaron textos en inglés y en francés con su respectiva traducción al castellano y fue muy grato observar cómo varios niños pequeños escuchaban extasiados. Luego hizo su aparición el karaoke y los cantantes amateurs en verdad resultaron muy entonados y desenvueltos. En tiempos de crisis económica podrían dedicarse también a la “artisteada”.

   Entre los distintos asistentes hubo incluso un campesino urbano. Resulta que el hijo menor de la familia Fajardo, cultiva “microgreens” ¡en el sótano de su casa! (Si quieren saber qué son los “microgreens” escríbanle, por favor). Menciono a los hijos de la familia Fajardo porque fueron invitados ilustres del evento y me hicieron el gran favor de llevarme desde la Ciudad de México hasta Toluca que fue donde se llevó a cabo la posada que aquí reseño.

   También fue de lo más agradable platicar unos momentos con la “señora de la casa” que a mi parecer es la roca que sostiene todo y a todos con su silenciosa y patente presencia.

   Quedo muy agradecida de haber sido invitada a esta hermosa posada navideña de SPES, ejemplo de auténtica y espontánea hospitalidad cristiana.

Irene Hernández Oñate

Irene Hernández Oñate

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